Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

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Malfuin
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Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Malfuin » 13 Dic 2014, 05:25

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¡Culpad a León de esto! ¡Él me ha empujado hacia ello! Veamos, he jugado extensamente tanto a Oblivion como a Skyrim, pero nunca he tenido demasiado contacto con los TES más arcaicos. Esto es prácticamente un VJ a ciegas, es mi segunda partida pero la primera la he hecho justo antes para probar un poco el juego... y en esta ya me he adelantado. No sé muy bien como va a salir, ni si se actualizará mucho o poco. Podéis considerarlo una especie de experimento.

En fin, primero vamos a hacer un hueco para el...

ÍNDICE:
1. De Salto de la Daga a Wayrest.

Y ahora, una pequeña introducción al personaje principal.
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Bethesda tiene el juego para descargar gratis en su página principal, por cierto.

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Muy bien, hacemos una nueva partida.

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Para empezar tienes que seleccionar tu provincia natal. Normalmente elegiría Skyrim, mi provincia preferida con diferencia, pero como podéis ver estoy apuntando hacia Estivalia (sí, os voy a confundir bastante con el uso de nombres en castellano... de todos modos debería poner Summerset, no Sumurset. Ok).

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Mi personaje va a ser un elfo, pero se comportará como un humano en todos los sentidos. En esta ocasión, la decisión es meramente estética. Los atributos que explica ahí ni siquiera se aplican realmente (bueno, la inmunidad sí).

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¡S-soy un chico!

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Más de lo mismo, normalmente elegiría una clase como Battlemage o Spellsword (o directamente crearía una clase propia donde las habilidades principales fueran la espada y la Restauración, que es lo que suelo usar). Pero como en este juego me llevo MUY MAL con los hechizos, vamos a probar con algo más práctico. Seré un simple Guerrero.

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Tendré que acostumbrarme a alternar entre armas si quiero poder subir de nivel, lo cual tampoco me entusiasma, pero en fin...

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Y ahora unas preguntitas sobre la biografía del personaje.

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Sin duda la espada larga es mi arma preferida.

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Emprendí mi viaje para saber más sobre Tamriel, por supuesto. Uno tiene que conocer el mundo en que vive.

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He practicado mucho eso de esquivar... Quiero decir... ¿el balón prisionero cuenta?

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Oh, por supuesto, me llamaban "mono" por mi costumbre de trepar a todos lados. bueno, no era exactamente un apodo, sólo lo decían cuando lo hacía, claro.

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Mi querida katana siempre irá conmigo, por mucho que las autoridades trataran de arrebatármela en mi juventud.

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Dioses a mi.

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Por supuesto, eso de sociabilizar siempre es un asunto difícil para alguien como yo.

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Soy un tipo ahorrador, por supuesto. Algunos dirían que tacaño.

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Dado que esto todavía no es el VJ, me permitiré el anacronismo: ¿no os suenan a equipos de Quiddicht?

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Me gustan los libros, claro. Quiero decir, los interesantes, no los tochazos que uno se suele encontrar por estas tierras. Quizá les haría más caso si no estuvieran en esa extraña lengua que hablan en Roca Alta, inglés o algo así...

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Me gusta la esgrima, sí. No seáis pesados.

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El asesino, mi buen amigo Dagnir... Ya os hablaré de él en otra ocasión.

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Así que... ¿soy un tipo simpático para los eruditos e indiferente para el resto? Muy acertado.

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Y por supuesto, mi nombre estaba claro.

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Y aquí está. Esto motiva mi elección de raza, esa cara... o más bien, ese pelo. Siempre se lo pongo a todos mis personajes, mi nórdico de TESIV y V lo tiene. Los nórdicos de Daggerfall, en cambio... eran todos tipos con aspecto de Conan el Bárbaro, y encima la mayoría bigotudos. No me va.

De hecho, todo en Arena y Daggerfall tiene un tufo importante a Conan, y no sólo estos: las portadas de literatura fantástica de los 70/80/90 de obras norteamericanas están saturadas de este estilo, al igual que los juegos de rol. Básicamente, ellos se imaginaban así la fantasía... hasta que llegaron las pelis de ESDLA de Peter Jackson y todos empezaron a copiarlas, gracias a dios. Bethesda calcó la estética en Oblivion, por ejemplo. Una gran mejora.

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Lo importante para blandir aquí la espada es la Agilidad, así que la he subido bastante.

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Y aquí he repartido unos cuantos puntos más, no hay mucho que destacar. aquí concluye la sección sobre la creación del personaje y, ahora sí, os dejo con el primer capítulo del VJ. ¡Quiero saber qué os parece!
Última edición por Malfuin el 15 Dic 2014, 19:28, editado 1 vez en total.

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Malfuin
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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Malfuin » 13 Dic 2014, 09:02

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Capítulo Primero: De Salto de la Daga a Wayrest

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Esta es la historia de los Pergaminos Antiguos, pero también es una historia que trata sobre mí. Mi nombre es Malfuin, y fui escogido por el emperador Uriel Septim para realizar una misión en Salto de la Daga, capital de Roca Alta y principal ciudad costera de la Bahía de Iliac. Sin embargo, mientras navegaba por la Bahía, una tormenta sobrenatural hizo naufragar el barco en el que viajaba. Tuve que nadar hasta una cueva cercana al acantilado y encender una pequeña hoguera para descansar y recuperarme. Pero no podía volver a salir por el acantilado. Necesitaba encontrar otra forma de salir de allí, llegar a Salto de la Daga y reunirme con Lady Brisienna Magnessen, mi contacto en la corte.

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La cueva era oscura, y mi hoguera encendida con los escasos restos secos del navío que pude encontrar no aguantaría mucho tiempo encendida.

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Además, algo me hacía sospechar que no era el primero en naufragar allí. ¿O quizá alguna clase de criatura moraba en aquella cueva y devoraba a los incautos?

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Mi aspecto dejaba mucho que desear. Había perdido mi túnica negra habitual y sólo llevaba una camisa francamente hortera y mis viejos pantalones de siempre. Afortunadamente, mi katana había sobrevivido al naufragio.

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La cueva estaba conectada con un pasillo, claramente de construcción humana.

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Y al final, tras una puerta secreta mal disimulada...

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¡Encontré un skeever! ¡Já! Las ratas gigantes no suponen problema para ningún aventurero que se precie. Si vienen de una en una, claro.

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No tardé en darle su merecido a la alimaña, lo único que lamentaba era que bloqueara el camino. Todavía estaba descalzo y no me apetecía pisar aquella masa asquerosa.

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No tardé encontrar murciélagos alados, los parientes voladores de aquellas ratas.

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Aunque no mucho más peligrosos.

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E incluso había diablillos por la zona. No me preocupaban demasiado, aunque eso indicaba que estaba en un lugar peor de lo que me había temido. Los diablillos no aparecen porque sí, alguien tiene que invocarlos desde Oblivion, el plano infernal de los daedra. Pueden usar magia y eso les vuelve más peligrosos.

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En la habitación que protegía el diablillo había un tesoro en una jaula. No me sentí como si estuviera robando, a fin de cuentas aquel demonio habría podido matarme, y yo sólo quería llegar a la superficie.

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Además, encontré una túnica verde que me gustó bastante, a falta de mi clásica ropa negra. Decidí que la vestiría hasta que encontrase un sustituto apropiado. Desde luego, el dinero también era bienvenido.

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La pelea con los monstruos que me había topado me había dejado agotado, así que decidí cerrar la puerta y descansar un rato, hasta encontrarme en condiciones de seguir.

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Pretendía subir, no bajar, pero no me parecía bien pasar de largo sin investigar un poco.

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Y así encontré al fin a la primera persona desde el naufragio. Sin embargo, algo no me daba buena espina.

-¡Disculpe! -exclamé-. ¡No pretendía entrar sin permiso! Sólo quiero llegar a la...

-No irás a ninguna parte -replicó el encapuchado, y simultáneamente, cruzamos aceros.

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Pobre desgraciado, no sabía con quien se estaba metiendo. Decidí seguir bajando y tratar de averiguar algo sobre él, sobre dónde estábamos. Sus pertenencias me lo dirían, ya que él no había querido...

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Todo sentimiento de culpabilidad desapareció de mi mente de inmediato. ¡Sádico hijo de puta! No sabía a quienes pertenecían aquellos cráneos, pero hasta donde podía imaginar, bien se trataban de las cabezas decapitadas de náufragos anteriores. Aquella forma de guardarlos como trofeos era repugnante, fueran quienes fueran. Me alegraba de haber liquidado a aquel energúmeno.

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No tardé en descubrir que no estaba solo.

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Sus compinches también me atacaban sin darme la ocasión de explicarme.

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Y ninguno de ellos era rival para mí.

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Entre los monstruos y los psicópatas, iba dejando un rastro sangriento detrás de mí. ¿Acaso iba a tener que abrirme camino con la espada hasta poder respirar aire fresco otra vez?

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Por fin llegué a una habitación enorme, mucho mayor que el resto.

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¡Y me encontré con la inesperada mascota de los criminales! ¿¡Qué demonios hacía un oso pardo allí abajo!?

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Y no bien hube despachado al plantígrado, un condenado muerto viviente se lanzó sobre mí desde las escaleras.

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Fue duro, pero esparcí sus huesos por los peldaños a golpe de katana.

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Atravesé una puerta oculta bajo la escalera y me la encontré a ella. Iba vestida como una auténtica ramera, tanto que me pregunté por qué se molestaba en cubrirse la cabeza. ¿Quizá había interrumpido alguna escena íntima y no había tenido tiempo de protegerse el resto del cuerpo?

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No me importaba, desde luego. Todos los que habitaban aquellas galerías eran unos psicópatas con los que no se podía negociar salvo con un buen palmo de acero.

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N.d.A: Aquí alcancé el nivel 2 y aumenté mi Agilidad unos puntitos. No era difícil despachar a los enemigos que estaba encontrando.

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Poco después de acabar con la arquera de indecoroso vestido, me topé con un círculo de calaveras-candelabro. Sospeché que era aquí donde habían sido invocados los diablillos que me estaba encontrando. Sin embargo, no me había topado ningún mago que pudiera convocarlos o resucitar a los muertos.

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No muy lejos, topé con otro malhechor, seguramente el que había estado intimando con la arquera de antes.

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Esta vez, ni siquiera me molesté en hacerme notar. Sabía que me atacaría si le daba la oportunidad, así que le decapité antes de que la tuviera.

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Encontré un ataúd con un símbolo extraño, un ankh, si no estaba mal informado.

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El cuerpo del interior tenía todo el aspecto de haber sido medio devorado por las ratas, lo cual no me sorprendió. Sólo esperaba que no volviera a la vida mientras examinaba los objetos con que le habían enterrado.

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No podía decir que me interesaran demasiado, pero el oro siempre vendría bien, por supuesto.

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¡Un segundo oso se me lanzó encima al abrir una puerta! ¿¡Qué demonios pasaba con aquel lugar!? ¿Acaso los malhechores habían dejado miel a propósito en la puerta de la mazmorra?

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Aunque me había hecho una herida bastante fea en la cabeza, en realidad no recibí demasiado daño. Un animal normal y corriente no podía hacer gran cosa contra mi espada. No sentía lástima por ratas y murciélagos, y mucho menos por esos desgraciados, pero tenía que admitir que los osos me daban pena. Esperaba no encontrar ninguno más.

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Y no lo hice. ¡Lo que sí encontré fue un orco, con armadura pesada y todo!

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Fue una lucha dura, pero logré deshacerme de él.

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La habitación del orco no era tan siniestra como la del psicópata que había encontrado abajo. No tenía claro si estaba viendo los antiguos trofeos del orco o simplemente los restos de sus últimas comidas.

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Por fin, subí las condenadas escaleras y vi lo que había arriba. Un trono. ¡Auténtico! ¡Estaba en una sala del trono! ¿Aquel lugar había sido un castillo en el pasado? Claramente, ahora no habitaba rey alguno.

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La palanca que había junto al pedestal del trono me llamaba la atención. Decidí tirar de ella porque... bueno... ¿quién no lo habría hecho?

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¡Y de repente la plataforma comenzó a elevarse!

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A decir verdad, fue bastante divertido. Me imaginé el trono elevándose con el rey sentado sobre él con la multitud de sirvientes observándolo desde abajo.

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Aun así, me sorprendía que hubiera un mecanismo tan complejo allí abajo. Y me desconcertaba todavía más que aun funcionara.

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El camino tras el trono parecía prometedor. Comencé a ascender con paso decidido, sin soltar la katana ni un momento.

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Y llegué a una habitación con una... ¿ventana decorada con una calavera? Supuse que podía salir por allí, pero quise buscar una puerta, así que continué la ascensión.

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A aquellas alturas, los muertos vivientes no me amedrentaban demasiado. Simplemente, quería largarme.

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Aun así tuve tiempo de sorprenderme con alguno de los curiosos instrumentos que aquellos desquiciados guardaban allí. A juzgar por los indicios, los usaban a menudo.

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Mientras examinaba el aparato de tortura, una puerta oculta se abrió a mi espalda.

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Y tuve que encargarme de un esqueleto más.

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Le derroté sin problemas y atravesé el pasadizo. ¡Al fin había llegado hasta la habitación más alta de la estructura! ¡Por fin podría continuar mi camino!

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Pero sorprendentemente allí... no había nada. No tenía salida. Sólo más ataúdes viejos llenos de huesos. Suspiré con exasperación. ¿Para qué había subido hasta aquel lugar?

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Volví hasta la salida que había encontrado antes, la única forma de abandonar el edificio. Me lo pensé mejor: aquello quizá pareciera una ventana, pero todo indicaba que era la puerta principal.

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Por fin, salí al exterior. Era de noche, lo cual no me sorprendió demasiado. Había perdido la noción del tiempo en los túneles. Además, estaba nevando. Los copos de nieve caían sobre mi capucha verde, y me alegré de haber conseguido calzado. A decir verdad, Skyrim era mi región preferida de Tamriel, y el clima de Salto de la Daga parecía similar. Pero no me gustaba tanto como para caminar descalzo sobre la nieve.

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Por otro lado, la puerta por la que acababa de salir carecía de sentido. ¡El techo era mucho más alto por dentro, e incluso tenía otra planta por encima! La arquitectura local hacía que la cabeza me diera vueltas, así que traté de no pensar en ello.

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Eché un vistazo al mapa tratando de situarme... La Bodega del Corsario, ahí es donde estaba. Así pues, había atravesado un refugio de piratas. Debí habérmelo imaginado. ¿Habrían provocado ellos la tormenta, o sólo eran unos parásitos que se aprovechaban de los naufragios que sin duda debían ser comunes en un mar tan revuelto? En cualquier caso, limpia de sus habitantes, aquella mazmorra estaba mucho mejor para todos.

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Eché a caminar. Debía haber una aldea en alguna parte. Necesitaba refugio y, ante todo, deshacerme de la basura que había ido recogiendo en la Bodega del Corsario. Pesaba mucho y apenas podía cargar con ella. Esperaba que algún herrero apreciara el acero de aquellas armas usadas.

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Para cuando llegué a la aldea, ya era de día.

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Demasiado temprano, sin duda. Veía algunos animales, pero ni un alma por el momento.

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Entré en la primera posada que vi para preguntar direcciones.

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N.d.A.: Y esta es, básicamente, la horrenda interfaz de diálogo. Me vais a disculpar y permitiréis que transcriba y adapte a mi manera la mayoría de las conversaciones. Aunque esto da bastantes opciones, no es algo muy atractivo que enseñar. Además, las cosas interesantes se dicen siempre fuera de la interfaz.

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Era una aldea bastante grande. A juzgar por las indicaciones del chiquillo, la tienda que buscaba debía ser una de aquellas cuatro.

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Antes encontré una tienda de ropa. No había reemplazo a la venta para mi túnica negra, por desgracia.

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Aun así, vendí lo que pude. El dinero resultaría más útil que una hortera camisa amarilla.

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Cuando hube acabado los negocios, al fin dispuse de una cantidad razonable de dinero. Vender las armas de los piratas había resultado bastante rentable.

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Era hora de ponerme por fin en marcha. Lady Brisienna debía estar esperando en la corte de Salto de la Daga. Sería un viaje largo, pero ahora que las cosas me iban bien en el sentido monetario, podía tomármelo con calma y viajar cómodamente.

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Unos días después, llegué a Salto de la Daga. Estaba amurallada, y desde luego también cubierta de nieve, como el resto de la región.

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Decidí preguntar por las direcciones a una señora que caminaba junto a la muralla.

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-¡Por el Padre Relente, lo que me faltaba! ¿Qué? -me despachó en tono hosco.

-Eh... -me quedé algo aturdido al verla, tanto por su tono cortante como por su atuendo-. ¿Cómo llego al palacio de...?

-Está al este de aquí -dijo la mujer, sin dar más detalles.

-Esto... ¿acaso no tiene un atuendo más apropiado para este frío? -me atreví a preguntar.

-Vete a la mierda.

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Mi primer contacto con los habitantes de la capital de Roca Alta no había sido exactamente un éxito. Decidí marcharme por otro camino, y ya que estaba, hojeé el mapa de la ciudad.

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Yo estaba en el punto amarillo, por supuesto.

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Las dimensiones de aquella ciudad me dejaban completamente perplejo. Había pasado casi toda mi vida en Cyrodiil o en Skyrim, y allí no había ciudades que se acercaran a aquella ni remotamente en tamaño. Estaba seguro de que la mismísima Ciudad Imperial era mucho más pequeña. Resultaba obvio que me esperaba una buena caminata, suspiré y me puse en camino...

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Pero mientras caminaba, me ocurrió algo imprevisto. Decidí leer de inmediato la carta que acababan de entregarme. Decía lo siguiente:
Estimado Malfuin:

Oí hablar de tu accidente en el mar, y me temí lo peor. Ahora que he escuchado que estás vivo y bien, me gustaría tener la oportunidad de reunirme contigo y discutir sobre la misión de nuestro querido Emperador en la Bahía de Iliac.

Deja que me presente. Soy Lady Magnessen, la agente del Emperador en la corte de Salto de la Daga. Mi posición no es oficial, como la de un embajador. Nadie, salvo los otros agentes del Imperio, conoce mis auténticas lealtades. La Bahía de Iliac está repleta de rebeldes ante el trono Imperial, así que te ruego discreción.

Para poder reunirme contigo, he alquilado una habitación en una posada, el Timón Oxidado, en Paraje de Lamley durante este mes. Después de eso, dejaré de estar localizable. Espero que acudas tan pronto como sea posible.

Sinceramente tuya.

Brisienna, Lady Magnessen.

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No había nada que hacer. Ya no tenía sentido seguir en Salto de la Daga, así que partí hacia Paraje de Lamley y llegué justo al anochecer.

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Entonces comencé a comprender las costumbres femeninas de vestimenta en Roca Alta. Aquellas mujeres bretonas debían tener sangre nórdica si realmente no sentían el frío con aquellos ridículos vestidos.

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Estaba a punto de preguntarle la dirección de la posada, pero un vistazo al mapa me desveló que sólo había una, de todos modos. Aquella aldea sí resultaba realmente pequeña, era imposible que me perdiera.

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Ahí estaba, el Timón Oxidado. Mi contacto en la corte de Salto de la Daga debía estar dentro. ¡Al fin sabría por qué me habían enviado a Roca Alta!

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Lady Magnessen me estaba esperando. Me resultó sencillo reconocerla, puesto que resaltaba bastante entre los lugareños de la posada.

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-¡Un momento, un momento, un momento! -Lady Brisienna había comenzado a hablarme de golpe sobre la misión, como si quisiera deshacerse de la información que poseía. ¿Así que el espíritu del antiguo rey de Salto de la Daga recorría las calles por las noches en busca de venganza? ¿Con un ejército de fantasmas? Lo cierto era que parecía un asunto bastante serio. De repente, me alegraba de no haber llegado a la ciudad de noche-. ¿Así que tengo que investigar la causa de la aparición del espectro de Lysandus? ¿Para eso me han enviado aquí?

-Hay algo más -replicó Lady Magnessen-. El Emperador envió una carta a la Reina, y te estaría agradecido si descubres qué ha sido de ella.

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-Gracias, no hablaré a nadie de ti, Lady Brisienna. Espero que puedas dejar la Bahía a salvo -dije cortésmente, aunque en el fondo sentía bastante fastidio. Había contado con disponer de una agente activa en la corte, y ahora estaba solo. Y mis instrucciones distaban de ser precisas... No sabía muy bien por dónde empezar.

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Decidí dormir un rato por el momento, ya que estaba allí. Al día siguiente llegarían las decisiones.

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Según Lady Brisienna, los mayores poderes de la Bahía de Iliac eran Salto de la Daga, Wayrest y Centinela. No parecía probable que la causa de las iras de ultratumba del rey Lysandus estuvieran en la propia Daga, porque en ese caso la agente debería haberse enterado de algo. Tampoco me apetecía dejar Roca Alta y navegar hasta Centinela, que estaba al sur de la Bahía, en Páramo del Martillo. Viajar a Wayrest era, por el momento, la opción más lógica.

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El viaje me iba a llevar varios meses a pie, pero el espectro del rey no iba a marcharse a ninguna parte. Partí de inmediato y no pude evitar preguntar si tal vez, sólo tal vez, no estaría siendo demasiado tacaño.

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Wayrest tenía un clima húmedo, pero no había nieve como en Salto de la Daga.

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Echando un vistazo al mapa, descubrí que la ciudad era tan grande como la anterior mencionada. ¿O quizá lo era más? La escala de aquellas urbes me parecía de locos.

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Era una ciudad muy transitada, eso estaba claro. Se notaba que estaba en la capital de aquel reino, si bien Salto de la Daga lo era de toda la provincia.

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La calle principal parecía bastante ancha.

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Y llevaba directamente a los terrenos del palacio. Decidí seguirla.

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Era ridículo, estaba en el jardín y en teoría el palacio se alzaba frente a mí, pero no alcanzaba a verlo en el horizonte. ¿Había tanta niebla o realmente era así de gigantesco ese jardín?

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Pero por fin... allí estaba. Mientras me acercaba, iba haciendo planes. Tenía que hacerme amigo de alguien en la familia real. La diplomacia no era lo mío, pero no se me ocurría ningún otro modo de conseguir información sobre el espíritu de rey de la Daga.

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Sin pensármelo dos veces, entré.

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El interior no era exactamente como lo había imaginado, y me sorprendió ver a un niño con una espada de verdad. Traté de hablar con él, pero me ignoraba. Resultaba un poco siniestro.

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Ignoré a los guardias y lacayos desperdigados por la sala del trono. No tenían información útil, y aunque la tuvieran, no me la darían.

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Los reyes, en cambio, eran mi auténtico objetivo.

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Para ser honestos, lo único que me sorprendió fue que no empleara el plural mayestático. De todos modos, me había juzgado sin saber nada de mí. Supuse que veía con malos ojos mi katana. Siempre me pasaba eso.

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La Reina Barenziah, en cambio, fue más comprensiva. Aunque me habló en unos términos tan sospechosos que tuve feas ideas acerca de su impresión sobre mí, al menos me ofreció un trabajo que me permitiría ganarme su confianza.

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El asunto no era tan turbio como había supuesto en un principio. Sólo tenía que entregar un ingrediente a un alquimista. Me estaba tratando como a un recadero, pero... ¿a qué más podía aspirar?

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El aspecto de aquella mujer de la corte llamaba mi atención, por otra parte. Fue una lástima que me ignorara vilmente.

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Me desconcertó ver que la salida del palacio de Wayrest fuera otra de aquellas ventanas con una calavera... ¿se trataba de alguna siniestra costumbre local?

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Cuando llegué a Vantown, llovía a cántaros. No es que importara, claro. Mi fiel capucha me protegía, y la entrega de la reina Barenziah no admitiría retrasos.

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-¡Por la Barba de Thorig! -exclamó la mujer al verme-. ¡Eres tú! ¿Qué ocurre?

Debo admitirlo, me sorprendió su reacción. ¿Qué había hecho yo para ganar reconocimiento en una aldea apartada como aquella? Sabía que había rumores del naufragio en Salto de la Daga, pero... ¿realmente habían llegado hasta allí? En cualquier caso, decidí aprovecharme de su aparente buena disposición.

-Saludos, compañera -sonreí-. ¿Dónde puedo encontrar Gangas Químicas?

-Eso es fácil, Malfuin -me aseguró, y me pidió el mapa-. Está justo aquí -explicó, escribiendo el nombre de la tienda sobre un edificio.

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Me sentí satisfecho al verlo: la mayoría de los viandantes se limitaban a darme vagas indicaciones, diciéndome que fuera en una dirección pero sin ofrecer detalles sobre la distancia. Y eso con suerte.

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Por el camino, me encontré con un adorable gatito sentado junto a un farol. La verdad era que daba bastante lástima verle abandonado bajo la lluvia, pero sabía que huiría si trataba de recogerle.

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Allí estaba por fin. Ahora podría cumplir con el recado para la reina.

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-Sí, soy yo -saludé al hombre, que me había increpado antes de darme la ocasión de presentarme-. Vengo de...

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-¿¡Qué daedras!? ¡Yo no he hecho nada! -me indigné-. ¡Me ha enviado la reina, no he...!

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-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Los gritos del condenado alquimista habían atraído a uno de los guardias de la zona, quien me atacó por la espalda con el hacha. No sabría decir cómo sobreviví, pero si lo hice fue por los pelos.

Cuando desperté, estaba tendido sobre el barro ensangrentado, con la lluvia calándome hasta los huesos. Me habían dejado en medio de la nada, probablemente dándome por muerto. Sabía que volver a Vantown sólo me traería más problemas, así que decidí ir a protestar ante la reina Barenziah. A fin de cuentas, me habían tratado de forma absolutamente injusta mientras trataba de hacer una entrega para ella.

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La condenada mujer, sin embargo, no quiso ni oír hablar del tema. Me ofreció otro trabajo y supuse que tenía que aceptar. La idea era ganarme su confianza, ¿no?

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En resumen, tenía que viajar a la Prisión de Dunystir y buscar un zafiro. Sonaba fácil, pero tenía que darme prisa.

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Viajé de inmediato al lugar indicado, aunque no había ninguna prisión a la vista.

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Al parecer, se trataba de otro de aquellos edificios totalmente subterráneos salvo por la entrada.

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Comencé a explorar, pero echando un vistazo al mapa que iba garabateando, enseguida comprendí que aquel lugar era demasiado complejo.

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No tardé en llegar a un punto en que la construcción humana se convertía en cueva.

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Y la cueva en lago subterráneo.

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También había puentes colgantes allí abajo. ¿De verdad era una prisión? Veía de todo, salvo gente encerrada.

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Sin embargo, bandidos en libertad había unos cuantos. Uno de ellos me atacó con el arco mientras cruzaba el puente.

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Hice que lo lamentara y proseguí mi camino, tras sacarle del bolsillo unas cuantas monedas.

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Empezaba a desesperarme, aquel lugar no parecía tener final y ya apenas entendía mi propio mapa.

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Encontré una especie de campamento de bandidos en las profundidades. ¿Acaso ninguna mujer de la provincia podía resistir la tentación de mostrar sus atributos?

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Y poco después encontré... ¡arañas gigantes! La verdad es que las hay en toda Tamriel, y no son tan difíciles de matar como uno pensaría. No suelen trepar a las paredes ni nada por el estilo, combatirlas es como pelear con jabalíes o algo así. Sin embargo, poseen el poder de matar con la mera presencia a la gente con aracnofobia, que resulta que son unos cuantos.

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Seguí explorando y... ¡JODER! Me dio un vuelco el corazón al ver eso.

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Dos prisioneros habían decidido ahorcarse juntos, y sospeché que el tipo de la jaula les había envidiado por poder colgarse. De repente ya sí me creía que aquello fuera una prisión.

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En cuanto a eso... Eso... Incluso hoy sigo preguntándome qué era. Yo no le maté, desde luego, ya estaba así cuando llegué.

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Odiaba aquel sitio con toda mi alma, y no había rastro de la gema por ninguna parte.

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Decidí hacer unos sencillos cálculos. La reina Barenziah me había pedido que recuperara la gema el día seis.

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Habían pasado 11 días. Me quedaban cinco, y eso suponiendo que la gema siguiera en el lugar, lo cual no parecía probable si tenía que juzgar por las advertencias de la reina.

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Decidí rendirme. Jamás encontraría el zafiro. Las misiones de Barenziah parecían condenadas a salir mal. Además, no soportaba la idea de seguir dando vueltas en aquella prisión infinita.

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Decidí volver a Wayrest, dedicarme a otra cosa mientras el periodo de la misión expiraba por completo. Pero ¿qué más podía hacer?

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Quizá un guardia de la ciudad tuviera alguna idea. ¿Por qué no? No tenía nada contra los guardias, pese al incidente del alquimista. Le pregunté por los gremios locales, y además del de Magos y el de Guerreros, mencionó algo llamado Los Caballeros de la Rosa. Sonaba interesante a mis oídos, incluso si no sabía a qué se dedicaban.

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Mientras paseaba por Wayrest, me vino un pensamiento a la mente. Pensé en algo que de niño hacía todo el tiempo, pero llevaba tiempo sin hacer. ¿Hasta qué punto me habría oxidado?

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¡No demasiado! Mi habilidad de trepar a los tejados seguía intacta. De repente lamenté que las casas estuvieran tan separadas unas de otras.

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Y allí estaba. La sede de Los Caballeros de la Rosa. Decidí entrar y preguntarles a qué se dedicaban, aunque ya iba teniendo mis sospechas.

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Aunque tenía que preguntar, por supuesto. Decidí probar con el anciano vestido de verde.

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¡Caballeros protectores de la familia real de Wayrest! ¡Era perfecto! Si me unía a ellos, sin duda gozaría de la confianza del rey y podría avanzar en mi misión. ¡Quizá así averiguara la causa de la ira del rey Lysandus!

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Pero al parecer, no me consideraban "de confianza". Supuse que era normal. Quizá podría ganármela de algún modo.

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¿Desinfectar un edificio? Sonaba a pan comido, desde luego.

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¿Era necesario que se mostrara tan borde? ¡Yo era quien había acudido a pedirle el trabajo! No tenía razones para considerarme un cobarde. Pero no tenía sentido replicar: agaché la cabeza y me puse manos a la obra.

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El edificio era de dimensiones considerables, eso estaba claro. Los Caballeros de la Rosa no parecían tener problemas financieros.

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Todo parecía despejado. Y bastante acogedor, de hecho.

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Tampoco encontré nada en la planta superior, pero sabía que había enemigos cerca, podía oírles. Y entonces...

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¡Salieron de la pared! No comprendía por qué estaban DENTRO de ella, pero sin duda me dieron un susto de muerte. ¡Y no porque fuera un cobarde!

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Aunque dejando de lado la inexplicable habilidad de los murciélagos para atravesar la materia, la misión había resultado casi insultantemente sencilla. Pero no importaba, ya estaba hecho, tendrían que dejarme ser Caballero.

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Todo parecía ir bien.

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Pero al parecer, no era suficiente. No era de extrañar, claro, sólo me había ocupado de desinfectar una casa, eso no era trabajo de caballero.

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Decidí insistir. ¿El líder de una banda de orcos? ¡Parecía el trabajo ideal para mí!

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Morkoroth... El nombre no podía resultar más familiar. Y no porque lo hubiera oído antes, simplemente sonaba a nombre malvado.

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Pensándolo bien, un lugar llamado Aquelarre de Elyrrya parecía tener demasiada clase para una simple banda de orcos, pero supuse que no era asunto mío.

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Al entrar encontré más puentes errantes subterráneos. Esperaba que aquel lugar no resultara tan laberíntico como la prisión de mis pesadillas.

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-¡Eh! ¡Tú no eres una orca! -exclamé, al toparme con la primera enemiga.

-¿Preferirías que fuera una orca? ¡Vaya rarito!

No supe que decir, así que me limité a acabar con ella.

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Pero, ¿¡Cómo se les ocurría ocultar una puerta secreta tras una... puerta no secreta!? ¡Era evidente que alguien sospecharía!

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Empecé a temer que me hubiera equivocado de cueva. ¡Aquellos no eran orcos en absoluto! Eran humanos, bandidos humanos normales.

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Aun así, no iba a perdonarles la vida sólo por su raza. Se me podría acusar de muchas cosas, pero desde luego no de racismo.

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Me sentía un tanto incómodo asesinando por la espalda pero, siendo sinceros, el desenlace habría sido el mismo incluso si le hubiese lanzado un reto formal. Sencillamente, mi katana era demasiado buena para aquella chusma.

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¿Alguna vez os habéis encontrado un ataúd y os habéis quedado preguntándoos por qué el muerto no se levantaba a atacaros? Así me sentía yo.

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¡Y al fin! Era el lugar correcto. Me enfrenté a Morkoroth, y mi pelea con el orco sí estuvo igualada. No obstante, finalmente prevalecí. Había cumplido la misión. Pronto sería un Caballero.

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Era urgente descansar y reponerme, sin embargo. El duelo casi me había costado la vida.

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-¡Gracias! -exclamé, y decidí pedírselo-: ¡Por favor, dejad que me una!

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-¿Pero por qué? ¿¡Qué dicen de mí por ahí!?

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Decidí darle una última oportunidad a aquel viejo chiflado. Matar a un gigante... parecía una misión simple. Peligrosa, pero simple. Realmente quería pertenecer a la Orden, tras haberle dedicado tanto tiempo al asunto.

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Esperaba no encontrarme con más gigantes a excepción del que buscaba, para ser sincero. Se trata de criaturas brutales y muy peligrosas, al menos cuando las provocas. El problema es que uno nunca sabe exactamente qué puede provocar a un gigante y qué no.

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Cuando llegué al sitio, no vi gigantes por ninguna parte.

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Sin embargo, vi otra de aquellas entradas... ¿sería posible? ¿Podría haber gigantes allí dentro? Supuse que no perdía nada por comprobarlo.

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-¡AAAAAAAAAAAAAAH! -lamento si mis impresiones de la batalla son confusas. Es difícil concentrarse cuando un gigante te está pegando con su bastón.

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Sin embargo, de algún modo prevalecí. Había sobrevivido por los pelos, otro golpe de aquella porra enorme me habría machacado por completo.

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-¿Algún día? -exclamé-. ¿¡Cómo que algún día!? ¡Yo quiero unirme ahora! ¡Llevo días trabajando para ti gratis, maldito seas! ¡Pues te puedes ir a la...!

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-¡Oh! Y-yo... Yo... ¡Gracias! ¡Juro que seré digno de tales honores!

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Parecía ser que todavía me consideraban un mero Aspirante, pero al menos ya estaba dentro de la Orden. Me gustaba el asunto de las posadas gratis, a pesar de que eran ridículamente baratas. Y por supuesto el renombre, lo que estaba buscando para empezar, ya lo tenía.

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Contemplé a mi nuevo gremio. No sabía gran cosa de ellos, pero ahora me consideraban uno más. Decidí que ascendería en aquella Orden antes de volver a hablar con la familia real. De aquel modo, sin duda conseguiría reunir pistas.

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Quedaban muchos asuntos por resolver. El espectro vengativo del rey, la carta destinada a la reina, incluso la espinosa relación con la reina Barenziah, a quien sin duda habría decepcionado. Sin embargo, sabía que al menos ya había conseguido algo. Un nombre, un nuevo nombre en la Bahía de Iliac, un nombre que daría mucho que hablar.

Ahora era Malfuin, Caballero de la Rosa.
Última edición por Malfuin el 15 Dic 2014, 19:29, editado 2 veces en total.

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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Orogird » 13 Dic 2014, 12:16

¡Aaaaah! ¡Yo quería conocer bien el Arena antes del Daggerfall, no los dos a la vez! ¿Cómo has podido hacer esto? xDD
Malfuin escribió:Imagen
¿Soy el único al que le cuesta ver unos pantalones ahí? Yo ya pensando que los Altmer eran un muñeco Kent xD
Malfuin escribió:Imagen

Pobre desgraciado, no sabía con quien se estaba metiendo. Decidí seguir bajando y tratar de averiguar algo sobre él, sobre dónde estábamos. Sus pertenencias me lo dirían, ya que él no había querido...
Justo debajo de esto creo que te falta por poner bien una imagen.
Malfuin escribió:A decir verdad, fue bastante divertido. Me imaginé el trono elevándose con el rey sentado sobre él con la multitud de sirvientes observándolo desde abajo.
Desde luego xD. "No, no, ¡no! ¡No te apoyes ahí, no...! Aaah... ¡Pon un pasadizo oculto detrás del trono, decían! ¡Es la última moda en el secretismo palaciego, decían!"
Malfuin escribió:Las dimensiones de aquella ciudad me dejaban completamente perplejo. Había pasado casi toda mi vida en Cyrodiil o en Skyrim, y allí no había ciudades que se acercaran a aquella ni remotamente en tamaño. Estaba seguro de que la mismísima Ciudad Imperial era mucho más pequeña. Resultaba obvio que me esperaba una buena caminata, suspiré y me puse en camino...
Eso es cierto, cómo ha desmejorado todo con el tiempo xD. Al menos con la Ciudad Imperial, tal y como estaba retratada en el Oblivion, puedes argumentar que entre salto de zona y zona hay mucha ciudad que no llegas a ver, pero en el Skyrim sí que no hay más casas que las que ves xD.


Lo de las zagalas ligeras de ropa es un clásico de estos juegos, claro, más los de esta época. También lo de las zagalas ligeras de ropa pero suficientemente consecuentes como para ponerse un yelmo "por si acaso" xD. De hecho, Lady Magnessen destaca precisamente por ir muy tapadita xD

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Ozú qué farolacas. Los nórdicos con cuernos de cabras y éstos que parece que les falta poco para empezar a hacer un cableado por la ciudad xD

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Esto realmente no sé si es un elemento de la historia o un fallo de los desarrolladores, pero por si acaso lo pongo en spoiler. Debidamente advertidos estáis, potenciales lectores:
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Me llama mucho la atención cómo sale Barenziah aquí. Principalmente porque es una elfa oscura y se decía que en su juventud era pelirroja xDD. No sé si es que luego hay un complot ultra secreto que desvela esto o que no tuvieron mucho en cuenta su aspecto en las siguientes entregas.

Pues a mí en lo personal me ha gustado, es bastante entretenido y hay algunos puntazos muy buenos. También ayuda que por lo visto fue con este juego cuando los guionistas empezaron a tomárselo en serio xD
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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Malfuin » 13 Dic 2014, 21:29

Orogird escribió:¡Aaaaah! ¡Yo quería conocer bien el Arena antes del Daggerfall, no los dos a la vez! ¿Cómo has podido hacer esto?
Como dije, las culpas a León, jajaja.
¿Soy el único al que le cuesta ver unos pantalones ahí? Yo ya pensando que los Altmer eran un muñeco Kent xD
Por eso he resaltado que los llevaba, sí xD la elección de color es desafortunada como mínimo.

Justo debajo de esto creo que te falta por poner bien una imagen.
Arreglado, ¡gracias!
Desde luego xD. "No, no, ¡no! ¡No te apoyes ahí, no...! Aaah... ¡Pon un pasadizo oculto detrás del trono, decían! ¡Es la última moda en el secretismo palaciego, decían!"
xDDDDDDD
Eso es cierto, cómo ha desmejorado todo con el tiempo xD. Al menos con la Ciudad Imperial, tal y como estaba retratada en el Oblivion, puedes argumentar que entre salto de zona y zona hay mucha ciudad que no llegas a ver, pero en el Skyrim sí que no hay más casas que las que ves xD.

[...]

Ozú qué farolacas. Los nórdicos con cuernos de cabras y éstos que parece que les falta poco para empezar a hacer un cableado por la ciudad xD
Yo empiezo a pensar que la tecnología de Tamriel está en bastante involución, empezando por los artefactos de los dwemer, pasando a los mecanismos y farolas que vemos en estos juegos, y luego las armaduras de los imperiales de Oblivion son totalmente medievales mientras que en Skyrim los imperiales parecen fugados de una peli de romanos. Van para atrás.
Lo de las zagalas ligeras de ropa es un clásico de estos juegos, claro, más los de esta época. También lo de las zagalas ligeras de ropa pero suficientemente consecuentes como para ponerse un yelmo "por si acaso" xD. De hecho, Lady Magnessen destaca precisamente por ir muy tapadita xD
Desde que empezaron con el 3D creo que dejaron de intentarlo porque se dieron cuenta de su incapacidad de crear mujeres guapas xD De hecho en el Oblivion recuerdo una misión (la de la casa del gremio de asesinos, todos la recordamos xD) donde se suponía que un personaje era una jovenzuela buenorra y un poco ligerilla de cascos y por la pinta había pensado que era una cuarentona xD Aunque en cierto modo es mejor así, este extremo es todavía más ridículo.
Esto realmente no sé si es un elemento de la historia o un fallo de los desarrolladores, pero por si acaso lo pongo en spoiler. Debidamente advertidos estáis, potenciales lectores:
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Me llama mucho la atención cómo sale Barenziah aquí. Principalmente porque es una elfa oscura y se decía que en su juventud era pelirroja xDD. No sé si es que luego hay un complot ultra secreto que desvela esto o que no tuvieron mucho en cuenta su aspecto en las siguientes entregas.
No lo sé (nunca he sido capaz de ponerme con las novelas de Barenziah, lo he intentado pero...), aunque no me extrañaría que fuera lo segundo. A lo mejor hasta es otra Barenziah, aunque supongo que no serían tan cutres xD
Pues a mí en lo personal me ha gustado, es bastante entretenido y hay algunos puntazos muy buenos. También ayuda que por lo visto fue con este juego cuando los guionistas empezaron a tomárselo en serio xD
Gracias por comentar, me alegra que te haya gustado :3:

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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Kaos » 14 Dic 2014, 01:33

Malfuin escribió: Imagen
Orogird ya la ha comentado pero yo también tengo que hacerlo... ¡Malfuin! ¡tengo dicho que nada de VJs de juegos de "ese" tipo! :x

Coño con la primera mazmorra, estaría mejor que fueran más temáticas, da la impresión de que querían meter de todo ya de golpe. Ratas y murciélagos, vale. Bandidos, vale, es un refugio de piratas al fin y al cabo. ¡Diablos invocados! ¡Osos mascota! ¡Muertos vivientes! ¡Orcos! Qué me estás contando xD

Está muy bien como estás introduciendo los típicos comentarios de VJ en la narrativa, como lo de cagarse en el tamaño de las ciudades o no poder distinguir el palacio real desde sus propios jardines :lol:

Sobre la reina, me da la impresión de que le caes tan mal como al rey, pero ella lo que hace es mandarte a un sitio donde ha puesto precio a tu cabeza y a una mazmorra infernal para que te pudras en ella :lol:

Muy entretenido, esperando el próximo con ganas, entre este y el Arena al final me volveré un entendido de TES sin querer xD

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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por Malfuin » 14 Dic 2014, 01:41

Orogird ya la ha comentado pero yo también tengo que hacerlo... ¡Malfuin! ¡tengo dicho que nada de VJs de juegos de "ese" tipo! :x
xDDDDDD
Coño con la primera mazmorra, estaría mejor que fueran más temáticas, da la impresión de que querían meter de todo ya de golpe. Ratas y murciélagos, vale. Bandidos, vale, es un refugio de piratas al fin y al cabo. ¡Diablos invocados! ¡Osos mascota! ¡Muertos vivientes! ¡Orcos! Qué me estás contando xD
Yo es que creo que directamente no les preocupa la coherencia temática, el refugio de "los orcos" también estaba lleno de gente porque sí.
Sobre la reina, me da la impresión de que le caes tan mal como al rey, pero ella lo que hace es mandarte a un sitio donde ha puesto precio a tu cabeza y a una mazmorra infernal para que te pudras en ella :lol:
Joder, pues ni me había planteado que pudiera ser a propósito xDDDDDDDDDD Tiene todo el sentido, a ver cómo me trata cuando vuelva por allí.
Muy entretenido, esperando el próximo con ganas, entre este y el Arena al final me volveré un entendido de TES sin querer xD
Y encima de los más desconocidos, que con estos no se atreve mucha gente (y normal... si yo tampoco me atrevía en principio xD).

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Re: Vamos a Jugar a The Elder Scrolls II: Daggerfall

Mensaje por LeónJugón » 18 Dic 2014, 00:04

Pues nada, ahora comento yo, que soy el que causó todo este percal. Si bien no soy especialmente fan de estos VJ más en plan historia, reconozco que este me ha molado y voy a seguir leyéndolo :D
Del Vj en sí, de momento bien. El juego está plagado de incoherencias y de inconsistencias con los otros juegos de la saga, pero empiezo a pensar que es una constante de los TES de DOS. Lo cual, por otra parte, tiene sentido, según tengo entendido cuando hicieron Morrowind se dieron cuenta de que la saga necesitaba un buen lavado de cara.
Por cierto, m gustaría mencionar que es una pena que no hayas puesto la intro del juego. Es muy cutre, pero es cutre en plan serie de fantasía de los 90, así que es deliciosamente cutre :3:
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