Vamos a jugar a... -Foro-

El trabajo de ese día había sido intenso, sin duda, pero había merecido la pena, no sólo por la paga, sino también por el botín que habían conseguido. Las únicas pegas eran que Vinudren casi muere en la pelea final contra Lignito y que Baseryn se negaba a cooperar con él, incluso si eso la beneficiaba. Suponía que con el tiempo, la dragona acabaría colaborando, aunque fuera sólo porque estaban en una situación de vida o muerte.

Entre tales pensamientos, llegó a la posada acompañando a Vinudren, que no paraba de chorrear sangre, aunque se iba curando de sus heridas. Cuando se aseguró de que el enano iba a estar bien, se dirigió a su habitación a reflexionar. Por un lado las viejas tradiciones de su sociedad tribal seguían dirigiendo sus actos, pero vivir en esa nueva sociedad que era Sincronópolis los había alterado y se encontraba con que a menudo tenía que alternar entre el modo salvaje y práctico de los de su tribu con un enfoque más táctico y planificado que era tan común en la ciudad. Durante un buen rato estuvo pensando en estos aspectos hasta que le pareció que se le iba a partir la mente en cualquier momento. Entonces, detectó la mezcla de olores que conformaban el ser de Arsna y decidió acudir a su habitación.

-Saludos maese Arsna.-dijo el lupino tras llamar a la puerta y entrar-. Aunque hemos trabajado en algunas misiones, espero que no le moleste si digo que su capacidad de transformarse en otros animales me asombra. ¿Acaso pide ayuda a los espíritus de esos animales para que le den su poder?

No mucho después de volver a mi habitación, apareció Bolvir preguntándome sobre mis poderes. Me encontró en mitad de mi entrenamiento, placando el armario transformado en gato. A pesar de su repentina aparición, pude mantener la calma mientras saltaba hacia atrás y me daba un cabezazo contra la mesa de noche.

Me transformé en humano y le dije que se sentara. Cuando el dolor del golpe desapareció, empecé a hablarle sobre ellos.

—A ver... No es que pidamos ayuda a los espíritus de los animales, sino un don innato de los de mi tribu. Se cree que es un regalo de la naturaleza a los nuestros, que no la hemos abandonado al contrario que los demás humanos, que han preferido vivir en un mundo mecánico. Es como si fueramos todo y nada, como si pudiéramos volver al ancestro común y rehacer el camino desde ahí, es por eso que necesito concentrarme para ello. También es por eso que puedo hablar con los animales en mi mundo.

Tomé aliento para continuar la explicación, esta era una justificación más que otra cosa.

— Sin embargo, es un poder que hay que mantener a raya desde pequeños, porque pueden pasar cosas terribles si se descontrola. Al menos esa es la idea, según me han contado parece que en Frontera mi cuerpo no está acostumbrado a mis poderes, así que tengo que ir poco a poco con mis transformaciones permitidas porque no podría aguantarlo. Sería algo como... un licántropo en luna llena.

Dicho eso, me quedé esperando por si tenía alguna otra pregunta.

Bolvir no daba crédito a lo que Arsna decía: ¡un pueblo que había sido bendecido por la misma naturaleza para poder convertirse en cualquier elemento de su creación! No comprendía muy bien por qué la gente de Arsna había recibido un don así y su gente no, si las condiciones en las que vivían eran iguales, pero eso daba igual, quería seguir haciendo preguntas a aquel chico.

-Es un poder interesante el estar tan en comunión con todos los seres vivos que se es capaz de transformarse en ellos. ¿Es posible transformarse en un hibrido entre dos especies para adquirir ventajas adicionales? -inquirió el lobo-. Y esta transformación, ¿sólo es posible con animales, o también os podéis transformar en una planta?

—¿Cómo es mi mundo? Supongo que muy diferente a esta ciudad, al menos lo que yo conocía —respondí de forma simple antes de seguir —. Mi especie vive en una isla bastante grande, pero muy pocos llegan a salir de ella debido a las tormentas que azotan los mares. No llegué a ver mucho tampoco ya que no solemos separarnos de nuestros clanes, recuerdo las bestias que los adultos cazaban, mas grandes que el ser al que nos enfrentamos en la mina.

No sabía que más contar, tampoco podía decirse que fuese diferente a lo que había más allá de esta ciudad. El gran lago alrededor del cual estaba asentado mi antiguo clan, la montaña que escalábamos de niños a modo de entrenamiento, las tierras yermas y los volcanes que tanto les gustaban a los dragovianos rojos… Seguro que eran cosas que podían encontrarse en otros mundos.

—No hay tecnología, no una así —remarqué señalando a las fabricas —. Usamos pieles para hacer nuestras viviendas, junto a ramas, cuerdas y piedras. Si tenemos metal es gracias a los dragovianos rojos y verdes que descubrieron como usar los minerales y este, pero es algo poco usado.

Con aquella respuesta esperaba haber satisfecho lo suficiente la curiosidad del ángel, para con eso dar paso a nuestro entrenamiento. Tras eso intentaría acercarme al mar y lanzarme en él, no había tenido tiempo de nadar tan centrada en hacerme más fuerte, pero tras la misión de hoy quería volver a zambullirme y la idea de encontrar aquel arcón que habíamos perdido era buena excusa para hacerlo.

—Al parecer ha habido gente que se ha podido convertir en híbridos, pero eso requiere muchísima concentración y esfuerzo, por lo que creo que se tratan de cuentos y nada más. Tampoco podemos transformarnos en plantas, pero creo que sería muy difícil e incómodo hacer crecer las raíces.

Escuché con atención a la dragona mientras me contestaba a la pregunta, tratando de imaginarme el paisaje según iba describiendo.
Me gustaba saber sobre los mundos de otros, era una buena forma de empatizar.

-No suena como un mal sitio -comenté, ladeando la cabeza-. Suena mucho más entretenido que mi mundo... demasiado rutinario todo allí, uno se acaba cansando de todo. Aquí por lo menos tenemos variedad.

Satisfecho con las respuestas por ahora, me separé un poco de la dragona, desenvainando la espada, para poder empezar el entrenamiento.

-Bueno... La base de escudar es, esencialmente, ignorar descaradamente el instinto de supervivencia y ponerte delante de cosas que tienden a hacer daño. Es mucho más heroico de lo que suena -añadí-. Todo se centra en saber leer al enemigo, tratar de ver a quién está pensando atacar, intentar saber qué está haciendo... A base de estar en paranoia constante acabas preparándote para interponerte delante de lo que haga falta, al final esas cosas salen solas. La gente normal usaría esos datos para ponerse a salvo, peeeeero... -me encogí de hombros con una sonrisilla- El romanticismo acabará matándonos algún día, pero es parte de su encanto.
La cosa es, antes de nada tenemos que ver como están tus reflejos... -alcé la espada, poniéndome en posición de combate, y sonreí- ¿Lista?

Y comenzó el entrenamiento.

-¿Entonces solo animales? Supongo que entonces tambien os podriais transformar en algun animal que solo existiera en este mundo, pero no en el vuestro o el mío.-Bolvir estuvo un rato dandole vueltas a la idea-. Está bien, cojo mi parte del botín y le dejo que siga con su entrenamiento, maese Arsna.

Una vez tuvo las 150 monedas adicionales, el lupino se fue al anticuario al que solía acudir para comprar hechizos. El dueño ya se había familiarizado completamente con su persona, aunque eso no quitaba que le dirigiera de vez en cuando miradas de nerviosismo. Tras pensar detenidamente en lo que le convenía, decidió coger un hechizo que afectara a más de un objetivo, solo para ser versátil, así que se decantó por Hdaur Ekteï, el látigo de fuego que dañaba a varios elementos.

Una vez hechas las compras, usó el rastro del colgante de Capitana para buscarla e informarle de que provisionalmente se instalarían en el barco, para que fuera dejándolo en el muelle y Akerith Elisen pudiera embarcar. Con todo esto hecho, lo único que faltaba era pagar a Diez Cazuelas por la semana y empezar a recoger sus enseres para la mudanza.

Spoiler: Mostrar

360-200-10=150, si no me fallan las cuentas

—Si, todo puede parecer bonito, pero no sé si te gustaría un lugar en donde la mejor cama que puedes encontrar es la piel de la última bestia que cazaste — añadí a su comentario antes de escuchar todo lo que el ángel tenía que decirme.

Así que solo tenía que dejar de lado mis instintos para seguir con vida. Supongo que cuando llamaba la atención del rival ya anteponía la vida de mis compañeros a la mía, pero en esta ocasión no se trataba de impedir que no les volvieran a atacar, si no de llevarme yo el golpe.

Leer al enemigo, deducir a quien iba a atacar y saltar a protegerlo. Pude entenderlo sin problemas, así que cuando el alado me pregunto si estaba lista para iniciar la práctica, simplemente extendí las alas y me preparé para bloquear y repeler sus ataques. No debía evitarlos, si no recibirlos e intentar reducir los daños, seguramente mis alas me sirvieran para ello protegiéndome con ellas.

—Cuando veas, no te contengas si eso —le pedí a mi compañero, ya que estaba segura de que tampoco iba a intentar acertar en ningún órgano vital.

Y así empezó aquel entrenamiento, el ángel se abalanzó sobre mí con su espada, los primeros ataques me hirieron en los brazos ya que no fui capaz de reaccionar a ellos, pero los siguientes ya me vi más capaz de repelerlos, golpeando la hoja de la espada con mis garras o cubriéndome con mis alas a tiempo. Quizás estas estuvieran dañadas, pero aun eran lo suficientemente duras como para que una simple espada no las cortara.

Tras un rato y antes de que alguno de los dos acabara suficientemente herido, pedí al ángel que descansáramos.

—Muchas gracias… Ak-ngel —le agradecí aleteando un poco para quitarme presión —. Creo que en la siguiente misión podré devolverte el favor de la mina.

Después de mis experiencias en la biblioteca, temía que aquello no saliese bien y mi espada acabase explotando aleatoriamente, rebanándome un brazo a mi mismo o volando, colándose por una ventana y decapitando a una señora al azar, pero parecía que tras mi anterior lucha con los pradekka por fin le había vuelto a coger el punto a la espada, y pude dar una clase decente, o al menos esos esperaba.

La dragona pareció pillar rápido la mejor forma de defenderse, y tras un rato, aún contando con que me estaba conteniendo (está muy feo volver a casa diciendo que le has cortado un brazo a alguien sin querer), pronto me las vi y me las desee para siquiera acercarle la espada. Me tomaría aquello como otro punto a favor de mi habilidad como profesor.

Tras un rato más de entrenamiento, asentí ante la propuesta de reposo, envainando la espada y yendo a sentarme en el borde del tejado de nuevo, sonriendo ligeramente ante el intento de la dragona de pronunciar mi nombre.

- No te preocupes por eso, no me tienes que devolver nada... Sois mi equipo, más o menos unido dependiendo del día pero equipo, me conviene teneros protegidos. Prefiero tener que volver a casa con algún que otro moratón (dile moratón, dile arma punzante clavada en un hombro) a que haya bajas. Llevo el sentimentalismo en la sangre.

—Tampoco podemos dejar que tú seas la baja —sonreí antes de saltar y volar —. Te agradezco realmente el haberme ayudado, aunque la siguiente parte voy a tenerla que hacer por mi cuenta… a no ser que tu raza sea capaz de respirar bajo el agua —dejé caer —. Nos veremos en la posada o donde sea, hasta otra.

Y tras que el también pudiera despedirse, me alejé volando hasta llegar a la orilla del mar. Estaba oscuro, incluso con mi capacidad para ver por la noche el buscar el arcón ahí abajo iba a ser una difícil tarea, necesitaba luz.

Volví sobre mis pasos, en esta ocasión andando, estaba claro que no iba a poder llevarme nada que usara fuego ahí abajo, por lo que si quería luz, tendría que crearla de alguna otra forma… ¿quizás si atrapaba varias ‘Luces Aladas’? Recordaba haberlas usado para iluminar cuevas cuando iba con los de mi especie durante mi niñez, pero a saber si en aquel mundo existían. Lo que si existía era la magia y al pasar por la tienda de la última vez probé para ver si existía algún hechizo que pudiese crear luz.

Los dioses me bendecían, ya que si lo había, Iluminar (Ithnoï) lo llamó y tras pagarle lo que valía, salí de la tienda con un nuevo poder. Además, el hombre había mencionado algo sobre poder usar aquel hechizo junto a otros para crear uno más poderoso, como Iluminar Hielo (Hklaur Ithnoï) lo cual podría serme útil.

Con aquel conjuro e información volví a la orilla y me lancé al mar directamente. Estando ya bajo el agua, intenté concentrarme para poder crear aquella luz con Iluminar. Sentí que las púas de mi espalda y cola se iluminaban unos segundos antes de quedar totalmente envuelta en una suave luz que me permitía ver con claridad lo que había a mi alrededor. Sonreí sabiendo que a partir de ahora podría disfrutar de un agradable chapuzón sin tener que preocuparme de la oscuridad y di comienzo aquella caza del tesoro para recuperar el arcón.