FEAR AND SOULS IN LAS VEGAS
Elegiste la opción correcta. Al tirarte al suelo, quedaste rápidamente fuera del ángulo de tiro de los matones y el ascensor se elevó con rapidez sin que pudieran hacer nada por evitarlo. Unos minutos después, la entrada al casino se abrió y saliste tambaleante del cubículo. Al verte aparecer cubierta de heridas, la multitud de clientes del casino gritó y comenzó a rodearte, escandalizada.
-¡Atrás, dejadla en paz! -exclamó Valeria, transformándose y agarrándote para sostenerte-. ¡Llamad a una ambulancia, rápido! ¡Y a la policía! ¡Y al Shibusen! ¡Haced algo útil!
No podías aguantar mucho más. Perdías sangre rápidamente sin poder evitarlo, y tu vista se oscurecía. Caíste al suelo totalmente inconsciente.
LA ENFERMERÍA
-¿Seguro que se pondrá bien? -preguntó Valeria, nerviosa.
-Puedes estar tranquila. La profesora Kim ha hecho todo lo posible por ella -dijo la voz de Death the Kid-. Lo único que necesita es mucho reposo.
-¿Y qué ocurre con la misión, Shinigami-sama? -quiso saber Valeria-. No se puede considerar que la hayamos cumplido... ¡Ese tipo, Bugsy o como se llame, era demasiado fuerte!
-Sí, no debería haber sido una misión de una estrella -dijo Kid, pensativo-. Así que no os requisaré las almas que habéis conseguido. Además, destapasteis el local de apuestas y eso es importante, aunque sin duda volverán a reunirse en otro lugar... Quizá podríais haber hecho una entrada más discreta, pero aun así, no es culpa vuestra. No es habitual enfrentar a semejante pez gordo en la primera misión. Mira, tu técnico ha despertado.
Con cierto esfuerzo, habías conseguido abrir los ojos. La preocupada cara de Valeria apareció flotando delante del techo.
ROMPE-SOULS
-Y-yo soy Alan -dijo el chico del espadón-. No pude evitar aceptar, fue como si la voz me hipnotizara, muy extraño... Además, ¿cómo es posible que ocurra algo así? -negó con la cabeza, confundido.
Comprobaste que podías utilizar el viento para limpiar el suelo de líquido viscoso y subisteis a la planta superior. Una vez allí, antes de que apareciera ningún mago, te esforzaste en generar un tornado que te envolviera y Alan aprovechó el peso de la espada como ancla, para no salir volando. No tardó en dar resultados: cuando un hechicero se materializó a tu espalda, el vendaval lo envió volando contra una columna, donde pareció morir y desintegrarse. Lo mismo ocurrió con otros dos que trataron de atacarte desde direcciones diferentes, y finalmente Alan remató a otro que tuvo la precaución de aparecerse a cierta distancia, pero aun así se tambaleaba por el viento.
-¡Caray, qué item tan poderoso! -exclamó Alan, mirando la espada-. ¿En qué planta la has obtenido?
La voz del techo bufó.
-Esa ha sido una buena jugada, Trev -aprobó la voz de Suria saliendo del techo, y notaste cómo el sable de viento se hacía más sólido y fiable en tu mano, aunque seguía un poco transparente-. Lástima que estos enemigos no tengan almas que recolectar... ¿Qué nos espera en la siguiente planta, señor experto?
-Ropers... Monstruos con tentáculos -explicó Alan-. Pero eso es fácil. El problema vendrá al llegar a la última planta. Allí nos espera Asharta, una bestia enorme con rostro de mujer pero piernas de león y siete brazos que en realidad son colas de escorpión.
No hay manera de librarse de sus aguijones y tampoco de huir de ella... -el muchacho pareció derrumbarse-. No sé qué vamos a hacer cuando lleguemos, Asharta es invencible...
LA CONDESA SANGRIENTA
-No, no lo sé... -la condesa parecía aliviada de saber que no ibais a atacarla-. Vivo sola en este lugar, a excepción de mis guardias, que no me traicionarían... No sé a quién beneficiaría mi muerte, esos rumores vienen de fuera... -la mujer sacudió los puños-. Es todo culpa de la Iglesia. ¡Ellos cuentan esas sartas de mentiras a sus fieles!
Rada se acercó, y su mano había vuelto a la normalidad.
-¿La Iglesia? -repitió-. Eso es extraño, siempre han colaborado con el Shibusen -dijo pensativamente-. ¿Por qué divulgarían información sin constatar en lugar de contactar con nosotros? -te miró, confusa, y luego se volvió hacia Elizabeth-. ¿Sabe quién propaga esos rumores? ¿Le viene algún nombre a la cabeza?
-El pastor István -dijo Elizabeth de repente-. István Magyari. Reside en la catedral de San Martín. ¡Le denuncié por difamarme, pero es intocable! ¡Si él ha ordenado poner estas almas aquí...! -tomó aliento y trató de calmarse-. Pero no, no tengo derecho a acusarle. No sé si ha sido él. No sé nada...