EL MARQUÉS DE SADE
Una limusina había recogido a Wild y a Yu en París y les había llevado hasta la mansión. Había muchos más vehículos lujosos aparcados en las inmediaciones. A la puerta principal se accedía a través de una larga escalinata de piedra, esculpida en la roca sobre la que se levantaba el castillo. Junto a las grandes puertas dobles, un mayordomo pedía invitación a todos los invitados que iban subiendo. Aceptó la vuestra sin fijarse demasiado en vosotros, aunque os lanzó una mirada curiosa cuando entrasteis.
-Supongo que es un poco raro que dos chicos vengan juntos a una fiesta de este tipo -comentó Yu, sonriendo. Se había puesto un traje muy elegante, pero su pelo puntiagudo con mechas de colores destacaba muchísimo entre los señores peinados a la antigua que os rodeaban.
El vestíbulo era un gran salón de baile y estaba lleno de gente. Los que no querían bailar se quedaban cerca de los márgenes de la habitación, cogiendo canapés y bebiendo champán. Una gran escalinata doble circundaba la sala y llevaba a la planta superior del castillo. Asomado a la barandilla, con los brazos apoyados en ella y expresión tranquila, un tipo vestido de rojo con una típica peluca blanca con rizos observaba a la multitud.
-Ahí está -murmuró Yu-. El Marqués de Sade. Si las denuncias son ciertas, su alma debe ser un huevo de Kishin... Pero no podemos atacarle sin más sin asegurarnos, ¿no? Deberíamos... No sé, buscar pruebas o algo. En teoría tiene chicas prisioneras bajo nuestros pies. Aunque... -se fijó en una gran puerta de madera que había medio oculta bajo una de las escalinatas- bueno, parece que está cerrado.
FEAR AND SOULS IN LAS VEGAS
Las Vegas era un lugar lleno de luz y de colores brillantes. Mujeres vestidas de forma alegre recorrían las calles en todas direcciones, y los neones luminosos hacían que todo brillara tanto como si fuera de día.
El taxi se detuvo frente a un casino en concreto, el Dennise's Club. La D del logotipo que brillaba sobre la puerta era una gran arpa cuyas cuerdas se iluminaban en distinto orden haciendo sonar diferentes notas. Os despedisteis del taxista y entrasteis sin problemas al edificio.
Había montones de filas de máquinas tragaperras, siendo utilizadas por personas de todo tipo. En el ala de la izquierda del edificio, había un montón de mesas donde se jugaba a la ruleta, al poker y otros juegos de apostar. En la de la derecha, unas chicas medio desnudas bailaban en torno a una barra en plan cabaret, mientras un camarero viejo servía cokctails moviendo las manos tan rápido que costaba seguirlas. Curiosamente, la forma de servir las bebidas de aquel tipo tenía más público que la danza de las bailarinas.
También había unas escaleras que llevaban a la planta superior del casino, donde al parecer había habitaciones privadas. Dormitorios, salas de reuniones y cosas así. No veíais nada raro, ningún alma entre las fichas que se apostaban en la ruleta ni nada por el estilo.
-Gracias a que somos del Shibusen, podemos entrar en cualquier lugar que queramos siendo menores de edad -comentó Valeria-. Sin embargo, tengo la sensación de que no deberíamos estar aquí. De todos modos, nunca me han gustado estos sitios. Los juegos no me parecen muy divertidos, más bien son un timo para idiotas. Por suerte no tenemos dinero que perder -sonrió-. Aunque sí llevo suficiente para tomar algo. De todos modos, ¿por qué te interesaba tanto esta misión, Rider?
EL JINETE SIN CABEZA
A través de la ventanilla del tren, Red y Rada observaron el pueblo de Sleepy Hollow al anochecer. Era un pueblo rodeado de bosque, con edificios oscuros. Todo parecía muy sombrío, apenas había matices de color en los edificios y los árboles enormes que crecían en torno a las casas retorcían sus ramas en espiral.
El tren frenó con un chirrido y las puertas se abrieron. Nadie bajó del tren, porque erais los únicos pasajeros.
-Al menos ha sido un viaje tranquilo -comentó Rada, con sarcasmo. Os levantasteis y salisteis del vehículo para llegar a una parada de tren junto a una taquilla de madera cochambrosa. Había una farola que arrojaba luz blanca sobre el lugar, pero estaba fallando y no paraba de parpadear.
El alcalde, un tipo gordo de aspecto snob, os estaba esperando de pie cuando llegasteis. Las puertas del tren se cerraron a vuestra espalda y se alejó chirriando a lo largo de las vías.
-Bienvenidos a Sleepy Hollow -os saludó-. Como veis, no es una población muy grande. Yo soy el alcalde Geoffrey. Os envía el Shibusen, ¿no es cierto? Seguidme.
Caminasteis tras él por las calles embarradas. La mayoría de los edificios eran casas de aspecto aburrido, aunque también visteis el ayuntamiento, la iglesia, la biblioteca... Todos los importantes estaban cerca de la plaza, un simple círculo grande de tierra sin edificio, con un árbol particularmente viejo en el centro.
-El jinete sin cabeza viene cada noche a Sleepy Hollow -dijo el alcalde-. No es posible saber de qué dirección viene, pero siempre pasa por esta plaza antes de ir en busca de su siguiente víctima. ¿Tenéis alguna pregunta? Si no es así, os dejo esto a vosotros -entrecruzó los dedos, nervioso-. Preferiría estar a salvo en mi casa cuando llegue -señaló la mansión que se erguía sobre la colina que dominaba la zona.
HUELLAS EN LA NIEVE
El vehículo todoterreno que os llevó hasta las cumbres del Himalaya parecía tener muchas dificultades para subir la última cuesta. Pisó el acelerador a fondo y las ruedas derraparon en pleno ascenso. Parecía que el coche acabaría resbalando cuesta abajo para caer por el recodo y precipitaros a una muerte segura entre los empinados riscos de la montaña. Sin embargo, el viejo pastor que conducía cambió de marcha, pisó el acelerador y el freno a la vez, dio un volantazo, volvió a cambiar de marcha y de algún modo el coche subió del tirón hasta la cima de la montaña... Donde se estrelló con una estatua de Buda y la derribó.
-¡Joder! -gritó, bajándose y cerrando la puerta de un portazo.
-Eh... ¿hemos estado a punto de morir o es cosa mía? -preguntó Suria-. ¿Podemos bajar andando?
-¡No! -protestó Igna-. ¡Ha sido emocionante! ¡La forma de conducir de este tipo es guay!
-Quizá demasiado emocionante -suspiró Suria.
Trev, Igna y Suria bajaron del todoterreno y observaron el templo. Era una edificación bastante impresionante, llena de estatuas y con techo de pagoda, erigida al borde de un inmenso abismo. Un monje viejo salió del edificio y vio al pastor gruñir y maldecir.
-¡No pasa nada, no pasa nada! ¡Las estatudas tienen valor materidal, pero no espiritudal! -aseguró-. ¡Podédis romperlas todas si queredis! ¡Lo importante es que habedis llegado biden!
-¿Qué...? -Suria le miró sin entender nada. El monje se volvió hacia vosotros. Iba vestido de naranja y llevaba la cabeza rapada, gafas y tenía un ojo más grande que el otro. En la calva se había tatuado la forma de la máscara de Shinigami-sama.
-¡Bienvenidos a nuestro teeeemplo de la sabidurida! -os saludó-. Supongo que habédis venido por los ataques... Me temo que hubo otro más anoche... Las hudellas están frescas... Puedo enseñaroslas. Pero antes... ¿Por qué no entramos y nos dedicamos un rato a la meditación! Este es el lugar idedal para mantener las almas puras y los pensamidentos clarossss.
-Suena... Interesante -Suria le miró poco convencido-. Pero no... no tenemos tiempo que perder, ¿verdad Trev?
El pastor estaba intentando arreglar el motor a patadas a poca distancia de allí.
-Creo que estaremos un tiempo atrapados aquí arriba, de todos modos -dijo Igna, señalándole.