-Pero usted, ¿qué es lo que espera? -preguntó Bolvir-. ¿Qué es lo que cree que va a cambiar en su vida que haya otra persona sentada en el trono?
-Espero que la ciudad vuelva a ser lo que era -replicó Nvazka-. Espero no seguir viendo gente rota por dentro cada vez que salgo a la calle. Los enanos estamos acostumbrados a la oscuridad, pero creo de corazón que los hombres necesitan la luz. Espero que el ver un nuevo amanecer cada día les devuelva las esperanzas.
Un par de días más tarde, Vinudren entró en la bodega del barco volador y se encontró a Dottie allí. Le dirigió unas palabras.
-¿Miau...? -Dottie le miró-. Creía que todos los enanos eran gruñones. Tú en el fondo eres miau amable... Lástima que apestes a alcohol -murmuró.
Pero Vinudren no escuchó aquello último. Había subido a la cubierta, donde escuchó a Bolvir hablando con Hsarjâ.
-¿Qué esperas tú? -preguntó el lupino-. ¿Crees que va a cambiar algo ahora que Raulën ya no está en el trono? ¿Crees que las cosas cambiarán para mí?
-Las cosas ya han cambiado para mí, y que Raulën no esté aquí no tiene nada que ver con eso -replicó Hsarjâ-. Vosotros habéis cambiado mi vida. De no ser por ti, nunca habría acabado trabajando para vosotros, así que te estoy agradecida... pese a que sé que lo único que te importaba era el barco. Antes podía volar con mis propias alas, pero no era libre, trabajaba para un criminal y mientras pudiera pilotar no me importaba. Pero desde que vuelo junto a vosotros, yo también he cambiado. Al principio creía que no teníais escrúpulos, pero he visto vuestro tablón cada día. He visto qué misiones elegís, cuáles rechazáis, a cuales dais más prioridad. Me di cuenta de que, si bien un poco moralmente ambiguas, en el fondo sois buenas personas. Comencé a sentirme sucia vendiendo droga en este barco con el que voláis para ayudar a la gente. Es por eso que empecé a vender otras cosas. Baratijas, tonterías, a veces me dan más trabajo del que realmente, pero todo es legal. Ahora que Raulën ha muerto... en fin -miró hacia el Palacio del Reloj- espero que vuestra rabia se calme. Espero que dejéis de estar tan atados a esta ciudad, involucrados, casi como si os culparais de todo lo malo que suceda aquí. Espero que empecéis a visitar también otras ciudades, porque a fin de cuentas, el Aguilero Pálido es un carguero... y podré ganar más dinero si puedo llevar cargamentos de un lado a otro.
Cuando Bolvir se marchó, Vinudren entró en acción. Le habló y se acercó junto a ella, con al botella en la mano. A la capitana le divirtió escucharle.
-No lo sé -respondió-. ¿Qué se siente siendo la envidia de todos los mercenarios de la ciudad? Siento que no he hecho nada realmente especial, sólo mi trabajo. En cuanto a... tu propuesta. Bueno... los Forasteros no tenéis muchos problemas con las extremidades perdidas. Incluso el brazo de Bolvir ya está volviendo. Para nosotros... es diferente. Adela se ofreció a enseñarme el hechizo de las Alas Sagradas, pero no estoy dotada para la magia, jamás sabría usarlo. Aun así, si escucho algo, os lo haré saber... de momento, tengo el Aguilero, cuando lo piloto vuelvo a volar por mi misma. En cuanto a tu otro ofrecimiento... ¿seguro que quieres emborrachar a la persona que conduce esta nave? -se rió y se marchó a la cabina.
Unos días más tarde, el día de la coronación, Akerteh se movía por la ciudad en busca de Lloyd. Cuando al fin logró encontrarlo, el ogro le miró pensativo unos momentos. Estaba rodeado de otros de su raza, que escupían fuego sobre el suelo para regocijo de un grupo de Tharul sentados en corro.
-¿Unas alas artificiales? -Lloyd suspiró y unas chispas volaron por el aire-. Creo que si estuviera en mi mundo, podría fabricarlas. Pero aquí... quizá las cosas sean un poco distintas. Veamos, necesitaríamos un metal realmente ligero y extremadamente resistente. Algo como el mithril, o quizá una nueva aleación. Otro problema sería la fuente de energía. Supongo que podrías donarme unas cuantas plumas para la investigación, pero sin ánimo de ofender, el polvo de hada es más útil para esta clase de investigación por sus propiedades. Por supuesto, sería necesario un mecanismo que active y desactive las propiedades del polvo según la circunstancia: no queremos un globo que se lleve a vuestra pobre capitana a la estratosfera. Y desde luego, haría falta una fuente de energía, a ser posible ilimitada... una que se agotara sería muy mala idea, si se le acaba en pleno vuelo. Necesitaríamos algo similar a las piedras que usan algunos barcos voladores, pero mucho más pequeño, del tamaño de un puño como mucho. También podríamos hacer que las alas se conviertan en cuchillas, por otro lado. Siempre he dicho que si pierdes una extremidad y te colocan una prótesis, es obligatorio que la prótesis pueda cortar o disparar a alguien. Sino, ¿qué gracia tiene...?
Lloyd se había sentado en el suelo, con dos o tres niños Tharul pegados a su espalda. Empezó a dibujar con la garra sobre el suelo cubierto de polvo.
-Por supuesto, habría que respetar la longitud original. Si se articula en el punto adecuado, las alas se podrán retraer y no le estorbarán en la cubierta. También está el tema de la sujección, no queremos que las correas le hagan daño, especialmente en el pecho... pero tampoco podemos ponerle correas como las de una mochila o podría acabar desencajándole los hombros. Si se pudiera ajustar a la cintura, pero no... la parte central no puede ser tan larga, para volar también tendrá que curvar la espalda. Si empiezo así a lo tonto le acabaré haciendo una armadura. En cualquier caso...
Carraspeó y miró a Akerteh.
-Honestamente, no sé si es factible. Tengo muchas preguntas y necesito estudiar el caso y dibujar unos planos más adecuados -borró lo que había escrito en el suelo con la bota-. Me llevará un tiempo estudiar el proyecto. Y ahora mismo tengo muchos otros proyectos, a decir verdad... de hecho, Álamo quería hablar conmigo antes de la coronación, así que mejor me voy marchando. Nos veremos allí.
Cuando Akerteh volvió al barco volador, buscó a Kineban para ir con él a la ceremonia, pero no logró encontrarle. No sabía que el Tharul estaba en la cubierta, tratando de convencer a su huesped para que fueran a recoger el cuerpo de Miehlenarë.
-Quise ir a recuperarla al día siguiente -admitió Dottie, mirando a Kineban-. Pero no me dejaron pasar, y no pensaba sacarla por el otro lado. Pero está bien, vamos ahora. A ti te dejarán entrar donde sea.
Dottie llevaba razón. Kineban y ella fueron admitidos sin problemas en la torre de los guardias. En cuanto bajaron por la puerta secreta, encontraron el cuerpo de Miehlenarë. Las alimañas no lo habían tocado. Lo sacaron por la escalera con ayuda de unas parihuelas, y luego atravesaron el puente atestado de gente. La gente fue abriendo paso a ambos Tharul y observando con reverencia el hermoso rostro de la dama caída.
La llevaron en tren. Kineban hizo que se detuviera en medio de la llanura, más o menos en el punto donde había tenido el accidente mortal una vez. Luego, Dottie le guió al este. Atravesaron la llanura llena de criaturas extrañas, hasta que por fin encontraron el campamento Tsil-Fan. Allí devolvieron el cuerpo de Miehlenarë a su familia. No tardaron demasiado en enterrarla: los ritos de los funerarios de los Tsil-Fan eran escuetos. Le excavaron un lecho para que descansara bajo tierra, y de tierra la recubrieron. Y luego de flores. Los miembros de aquella tribu eran solemnes y silenciosos, e hicieron todo aquello sin derramar una lágrima, sin apenas pronunciar una palabra. Pero Dottie no dejaba de llorar a voz en grito.
Cuando regresaron, Bolvir les estaba esperando. Iba vestido de forma muy inusual en él, con sombrero y corbata, y colocó una zarpa en el hombro de su aprendiz, como si supiera de dónde venía. Luego se arrodilló frente a Dottie y la miró a los ojos.
-¿Qué es lo que esperas que ocurra a partir de ahora? -preguntó-. Tu ama está muerta, pero también lo está Raulën. ¿Qué esperanzas tienes para tu futuro? ¿Crees que mejorará?
-No me interesa el futuro -dijo Dottie-. Nunca me ha interesado. Los Tharul no solemos pensar en esas cosas. Vivimos el momento, hacemos lo que no gusta sin pensar mucho en las consecuencias. A mi me gustaba servir a Miehlenarë, nunca pensé que pudiera morir. Ahora que está muerta... al menos... al menos sé que su deseo está cumplido. Ahora que su primo Raulën ha dejado de usar para el mal su poder innato, estoy seguro de que ella... y también su hermana... podrán descansar en paz.
Mientras tanto, Lwiestho se había quedado hasta tarde en la coronación. Había solicitado hablar con el rey Álamo, aunque tuvo que esperar durante horas porque mandatarios de diversos lugares de Frontera habían tenido la misma idea. Reconoció, por los mapas que se había llevado del palacio, algunos de los nombres que mencionaban: Hannemir de Dekonarid; el comerciante Elmer Kader de Ekafir, rubio y risueño, acompañado de su hija; Vilthala, una hermosa ángel de alas petreas enviada de la torre de Lysol; Nesamir, la Señora de Honser; Khaida Hoja Partida, una feroz guerrera de Brezalia; Kristoph Satzner de Tharren-Dwel y Sissi de Yalla-Dwel; Killara, una chica de aspecto juvenil ataviada con un vestido azul, un pañuelo, y un delantal blanco, que aunque parecía una sirvienta todos trataban con deferencia, ya que era una autoridad en Cabo Trueque; las gemelas elfas Dandewenë y Randewenë de Bosque Horizontal, que iban a todas partes cogidas de la mano; y por última Madame Shezile de Ab-Larek.
Cuando todos ellos hubieron hablado, le tocó el turno a Lwi. El rey Álamo era casi un niño todavía, no podía tener más de diecisiete años. Parecía extremadamente cansado cuando atendió al mercenario, pero sonrió al escuchar su petición.
-Por supuesto -asintió-. Tienes permiso para estudiar cualquier sección de los Archivos, y así lo haré saber. Se me ha dicho que Raulën estaba llevando a cabo investigaciones que permitían convertir la luz solar en energía mediante sencillos artefactos mágicos, así que estamos pensando en trabajar en eso. Llevo años odiando al usurpador, pero eso no significa que vaya a descartar las cosas buenas que ha hecho. Tengo entendido que ya has tenido contacto con sus investigaciones con anterioridad, así que... puede que os pidamos asistencia en lo relacionado con este asunto. En un futuro más bien lejano, claro. Ah, y también puedes examinar la correspondencia privada de Raulën si crees que puedes encontrar algo importante ahí. Casi todas sus comunicaciones las llevaba mediante la red telepática de las Milië, pero solía anotar las informaciones que recibía para estudiarlas con mayor detenimiento.
Lwiestho pasó los siguientes días en el archivo, ayudado por los ancianos que trabajaban allí. Sobre la investigación que atañía a cómo matar un Forastero, encontró muchas cosas, algunas de ellas antiguas. Se decía en varios sitios que si un Forastero se suicidaba, es decir, moría voluntariamente, las probabilidades de que jamás regresara eran ínfimas. Aun así, se recomendaba mantener prisioneros a aquellos que fueran una verdadera molestia para uno, totalmente inmovilizados e incapaces de quitarse la vida a sí mismos. Era la forma más segura de asegurarse de que estaban completamente impotentes. Otros manuscritos hablaban de drenar su magia de forma que envejecieran prematuramente, aunque aquello funcionaba con humanos y no con razas de longevidad casi ilimitada como elfos o ángeles. También se decía en muchas partes que los Forasteros que morían en su mundo de origen sólo podían existir en Frontera, y que no volvían si estaban muertos en ambos lados. Se sugería viajar al mundo de origen del Forastero para rematarlo mientras estuviera en su mundo, pero de los conjuros necesarios para el viaje interdimensional no había ni rastro. Eran un secreto muy bien guardado, aunque se suponía que tanto Nerus como Vali Daïarith podían viajar a otros mundos y enviar gente a ellos.
Por último, entre las cartas de Raulën, que no eran sino anotaciones de Kuo, descubrió que ella había logrado contactar con alguien que aseguraba ser capaz de matar a un Forastero. Por lo visto, no podía hacerlo con cualquier Forastero, pero sí que había logrado eliminar a algunos muy concretos y estaba investigando la forma de universalizar el método. No se daba ninguna indicación de cómo contactar con aquella persona, y sólo se mencionaba su nombre una vez: Viz.
Cuando Lwiestho regresó al barco aquel día, después de su largo tiempo estudiando en la biblioteca, descubrió que había un montón de cartas clavadas en el tablón de anuncios. La capitana había ido colgando todas las que había recibido. Estaba junto al tablón, con los brazos cruzados.
-Bueno, tengo un montón de gente deseando que transporte sus mercancías en el Aguilero Pálido. Los muy idiotas creen que sus envíos estarán más seguros viajando con vosotros... pero en fin. La cuestión es que quiero saber a dónde iremos ahora para decidir qué envíos aceptar, así que id eligiendo la siguiente misión. Cada día que os pasáis regocijándoos en la victoria, yo pierdo dinero. ¡Y en cuanto a ti, señorita! -exclamó, señalando a Dottie, que estaba con Kineban-. ¡Más te vale dejar desocupada la bodega! ¡Nadie me paga por llevar gatos de contrabando! Bueno... una vez ocurrió... ¡Pero esa no es la cuestión!
-Hum... ¿puedo dormir en el cuarto del motor, entonces? -preguntó Dottie, pegando las manos a la pared-. Está calentito.
-Bah. Tharul -sacudió la cabeza y se marchó con paso vivo a la cabina del piloto.
El Devorador de Luz
Mercenario.
Sois los Disipanieblas, ¿verdad? Los que mataron a Raulën. Yo soy Bulfer, comerciante de la Torre de las Gemas. Y resulta que tengo un problema, porque en mi zona de recogida de gemas hay un monstruo que se dedica a comérselas. Es muy fuerte y muy feroz, pero seguro que eso no será un problema para vosotros. Pagaré bien.
Bulfer, trafi[tachado] comerciante de esmeraldas.
Recompensa: 450 monedas
La vuelta a casa
Mercenario.
Mi nombre es Raö, y vivo en un pequeño bosque llamado Nilnil. Os ruego que no sintáis prejuicio al saber que soy una Milië. Sé que mi raza os ha debido tratar mal. También me trataron mal a mí. Sin embargo, no quiero ver mi raza barrida, tal como lo fueron muchas otras variedades de hadas. Creo que merecen una última oportunidad. Un grupo de ellas huyó de la ciudad y ahora se dedican a tender emboscadas en los caminos. Os ruego que las detengáis, pero por favor, no les deis muerte. Hacedles saber que estoy dispuesta a acogerlas en este bosque, que puedo devolverles la vida pacífica que una vez llevaron. Las promesas de los Terek las sedujeron años atrás, y luego Raulën terminó de industrializar sus espíritus. Es momento de descubrir si pueden redimirse. No puedo pagar demasiado, pero he oído que los Disipanieblas no elegís las misiones sólo por dinero. Que tenéis criterios más elevados. Espero que así sea.
Raö, sabia de Nilnil
Recompensa: 400 monedas
Forjando esperanza.
Mercenario.
A los miembros de Akerith Elisen:
Os conocí en la coronación de Álamo y quedé impresionada. Parecéis gente de mundo, y por lo que he oído decidisteis confiar en Silz cuando él había camuflado su aspecto. Sin duda sabéis reconocer a un verdadero paladín. Y yo creo que es necesaria más gente como Silz, para evitar que surjan otras personas como Raulën... Es por eso que planeo crear una academia de paladines en esta ciudad. Pero necesitaremos instructores. Estoy seguro de que con vuestra ayuda podría reclutar a unos cuantos. Si me ayudáis, mi sueño de levantar la Academia de Paladines de Ab-Larek podrá volverse realidad. Cuento con vosotros.
Shephire Shezile, Señora de Ab-Larek.
Recompensa: 700 monedas
Perros infernales
Mercenario.
Desde que vine a Ciudad Miau, las cosas me van de maravilla. Ahora que Raulën está muerto y nada me ata a Sincronópolis, he empezado a enviar de vuelta a los pequeños Tharul que mandé como refugiados a la isla durante todos estos años, para devolverlos con sus padres recién liberados. La cuestión es que he descubierto que esta isla está habitada por una manda de... perros infernales. Sus garras queman, y escupen fuego, y dan mucho miedo. Se han comido a varios niños, y aunque no se acercan a la ciudad, creo que son un peligro. Sé de primera mano lo eficaces que sois, así que... acabad con ellos. Esta vez puedo pagar bien.
Freya
Recompensa: 800 monedas
Grietas Infinitas
Mercenario.
A la atención del clan mercenario, Akerith Elisen:
Ha llegado a mis oídos que hay magos de talento entre vuestras filas. Creo que podríais ser útiles para mi investigación. En el pasado, al norte de vuestro mar, se levantó una vez un reino llamado Gwinilin que se desvaneció de la noche a la mañana. Aunque hemos tratado de encontrar una explicación durante años, todavía no sabemos qué ha provocado todo esto. He descendido personalmente al interior de la Grieta, bajé durante días enteros, hasta que dejé de ser capaz de respirar, y estuve a punto de no contarlo.
Nuestra única pista son las criaturas que surgen de la Grieta de vez en cuando. Hemos capturado a varias, y el estudio de ellas nos aporta datos útiles. Quizá a vosotros también os aporten algún conocimiento que más tarde podríais compartir con nosotros. Así pues, os invito a acudir a Klahur para destruir a una de ellas. Tenemos que eliminarla de todos modos, así que tendréis la ocasión de aprender algo útil durante el proceso. Vuestro punto de vista podría resultar fascinante para nuestra invetigación.
Dhanaë Elphis, Archimaga
Recompensa: 700 monedas
Peligroso Forastero
Mercenario.
Este es un mensaje para aquellos a los que llaman Disipanieblas. Tengo un trabajo para ellos. Soy Dranin Bellage, y generalmente me ocupo de los enemigos peligrosos que azotan mi ciudad, Tharren-Dwel. Sin embargo, estas amenazas suelen ser nocturnas. Últimamente hay un Forastero que se divierte causando estragos y robando grandes cantidades de dinero. El problema es que sólo ataca durante el día, justo cuando yo estoy... ocupado. Espero que unos mercenarios de renombre como vosotros sean capaces de encargarse de él. Sé que regresará aunque le matéis, pero al menos nos dará un respiro.
Dranin Bellage, protector de Tharren-Dwel
Recompensa: 500 monedas
Camélidos Extraviados
Mercenario.
Un valioso cargamento que atravesaba el desierto se ha esfumado sin dejar rastro. Los camélidos, los mamuts jorobados del desierto, no son fáciles de perder. Incluso aunque he pedido ayuda a los ángeles para que busquen por el aire, nadie ha sido capaz de encontrar ninguna pista. Vosotros fuisteis capaces de encontrar el modo de derrotar a ese tal Laurën de Sincopépolis, ¿no es cierto? Los Quitanieblas. Seguro que este trabajo estará chupado en comparación
Yunus, señor de Camelia
Recompensa: 400 monedas
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- Poned fechas rápido, a ver si podemos hacer una misión antes de que yo vuelva a clase... Aunque en teoría esta semana tendré que trabajar, así que podría cancelar la sesión sin previo aviso. Sea como sea... recordad elegir una misión a la que dais prioridad.