Re: Frontera de la Neblina
Publicado: 25 Dic 2016, 19:34
Esta vez todos habían vuelto con vida. Había salido con Baseryn un rato cuando amainó la tormenta de nieve para tratar de distraerme y no pensar en la posibilidad de que miembros de nuestro clan estuvieran muriendo mientras nosotros no hacíamos nada, pero habían conseguido volver todos de una pieza. El barco, no tanto. ¿Qué habían hecho para que algo o alguien se llevara tal cacho? Y además necesitaba reparaciones. La pobre Hsarjâ debía estar echando humo. Y Adela probablemente más aún. En todo caso, no era buena señal que ahora me alegrara simplemente porque cuatro personas conseguían volver. Ni siquiera me preguntaba ya si conseguía cumplir la misión con éxito. A estas alturas me sentía menos como un mercenario y más como una madre preocupada. Los encargos habían dejado de ser para conseguir dinero, o incluso propósito, y más como un trámite para volvernos más fuertes para el inevitable momento de la verdad.
Antes de que me diera cuenta, Akerteh me había secuestrado y me estaba llevando de nuevo de paseo. No iba a decirle que acababa de hacer lo mismo con nuestra amiga la dragona, temeroso de herir sus angelicales sentimientos. Podía ser muy dramático, a veces... Aunque siendo sinceros, yo también. Y él lo sabía. Notó que todavía me sentía algo reticente a pasar tiempo con él tras la explosión de emociones inicial en el momento que regresó de su mundo. Traté de pegar la oreja para ver si escuchaba algún rumor por las calles nobles para entender mejor sus razones para despreciarnos, si tenía algo que ver con sus fortunas sufriendo al destruir las redes de Turba y los otros dos mafiosos. Pero no me duró mucho la concentración, teniéndole a él ahí a mi lado. Mientras él me contaba lo que había pasado en el Bosque Talado (¡¿quién puñetas había tenido la idea de incendiar el bosque?! No podía dejar a estos besugos solos ni un momento, y Aker sólo me daba la excusa de que él "estaba en el barco") decidí sincerarme sobre mis propios sentimientos una última vez. Y ahí sentados en un banco con los copos de nieve cayendo aseguró volver a perdonarme. Esta vez me quedó claro. Lo veía en sus ojos. No debía preocuparme más.
Sabía que se alimentaba del drama y el romanticismo de una escena como aquella, pero tuve que obligarle a levantarse al cabo de un rato. Se le estaban congelando las plumas. Al volver al barco, que seguía en reparación, nos encontramos con el que en el pasado creíamos que era un simple caballerizo bonachón. Silz había llegado, probablemente para darnos un ultimátum. Escuché con atención sus palabras, separándome del brazo de Akerteh, y tomé la iniciativa al escuchar a mi pareja balbucear.
-Nos quedamos -dije bien alto-. Todos -zanjé con potencia, sin esperar a que los demás dieran su opinión-. Akerith Elisen luchará por Sincrópolis y ninguno traicionará todo el trabajo duro que ha requerido llegar hasta este punto. Vamos a derrocar a Raulën de una vez por todas, cueste lo que cueste. -Fijé la mirada en Silz-. El día es mañana, y del mañana tú eres el héroe. Guíanos.
Puede que fuera un poco egoísta por mi parte, pero estaba convencido de que así sería. Confiaba en mis amigos, en mi familia. Les había escuchado dar el visto bueno antes y no creía que nadie fuera lo suficientemente cobarde como para echarse atrás ahora, cuando lo teníamos todo al alcance de la mano.
Antes de que me diera cuenta, Akerteh me había secuestrado y me estaba llevando de nuevo de paseo. No iba a decirle que acababa de hacer lo mismo con nuestra amiga la dragona, temeroso de herir sus angelicales sentimientos. Podía ser muy dramático, a veces... Aunque siendo sinceros, yo también. Y él lo sabía. Notó que todavía me sentía algo reticente a pasar tiempo con él tras la explosión de emociones inicial en el momento que regresó de su mundo. Traté de pegar la oreja para ver si escuchaba algún rumor por las calles nobles para entender mejor sus razones para despreciarnos, si tenía algo que ver con sus fortunas sufriendo al destruir las redes de Turba y los otros dos mafiosos. Pero no me duró mucho la concentración, teniéndole a él ahí a mi lado. Mientras él me contaba lo que había pasado en el Bosque Talado (¡¿quién puñetas había tenido la idea de incendiar el bosque?! No podía dejar a estos besugos solos ni un momento, y Aker sólo me daba la excusa de que él "estaba en el barco") decidí sincerarme sobre mis propios sentimientos una última vez. Y ahí sentados en un banco con los copos de nieve cayendo aseguró volver a perdonarme. Esta vez me quedó claro. Lo veía en sus ojos. No debía preocuparme más.
Sabía que se alimentaba del drama y el romanticismo de una escena como aquella, pero tuve que obligarle a levantarse al cabo de un rato. Se le estaban congelando las plumas. Al volver al barco, que seguía en reparación, nos encontramos con el que en el pasado creíamos que era un simple caballerizo bonachón. Silz había llegado, probablemente para darnos un ultimátum. Escuché con atención sus palabras, separándome del brazo de Akerteh, y tomé la iniciativa al escuchar a mi pareja balbucear.
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Puede que fuera un poco egoísta por mi parte, pero estaba convencido de que así sería. Confiaba en mis amigos, en mi familia. Les había escuchado dar el visto bueno antes y no creía que nadie fuera lo suficientemente cobarde como para echarse atrás ahora, cuando lo teníamos todo al alcance de la mano.
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