Vamos a jugar a... -Foro-

Miré el cielo nada más llegar. Parecía que había vuelto mientras aún era temprano. La verdad es que después de todo ese tiempo no estaba seguro de si volvería de nuevo a este lugar.

Intenté recordar mis limitaciones en estas tierras de camino hasta que llegué a las puertas del local, allí me encontré a un hada que se marchaba con un papel en las manos. Después de pasar tanto tiempo en mi mundo, tuve que pensar durante un rato en por qué me sonaba, pero para cuando me di cuenta de su identidad, ya se había marchado.

—¿A qué habrá venido? —susurré mirando el camino que había tomado durante unos momentos.

Entré a la posada con la intención de disculparme por haberme marchado cuando de repente recibí un placaje. El golpe repentino me tiró al suelo, pero aún sentía el peso de mi atacante. Alcé el brazo para contraatacar y entonces me di cuenta de que se trataba de Kineban. Con el brazo levantado, sin saber qué hacer con él, solo se me ocurrió darle unas palmaditas en la espalda.

—Ehm... Ea, ea. Ya estoy de vuelta.

Tras eso, pedí que me contaran lo que había pasado en mi ausencia. Cuando me hice una idea de lo ocurrido, me dirigí al tablón de misiones para ver qué nuevas misiones había. Aún estaba algo cansado por quedarme varias noches despierto buscando a los que faltaban, así que no estaba seguro de si tenía fuerzas para más trabajo de repente. Aún así me decidí por Carta a lo desconocido y Los que acechan en las sombras, en caso de que me sintiera mejor para cuando fuera el momento.

No me había fijado en la reacción de la dragona al ver la nueva misión de Ferrel, pero estaba seguro de que nada bueno traería comentársela. Por otra parte, no estaba muy seguro de querer montarme en un barco volador durante un tiempo, así que tuve que rechazar la de Freya.

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Yo estoy siempre menos cuando mi internet me lo impida.

Sentado en su escritorio, Bolvir reflexionaba sobre lo que había pasado el día de ayer entre él y Kineban. La droga no había tenido los efectos que él habría creído y había intentado matar al tharul, pero afortunadamente el gato había sido muy habilidoso a la hora de esquivar sus ataques. No obstante, no le gustaba el precedente que había creado al intentar matar a uno de sus compañeros de misiones, por lo que se levantó para poner remedio a la situación.

-Buenos días, maese Kineban. Lamento profundamente… todo lo que sucedió ayer y por eso deseo compensarle. Lo primero –Bolvir señaló las cajas que llevaba-. Es deshacernos de la droga, por lo que le pido su ayuda, ya que seguro conocerá a muchas personas que se encarguen de venderla. Lo segundo, le ayudaré con sus hechizos todo lo que pueda. Necesito que me preste su libro para saber qué tiene y cómo ayudarle.

El libro blanco de Kineban no tenía nada de extraordinario… y casi nada en general, salvo Hdaur y Hsaur. Cerrando el libro, el lobo prometió al Tharul ayudarle justo después de encargarse de las cajas, por lo que se pusieron en camino. Al final, el contacto le dio 300 monedas de oro, que Bolvir empleó en comprar las páginas de Ithnoï y Hsaur Ithnoï, por lo que ahora Kineban podría lanzar el hechizo de iluminar y un hechizo ofensivo de aire de dos palabras y tras regalárselas, el lobo le encomendó que practicara los hechizos para acostumbrarse a ellos.


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Varios días más tarde

-…Y así es cómo conseguí el barco volador y la ángel accedió a ser nuestro piloto. Además tengo un amuleto de su madre para localizarla cuando lo necesitemos –Bolvir sacó la joya para que pudieran verla el resto-. Y ahora pasemos a otros asuntos. Nvazka y yo hemos estado hablando, y sería conveniente que ahora que Raulën se ha fijado en nosotros, busquemos nuestro propio local desde el que atender a nuestros clientes, pues es posible que tarde o temprano sus esbirros vayan a por ella…

En ese momento, un hada entró en la posada, arrancó la oferta del Señor de la Penumbra y se marchó rápidamente.

-Bueno, eso fue rápido –musitó el lobo mientras se acercaba al tablón de anuncios. La verdad es que las dos misiones de aprendiz seguían allí por lo que deseaba terminarlas cuanto antes para poder hacer trabajos más interesantes. Después de éstas, tenía ganas de liberar finalmente a Lloyd, por lo que también la cogió. En ese momento, la puerta se abrió de nuevo, pero en vez de la hada, quien apareció fue Arsna.

Las muestras de alegría del clan no se hicieron esperar y todos corrieron hacia el recién llegado. Cuando el ambiente se hubo relajado un poco, incluso el lobo se acercó y le dio un abrazo.

-Me alegro que finalmente hayáis vuelto. En vuestra ausencia, hemos decidido reunir una pequeña cantidad de dinero para vos como compensatorio porque no fueras pagado. Y además, hemos conseguido la nave de Antracita para nosotros, por el momento.

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Salvo el viernes, puedo cualquier día de esta semana

De camino a la posada, Bolvir no podía dejar de pensar con lo sucedido en su duelo contra Baseryn… si se podía llamar duelo a que a la dragona le saliera mal su hechizo y acabara empalada en una viga cuando iba a comenzar el combate. Los hechizos eran muy útiles y poderosos, cierto, pero también podían dar lugar a accidentes como aquel.

-“El poder exige sacrificios, supongo. Espero que esa dragona estúpida haya aprendido la lección y no se le ocurra desafiarme otra vez”

La verdad es que el lobo estaba tan seguro de su aplastante victoria que nunca se le ocurrió que Baseryn pudiera morir. Es cierto que él no le echó ningún hechizo, pero algunos miembros del clan podrían culparle de lo sucedido y, aunque la dragona volvería, el recuerdo de lo sucedido quedaría ahí. Tendría que ser un buen ganador e intentar mejorar relaciones con la dragona, en el caso de que se hubiera calmado un poco.

Y había que hacer algo con Kineban, su ahora “aprendiz”. La última vez que le vio, había salido corriendo de la escena después de que el duelo terminara. La idea de compensarle por su intento de asesinato no incluía el matar accidentalmente a una persona que él quería, así que tenía la obligación de ofrecer al Tharul palabras de consuelo. Usando su olfato, se dedicó a rastrear su olor hasta que lo encontró.

-Lamento todo lo sucedido, pero hay veces en que las cosas salen así y no se pueden hacer nada al respecto. Madame Baseryn volverá en poco tiempo, estoy seguro, así que debes esforzarte todo lo posible con tus nuevos hechizos para no cometer su mismo error.

-No... No es tu culpa, Bol. No hacía falta que vinieras a mí directamente -contesté pesadamente cuando el lobo me siguió hasta mi habitación-. Es decir... Es culpa de ambos. Nada de esto hubiera sido necesario si no fuerais tan cabezotas -suspiré-. Pero no la has matado. Y no creo que la hubieras matado de haber podido. Espero -le lancé una mirada inquisitiva y luego volví a quedarme cabizbajo-. A ver si Bas vuelve pronto...

Esta vez no había llorado. No sabía si era porque no me llevaba tan bien con la dragona como me gustaría, pero no creía que fuera eso. No estaba muy seguro de cómo me sentía sobre lo que acababa de pasar. Mi mente estaba en blanco.

-Mis nuevos hechizos... Sí, eso estaría bien. -Tenía un mal presentimiento sobre la misión que iba a realizar con Lwiestho y Akerteh, y Arsna si es que se sentía lo suficientemente descansado-. El viento... tengo que aprender a controlarlo. Hasta ahora sólo había usado el rayo. ¿Me ayudas, Bol?

Cogí al lobo del brazo con la excusa de llevarlo al exterior conmigo y me ayudara con mis hechizos, pero en realidad lo que necesitaba era algo de calor humano en aquellos momentos. Algo que me reconfortara. Que me recordara que no estoy solo y que no me pasará nunca lo mismo que a Vinudren, Arsna y Baseryn.

En aquel momento, prefería que me mintieran.

Golpeé el suelo con mi puño llena de rabia. No podía parar de preguntarme la razón de porque mi aliento no funcionaba, porque no paraba de volverse en contra mía. En aquella misión me hizo plantearme el hecho de que aun necesitaba tiempo, pero ahora… ahora había perdido un duelo contra el lobo y ni siquiera había tenido que mover un dedo para ello, yo misma le había dado la victoria.

Volví a golpear nuevamente el embarrado suelo, parecía que había regresado en la época de lluvias de mi mundo. Porque me encontraba allí, en la tierra de lo los míos, el lugar de donde me desterraron. Aunque en aquel momento estaba más preocupada en culparme de mi debilidad, quizás es por eso que no capté los ruidos producidos por diferentes aleteos hasta que estos no estuvieron casi encima de mí.

Me levanté a tiempo de ver tres dragones azules lanzándose en picado tras de mí. No perdí el tiempo y eché a correr ladera abajo, por la montaña que de niña tantas veces había escalado con mis compañeros. Aproveché en varios puntos para saltar y planear con mis alas, intentando ganar velocidad, pero los dragones se acercaban más rápido y el hecho de no transformarme, de ser incapaz de hacerlo, les ayudó a ver quién era. Por mucho que intenté huir, no lo conseguí, varios más de mi raza se unieron a aquella persecución y en poco tiempo me vi rodeada de los que antaño consideré mi clan.

Amenazas, preguntas sobre por qué había regresado, rugidos… pude escuchar de todo, pero en ningún momento vi intenciones de dejarme hablar por parte de ellos. Extendí las alas y moví la cola amenazante en un inútil intento de poder huir, pero no iba a tener tal suerte, cuando dos de los míos, dos que llegué a reconocer como amigos durante mi infancia, se abalanzaron sobre mí adoptando su forma de dragón. Aquella fue la segunda derrota que sufrí en el mismo día.

Decidieron no matarme en ese momento y seguir la tradición condenándome a muerte por regresar de mi destierro. Volví a insistir sobre mi inocencia, mas de nada sirvió, me encerraron en una cueva tras despojarme de la capacidad de luchar con mis garras y mi aliento. No sé cuánto tiempo pasé allí, encerrada en la oscuridad de aquella caverna, con solo el cambio de guardia para hacerme ver que el tiempo pasaba. Siquiera se preocuparon en darme algo de comer, ¿para qué? Iban a matarme después de todo.

Ya estaba convencida de que no podría escapar, de que aquel iba a ser mi final. No sabía si era el más adecuado o no para mí. Mi orgullo había quedado por los suelos tras el duelo, mi clan me odiaba y mi clan de Frontera seguramente no sintiera otra cosa que vergüenza al pensar en mí. Y quizá fuera porque mis últimos pensamientos fueron sobre aquel mundo o porque los dioses aun tenían algo más reservado para mí, que cuando desperté de uno de mis muchos sueños lo primero que vi fue la derruida pared del edificio en donde había quedado empalada.

Volvía a estar en Frontera… aunque me había llevado algunas cosas de mi mundo conmigo nuevamente. Ocultando mis manos y rostro con mis ropas, me dirigí nuevamente a la posada aprovechando la oscuridad de la noche y las callejuelas de aquella zona. Por suerte el resto del grupo se encontraría fuera y no tendría que encontrármelos al menos hoy.

Abrí los ojos y me di cuenta de que me había dormido en una de las mesas. Después del duelo, volví a la posada y le expliqué a Nvazka lo que me habían contado seguido de lo que sucedió. Supuse que tras eso el cansancio pudo conmigo y no pude siquiera irme a mi habitación.

Bostecé y pensé en cómo estarían los demás en mi mundo.

Fue entonces cuando volvió Baseryn a la posada, mucho antes de lo que había previsto. Me levanté y tras estirarme me acerqué a ella.

—Bienvenida. No te sientas mal por lo de antes, yo mismo volví esta mañana por un error. Uhm... No tienes buena cara, deberías descansar. Yo también lo haré en un rato —dije antes de darme cuenta de las ataduras, que estaba tapando con la ropa.

Le pedí a la posadera un cuchillo y me dediqué a cortarle lo que la atrapaba con cuidado de que nadie más viera el estado de la dragona.

—Supongo que no querrás hablar de esto, haré como si no lo hubiera visto —dije en voz baja, convencido de que mencionarlo le dañaría el orgullo.

Si decidía que no necesitaba mi ayuda más, me iría a acostarme en mi cama.

Los barcos voladores eran fascinantes.
O en eso hubiese querido centrarme mientras, sentado en una de las mesas de la posada, leía distraidamente uno de los documentos que había "tomado prestado" de la biblioteca, con los ronquidos de Arsna como música de fondo. Lamentablemente, no estaba precisamente concentrado en la lectura.
Ya era la segunda vez que veía a uno de mis amigos morir de forma casi consecutiva. En los dos casos había sido rápido, y confiaba en que no hubiese sido doloroso (de hecho esperaba que no hubiese sido doloroso), y sabía que sería algo temporal, pero aún así...
Resople, cerrando el libro. Tendría que empezar a aplicarme más si quería cumplir lo de no más bajas en mi presencia. No estaba siendo demasiado efectivo en eso.

Estaba a punto de seguir con el libro y tratar de no pensar en amigos muertos cuando varios ruidos y la ausencia de ronquidos volvieron a llamar mi atención. Alcé la mirada para ver a Arsna en la puerta junto a la dragona, que por lo visto ya había vuelto. Vale, eso había sido rápido. ¿Por qué no podía ser siempre así?

Cuando empezaron el duelo tenía intención de darle un discurso a los dos combatientes acerca de la estupidez de pelearnos entre nosotros, pero supuse que no era lo más adecuado en esa situación. Sin embargo imaginé que por lo menos agradecería una bienvenida decente, así que tras volver a esconder el libro en las profundidades de mi chaqueta me acerqué a mis compañeros, saludando felizmente.

- ¡Eh, bienvenida a casa! Es una pena que la cosa no saliese bien, creo que todos aquí estábamos deseando ver al lobo con pinta de perro mojado, pero no te preocupes por esto, te saldrá alguna otra ocasión de vengarte... -me encogí de hombros y sonreí-. Y por un precio módico hasta puedo ponerle la zancadilla la próxima vez que entre por esa puerta.

Cuando llegué a la posada y vi que tanto el Cambiante como el ángel se encontraban allí, estuve a punto de darme la vuelta y correr, pero no pude hacerlo cuando el primero me vio entrar y me saludó. Estaba sorprendida ante su forma de hablarme tan… ¿normal? No conseguía entenderlo, había hecho el ridículo durante el duelo, me había humillado a mi misma y ellos me seguían aceptando como si nada. No tenía sentido, era una guerrera sin honor ni poder, deberían estar dándome la espalda, mofándose de mi debilidad, no siendo amigables.

¿Quizás estaba aun demasiado ligada a las costumbres de los míos? Es por ello que actos como el del Cambiante al liberarme de mis ataduras me eran tan extraños. Porque entre los míos este tipo de ayudas eran impensables, si querías algo debías hacerlo tú mismo, si no, no servirías para la batalla.

—Gracias… aunque, no sé si importará siquiera ya —le agradecí en voz baja al Cambiante cuando prometió no decirle nada al resto.

Este se marcho tras eso y el que se acercó fue el ángel, también queriendo animarme por lo ocurrido con el lobo. Ofreciéndose incluso a dañarle si eso me hacía sentir mejor. ¿Cómo respondía a eso? Me era tan extraño, gente a la que no le había importado que hubiera accedido a atacar, quizás incluso a matar a uno del grupo, que me perdonaba y me ayudaba con mi fracaso. ¿Sería aquello realmente un clan? No un grupo de seres de la misma raza que vivían bajo las mismas leyes, si no… un grupo de gente que se apoyaba los unos en los otros sin importar lo que ocurriera.

—No hace falta, ángel, no estoy tan deseosa de venganza como para arrastrarte a ella —rechacé su oferta intentando sonreír —. Y si, supongo que me he dado prisa en volver. Después de todo allí no tengo un clan como… es… a —gruñí al no conseguir que me salieran las palabras, ya que realmente merecía decirlo —. Como Ake…rith Eli… lisen que me acoja.

Volví a la posada y tras saludar a los que estaban allí cuando llegué, me fui a acostarme a mi habitación. Debía descansar después de todo lo que había pasado ese día.

Ahora que era cazador se me estaba permitido recuperar transformaciones más poderosas, según me había contado aquel que me estaba ayudando a hacerlo. Con eso en cuenta, pensé en ir al día siguiente a recuperar algunas tales como serval, dingo, kiwi, cerceta de Campbell y arrendajo azul

También quería ir al barco a ver qué tal estaba la capitana y a ver si el grifo seguía ahí, ya que necesitaba a alguien con el cual practicar la comunicación con los animales, tanto escucharlos como hablar su lengua.

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