El pacto de Quenamur
Re: El pacto de Quenamur
Entonces ya entendía por que estaban tan cagados, un pez gordo... bueno, más bien un pez mediano del ejercito había venido a pasar revista... por alguna razón. Me picaba la curiosidad, lo admito, pero no era asunto mío así que enseñé la documentación y animé al resto de hacer lo mismo, sobretodo a la elfa, que parecía tener reservas.
-Enga, vamos, que tienes que explicarnos que es lo primero que deberíamos saber de este sitio.
Entonces oí lo de las subastas. Eso podía ser curioso. Levanté la voz para que me oyeran el capitán y el comandante, tengo oído que los peces no tienen las mejores orejas y ese señor igual no me oía desde tan abajo, era muy enano, para... no ser enano.
-¿Subastas? ¿Que se suele subastar por aquí?
-Enga, vamos, que tienes que explicarnos que es lo primero que deberíamos saber de este sitio.
Entonces oí lo de las subastas. Eso podía ser curioso. Levanté la voz para que me oyeran el capitán y el comandante, tengo oído que los peces no tienen las mejores orejas y ese señor igual no me oía desde tan abajo, era muy enano, para... no ser enano.
-¿Subastas? ¿Que se suele subastar por aquí?
Ora Ora Ora Ora Ora
Re: El pacto de Quenamur
No hacía falta que nadie me diera prisa para que pisar tierra firme fuera lo que más deseara en aquel momento. Saqué y miré lo que eran "mis papeles", y aunque no estaba acostumbrado a aquella burocracia, me detenía a revisarlos mientras andaba por la pasarela hacia aquel humano. Los tenía en regla, ¿no era así? Se los entregué a aquel hombre mientras recordaba la mirada que me había echado el humano más bajito y de más cargo...
Sin suspirar de alivio para no parecer sospechoso, recogí mis documentos una vez revisados y me adelanté un poco para no entorpecer el paso a mis compañeros que estuvieran bajando la pasarela. Me volví para observarlos justo después de que Albator lanzase aquella pregunta suya al bajito.
- No debería haber preguntado eso, así, a aquel hombre, ¿no? Pero él tiene que saber más que yo de estas cosas... Aunque yo le hubiera preguntado a Arlett o a... Cualquier otra persona menos importante, por si acaso.
Pensando en la posibilidad de que aquella pregunta molestara, me retiré un par pasos de distancia de aquella gente mientras hacía indicaciones a los demás para que siguieran marchando por la pasarela con sus documentos en mano. Aunque, a decir verdad, también me surgió una acuciante duda que no lograba ignorar mientras esperaba a los demás... ¿Aguantaría aquella pasarela el peso de Rihat? Dejé de meter prisas y busqué con la mirada alguna cuerda suelta por allí cerca, por si acaso.
Sin suspirar de alivio para no parecer sospechoso, recogí mis documentos una vez revisados y me adelanté un poco para no entorpecer el paso a mis compañeros que estuvieran bajando la pasarela. Me volví para observarlos justo después de que Albator lanzase aquella pregunta suya al bajito.
- No debería haber preguntado eso, así, a aquel hombre, ¿no? Pero él tiene que saber más que yo de estas cosas... Aunque yo le hubiera preguntado a Arlett o a... Cualquier otra persona menos importante, por si acaso.
Pensando en la posibilidad de que aquella pregunta molestara, me retiré un par pasos de distancia de aquella gente mientras hacía indicaciones a los demás para que siguieran marchando por la pasarela con sus documentos en mano. Aunque, a decir verdad, también me surgió una acuciante duda que no lograba ignorar mientras esperaba a los demás... ¿Aguantaría aquella pasarela el peso de Rihat? Dejé de meter prisas y busqué con la mirada alguna cuerda suelta por allí cerca, por si acaso.
Re: El pacto de Quenamur
Empezaba a entender por qué los marineros estaban tan nerviosos ante la visita. ¡Menuda barba más cuidada tenía el encargado! Obviamente la suya era mejor, pero eso no quitó para que el enano se retocara el pelo en un claro gesto que decía “Los enanos somos los que mejores sabemos llevar barba, principiante”. No obstante tenía tareas más importantes y peligrosas que atender, como bajar del barco para empezar.
-Es una pasarela, ¿entonces por qué es tan poco sólida? Los enanos la hubiéramos hecho mejor. Esta gente no tiene ni idea de hacer las cosas, bueno, eso tampoco es una novedad–Refunfuñaba Godin mientras con paso lento, firme, y obligándose a mirar al frente, fue poco a poco bajando la pasarela hasta llegar al joven soldado y entregarle los papeles, tras lo cual, lo primero que hizo fue alejarse lo máximo posible del agua y pedir indicaciones al primer habitante que pillara sobre dónde estaba el altar de la Diosa.
-Es una pasarela, ¿entonces por qué es tan poco sólida? Los enanos la hubiéramos hecho mejor. Esta gente no tiene ni idea de hacer las cosas, bueno, eso tampoco es una novedad–Refunfuñaba Godin mientras con paso lento, firme, y obligándose a mirar al frente, fue poco a poco bajando la pasarela hasta llegar al joven soldado y entregarle los papeles, tras lo cual, lo primero que hizo fue alejarse lo máximo posible del agua y pedir indicaciones al primer habitante que pillara sobre dónde estaba el altar de la Diosa.
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Re: El pacto de Quenamur
No sabiendo del resto de mis acompañantes más que lo justo y necesario, dejé que Luadh se encargase de las presentaciones mientras la elfa botaba de lado a lado del barco. No me pagaban para hacer de relaciones públicas... y estaba más atenta del hecho de que la tierra firme se acercaba maravillosamente rápido que de hacer amiguitos. Suficiente barco para lo que quedaba de año, gracias.
Cuando llegó la "inspección", le mantuve silenciosamente la mirada a aquel tipo que me miraba con la expresión universal de "no me fío de ti". No que fuese a notarse mucho, con la armadura por medio, pero era una satisfacción que no me iba a quitar.
-Bú -musité para mi una vez el tipo se hubo apartado.
Llegado el momento, descendí del barco lo más rápido que pude, tratando de no prestar excesiva atención a los crujidos de la escalera, y miré a mi alrededor. Bueno, no era bonito, pero era un buen cambio. Me valdría por ahora.
Cuando llegó la "inspección", le mantuve silenciosamente la mirada a aquel tipo que me miraba con la expresión universal de "no me fío de ti". No que fuese a notarse mucho, con la armadura por medio, pero era una satisfacción que no me iba a quitar.
-Bú -musité para mi una vez el tipo se hubo apartado.
Llegado el momento, descendí del barco lo más rápido que pude, tratando de no prestar excesiva atención a los crujidos de la escalera, y miré a mi alrededor. Bueno, no era bonito, pero era un buen cambio. Me valdría por ahora.
Re: El pacto de Quenamur
—Sí que era guapa, sí.
El marinero entregó a Aria un frasco que contenía un líquido rojo. La chica esbozó una sonrisa y lo guardó con cuidado de no romperlo.
—Es para las molestias que te has tomado en avisarme. ¡Gracias!
—¡De nada! —exclamó volviéndole a pasar el brazo por el cuello y revolviéndole el pelo de forma amigable con la otra mano— Gracias a ti por el regalo, colega.
Al atracar, Aria salió a cubierta y observó el paisaje. Respiró hondo el aire viciado de aquella ciudad, y aunque a algunos estaban criticándolo, ella le encontraba cierto atractivo. Para ella valía la pena visitar un lugar así, pues era una parte más de aquel vasto mundo que ella quería conocer.
—Pues a mí me gusta este sitio, tiene un ambiente... curioso.
Un hombre barbudo bastante bajo subió al barco custodiado por un puñado de soldados, y la joven supuso que aquel era el importante invitado. Se quedó a un lado, escuchando la conversación sin intervenir, y finalmente bajó junto a sus compañeros del barco.
—¡Aaaaah, tierra firme! —exclamó contenta al poner los pies en el muelle por primera vez—. ¿Tendremos tiempo de dar una vuelta más tarde? ¿Alguien se apunta?
Aria lanzó la pregunta al aire sin dirigirse a nadie en concreto mientras miraba a su alrededor, fijándose bien en la gente que iba por allí, especialmente los que estaban trabajando en aquel puerto, cargando y descargando mercancías. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Lugares desconocidos, nuevas caras... Todo aquello la tenía muy emocionada.
El marinero entregó a Aria un frasco que contenía un líquido rojo. La chica esbozó una sonrisa y lo guardó con cuidado de no romperlo.
—Es para las molestias que te has tomado en avisarme. ¡Gracias!
—¡De nada! —exclamó volviéndole a pasar el brazo por el cuello y revolviéndole el pelo de forma amigable con la otra mano— Gracias a ti por el regalo, colega.
Al atracar, Aria salió a cubierta y observó el paisaje. Respiró hondo el aire viciado de aquella ciudad, y aunque a algunos estaban criticándolo, ella le encontraba cierto atractivo. Para ella valía la pena visitar un lugar así, pues era una parte más de aquel vasto mundo que ella quería conocer.
—Pues a mí me gusta este sitio, tiene un ambiente... curioso.
Un hombre barbudo bastante bajo subió al barco custodiado por un puñado de soldados, y la joven supuso que aquel era el importante invitado. Se quedó a un lado, escuchando la conversación sin intervenir, y finalmente bajó junto a sus compañeros del barco.
—¡Aaaaah, tierra firme! —exclamó contenta al poner los pies en el muelle por primera vez—. ¿Tendremos tiempo de dar una vuelta más tarde? ¿Alguien se apunta?
Aria lanzó la pregunta al aire sin dirigirse a nadie en concreto mientras miraba a su alrededor, fijándose bien en la gente que iba por allí, especialmente los que estaban trabajando en aquel puerto, cargando y descargando mercancías. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Lugares desconocidos, nuevas caras... Todo aquello la tenía muy emocionada.
Re: El pacto de Quenamur
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Poco a poco, el visitante se giró hacia al grupo tras escuchar la pregunta de Albator. Mostró una sonrisa cruel y satisfecha.
—Me alegra que lo pregunte usted, señor...Verá, no es que me haga sentir cómodo hablar de eso después del acuerdo que hicimos —mintió— , pero, ya que Bran mismo ha sacado el tema y usted lo ha pescado no habrá ningún problema... — el hombre pez bajo la cabeza y se mordió el labio, mientras el hombrecillo mantenía la mirada clavada al marinero — Descontentos del precario salario que recibían, ahí dónde les ven, estos marineros tomaron la decisión de empezar a transportar mercancías no autorizadas por su cuenta en los puertos a los que paraban, para ganar un dinerillo extra subastándolos en locales clandestinos, ¿pero eso se acabó ya, no es así Bran?
La única respuesta que hubo fue del capitán del barco, asintiendo en silencio.
—Ahí lo tiene. Pero no se lo digan a nadie, o podría causarles problemas —rio— . Espero que no se haya hecho ilusiones, señor. Las subastas son agua pasada ya.
—Comandante —interrumpió de repente el hombre pez— , si quiere hacerme saber qué busca, yo con mucho gusto...
El oficial empezó a andar camino al interior del barco e hizo un gesto para que le acompañase. Ambos empezaron a moverse por cubierta mientras el resto de la tripulación permanecía congelada en su sitio. Los crujidos de la madera al bajar Rihat por la pasarela llenaban el ambiente. Arlett suspiró cuando estuvieron todos abajo por fin.
—¡Por fin! Venid, no nos quedemos aquí, que estamos en medio del paso.
A pesar de eso, el normal ajetreo que habría, de marineros yendo de arriba abajo tras acabar de atracar, brillaba por su ausencia. Aun así el grupo se acercó a la entrada del puerto que conectaba con la ciudad. La elfa empezó a escudriñar en su equipaje mientras los demás observan que las calles eran un poco dejadas. No eran una pocilga, pues algunas fachadas estaban muy bien decoradas con robustas piezas de madera, y se podían ver ventanas, terrazas y balcones adornados de cristales de distintos colores y flores, pero a pesar de ser mediodía no había apenas gente por ellas.
—¡Aquí está! — la elfa sacó una piedra pequeña y ligera de colores muy llamativos y se la dio a Rihat — Tomad, iros pasándolo. Cerrad el puño y los ojos y relajaos.
El objeto era un amuleto de visión. Es un objeto poco común, pero muy útil, que permite a un mago transmitir una imagen mental o una idea a otras personas, sin necesidad de perder el tiempo describiendo ni explicando. Con eso en la mano, Rihat, al cerrar los ojos, pudo imaginarse un mapa mental de Calcherth, tal y como Arlett la había registrado previamente.
La ciudad estaba dividida en dos secciones. Ellos se encontraban en la baja, que se encontraba al nivel del mar, dónde la estructura de las calles era un poco caótica y se encontraban el puerto, el faro y un paseo marítimo, que finalizaba en un cabo, entre otras cosas. A medida que se subía, se podía llegar a la sección alta, que solo quedaba comunicada con la baja por unas escaleras que se abrían paso por una entrada en las montañas que hacían de barrera natural entre ambas zonas. En ella, las casas eran más grandes y ordenadas, y no estaban tan ajuntadas la una de la otra. Además, tocaba la orilla de un lago, dónde también había pequeños muelles y lo que parecía una discreta capilla tocando el agua.
—Bienvenidos a la ciudad de los artistas... Si es que aún se puede llamar así. ¿Todos habéis visto ya el mapa? Bien, como habéis podido ver la ciudad tiene forma de reloj de arena. Os dije que os hablaría de sitios de interés de la ciudad, y estos son los que recuerdo.
—Su ayuda ha sido excelente — felicitó Vermillion — . Servidor también iniciará su marcha.
—Haría bien en tomar precauciones. Pueden parecer tranquilas estas calles, pero fuera de la ciudad tendrá que ir con los ojos bien abiertos. Esto también va por vosotros, eh. Cuando terminéis lo que tengáis que hacer pasaros por el taller de mi hermano, ¿vale?
El humano y la elfa marcharon con calma hacia la calle que el grupo tenía en frente.
Poco a poco, el visitante se giró hacia al grupo tras escuchar la pregunta de Albator. Mostró una sonrisa cruel y satisfecha.
—Me alegra que lo pregunte usted, señor...Verá, no es que me haga sentir cómodo hablar de eso después del acuerdo que hicimos —mintió— , pero, ya que Bran mismo ha sacado el tema y usted lo ha pescado no habrá ningún problema... — el hombre pez bajo la cabeza y se mordió el labio, mientras el hombrecillo mantenía la mirada clavada al marinero — Descontentos del precario salario que recibían, ahí dónde les ven, estos marineros tomaron la decisión de empezar a transportar mercancías no autorizadas por su cuenta en los puertos a los que paraban, para ganar un dinerillo extra subastándolos en locales clandestinos, ¿pero eso se acabó ya, no es así Bran?
La única respuesta que hubo fue del capitán del barco, asintiendo en silencio.
—Ahí lo tiene. Pero no se lo digan a nadie, o podría causarles problemas —rio— . Espero que no se haya hecho ilusiones, señor. Las subastas son agua pasada ya.
—Comandante —interrumpió de repente el hombre pez— , si quiere hacerme saber qué busca, yo con mucho gusto...
El oficial empezó a andar camino al interior del barco e hizo un gesto para que le acompañase. Ambos empezaron a moverse por cubierta mientras el resto de la tripulación permanecía congelada en su sitio. Los crujidos de la madera al bajar Rihat por la pasarela llenaban el ambiente. Arlett suspiró cuando estuvieron todos abajo por fin.
—¡Por fin! Venid, no nos quedemos aquí, que estamos en medio del paso.
A pesar de eso, el normal ajetreo que habría, de marineros yendo de arriba abajo tras acabar de atracar, brillaba por su ausencia. Aun así el grupo se acercó a la entrada del puerto que conectaba con la ciudad. La elfa empezó a escudriñar en su equipaje mientras los demás observan que las calles eran un poco dejadas. No eran una pocilga, pues algunas fachadas estaban muy bien decoradas con robustas piezas de madera, y se podían ver ventanas, terrazas y balcones adornados de cristales de distintos colores y flores, pero a pesar de ser mediodía no había apenas gente por ellas.
—¡Aquí está! — la elfa sacó una piedra pequeña y ligera de colores muy llamativos y se la dio a Rihat — Tomad, iros pasándolo. Cerrad el puño y los ojos y relajaos.
El objeto era un amuleto de visión. Es un objeto poco común, pero muy útil, que permite a un mago transmitir una imagen mental o una idea a otras personas, sin necesidad de perder el tiempo describiendo ni explicando. Con eso en la mano, Rihat, al cerrar los ojos, pudo imaginarse un mapa mental de Calcherth, tal y como Arlett la había registrado previamente.
La ciudad estaba dividida en dos secciones. Ellos se encontraban en la baja, que se encontraba al nivel del mar, dónde la estructura de las calles era un poco caótica y se encontraban el puerto, el faro y un paseo marítimo, que finalizaba en un cabo, entre otras cosas. A medida que se subía, se podía llegar a la sección alta, que solo quedaba comunicada con la baja por unas escaleras que se abrían paso por una entrada en las montañas que hacían de barrera natural entre ambas zonas. En ella, las casas eran más grandes y ordenadas, y no estaban tan ajuntadas la una de la otra. Además, tocaba la orilla de un lago, dónde también había pequeños muelles y lo que parecía una discreta capilla tocando el agua.
—Bienvenidos a la ciudad de los artistas... Si es que aún se puede llamar así. ¿Todos habéis visto ya el mapa? Bien, como habéis podido ver la ciudad tiene forma de reloj de arena. Os dije que os hablaría de sitios de interés de la ciudad, y estos son los que recuerdo.
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—Su ayuda ha sido excelente — felicitó Vermillion — . Servidor también iniciará su marcha.
—Haría bien en tomar precauciones. Pueden parecer tranquilas estas calles, pero fuera de la ciudad tendrá que ir con los ojos bien abiertos. Esto también va por vosotros, eh. Cuando terminéis lo que tengáis que hacer pasaros por el taller de mi hermano, ¿vale?
El humano y la elfa marcharon con calma hacia la calle que el grupo tenía en frente.
Re: El pacto de Quenamur
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Aunque todavía teníamos que decidir cuales eran esas tareas.
— Creo que deberíamos de avisar al alcalde cuanto antes de que ya hemos llegado a la ciudad... Pero, si no me equivoco, en el camino a su casa se encuentran tanto las tiendas como la posada, en la plaza de la fuente. ¿Veis bien pasar por allí, hacer algunas comprar para prepararnos y reservar las habitaciones necesarias en la posada antes de presentarnos ante nuestro contratista?
Re: El pacto de Quenamur
Vamos, que esos tíos se habían metido en un marronazo, así que corramos un tupido velo sobre el asunto y centrémonos en el futuro. Arlett, esa elfa que se había pegado a nosotros yo que se por que, tenia una piedra que nos enseño como era la ciudad, la mar de practico, ya la quisiera yo para enseñarle a algunos pesaicos que no, no podemos salir a navegar esta noche, hace mal tiempo y donde quieres ir hay muchas rocas, gracias, adiós, buenas tardes.
-Pueeees, que quieres que te diga, yo creo que tiene más sentido enterarse primero de que va el trabajo y luego comprar en consecuencia, pero ya que viene de paso... podemos aprovechar, si. Aunque no creo que vaya a comprar mucha cosa.
-Pueeees, que quieres que te diga, yo creo que tiene más sentido enterarse primero de que va el trabajo y luego comprar en consecuencia, pero ya que viene de paso... podemos aprovechar, si. Aunque no creo que vaya a comprar mucha cosa.
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Re: El pacto de Quenamur
-La madre que te… No, gracias señorita, pero servidor pasa de usar cacharros que te meten cosas raras en la cabeza sin mi permiso. Si necesito buscar un sitio, usaré la ancestral técnica de preguntar al primero que pase hasta hacerme con un mapa.
A partir fue una discusión de la gente si querían ir al encuentro con nuestro empleador y luego de tiendas o viceversa. Era bueno tomarse las cosas en serio, pero no hasta ese extremo.
-Chicos, no os reconozco. ¿Acabamos de hacer un infernal viaje en barco y lo primero en lo que estáis pensando es en trabajar y no en tomarnos en una cerveza a nuestra salud? Con razón la mayoría de las razas no llegan a vivir lo mismo que los enanos.
A partir fue una discusión de la gente si querían ir al encuentro con nuestro empleador y luego de tiendas o viceversa. Era bueno tomarse las cosas en serio, pero no hasta ese extremo.
-Chicos, no os reconozco. ¿Acabamos de hacer un infernal viaje en barco y lo primero en lo que estáis pensando es en trabajar y no en tomarnos en una cerveza a nuestra salud? Con razón la mayoría de las razas no llegan a vivir lo mismo que los enanos.
- Impredecible
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- Registrado: 12 Feb 2011, 23:07
Re: El pacto de Quenamur
Fruncí levemente el ceño ante el mapa mental de la ciudad, tratando de quedarme más o menos con lo importante. No era buena con las direcciones y no me apetecía acabar perdida en mitad de ningún sitio... Al menos creía haber conseguido memorizar de forma más o menos decente las explicaciones de nuestra elfa mascota. No es que tuviera intención de hacer un tour de la ciudad, pero tenía que confesar que sentía un cierto interés por el consultorio. Una alabarda está bien pero una alabarda encantada está mejor.
-No hemos venido de turismo -siseé, pese a ello, una vez comenzó la discusión de hacia donde tirar-. Vamos a enterarnos de qué pretenden que hagamos y luego habrá tiempo de mirar escaparates.
-No hemos venido de turismo -siseé, pese a ello, una vez comenzó la discusión de hacia donde tirar-. Vamos a enterarnos de qué pretenden que hagamos y luego habrá tiempo de mirar escaparates.