Con una rápida reacción, Albator se desplazó evitando el escuerzoespín que tenía delante para disparar al que se estaba llevando a Waltiln. Este intentó impedírselo derribándolo, pero Rihat clavó a tiempo su lanza en la pata anterior del animal, consiguiendo así frenarlo. (Tirada existosa)
Mientras tanto, Waltiln intentaba inútilmente deshacerse de la lengua que le cubría el cuello y parte de la cabeza. Rebuscó en sus bolsillos algo con lo que ayudarse, alguna herramienta que en un despiste quizás se había llevado al salir, pero lo único que consiguió fue dejar caer un cacho de papel arrugado que se le escapó de las manos. (Tirada automática fallida)
Por suerte para él, Albator disparó a la rana y dio de lleno en su lengua. El cacho donde había dado diana explotó en varios pedazos. (Tirada existosa) El marinero dio otro disparo, esta vez a la criatura, pero, con el movimiento de esta, el tiro fue a parar a su tímpano, y acabó bastante herida. (Tirada existosa)
Sin embargo… Ni el escuerzoespín que Rihat retenía empalándole con su lanza ni el que Albator había casi destrozado parecían aturdidos, a pesar de la sangre que emanaba de sus heridas. Waltiln pudo quitarse de encima la pastosa lengua del animal ahora que ya no formaba parte del cuerpo de este.
—¡Gracias!
Sin saber qué más poder hacer en esa situación contempló huir entrando a la casa. Rihat seguía reteniendo, sin necesidad de mucho esfuerzo, el animal, pero este intentaba atacarle, y se le sumó el tercer escuerzoespín, que saltó de frente hacia la gargún… Y terminó dándose de cabeza contra el portal. (Tirada fallida) Mientras, el otro usó su pata libre para darle un zarpazo a Rihat, y pesé que hundió más el arma en su cuerpo consiguió alcanzarla… (Tirada existosa) Sin hacerle mucho daño gracias a su armadura.
Era arriesgado pasar cerca de allí. Waltiln corrió a esconderse detrás de la mesa de madera de la terraza. El que Albator había deslenguado tenía espasmos, pero se puso de cuatro patas y se abalanzo con fuerza hacia el marinero.
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· Luadh
Antes de dirigirse a la casa del alcalde, Luadh se acercó al grupo de bardos para ver mejor cómo eran. El niño orco no debía llegar a los 10 años y a pesar de eso era bastante decente su actuación con un instrumento de cuerda. Tocaba sentado al último escalón que subía hacia la entrada del apotecario, y a su lado, de pie, tocaba una mujer encapuchada otro instrumento similar, pero que hacía un sonido más agudo.
A pie de la escalera, el elfo de pelo castaño y largo cantaba con grandilocuencia, y el enano acompañaba a los tres con un instrumento de viento. Estos dos tenían un aspecto más común en comparación a sus dos colegas, y hasta un poco vulgar como para ser bardos.
Una vez estudiados los músicos de la plaza, Luadh inició la marcha hacia la casa del alcalde. Subió por las escaleras que pasaban a través de un túnel cavado en la pared de roca que separaba ambos barrios y llegó al barrio alto. En medio de la plaza había lo que parecía un pozo, y el suelo estaba decorado con piedras policromadas que hacían un mosaico. Todo estaba inmaculado, por primera vez veían arboles decorando las calles, y, en general, el estilo de los edificios, las ventanas, los tejados, las fachadas y el mobiliario urbano, era aún más colorido y trabajado. Se respiraba un ambiente distinto, más tranquilo y lujoso… pero no había nadie.
El elfo continuó su paseo yendo por la calle que acababa en la salida norte de la ciudad, y llegó por fin a la casa de Waltiln Windsailor. Era un edificio de dos pisos con las paredes blancas llenas de hiedras. Las ventanas del piso de abajo estaban cerradas y tapadas por unas cortinas azules, y no se podía ver el interior, además, unas verjas con formas y motivos de ramas las protegían. Una larga maceta llena de flores rodeaba y protegía el acceso al interior, de tal manera que la única forma que tenía de entrar era por lo que parecía la entrada a un jardín. Del lado izquierdo de la casa salía una reja con puerta. Antes de que Luadh pudiese cruzarlo escuchó de repente dos disparos proviniendo de la casa. La calle estaba desierta, nadie más aparte de él, y probablemente los vecinos en sus casas, pudo reaccionar a ese estruendo. El elfo se apresuró, pero otra sorpresa le aguardaba.
Detrás de la reja, pudo ver dos escuerzoespines en medio de un camino que terminaba en unas escaleras que bajaban a la orilla del lago que tenía detrás la casa. Eran ranas de gran tamaño cubiertas de finas y puntiagudas púas, un poco territoriales, pero había algo raro. Estaban ambas cubiertas de una película pastosa blanca que, de lejos, el elfo no distinguía. No habían reparado en él, se movían hacia unas escaleras que subían a una terraza.
· Godin & Aria
—Pues bueno —empezó el pescador aclarándose la garganta tras recibir el dinero— el tema está fatal, ¿sabéis? Hace ya un par de años que se empezó a decir que Maltria estaba maldita, y que la gente que salía de la región de Calcheth no volvía. ¡Qué tontería! La gente hacía como si fuera el fin del mundo, ¿a quién le importaba si ya no se podía ir a Gamenmq o Blathis? Esas aldeas llenas de paletos y fanáticos no se podían ni comparar con nuestro fantástico pueblo, ¡y Pehnti fue un regalo que lo perdiésemos de vista!
Se tomó una pausa para continuar bebiendo. De la cocina salía un olor apetecible del guiso que Godin había pedido.
—¿Y eso? —preguntó el orco.
—¿Eh?
—Lo de perder de vista esa ciudad.
—Imagínatelo. Pehnti era considerada la ciudad con mejor milicia de la isla. Era un pueblo de soldados viviendo en el medio de la nada, abasteciéndose de vez en cuando con lo que las demás ciudades proporcionaban a cambio de un acuerdo de tregua y protección. Debido a la guerra de los titanes empezó a construir fortalezas en su región temiendo que esta quizás llegase hasta este rincón de mundo. Se quedaron sin recursos y comenzaron a exigir ayuda de Sairaar, la región mayor de Maltria. No tengo ni idea de cómo termino el asunto, pero no pudieron terminar nada antes de que acabase la guerra, me parece recordar. Ni murallas, ni cuarteles… Ya empezamos a temer que se le cruzasen los cables y aprovechasen su fuerza para armar algún conflicto, pero mira ahora, ja! Cuanto menos sepamos de ellos mejor.
—¿Calcherth también abastecía esa ciudad? —el orco se rascó la barba pensativo.
—Por suerte no, faltaría más. Me hubiese sentido estafado de haberlo hecho, porque ahora nosotros somos los que nos encontramos en un apuro y no queda nadie de esta puñetera isla que nos ayude. ¿Os acordáis de lo que he dicho de hace un par de años? Eso no era nada comparado con lo de ahora.
Se acomodó en el taburete y se le dibujó una sonrisa pícara.
—Hace unos días yo estaba en un asentamiento en el Vergel Negro. No es dejéis engañar por el cubo con dos sardinas que tengo aquí, yo no soy pescador. Se podría decir que soy… oportunista, de profesión, ¡ja, ja! … El caso es que estaba ayudando a los leñadores del pueblo, y el día que me cansé de ese trabajo fue porque vi un ciervo blanco.
La expresión del orco cambió a una mezcla de sorpresa e interés.
—Pero no era exactamente eso. El animal estaba muerto, en el suelo, cubierto por crostas grises y blancas. A mí me pareció extraño, así que fui a buscar a los demás. Cuando regresamos al sitio donde había visto yo el ciervo este ya no estaba, y esos idiotas me tomaron por un bromista. Esa fue la gota que colmó el vaso. La mañana siguiente fingí estar enfermo y me mandaron de vuelta a Calcherth. No soportaba a esos engreídos que se pensaban que ese trabajo tan cansado era el mejor del mundo, que no era lo hombre suficiente como para aguantarlo, ja, ja. ¿Pues sabéis qué?
En ese momento Digby entró de nuevo en la habitación con el guiso apunto. Mientras lo servía a Godin, con los cubiertos correspondientes, interrumpió al pescador charlatán con una expresión muy seria.
—Ahora, ese grupo de leñadores se encuentra en paradero desconocido.
…
Al terminar la bebida, el autoproclamado oportunista continuó:
—¿Os acordáis del viejo de la gorra de antes? El que se ha ido del bar. Ese hombre es el farero, y su hijo, que es el propietario del Reposo del Jabato, formaba parte de ese grupo de leñadores y era amigo de Digby.
—Para de hablar en pasado, Abelar —contestó el propietario del bar, contrariado—. Yo no he dado a Rote y los demás por muertos.
—Pues ojalá Forest pensase como tú. No nos habría montado un numerito así quizás… Quién sabe, a lo mejor mi próximo trabajito lo consigo en la posada, je… Bueno, ya os he contado mi experiencia con esto de las desapariciones. Algunas otras han sucedido con otra gente en el pueblo. Pero eran gente que no conocía, así que… Buf… Tanto hablar me ha dado sed, ¿me invitáis a otra?
El orco parecía pensativo, miraba al suelo ausente a la conversación.
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