Mensaje
por Malfuin » 05 Ago 2013, 21:42
@Eón:
Despiertas en una especie de ataúd de cristal, que parece abrirse a la vez que tus ojos. Te das cuenta de que estás en un lugar como nunca habías visto antes... Una ciudad. Los edificios son altos, modernos pero resquebrajados. Hay postes altos que lo iluminan todo con una cegadora luz verde. Las calles están llenas de escombros, pero hay unas carreteras a cierta altura del suelo que siguen intactas. Tú estás en el interior de un edificio en ruinas.
Así que por fin has despertado.
¿De dónde viene esa voz? No tienes ni idea. Te das la vuelta y te ves reflejado en el cristal de la cápsula que te contenía. Llevas una armadura de reploide de color azul oscuro. Uno de tus brazos ahora termina en una especie de cañón. Lo levantas para examinarlo y la voz vuelve a sonar.
Eh, eh, ten cuidadito con eso. Seguramente pronto tendrás que darle uso, así que será mejor que te explique su funcionamiento... Es sencillo. Piensa en disparar y dispararás. Prueba a disparar contra esa pared.
Lo haces. Unos disparos de energía crean unas quemaduras redondas y bastante profundas en la gruesa pared metálica.
Ahora prueba a concentrarte... Reúne toda la energía que puedas, y cuando estés listo, piensa en soltar el disparo.
Una vez más, obedeces. En esta ocasión, tu disparo crea un profundo agujero en el muro. El retroceso te empuja hacia atrás unos centímetros. Es bastante impresionante.
Bien hecho, Eón. Ahora... Ten cuidado, parece que tenemos compañía.
No estás familiarizado con el sonido de los vehículos, pero parece como si unas motos se acercaran por la carretera.
@Dos:
Despiertas en una especie de ataúd de cristal; el único intacto en una gran habitación llena de ellos. En realidad, ni siquiera puedes hablar de una "habitación", sólo hay cuatro paredes ennegrecidas, los restos de uno de los escasos edificios en un mar de ceniza.
Buenos días, muchacha.
Estás completamente sola. La voz procede de algún lugar cercano, pero lo único que ves es tu reflejo en el cristal de la cápsula. Llevas una armadura de reploide naranja. Unas grandes armas con forma de puño y cañones en los extremos cuelgan de tus manos, y descubres que puedes manejarlas sin mucho esfuerzo.
No te asustes. Puedes llamarme... F. Pero no me prestes atención. Quizá prefieras centrarte en esas arañas que te están rodeando.
Vuelves a mirar y descubres que es verdad. Unos robots araña, de la mitad de tu altura, están rodeándote y preparándose para atacarte.
Creo que te vendría bien un cursillo de combate. Puedes usar los Puños para disparar pequeñas bolas de fuego. No te molestes en apuntar... Puedes controlar su trayectoria mentalmente si te concentras.
La cosa que te está hablando lleva razón. Lanzas una ráfaga de disparos y las bolas de fuego chamuscan los circuitos de las arañas metálicas. Te deshaces fácilmente de ellas.
En ocasiones, el fuego no será suficiente... En ese caso, lo único que tienes que hacer es reunir tu fuerza y descargarla en un glorioso golpe contra tus enemigos.
Una de las arañas es un poco diferente. Es de color dorado, mientras que las otras son grises, y tiene una especie de gema roja en el centro. Una gema que comienza a parpadear cada vez más rápido. Si la intuición no te falla, va a explotar.
No te lo piensas. Reúnes energía y lanzas un puñetazo contra la araña. En el momento del golpe, el fuego es liberado a presión del arma y el gancho golpea con el poder de una explosión. La araña queda reducida a un amasijo de hierros derretidos, y la gema roja detona, pero sin fuerza y en otra dirección. Has conseguido deshacerte de ella.
Ya no hay más amenazas cercanas, así que echas un vistazo por los alrededores. Parece que al sur tienes unos cuantos edificios intactos, muy lejos, y al norte una gran fortaleza sobre la que parecen flotar otras más pequeñas. Al oeste está Centra, llena de árboles, edificios resplandecientes y con un cielo azul artificial.
@Nuler:
Despiertas en una especie de laboratorio. Sales de una cápsula de cristal y ves tu reflejo. Llevas una armadura de reploide verde. No estás muy seguro de por qué, te preguntas cómo has llegado hasta allí. En tus manos tienes un par de espadas de energía verde. Parecen letales.
No hay nada en el laboratorio, por lo que te acercas a la puerta. Resulta estar cerrada.
Sin duda podrías cortarla.
No sabes de dónde sale la voz, pero lleva razón. Cortas la puerta en dos con facilidad y se dispara una alarma. Genial. Tienes ante ti un pasillo, que rápidamente se llena de reploides armados con cañones de energía.
Lamento haber provocado esta situación. Como disculpa, te daré otro consejo. Reúne energía en tus espadas, sabrás intuitivamente cómo hacerlo, y lanza un tajo hacia tus enemigos. No importa si están un poco alejados.
No parece un gran plan, pero obedeces. Parece que la voz tiene algo de autoridad sobre tu cuerpo, aunque cada vez lo controlas mejor. Reúnes la energía instintivamente y la lanzas contra tus enemigos. Un tornado de cuchillas verde descuartiza el pelotón reploide, deteniendo los disparos que se dirigían hacia ti. El cuerpo de uno de ellos detona con una potencia inusual y el pasillo se derrumba.
Diantre. No me ganaré jamás tu confianza a este paso. En fin, un último intento. Acércate a la ventana... Que sin duda encontrarás cerrada, pero puedes cortarla... Y ahora... Salta al otro lado.
Descubres que estás en un edificio metálico lleno de ventanas. El "otro lado" al que se refiere la voz es un tejado de otro edificio muy similar, también metálico. El tejado parece desierto, pero el salto es bastante ancho y la caída resulta aterradora. No se ve el suelo, sólo una niebla que flota bajo los edificios, realmente muy abajo.
Salta. Me encargaré de que llegues al otro lado.
Sintiendo que en parte no es decisión tuya, das el salto. Unas alas de energía verde, sospechosamente similares a tus espadas, aparecen en tu espalda y te permiten volar un corto trecho, pero grácilmente, hasta el tejado.
De nada.
@White:
Despiertas en una cápsula que se está llenando de agua. El terror inicial da paso al asombro cuando sales de la cápsula y descubres que puedes nadar como nunca antes lo habías hecho. Tienes una alabarda en la mano, e instintivamente la giras para impulsarte como si tuvieras una hélice. Rápidamente llegas al exterior. Estás en una gigantesca ciudad llena de edificios, pero está todo inundado. El agua los cubre casi todos y, sobre los que quedan por encima del nivel del agua, hay algunas chavolas. Ves tu reflejo en el agua. Llevas una armadura de reploide, de color azul pálido.
Preguntándote de dónde ha salido aquella especie de lanza, la blandes, dándote cuenta de que la manejas perfectamente. Entonces, oyes un chapoteo y una especie de gusano robótico, inmenso, brota detrás de ti. Parece que te ha seguido.
Intentas golpearle, pero se sumerge demasiado rápido, sólo para reaparecer en otra posición. Recuerdas que te desenvolvías mejor bajo el agua y piensas en zambullirte, pero una voz de mujer te detiene.
Espera. Reúne energía en la alabarda. Golpea cuando salga del agua.
Sin tener del todo claro por qué, obedeces. Notas la energía fluyendo de tus manos al asta de la alabarda, y de ahí a la hoja, que brilla de forma sobrenatural. En cuanto el gusano aparece, le lanzas un golpe... y un enorme dragón de hielo le atraviesa y le deja congelado en el sitio. Aprovechas la ocasión para golpearle hasta que queda totalmente destruido.
No está del todo mal. No esperes que vuelva a prestarte mi ayuda.
Te das la vuelta, en busca del origen de la voz, y sólo te encuentras con un grupo de niños famélicos, que han observado asombrados la pelea. Cuando les miras, chillan y escapan corriendo por los endebles puentes metálicos que unen unos tejados con otros. Algunos cuentan de unos misteriosos cables de cristal que surcan el cielo. Es un lugar bastante extraño.
@Jural:
Despiertas en una especie de ataúd de cristal. Todo está muy oscuro, pero a pesar de ello ves sin demasiados problemas. Al salir, te das la vuelta, examinando la cápsula que te contenía, y descubres que llevas una armadura de reploide morada.
Ten cuidado, maestro. Saben que estás aquí.
No sabes de dónde viene la voz, pero hay verdad en sus palabras. Escuchas el sonido de pasos que suben una escalera. Numerosos pasos.
No puedes permitir que te acorralen. Salta.
Obedeces. Tu cuerpo salta mucho más alto de lo que debería ser capaz, y tus manos y pies se enganchan al techo. Ni siquiera notas tensión o cansancio en tu cuerpo, podrías quedarte ahí todo el día.
Los reploides llegan. Están armados y se reúnen en el centro de la habitación, formando un círculo, apuntando cuidadosamente a las esquinas. Ninguno ha mirado hacia arriba.
Utiliza esto, maestro. Debería bastar para detenerlos.
Unos kunais de energía púrpura se materializan entre tus dedos. Los lanzas con una precisión que no eras consciente de poseer y los clavas en los puntos vitales de la mayoría de tus enemigos, cuyos cuerpos explotan, desintegrándose rápidamente.
Pero uno de los kunais no ha hecho mella alguna en su objetivo: un reploide mucho más grueso de lo normal que porta un enorme cañón a su espalda. Ahora que te ha localizado, apunta al techo y dispara.
Te sueltas instintivamente y caes al suelo sobre un pie, una rodilla, y una mano. Fragmentos del techo se desprenden y golpean el suelo, entre tú y tu oponente. Una polvareda llena la habitación, pero por algún motivo sigues percibiendo perfectamente el contorno de tu enemigo, que trata de ahuyentar el polvo a manotazos.
La niebla, la ceniza, el humo y el polvo son tus aliados, junto con la oscuridad y la sombra. Ahora tu oponente puede no puede verte, y tú a él sí. Los kunais no le provocarán daño alguno, maestro, Concentra energía en tu mano, antes de que la polvareda se disipe y pueda volver a apuntarte.
Así lo haces, y esta vez en tu mano aparece un vibrante shuriken de energía púrpura, que gira como enloquecido en torno a tus dedos, pero sin generar viento alguno. Intuyendo lo que sucederá, lo lanzas y el reploide enemigo queda limpiamente decapitado. El shuriken se desvanece detrás de él.
Ahora, tienes que salir de aquí, maestro. Salta por la ventana y engánchate en esa tubería. Puedes avanzar colgando de ella.
Al salir por la ventana descubres que estás en una ciudad llena de edificios ennegrecidos, aunque se distinguen matices cobrizos en ellos. Hay tuberías por todas partes, similares a aquella de la que cuelgas, y todas sin excepción tienen montones de fisuras y grietas de las que escapa un grueso humo negro. Te das cuenta de que sin la visión especial que pareces tener ahora, apenas distinguirías nada a un palmo de tus narices.
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