Nvazka Seis Cazuelas estaba sentada detrás de la barra, con aire pensativo. En una época terrible como aquella, hospedar Forasteros era quizá la mejor forma de ganarse la vida, dada su profesión... Raulën, el Señor de la Penumbra, daba sueldos exiguos a sus trabajadores. No eran esclavos, pero en cierto modo era casi peor: al menos a los esclavos se los alimenta, con lo que pagaban en las fábricas ni siquiera llegaba para comer. Los únicos trabajadores que iban a la posada de Nvazka eran aquellos tan adictos a la bebida que estaban dispuestos a dejar que sus familias pasaran hambre... O los pirados que ni siquiera tenían familia y que sólo bebían y dormían entre jornada y jornada.
Casi habría sido más ético no servir a ninguno de aquellos tipos.
Si hubiese tenido la posada en el Barrio de los Lores, podría haber subsistido a base de hospedar a viajeros. Pero había pocos viajeros en aquella época, las políticas del Señor Oscuro no eran muy atrayentes para los turistas. Sí, entraban montones de comerciantes a diario a la ciudad, pero solían dormir en sus propias tiendas, en sus barcos o en sus aeronaves. Y ningún visitante en su sano juicio se habría atrevido a buscar alojamiento en el Barrio de los Deudores, un simple nido de delincuencia y miseria.
Por eso Nvazka había hecho correr la voz de que aceptaba Forasteros, de que les cobraba diez monedas y no las treinta de rigor. De ese modo había logrado atraer a unos cuantos clientes, casi todos bastante novatos en el trabajo de cazarrecompensas. A mucha gente le incomodaba tratar con Forasteros, e incluso había posadas que se negaban a hospedarlos, pero Nvazka sabía que las cosas que se decían de ellos eran pamplinas: su propio padre había sido un Forastero en Frontera.
Mientras contaba las monedas que los aventureros le habían traído, pensó en cada miembro del grupo. Kineban le estaba haciendo limpiar pelos por todas partes, y no tenía ni un ápice de educación. Probablemente si hubiese sido un Nativo habría acabado dedicándose a la mendicidad y el robo. Quizá acabase haciéndolo de todos modos. Akerteh era todo lo contrario, formal y educado, aunque sus comentarios solían cargar con un tono de amargo sarcasmo que le hacía preguntarse sobre sus razones para tomar aquel mundo a broma. También educada, pero más tiesa que una escoba y sin ápice de sentido del humor, era Baseryn. ¿Qué era lo que la motivaba a quedarse en un basurero como aquel? ¿Se creía una heroína capaz de arreglar los problemas de la horrible ciudad? No era de extrañar que hubiese hecho buenas migas con Freya.
También estaban aquellos dos magos: el lobo (más pelo que barrer), que no parecía tener ninguna noción sobre cómo vivir en sociedad, aunque sentía en él un sentido del honor casi tan fuerte como el de un propio enano, y el tipo de los tatuajes, quien le parecía amable y cordial pero también lleno de secretos. Los dos pasaban mucho tiempo estudiando en sus diminutas habitaciones. Y luego aquel chico, casi tan salvaje como el propio lobo a su manera. Nvazka no era tonto, sabía que poseía alguna clase de poder extraño, aunque quizá diferente a la magia que ella había visto.
Y por fin, Vinudren... Alguien de su propia raza, o al menos de una muy parecida. Le recordaba a su padre. Al igual que él, era cazarrecompensas. Y aunque el padre de Nvazka había sido un Mercenario Legendario, un día había caído en una misión y jamás había vuelto. Ella quería creer que su progenitor seguía vivo, que tal vez había decidido quedarse en su mundo y no retornar a Frontera. Era una idea dolorosa, pero mucho mejor que la alternativa. Ahora Vinudren también había caído en un encargo; Nvazka se preguntaba sí...
La puerta se abrió de repente y la enana guardó todas las monedas en su sostén en un gesto automático, tan imperceptible como el trabajo de un prestidigitador. El enano entró por la puerta y ella trituró los pensamientos en los que había estado sumida. No debía preocuparse por el bienestar de aquellos Forasteros. Sí, le convenía que les fuera bien porque ellos pagaban, pero no podía permitir que le importaran. No podía llegar a preocuparse.
-Salud, maese enano -dijo Nvazka con hosquedad-. Esta noche prepararé pollo frito. Han venido unos cuantos conocidos vuestros a llenarme el tablón de misiones, por cierto. Los otros están encerrados en sus cuartos. Bueno, quizá el gato esté en el cuarto de alguien más. En fin, te recomiendo echar un vistazo.
La enana señaló el tablón con el dedo.
Carta a una lunática
Aprendiz.
Quedé muy impresionado ante vuestras habilidades para recopilar información... y no menos ante vuestra capacidad para defenderos. Sé que habéis cumplido mi último encargo de manera admirable, por eso he escrito esta nota personalmente para vosotros. En esta ocasión, mi patrón desea que deis con una esquiva mujer que habita en algún lugar de la ciudad... Os diré de quién se trata si os reunís conmigo en el mismo lugar que la última vez.
Noble enmascarado
Recompensa: 200 monedas
Sabotaje industrial
Aprendiz.
Quien encuentre el modo de bloquear la chimenea de la Fábrica 1 durante cinco minutos y viva para contarlo, recibirá una buena recompensa por mi parte.
Z
Recompensa: 150 monedas
Ingrediente número 1
Aprendiz.
Para elaborar el extraño mejunje que me han solicitado, necesitaré ingredientes verdaderamente infrecuentes. El primero puede conseguirse en Sincronópolis, pero... en fin, puede que la forma de adquisición no sea del todo legal. Quienes estén interesados en llevar a cabo esta misión que me visiten en mi tienda del Barrio de la Presa.
Ellen Bouros, la alquimista
Recompensa: 100 monedas
La casa de empeños
Aprendiz.
En esta ocasión, mi objetivo es acabar con unos estafadores. ¡Balanzas trucadas! ¡Tasaciones manipuladas! ¡Compran objetos de gran valor histórico y sentimental a precio de basura, sólo para venderlos en otros mercados! ¡Manipulan reliquias de gran poder mágico para que parezcan trucos de mercachifle! Sé que son unos ladrones, pero la gente me ignora cuando trato de correr la voz, les venden porque están desesperados. Y los Pradekka no harán nada, la tienda les paga comisiones. ¡Estoy tan enfadada que quiero destruir el edificio! Y no puedo hacerlo, pero vosotros sí. Sabéis que puedo pagar poco, pero seguro que allí encontraréis algunos objetos interesantes...
Freya
Recompensa: 50 monedas
Limpiando la ciudad
Aprendiz.
Tal como os cometí, he decidido emplearos para volver más seguras las calles del barrio. Las bandas de matones, ladrones, granujas y asesinos campan a sus anchas por el barrio de os deudores, pero yo sé mucho sobre estas calles y conozco sus puntos débiles. Vosotros seréis mi mano, la mano enguantada que aplastará a las pandas de maleantes. Reuníos conmigo y os contaré dónde daremos el primer golpe.
Gudd Ferrel
Recompensa: 150 monedas
El expreso de madrugada
Aprendiz.
Es hora de comenzar a planear mi fuga. Por razones obvias no podré reunirme directamente con vosotros, así que en los pasos previos a mi huida deberé aleccionaros sobre vuestros objetivos por escrito. Lo primero que necesitáis para desactivar la bomba que me mantiene preso es un invento a medio terminar que estuve desarrollando en otra de las minas, antes de que me enviaran aquí. Lo oculté en una gruta llena de runas talladas, en el centro del círculo de piedras. Llegar a esa mina no será fácil: no tendréis otra que colaros en el expreso de madrugada, un tren que sale a las seis de la mañana cada día desde el palacio y vuelve cargado de carbón y otras piedras incluso más valiosas. Si conseguís guardar mi invento en vuestro refugio, lo sabré y hallaré el modo de financiaros.
Lloyd
Recompensa: 100 monedas
La posadera volvió a mirar a Vinudren cuando él terminó de leer.
-He visto bastantes Forasteros, y creo que vosotros sois buenos en lo que hacéis... al menos en lo individual -se encogió de hombros-. Sé que no es asunto mío, pero no sois un auténtico clan, sino un puñado de tipos que se apuntan a las mismas misiones. Por muy bien que lo hagáis, si continuáis de esta manera sólo crecerán vuestras reputaciones individuales... puede que la gente no se de cuenta de que trabajáis unos con otros. La notoriedad de un grupo crece mucho más rápido; vuestras pequeñas hazañas por separado serán asociadas a un nombre común. Así es como funcionan estas cosas... -la posadera cogió una cazuela de su espalda y se la lanzó a Vinudren-. Usa esto para despertar a todo el mundo. Sácalos de sus cuartos. Haz que hablen entre ellos y decidid lo que queréis ser. Cuanto mejor os vaya -se dio unos golpecitos en el pecho y se oyó un tintineo- mejor viviré yo.
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- Podéis postear qué días de la semana de aquí al próximo sábado (incluyéndolo) podéis jugar. De momento, el miércoles está descartado porque yo no podré, y quizá y el propio viernes y el sábado tampoco pueda (Habimaru viene a la ciudad, es el cumpleaños de mi hermana, etc), pero postead todas vuestras posibles opciones por si acaso, y recordad que sólo roleamos a las 10/11 de la noche.