Les escribo a ustedes esta carta en base a la recomendación por parte de un respetable y digno de toda mi confianza amigo en común de ambos, el noble señor Rossel. Ha considerado sus personas como posibles candidatos para encarar una tarea discreta pero de suma importancia.
Entiendan que no puedo explayarme adecuadamente sobre los términos de lo que les estoy proponiendo, pero si puedo facilitarles un prontuario de en qué consistiría su misión, pero antes permítanme que me presente.
Mi nombre es Waltiln Windsailor, alcalde de Calcherth, de la provincia del mismo nombre. Para facilitarles la información, nuestra ciudad se encuentra al sur de la discreta isla Maltria, situada al sur del continente de Riev.
Nuestro pequeño y tímido continente no dispone de muchas relaciones con el resto del mundo debido a la autosuficiencia de sus poblaciones, pero eso no ha evitado la venida de extranjeros que hemos recibido encantados. Nuestra pequeña ciudad, en especial, se ha beneficiado bastante de las visitas de ellos, pero, debido a extrañas desapariciones que se han producido a lo largo de estos últimos dos años, nuestros habitantes y turistas se han alarmado, y, a la larga, una parte significativa ha decidido marcharse a otro lugar.
Nuestra situación no peligraba, pero en este último mes el número de desapariciones se ha disparado. Incapaz de hallar la causa ni pistas de dichos sucesos me veo forzado a recurrir a aventureros que puedan encontrar algún rastro de nuestros amigos y vecinos, pues si la cosa sigue de este modo pronto nuestra pequeña economía no podrá mantenerse en pie.
Es probable que, si los acontecimientos continúan derivando en la forma que muchos tememos, su actuación acabe siendo conocida por el público, así que, en caso de que estén interesados, les agradecería me remitieran una carta a mi dirección, detallando sus habilidades y experiencias. Puedo asegurarles que, tras el resultado de su apoyo a nuestra comunidad, serán recompensados debidamente.
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Repasasteis por sexta vez la carta de Waltiln mientras alguno se asomaba por cubierta para ver como cada vez el barco se acercaba más a las orillas de Maltria. No os podíais quejar, el viaje había sido muy tranquilo, y el tiempo era ideal. Además, pese usar un barco de transporte tan grande, solo erais once pasajeros sin contar el personal a bordo. Un humano con armadura reluciente, una pareja de jóvenes (también humanos) que parecían novios, una joven elfa que pasaba las horas sin apartar la vista del mar y vosotros siete.
Waltiln tenía algo de razón en su carta. Pocas partidas que había que viajasen hacia el puerto de Calcherth y el barco tenía la cubierta casi siempre vacía, lo único que se escuchaba era el mar arañándole. Maltria tampoco era un lugar tan frecuentado, al fin y al cabo vosotros nunca habíais estado antes allí, pero sí que habíais visto su aparición en los mapas del mundo. ¿Y por qué habíais aceptado una misión así? Supongo que cada uno de vosotros tenía sus motivaciones, quizás hubiese alguien que no le hiciese especial ilusión estar metido en esto, pero, en definitiva, os gustase o no, vuestro equipo de mercenarios necesitaba fondos. Vuestros días de vivir a costa de vuestra última recompensa de la misión que os encomendó señor Rossel pronto se agotarían. De repente alguien irrumpió en vuestra charla.
—¡Buenos días! — dijo un marinero entrando a cubierta — Sí que madrugan, ¿es que acaso están ansiosos por llegar? — dejó al suelo unas cajas que traía consigo y respiró hondo — ¿Lo han visto ya? Desde esta madrugada que ya se puede ver tierra. Supongo que dentro de pocas horas ya atracaremos al puerto. Espero que no me hagan despertar a los demás viajeros, ¡menos mal que ustedes ya están levantados!
Algunos ya teníais visto a este muchacho novicio. Se había pasado el viaje entero yendo de arriba abajo, cargando a menudo con sacos y barriles más pesados que él tratando de impresionar a la joven que viajaba con un chico. Hubo un momento de silencio. Vuestras miradas parecían haber intimidado al grumete que empezaba a ponerse nervioso.
—Esto… Bueno… No pretendía ofenderles… Ustedes parecen muy fuertes, al fin y al cabo… No es de mi incumbencia, pero no puedo evitar preguntarme qué les lleva a un sitio como Calcherth.
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