· Rihat, Albator Godin, Aria, Luga & Hav
—Oh. Mercenarios. —repitió el muchacho con sorpresa al escuchar a Albator.
Waltiln se cruzó de brazos y miró a los soldados, decidido a que no era él quien tenía que darles explicaciones de lo que hacía y con quién iba.
—¿Han terminado de hacer preguntas?
—Sí. Por supuesto.
(Tirada fallida) Aria pidió más detalles, pero en vez de soltar prenda, sin conseguir la información que querían, los tres hombres trataron de retirarse. Ninguno de los tres pareció querer insistir en el tema, así que Waltiln tomó la iniciativa y les habló del incidente que había sucedido en su casa.
Godin, Luga, Aria y Hav escucharon de la boca de ese hombrecillo como, durante la visita de Albator y Rihat, unos animales les habían atacado dentro de su propia finca. Esos atancantes habían aparecido del lago, y tenían un aspecto extraño. Iban recubiertos con una película blanca y rugosa. Les recordó el mismo consejo que Luadh les había dicho sobre no acercarse a ellos.
—De acuerdo. Iremos a comunicarlo y mandaremos a vigilar esa zona.
Con un saludo, los tres hombres retrocedieron por fin, y se dirigieron a la misma calle que Luadh había tomado.
—¿Así que estos son el resto de vuestros colegas? —preguntó Tuclis a Godin y Aria, mientras inspeccionaba con la mirada a Albator y Rihat— ¿El elfo también iba con vosotros, verdad? Menuda banda, ¿ya os entendéis con tanta gente?
El guerrero se había desinteresado ya por las preguntas que les acababan de hacer. Waltiln y Alexia por su parte hicieron como él y no pudieron evitar echar un ojo a Godin, Aria, Luga y Hav. Quizás había sido una suerte que no se presentara el grupo completo en su casa, pues Rihat sola ya había ocupado bastante espacio del discreto comedor.
—Espero que la guardia no os haya importunado. Vigila las calles de Calcherth, sobre todo las del barrio bajo. No puedo mandarla al bosque y dejar desprotegida la ciudad, y menos cuando ocurren desapariciones dentro de la misma.
La posada quedaba al otro lado de la plaza. Era el sitio al que el grupo de Rihat se dirigía, y, con el alcalde allí, los demás ya no tenían por qué ir a su casa. Todos se dirigieron a la posada entonces. Tuclis les siguió, con la idea de que una vez allí podría discutir por fin el viaje al vergel en busca de su esposa. Mientras hacían el pequeño recorrido, Waltiln no pudo escapar de las miradas de las distintas personas atentas que había por la plaza, desinteresadas en el escándalo que montaban los músicos que aún tocaban o sus propios asuntos. Alexia tampoco pasó desapercibida, no era normal verla fuera de casa, y mucho menos ver a la pareja con la compañía que tenían.
Por dentro, el Reposo del Jabato parecía bastante acogedor, con un recibidor equipado con un mostrador barnizado junto unas estanterías con quadernos en la pared, un banco y sillas de madera. Estaba decorado con cuadros de paisajes forestales colgados de las paredes y macetas con flores que parecían un poco secas. La posadera atendiendo en la recepción era distinta a la que Luga y Hav habían dejado inconsciente, y por suerte ni siquiera les reconocía. Se trataba de una mujer mayor y pelirroja, un poco gordinflona, con el pelo recogido en un moño, como la niña de antes. Su cara delataba su cansancio, y su voz era la misma que el orco y el tritón habían oído antes.
—Un momento Waltiln, espere que… ¿Eh? —la mujer estaba comprobando las reservas que tenía anotadas en el cuaderno de recepción— Su reserva está cambiada a nombre de Hav Nigrum… —suspiró y cerró el libro— Olvídelo.
Tras murmurar que luego le preguntaría a su hija qué significaba aquello, le indicó al grupo que al lado de la entrada encontrarían un pasillo. Al fondo de este queda la fonda, y subiendo unas escaleras las habitaciones. Waltiln había reservado cuatro habitaciones, eran la 1, 3, 6 y 7. El alcalde les dijo a los demás que se adelantaran. Alexia y él tenían que hablar con la posadera acerca de su repentino imprevisto. Tuclis también se separó de ellos cuando subieron al piso superior.
—Os esperaré en la fonda mientras hacéis lo que tengáis que hacer —dijo a Godin y Aria.
La primera planta contaba con ocho dormitorios, numerados desordenadamente del 1 al 8. Había una mesilla con un banco en la sala comuna, y unas escaleras que subían a la planta superior. Rihat, Albator, Godin, Aria, Hav y Luga tuvieron un momento para organizarse, descansar o discutir sobre lo que había pasado o lo que tenían pensado hacer.
Habitaciones:
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Las habitaciones 1 y 3 son las más espaciosas de las cuatro. Ambas con dos camas y varios muebles. Desde las ventanas de la 1 se podía ver un pequeño establo, un lavadero y una calle que bajaba desde la plaza, y en la 3 había una vista perfecta de esta.
La habitación 6 era individual, y la 7 disponía de dos camas, pero no gozaba del mismo espacio ni tantos muebles. Ambas daban con un estrecho callejón, pero por las mañanas los huéspedes podrían gozar de la luz del amanecer.
· Luadh
La camisa la tienes guardada. Solo tendrías que lavarla para ponértela de nuevo.
(Tirada existosa) Gracias a la cantidad de gente que se había reunido en la salida de la plaza, los hombres uniformados no notaron como Luadh se escabullía y de repente faltaba una persona. Parecían más concentrados en la aparición de Waltiln.
El objetivo del elfo bajó por un callejón cercano a la plaza a paso ligero. No fue difícil seguirle, ya que apenas cambiaba de dirección y no había otra gente que pasase por ahí. El pasaje era un poco más ancho que un carruaje y era una bajada escalonada. Luadh sabía que si lo seguía acabaría en la zona del puerto. No había locales por ahí, solo discretos portales de casas de una o dos plantas. Las fachadas contaban con fanales de hierro que se debían encender por la noche. No había a la vista ni una sola casa con balcón.
De pronto, el elfo tuvo que detenerse. El hombre que seguía se había parado. Estaba hablando con otro hombre uniformado, con quién debía haberse encontrado. Ambos estaban en la salida del callejón, ya se veían las aguas del puerto, pero quizás no era prudente acercarse más si no quería ser visto. Desde donde estaba, Luadh no era capaz de entender qué decían, así que trató de agudizar el oído para distinguir algo.
Y gracias a eso pudo escuchar cómo se acercaba alguien por donde había bajado. Aún no podía ver a nadie pero un grupo venía haciendo ruido con sus pasos.