@Todos
A pesar de las amenazas de Persiamon, todos agarráis el cachivache que os ofrece la misteriosa luz que os ha traído a ese lugar. Es una especie de aparato octogonal de color blanco con tres botones de color azul pálido, una antena muy corta arriba a la izquierda y una pantalla. Son más o menos del tamaño de las palmas de vuestras manos. Algunos de vosotros habéis visto algo parecido por Internet, o puede que vuestros padres os hayan hablado de ellos: parecen Tamagotchis, o mascotas virtuales, una moda muy popular de hace unos cuantos años.
-¡Vosotros lo habéis querido! –grita el digimon, enfurecida-. ¡Podéis decirle adiós a este niñ…!
El resplandor que emerge de vuestros dispositivos corta las palabras de la mujer gato. Cegada, y con un chillido de dolor, Persiamon suelta a Jeremy y retrocede. El joven sale corriendo y se reúne con el resto del grupo, mientras Persiamon os mira jadeado, sus ojos llenos de furia.
-Muy bien. Eso es lo que queréis, ¿no? –masculla-. Podría haber sido rápido. Podría haberos librado de un futuro en el que sólo os espera dolor y sufrimiento. Pero si preferís una vida horrible antes que una muerte rápida…
Con una velocidad que ninguno de vosotros es capaz de seguir, Persiamon se coloca detrás de Alice y la agarra del cráneo.
-¡Os concederé vuestro deseo, mocosos!
Levantando a Alice como si no pesara más que una pluma, Persiamon lanza a la muchacha directa a la pantalla de luces y fuego. Antes de que podáis reaccionar, Alice se ha desvanecido completamente. Acto seguido, la felina levanta a Alan por encima de su cabeza y también le lanza a la extraña distorsión.
-¡Eso os enseñará a amenazarme, criajos!
Colocándose a una distancia prudencial, Persiamon coloca sus brazos con forma de “X” y sus garras comienzan a brillar con un resplandor fucsia. Un movimiento más de sus extremidades es suficiente para que seis rayos de energía púrpura salgan disparados de sus uñas a ras de suelo. Aunque el propio ataque, afortunadamente, no acierta, la onda expansiva os manda directamente por el mismo camino que han seguido Alice y Alan. Persiamon le dedica una última mirada al portal.
-Pudríos, niños elegidos, en un mundo que ha perdido toda la esperanza que una vez tuvo.
***
@Jeremy @Matías
Cuando abrís los ojos, os encontráis en un yermo rocoso. A ambos os duele la espalda por la caída. No tenéis ni idea de dónde estáis, pero no parece que haya ninguna luz alrededor parecida a la que os ha hecho llegar a este lugar. Los aparatos con forma de octágono siguen en vuestras manos.
-¿Ya te has despertado?
Matías, a tu derecha se encuentra una especie de escarabajo más grande que tu cabeza de color rojo. Eres incapaz de descifrar su expresión.
Jeremy, flotando justo encima de ti hay un animalillo fantasmal que sujeta con su ligeramente transparente cola una bala dorada casi tan grande como él. Te mira con curiosidad, pero sin acercase demasiado a ti.
@Alice @Tris
Cuando despertáis, os da la sensación de que lleváis décadas dormidas, aunque probablemente solo hayan pasado minutos desde que Persiamon os lanzó a este extraño lugar. Estáis en una verde pradera, junto a un tranquilo río de aguas cristalinas. Todavía tenéis en vuestras manos, agarrados con fuerza, los dispositivos que sacasteis de aquellas columnas de luz.
Alice, junto al río ves a una especie de conejo gris mucho más grande de lo normal y que anda a dos patas. Al ver que estás despierta, sonríe y comienza a andar hacia ti a paso ligero.
Tris, te despierta lo húmeda que está tu cara, y no precisamente por el agua torrencial que fluye a unos metros de donde has aterrizado. Junto a ti hay un perrito de pelaje blanco y rosa, lamiéndote perezosamente para que te levantes.
-Sé que te gusta dormir, Tris, pero hay mucho que hacer... –suspira con tono apagado tras guardar la lengua.
@Luke @Alan
Aunque os duele la cabeza y no recordáis demasiado bien cómo habéis llegado hasta aquí, lo ocurrido en la montaña hace que recobréis la compostura casi enseguida. Estás en un frondoso bosque, y apenas entra la luz del sol a través de las ramas de los árboles. No se parece a ninguno de los bosques cercanos a vuestro pueblo.
Luke, todavía estás un poco desorientado cuando sientes un fuerte golpe en el estómago. Un pingüino ha saltado de la nada y ha aterrizado en tu barriga. Te mira con la mayor sonrisa que su pico puede esbozar.
-¡Por fin has llegado, Luke! ¡Por fin, por fin!
Alan, sientes curiosidad por una gran flor que no se parece en nada a las que suelen crecer cerca de donde vives. Pero entonces, te das cuenta de que tiene ojos. Y boca. Y de que te está sonriendo.
-Bienvenidos. Estábamos esperando –te saluda.
@Asch @Adair
Un temblor terrestre hace que despertéis de vuestra corta siesta. Todo os viene a la cabeza al mismo tiempo: las luces, Persiamon, el aparato que conseguisteis agarrar… Hace mucho calor en el lugar en el que habéis acabado. De hecho, no demasiado lejos de vosotros, corre un río de lava.
Adair, ves a la lejanía un niño sentado en una roca. Al principio te parece alguien normal, pero cuanto más te fijas, más te parece que tiene… ¿alas?
Asch, el zumbido de algún insecto en tus oídos hace que agites el brazo, molesto. Cuando te das cuenta, un ser volador ha aterrizado en tu cara, impidiendo que veas nada.
-¡Ji, ji! P-perdón, pero es que... ¡Habéis venido por fin! ¡Qué bien! –escuchas hablar a aquella… enorme abeja, una vez se ha separado de ti y vuela en círculos a tu alrededor.