FIN DE SEMANA
-Yo también voy -dijo Rada inmediatamente, ante la pregunta de Red-. También puedo ayudar a llevarle...
-¿Tornilludo? -el hombre miró a Rita con disgusto-. Ah, te refieres a esto, ¿eh? El pelotazo ha sido un accidente, os lo aseguro. Y en cuanto a que sois del Shibusen... Bueno, está claro que no sois personas normales -hizo girar su tornillo y abrió los ojos al máximo. Inmediatamente, un escalofrío os recorrió el cuerpo-. No, nada normales. Pero quiero ayudar a tu amigo, porque... bueno, soy vuestro aliado, después de todo.
Las gemelas parecían seguir desconfiando, pero se dieron la vuelta para tranquilizar a Wild, que parecía totalmente hiperactivo.
-Está bien, no hace falta una ambulancia, supongo... -dijo Suria-. Este hombre dice que puede ayudarle... Si vamos todos, no se atreverá a hacerle daño. Pero... ¿qué le ocurre exactamente?
-En el cielo, ¿eh? -preguntó el tipo del tornillo-. ¿Puedes seguir este dedo con la mirada? -el tipo del cabello gris movió el dedo ante la cara de Trev, quien sólo pareció marearse más al intentar mirarlo-. Sí, ya veo, este tiene arreglo. Vamos, ayudadme a llevarlo...
Tiró la raqueta al suelo y echó a caminar tranquilamente, ante la mirada asombrada de la multitud.
-Papá, espera -rogó su hijo-. ¡Al menos podrías ayudar a llevarlo!
LABORATORIO
El edificio tenía un aspecto francamente tétrico, y estaba lleno de grietas que alguien había cosido como si fueran cicatrices. Parecía a punto de caerse.
-Al final hemos venido todos -suspiró Angela-. Supongo que la diversión ha acabado por hoy -suspiró.
-Vamos, seguidme -el hombre abrió la puerta y cruzó al interior del laboratorio. Indicó a Trev que se sentara en una camilla y luego sacó algo del cajón... un martillo de aspecto rudimentario.
-¿¡Qué pretendes hacer con eso!? -exclamó Igna, pareciendo a punto de envolverse en llamas de pura furia-. ¡Ni se te ocurra hacer...!
-¡Espera! -el hijo del hombre se interpuso entre ambos-. Observa con atención: mi padre es raro, pero sabe lo que hace.
Tras ajustarse las gafas, el hombre del tornillo golpeó la cabeza del martillo con el dedo índice y oísteis como si vibrara un cristal. Golpeó muy suavemente la frente de Trev, quien al instante notó que veía doble, triple y así en aumento hasta verlo todo multiplicado por cien. Cayó de espaldas sobre la camilla y comenzó a sangrarle la nariz.
-¡Maldito esas! -Igna trató de saltar sobre el hombre, pero el niño la detuvo, demostrando una fuerza sorprendente.
-¡Tranquila, hermana! intervino Suria-. ¡Está bien!
La vista de Trev había vuelto a la normalidad. El hombre que acababa de curarle suspiró, lanzó el martillo al techo (clavándolo) y se dejó caer sobre una silla con ruedas, que zigzagueó por todo el laboratorio.
-Ya estás curado -aseguró a Trev-. Como recompensa por ayudaros, ¿me permitís hacer algunos experimentos en vuestros cuerpos. ¡Será totalmente inocuo!
-¡Papá! ¡Es culpa tuya que se lesionara en primer lugar! -bufó el niño-. Perdonadle, en serio.
-Pero, ¿quienes demonios sois vosotros? -preguntó Valeria, perpleja-. Está claro que no sois normales.
-Claro que no es normal -Angela negó con la cabeza-. Es el profesor Frank Stein.
-Me molesta que hayáis tardado tanto en reconocerme -aseguró el hombre, rascándose la barba-. ¿Todo bien, Angela?
-Todo iba maravillosamente hasta que habéis arruinado el día -aseguró la bruja, con algo de frialdad-. Me alegro de que te hayas recuperado, ya quedaremos otro día -aseguró-. Ahora me vuelvo a casa. Vámonos, Kana.
Las dos se marcharon.
-Me pregunto qué he hecho para molestarla -Stein se rascó un momento la cabeza-. De todos modos, como decía antes, soy un aliado. Antes vivía con mi familia en Australia, pero Death the Kid me ha hecho volver para mantener la ciudad a salvo de cierta amenaza. Mi mujer se ha quedado allí, pero he traído a mi hijo Ern -señaló al niño de pelo plateado- para que ayude con las misiones. Puede que pronto tengáis que trabajar con él, así que tratadlo bien -el doctor Stein os guiñó un ojo.
-Papá, das grima -acusó Ern-. Pero es cierto, me uniré al Shibusen -aseguró, cruzándose de brazos-. Espero encontrar un compañero dispuesto a hacer equipo con un niño como yo... -suspiró.