Prólogo:
Ya había anochecido por completo, pero las luces del Templo Fronda seguían encendidas. El señor Tao, el monje, caminaba nerviosamente frente a un enorme reloj de péndulo que había oculto tras una estatua de Buda. Iba de un lado a otro, abriendo cajones y recogiendo unas curiosas chapas con dibujos que había repartidas por todo el templo. Junto a la entrada había una caja de cartón abierta, que contenía seis relojes de pulsera. Parecían juguetes infantiles, justo como debían parecer.
El señor Tao se detuvo frente al gran reloj de péndulo, meditó unos instantes y finalmente colocó chapas en las seis ranuras que tenía. Al instante se oyó un sonido tenebroso y seis Yo-kai se materializaron a su alrededor.
-Quedáis muy pocos -dijo el señor Tao-. Vosotros sois mis últimos amigos. Todos los demás ya se han marchado... pero no importa, aunque estuvieran aquí los niños no podrían verlos. Tendréis que ayudarles.
-¿Crees que servirá de algo? -preguntó Yopaso, un Yo-kai que parecía más anciano todavía que el señor Tao-. Nos estamos tomando muchas molestias, sin saber que habrá garantías.
-¿Y qué si desaparecen? -Alcaldero se cruzó brazos, con aire enfadado-. Más espacio para los que nos quedemos.
-Es lo mínimo que podemos hacer -replicó el señor Tao-. Los Yo-kai han habitado Villa Fronda durante siglos. Si de repente empiezan a desaparecer, es que algo malo está ocurriendo... algo que también podría afectarnos a nosotros, los humanos.
-¡Ejem ejem! Cumpliremos nuestro cometido -aseguró Ejemtos-. Pero, ¿por qué niños? Usted entiende mucho más que ellos sobre este asunto.
-Yo estoy demasiado mayor para estos trotes -suspiró el señor Tao-. Y pedir ayuda a adultos no serviría, siempre están ocupados y no les interesan estas cosas. Los niños del pueblo tienen tiempo libre de sobra y pueden arrastrarse de un lado a otro sin levantar sospechas.
-Eso me gusta -dijo Nomevén, poniéndose firme-. ¡Cumpliremos nuestro cometido con eficacia!
-Pos tendremos que explicar a los zagales cómo funciona tó -dijo Kieroto-. A ver si la van a diñar cuando nos vean.
-Sí, sí, orientadles -el señor Tao señaló hacia la caja-. Llevadles esos Yo-kai Watch. No son verdaderos, pero cumplirán su función... es lo mejor que he podido conseguir con tan poco tiempo. ¿Sabéis cada uno a qué niño tenéis que visitar?
Todos asintieron.
-Yo iré con Hailey -declaró Katano-. He pertenecido durante siglos a esta familia y no quiero abandonarla. Aunque... ya es de noche, ¿no podemos ir mañana, si eso?
-¡No, tiene que ser esta noche! -el señor Tao se irguió-. ¡Tenemos muy poco tiempo! ¡En marcha! ¡Traedlos a todos aquí antes de que amanezca!
◷Hailey - E [IIIII]
-Katano [IIIIIIIIII]
-
-
Hailey se encontraba en su habitación, en la segunda planta de su casa. Su ventana daba al sendero que llevaba al templo de su abuelo. Estaba aburrida, todavía le faltaba un rato para ir a dormir, cuando oyó algo caer a sus pies. Era un extraño reloj con ranuras circulares. En una, había una pequeña chapa con una especie de espada dibujada.
Preguntándose cómo había llegado allí aquel reloj, la niña se lo puso. Y en cuanto lo hizo...
-¡Buenas noches, Hailey, soy
Katano! -de repente había una espada parlante sobre su cama. Tenía la hoja doblada como una flor mustia-. Puede que no lo sepas, pero te conozco desde que eras pequeña. Siempre he estado en tu familia... antes trabajaba para tu abuelo, pero ahora él necesita tu ayuda. Debes ir a verle esta misma noche. Pero antes... ¿ves la lente del Yo-kai Watch? Úsala para apuntar a tu... otro invitado.
Hiciste lo que Katano te pedía y no tardaste en ver un nuevo Yo-kai.
-¡Oye! ¿Serás chivato! -el otro Yo-kai era una especie de pingüino con cara de pocos amigos. ¡Se estaba llevando disimuladamente uno de tus comics!-. ¡Nadie osa contrariar a
Cartepollo cuando da uno de sus golpes!
-Puff, ¿qué hacemos, Hailey? -te preguntó Katano-. ¿Le damos una lección a este ladronzuelo o dejamos que se lleve lo que le de la gana? Esta noche ya estamos muy ocupados...
◷Gwen - E [IIIII]
-Kieroto [IIIIIIIIII]
-
-
La casa de Gwen era grande y bonita. Estaba cerca de la biblioteca, junto a un sendero de losas que se ondulaba bajo enormes árboles. La chica estaba en su habitación, sentada en la cama, cuando se fijó en un reloj que había aparecido sobre su mesilla de noche. Parecía muy infantil, ¿quién le había comprado algo tan feo? Y sin embargo... tenía cierto encanto. Pensando que nadie la veía, la chica estiró el brazo para ponérselo. ¡Y notó un dolor tremendo en el hombro! Le había pasado unas cuantas veces últimamente. Se frotó la piel, dolorida, y por fin pudo colocarse el accesorio.
-Jooo -en cuanto lo tuvo puesto, la niña vio a una especie de mujercilla de enorme boca que miraba babeando sus posesiones-. Tú sí que tienes cosas... Quiero tó esto pa mí -aseguró-. Pero tranqui, que no voy a robarte ná. Me llamo
Kieroto y soy una Yo-kai... Te he dao mi medalla así que somos amigas. Ahora hazme el favor de venirte pa el Templo Fronda, que el señor Tao quiere hablar contigo. Él fijo que te lo explica to. Pero antes... ¿Quieres saber por qué te duele el hombro? Apunta la lente del Yo-kai Watch pal rincón...
-¡Eh, me has descubierto! -Algio saltó hacia vosotras, con la pierna por delante, en plan karateka-.
-¡Vamo' a tener que luchar, Gwen! -exclamó Kieroto.
◷Samwell - E [IIIII]
-Yopaso [IIIIIIIIII]
-
-
Samwell se sentía aterrado. Últimamente había visto a un caniche siniestro rondando el jardín, que veía por la ventana de su habitación. ¿O quizá era un hombre con gafas? Justo al otro lado de la calle había un SuperHíper, así que no sería raro que por allí rondaran animales o indigentes en busca de comida...
Oyó un sonido detrás de él y se volvió para ver qué era. Encontró un extraño reloj tirado en el suelo. ¿De dónde había salido? Lo recogió y se lo acabó poniendo. Tenía una especie de chapa con un Yo-kai dibujado.
-¡Hola, Samwell! -exclamó una voz anciana-. Soy
Yopaso, y lo que acabo de darte es el Yo-kai Watch. Voy a asumir que sabes lo que es un Yo-kai y todo eso... en realidad, estoy aquí para llevarte... Oye, ¿qué es lo que te tiene tan asustado? Seguro que no soy yo. ¿Es el Yo-kai que hay en el jardín? Mira por la ventana usando la lente de tu reloj.
Samwell hizo lo que le decían y no tardó en ver a un espeluznante perro de cara humana. Vale, en realidad no parecía muy amenazante, pero sí que daba muy mal rollo.
-Puff... seguro que nos ataca en cuanto intentemos salir -dijo Yopaso-. Es
Cantonio. ¿Quieres que baje y le de una lección? Admito que no soy muy fuerte pero creo que podré con él.
◷Jacob - E [IIIII]
-Ejemtos [IIIIIIIIII]
-
-
Jacob se sentía extraño. No podía parar de comer aquella noche. Ya llevaba dos hamburguesas, tres paquetes de galletas, un plato de pasta y media sandía. Estaba empezándose un perrito caliente cuando le dio un terrible acceso de tos y se le cayó todo por el suelo. Maldiciendo, se inclinó sobre la mesita para recoger una servilleta y empezar a limpiar cuando encontró un extraño reloj que antes no estaba allí. Extrañado, se olvidó del desastre del suelo y se lo puso. Era un reloj muy extraño, con diversas agujas y ranuras. En una de ellas había dibujado una especie de microbio con un ojo. ¿Seguro que aquello daba la hora?
-¡Ejem! ¡Eh, glotón! Deja de zampar y hazme caso -de repente, Jacob vio a aquel microbio flotando ante sus narices. Tenía al menos el tamaño de un balón de fútbol-. ¿Puedes verme ya? He venido a recogerte... Aunque he tenido que espiritarte un poco para que me hagas caso. Soy
Ejemtos, un Yo-kai, y necesito que me acompañes al Templo Fronda cuanto antes. Deberíamos irnos, pero antes... -Ejemtos miró a los pies de tu cama-. Mira con el Yo-kai Watch, hacia allí.
Lo hiciste y te encontraste con una especie de anciano que se tragaba plácidamente parte de la comida que te habías traído de la cocina.
-Mira, ni se ha dado cuenta de que le has visto -Ejemtos habló con desdén-. Es
Abuzampa y tiene la culpa de que hayas asaltado la nevera de ese modo. Él te espiritó primero. Es un glotón pero no le gusta comer solo. Diría que tienes dos vías de acción... puedes marcharte, volver con comida envenenada y dejársela ahí hasta que se la coma y le haga catapuf. Tranquilo, no vas a matarle de verdad. Total, ya está muerto... -Ejemtos hizo un gesto que te recordó a un encogimiento de hombros. Aunque por supuesto, no tenía hombros-. La otra posibilidad es que yo le muela a palos. Sea como sea tienes que encargarte de él, o te hará comer hasta que te pongas enfermo...
◷Xavier - E [IIIII]
-Alcaldero [IIIIIIIIII]
-
-
Xavier estaba deprimido. No habría sabido decir por qué, pero lo estaba. Mirando por la ventana de su apartamento, suspiró y pensó en cosas tristes. Estuvo así hasta que por fin se fijó en que había un reloj sobre la repisa. ¿Qué sería? Se lo puso distraídamente, pensando que con su suerte, seguro que estaba roto.
-¿No tienes mosquitera o qué? -preguntó una voz de pronto. Algo pinchó a Xavier y le sobresaltó. De repente había en su habitación una especie de hombrecillo semidesnudo con un palillo gigante que empleaba como lanza-. ¡Sí, sí, soy un Yo-kai! ¡No me mires así! ¡Yo sólo soy el inofensivo
Alcaldero! ¡Presta atención al bichejo que flota detrás de ti! ¡No, así no! ¡Mira con la lente del reloj!
Desconcertado, seguiste las instrucciones del hombrecillo y descubriste una especie de insecto gigante con mangas que te clavaba el aguijón directamente en la nuca.
-¡Vamos, Xavier! -exclamó Alcaldero-. ¡Aléjate de él! ¡Se trata de
Negatisquito, absorberá todo tu optimismo!
-¡Maldito entrometido! -zumbó Negatisquito-. ¡Su optimismo era delicioso! ¿Por qué has tenido que entrometerte?
-El señor Tao quiere ver a este chico, parásito asqueroso -gritó Alcaldero-. ¡Está ocurriendo algo mucho más importante que tú y que yo! ¡Lárgate, circula! ¡Tienes la ventana abierta!
-¡Tú no me das órdenes! -Negatisquito apuntó a Alcaldero con su aguijón, de forma amenazante-. ¡Si quieres que me vaya, vas a tener que echarme!
-¿Permiso para hacer brochetas de bichejo? -preguntó Alcaldero, mirando a Xavier.
◷Liam - E [IIIII]
-Nomevén [IIIIIIIIII]
-
-
Liam sólo quería descansar, pero por alguna extraña razón, no podía hacerlo. Escuchaba de lejos la música que tenía puesta alguno de sus vecinos y no podía evitar bailarla... Llevaba media hora bailando sin parar. Rezaba para que nadie mirara por la ventana y le viera hacer aquel baile ridículo. De repente, mientras bailaba, se dio cuenta de que alguien le había puesto un extraño reloj en la muñeca.
-Infiltración completada -dijo una voz-. Me presentaré, mi señor. Soy
Nomevén, y a partir de ahora estaré a su servicio. Tenemos una misión: llegar sin ser vistos al templo Fronda, reunirnos con el señor Tao y... ¡Eh! ¡Eh! ¿Podrías dejar de bailar y hacerme caso?
La cuestión era que Liam no podía.
-Oh, esto tiene que ser culpa de... ¡Sí, allí! ¡Apunta hacia la ventana!
Liam obedeció como pudo y vio una especie de alga oscura con ropa que bailaba alegremente.
-Ese es
Cimbrón y te está espiritando -dijo la voz de Nomevén-. Es imposible tratar ningún asunto importante mientras él esté por en medio. ¿Le damos una lección?
Por fin lograste ver a Nomevén, que saltó sobre el alfeizar de la ventana y llevó una mano a la empuñadura de su espada. Los ojos le brillaban casi imperceptiblemente en la oscuridad.