Finalmente, la profesora Ziel se encargó de reuniros a todo con la ayuda de la delegada, Mina. Fuisteis entrando en fila en el planetarium. Era un enorme recinto abovedado, bastante oscuro, lleno de butacas que podían reclinarse totalmente para que la gente quedara tumbada y viera las estrellas. En ese momento, el cielo no mostraba estrellas, sino unas franjas horizontales que parecían moverse lentamente y hacían que la sala estuviera algo más iluminada. Os sentasteis en círculo alrededor del centro de la habitación, donde el proyector de estrellas se había retirado mediante un mecanismo subterraneo, y en su lugar sólo había una especie de escenario. Sobre el escenario, varias mesas llenas de ordenadores conectados y encendidos.
Tardó en haber silencio, y mientras algunos alumnos hablaban entre ellos, otros prestaron atención al hombre de la bata blanca que trabajaba sobre las mesas, preparándolo todo. La profesora Ziel tuvo que pedir silencio unas cuantas veces. El hombre se aclaró la garganta y comenzó a pasear por el borde del escenario circular.
-Esto... ¡Bienvenidos! -dijo, pareciendo nervioso, lo cual era raro porque seguramente ya había hecho muchas demostraciones-. Me llamo Kenji Shinohara. Algunos me conoceréis... -se detuvo-. O quizá sepáis algo de lo que vamos a ver. Sí, deberíamos empezar por eso. A ver, ¿alguno de vosotros sabría decir lo que es la Digitalización?
Tomi se apresuró a levantar la mano.
-Es una tecnología que permite convertir la materia en datos y archivarlos en el interior de un sistema informático.
-Muy bien -sonrió Kenji-. Eso es exactamente.
Hubo un murmullo entre los demás asistentes. La profesora Ziel volvió a pedir silencio.
-Es una ciencia muy útil -continuó el hombre-. Permitidme que os lo demuestre. Tengo aquí este pequeño amigo... -sacó un peluche de un castor dorado con una camiseta a franjas blancas y verdes-. Pero quizá me gustaría tenerlo guardado un tiempo. No hay mucho espacio en la casa, así que utilizo mi ordenador -se inclinó sobre una de las mesas y comenzó a toquetear opciones con el ratón. De repente, para sorpresa de todos, el peluche emitió un destello azul y pareció descomponerse, absorbido en pequeñas luces hacia el interior de ordenador.
Hubo un jadeo de asombro. El muñeco había desaparecido ante vuestros ojos. Parecía magia.
-Los datos atómicos han sido cifrados -explicó Kenji-. No necesitáis conocimientos de este nivel, pero digamos que el programa puede utilizar la realidad como memoria externa y manipular los objetos como si fueran archivos. Ni siquiera tienen que ser objetos cercanos, con el software adecuado, podría digitalizarse cualquier objeto sin necesidad de hardware, siempre que haya una conexión a internet... -suspiró, como dándose cuenta de que no conseguiría sino volver a aburrir a sus espectadores si entraba en detalles-. Muy bien, ahora supongamos que quiero regalar el peluche a alguien que vive lejos. Podría digitalizarlo de vuelta y mandárselo por correo... o podría hacer esto -hizo otro doble clic, en la mesa del lado opuesto del escenario, el peluche reapareció. Como si se hubiera teletransportado. Los de aquel lado del auditorio, que no habían podido ver bien la desaparición, quedaron recompensados ante el espectáculo de luces azules brotando del ordenador y tomando forma. Kenji sonrió-. Y ahora supongamos que... quiero regalar muchos peluches -volvió a clicar. Esta vez aparecieron una veintena de peluches sobre la mesa y algunos alumnos se levantaron francamente sorprendidos y quisieron tocarlos. El profesor no se lo impidió.
-¿Podemos quedarnos con alguno? -preguntó Mina-. ¡Tienes muchos!
-Tiene infinitos -musitó Tomi desde su sitio. Sólo quienes se sentaban cerca lo oyeron.
-Lo siento, no podéis quedároslos. El gobierno prohibe distribuir copias digitales... -Kenji se encogió de hombros-. Algún día podréis descargar estos peluches, cuando la gente comprenda los beneficios de la Digitalización. ¡Imaginad poder copiar cualquier cosa! ¡Imaginad enviaros a vosotros mismos como archivos y viajar de forma instantánea sin coste alguno! ¡Imaginad poder copiar la comida y acabar con el hambre en el mundo de un plumazo! Todo esto puede hacerse con la tecnología que he desarrollado.
-Pero es una tecnología peligrosa -dijo Tomi, levantando la mano-. Podrías arruinar a la gente que fabrica esos peluches. Incluso podría utilizarse para cosas realmente horribles. Enviar una bomba real por correo electrónico, copiar a un soldado mil veces para crear un ejército y dominar el mundo, secuestrar a alguien digitalizándolo de forma que nadie sepa nunca qué ha sido de él... O eliminarlo borrando sus datos...
-¡Vamos, no seas aguafiestas! -le recriminó Nezu, ya que los comentarios de Tomi estaban haciendo que la atmósfera decayera-. ¿Quién iba a querer hacer guerras si se puede copiar cualquier cosa para todo el mundo?
-De momento, la copia de materia orgánica no funciona muy bien, en cualquier caso -comentó Kenji-. Hemos digitalizado comida para intentar copiarla, pero a veces el archivo desaparece sin más antes de que podamos hacer nada con él. También hemos digitalizado ratones... A veces vuelven y a veces no. Es un problema cuya solución sólo es posible mediante mucho estudio. En cuanto encuentre inversores...
-Nadie invertirá en esto -Tomi ya hablaba con aquel hombre como si estuvieran solos en la habitación-. A las empresas no les interesa que cualquiera pueda tener cualquier cosa. Preferirán que todo siga siendo como es y... quizá sea más seguro así.
-Esa es tu opinión -sonrió Kenji, aunque parecía un tanto contrariado, poco acostumbrado a que un niño le discutiera en lugar de pedirle peluches-. Yo creo que...
Fue entonces cuando sucedió. La habitación se iluminó en rojo. Todos mirasteis hacia arriba. El cielo del planetarium era de color carmesí y estaba lleno de cuadrados negros de diferentes tamaños que formaban patrones. En el centro del auditorio, hubo un destello azul y las mesas fueron engullidas por los ordenadores que había sobre ellas, los propios ordenadores brillaron con luz azul y se desintegraron. El escenario fue desapareciendo invadido por la negrura, como una quemadura de fuego azul que va extendiéndose por un papel. Cuando el borde azul os alcanzó, sentisteis que algo tiraba de vosotros y os arrojaba hacia delante con violencia. De repente, todo había vuelto a la normalidad... Salvo que apenas había luz. Unas débiles luces de emergencia indicaban las salidas. Había gritos y cundía el pánico.
-¡Calmaos! ¡Calmaos! -gritó Kenji-. Esto es... Simplemente... ¡SILENCIO!
El grito funcionó. Todo quedó en un silencio absoluto.
-¿Qué ha ocurrido? -quiso saber la profesora Ziel-. ¿Esto es... un apagón?
-Es cierto que parece no haber electricidad -dijo Kenji, toqueteando los ordenadores inútilmente-. Pero creo que es algo más. Esto es... bastante fascinante, aunque... peligroso. Diría que nos hemos Digitalizado. La habitación entera... El edificio entero, parece.
-¿¡Qué!?
Volvió a cundir el pánico. Mina se echó a llorar y no fue la única. Pasaron unos minutos antes de que las cosas se tranquilizaran.
-Primero salgamos del Planetarium. Discutamos esto en un sitio con más luz. Venga, seguid a vuestra profesora e id saliendo en fila...
Así lo hicisteis. Los treinta alumnos os reunisteis en el pasillo. Kenji comenzó a hablar con la profesora, en realidad empezaron a discutir. El científico decía que no podía arreglarlo sin su equipo y que en realidad no parecía probable poder desdigitalizarse desde el interior de la memoria del ordenador. Por otro lado, el hardware también se había digitalizado, lo cual dejaba la duda de si sus datos seguían existiendo físicamente en el mundo real...
Por las ventanas veíais un paisaje extraño. Los alrededores parecían haber sido digitalizados por completo, teníais el edificio entero y también veíais el aparcamiento o el bosque de detrás. Aunque parecía que no había más visitantes ni empleados por allí, ni siquiera la recepcionista o los encargados de los talleres. Estabais totalmente solo.
Más allá de la sección digitalizada del parque científico, se alzaba un paisaje extraño y amenazador. Veíais rascacielos a lo lejos, pero también montañas nevadas de formas extrañas, bosques de árboles brillantes y llanuras llenas de animales extraños que no distinguíais bien a aquella distancia.
-Eh, ¿qué es esto? -de repente, Nezu sacó algo de su mochila. Era un huevo, uno casi tan grande como su cabeza, blanco con rayas anaranjadas-. Esto no lo tenía antes, ¿de dónde ha salido?
-¡Yo tengo otro! -exclamó Mafy-. Un huevo misterioso... Me pregunto si tendrá chocolate dentro. Es interesante... Y tan suave... Me encanta frotarlo. ¡Frotar, frotar, frotar!
De repente el huevo se rompió y la cáscara se disolvió en una voluta de humo. Algo cayó en las manos de Mafy. Algo vivo...

-Peti... Peti... -la criatura llamó la atención de todo el mundo.
-¿Qué demonios es esa cosa? -preguntó la profesora Ziel, acercándose.
-Parece la cría de algún animal... -Mafy la hizo botar en sus manos-. Es adorable, pero también es guay. Me recuerda a un dragoncito, me gusta.
-¡Yo también quiero! -reaccionó Nezu-. ¡Frotar, frotar, frotar!

-¿Qué es eso? -se rió Mafy-. ¡Es viscoso!
-Zuru... Zuru...
-Pero también es guay a su manera -dijo Nezu, contrariado.
Tomi abrió su mochila esperando encontrar también un huevo, y en efecto así fue. Lo frotó sin decir nada.

-Dodo... Dodo...
-¿Qué son, señor? -preguntó Tomi, sosteniendo a la criatura con cuidado y llevándola ante Kenji-. No existen animales como estos... Al menos no en el mundo real. ¿Son propios del mundo de los datos?
-No existe un mundo de los datos en el sentido estricto -negó él, tocando a la criatura con un dedo-. Sólo nos hemos convertido en información, no estamos físicamente en ningún lado. Aunque ahora que lo pienso... tampoco deberíamos notar el paso del tiempo y así es. Esto es muy desconcertante.
-¿Alguien más tiene huevos como estos? -preguntó Nezu a los demás, sin que hiciera mucha falta. La mayoría ya lo estaba comprobando.
Rudy abrió su mochila y se encontró con un huevo. Al abrirlo se encontró con la siguiente criatura:

-Bota... Bota...
Senetyl encontró otra diferente.

-Puni... Puni...
Kiara topó con la siguiente criatura al abrir su huevo.

-Jyari... Jyari...
Lira topó con uno idéntico al de Nezu:

Nenti sacó del huevo una especie de pajarito.

-Puwa... Puwa...
Y Suzu fue la última en encontrar algo, en este caso una especie de insecto diminuto.

-Pupu... Pupu...
Daban un poco de miedo, pero todos parecían cachorros indefensos que hacían sonidos adorables. Los demás alumnos estaban extasiados con ellos. Sólo uno o dos parecían asustados. Sin embargo, la profesora Ziel no lo veía así.
-¡Deberíais deshaceros de esas criaturas! ¡No sabemos lo que son! ¡Pueden ser peligrosas!
-Cálmese, profesora, no creo que supongan ningún peligro -dijo Kenji, que había estado jugando con la criatura de Tomi-. Si me da la oportunidad de estudiarlas...
-¡Ni hablar! ¡Hay que deshacerse de ellas y volver inmediatamente al mundo real! -gritó la profesora-. ¡Tú has provocado esto, Nezu! ¡Sepárate ahora mismo de esa cosa o...!
Caminó amenazadoramente hacia el niño. Curiosamente, los diminutos recién nacidos parecían haber captado el tono hostil de la profesora y la miraban fijamente. Cuando la mujer dio el paso, el cuerpo de Nezu brilló con luz azulada, luz que pareció ser absorbida por la criatura que tenía en las manos. Hubo un destello de luz y la criatura se transformó.

-¡Deja en paz a Nezu! ¡Disparo burbuja! -el bichito saltó en el aire y escupió una bomba de saliva sobre la mujer; aunque inofensiva, la dejó enfadada.
-¡Qué asco! ¡Basta! ¡Basta! -la profesora Ziel parecía fuera de sí, pero Kenji estaba más preocupado por Nezu, que un instante después de la transformación había caído al suelo, jadeando.
-¿Estás bien? -preguntó el hombre, arrodillándose preocupado-. ¿Qué te sucede?
-De repente me siento... Cansado...
-No me sorprende. Creo que esa cosa ha extraído energía de ti para transformarse.. Aunque por lo visto, trataba de defenderte. Y puede hablar... -murmuró fascinado.
Sucedió lo mismo con todos los recién nacidos. Considerando a la profesora una amenaza, fueron transformándose, absorbiendo energía de los alumnos en el proceso.

-¡A-aléjate de Mafy! ¡Por favor!

-No deberías amenazar a unos niños, ¿no crees? Tomi no te ha hecho nada...

-¿Quieres pelea? ¿Eh? ¿Es eso lo que quieres? ¿Lo que quieres es pelea? ¡Yo te daré pelea! ¡No metas a Rudy en esto!

-¡Detesto a la gente como tú! ¡Si tocas a Sen te las verás conmigo! ¡Será mejor que te marches!

-Yo... Es mucha responsabilidad pero... ¡Si le haces algo a Kiara... Probablemente te detendré!

-¡No seré menos! ¡Lira también está a salvo conmigo! ¡Déjala en paz!

-La situación no es muy halagüeña, Nenti... No sé si podremos vencer a una humana adulta... Puede que nos mate a todos, pero haré lo que pueda.

-Probablemente una adulta como usted será capaz de mostrarse razonable. No hay necesidad de llegar a la violencia... Ni Suzu ni yo le hemos hecho nada... ¿Por qué nos ataca...?
Viéndose rodeada por los nueve extraños monstruos, Ziel chilló y cayó al suelo. Entonces se fijó en que nueve de los niños, los que también habían caído, se encontraban también tirados y parecían muy débiles.
-¡Yo no les he atacado a ellos! -chilló Ziel-. ¡Miradles! ¡Sois vosotros los que les habéis hecho daño de algún modo!
De repente las criaturas se detuvieron y se dieron media vuelta. Cada uno se acercó a la persona que había abierto su huevo y se detuvieron junto a ellos, con actitud claramente culpable, sin que pareciera que entendieran lo que sucedía pero sintiéndose responsables.
Estirando el brazo, Nezu recogió al suyo con un brazo y se lo colocó encima, para indignación de la profesora.
-Pero, ¿cómo habéis aparecido aquí? ¿Cómo es que podéis hablar? ¿Qué es lo que sois vosotros? -preguntó Kenji, que sostenía a Nezu a su vez.
-Somos Digimon -dijo la criatura en brazos de Nezu-. ¡Monstruos Digitales!