· Rihat & Albator
La elfa frunció el ceño, pero asintió. Invitó a los dos a pasar con un gesto, indicándoles que la siguiesen. Afortunadamente, el suelo de las escaleras y la terraza no era demasiado endeble como para soportar el peso de Rihat. A la puerta de la entrada al interior, que se encontraba en la misma terraza de la casa, les esperaba la mujer, que aguantaba un plato lleno de agua. Ahora que se encontraban cara a cara, Rihat y Albator pudieron observar que se trataba de una elfa más madura que Arlett. Vestía una prenda única y larga de un color azul marino que hacía juego con su pelo largo, encrespado y castaño. Con un movimiento elegante abrió la puerta de la casa y dejo pasar a los dos invitados, pero en ese momento escucharon a otra persona.
—¿Hola? ¿Cariño? — oyeron de una voz floja y nasal.
Sorprendida, la mujer se asomó a ver la entrada del jardín de nuevo, perdiendo completamente la atención de los dos invitados.
—Oh, sí que has ido deprisa —se alegró.
—Sí… He podido conseguir que An no me diese mucho la brasa… ¡Ah!
El humano y la gargún vieron al mismo anciano humano que estaba antes en la pastelería de la plaza. Era bajito y rechoncho, con una nariz minúscula abrigada por un poblado bigote y una corona de pelo blanco. Llevaba puestas unas gafas con aumentos que no dejaban ver sus ojos, y en las manos sujetaba una caja blanca.
—¿Acaso son? —preguntó, a lo que la elfa asintió — . Perfecto, temo que me he retrasado un poco; quería estar a punto para vuestra llegada, pero creo que tampoco llego demasiado tarde —mientras decía esto, subía a la terraza— . Mi nombre es Waltiln Windsailor, alcalde de Calcherth. Me alegro de que hayan podido llegar sin ningún contratiempo… Espero. Por favor, acompáñenos a mí y a mi esposa dentro.
Los cuatro entraron en el interior de la casa finalmente, y fueron a parar en un pequeño vestíbulo con un pasillo y unas escaleras que descendían a su izquierda. Las paredes estaban llenas de cuadros colgados, era difícil encontrar algún rincón sin uno, y eso se extendía también por el pasillo que podían ver. Waltiln entregó la pequeña caja que cargaba a su esposa e indicó a Rihat y Albator que le siguieran. Bajaron por las escaleras que llevaban a la planta baja, y, a través de una pequeña biblioteca, el anciano les condujo hasta una sala de estar y les indicó que se sentasen en unas butacas reunidas alrededor de una mesa baja. Afortunadamente, la sala era lo suficiente grande como para permitir el número de personas que eran en ese momento. La habitación estaba decorada con bustos y estatuillas encima de estanterías ornamentadas. Antes de que pudiesen acomodarse volvió a aparecer la elfa, trayendo consigo una bandeja con cuatro distintas porciones de tartas y un plato de obleas, además de los correspondientes cubiertos. Lo deposito cuidadosamente encima de la mesa.
—Disculpen, les presento a Alexia, mi esposa. La idea de invitar a los recomendados del señor Rossel a este humilde (y caro) piscolabis ha sido suya. Por favor, Alexia, toma sitio tú también, y ustedes elijan el plato que deseen. Son de la confitería local, confío que les serán de agrado.
· Vituallas
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- · Porción de “Beso de chocolate”: Gratis
¿?
· Porción de “Viaje de caramelo”: Gratis
¿?
· Porción de “Sueño de vainilla”: Gratis
¿?
· Porción de “Espectáculo de crema”: Gratis
¿?
Pese su aspecto dejado y sencillo, Waltiln se esforzaba para mostrarse lo más educado posible y complacer a los visitantes. Se quitó las gafas descubriendo sus ojos claros y adoptó una postura más serena.
—Me imagino que tendrán preguntas acerca de la petición que les hice por correspondencia. Desconozco si el señor Rossel les ha dado más detalles o no, así que no sé hasta qué punto saben más acerca el prontuario que les hice sobre las desapariciones. Bien, si no tienen ninguna pregunta, empezaré a explicarles todo lo que no pude escribirles… Pero antes, por favor, aclárenme una cosa; ¿cómo se llama su equipo de mercenarios?
· Luadh
El dependiente de la tienda se rascó de nuevo la cabeza, indiferente del sitio de dónde venía el elfo, pero decepcionado ante su desinterés hacia la pesca.
—No tengo ni pajo… ni remota idea del sitio del que dices que vienes. He atendido a mucha gente, cada vez menos, pero ninguno de los poquísimos elfos que han puesto un pie aquí dentro venía de allí.
Y, probablemente, si hubiese sido el caso tampoco se acordaría. Antes de seguir hablando, el dependiente entregó a Luadh lo que había comprado, informándole además de que no disponía de jarras pequeñas vacías. Si quería una jarra de cristal vacía debería comprar otra de aceite y vaciarla, pero no sería tan pequeña como él deseaba.
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- Añadidos los siguientes objetos en el inventario de Luadh:
· Guantes de pescador
· Candil
· Aceite
113 monedas restadas. Quedan 144.
—¿El apotecario dices? No te molestes, está cerrado. ¿Ese ruido que se oye son ese grupo de domingueros otra vez, verdad? Desde que Schnitzel cerró el tenderete para largarse de Calcherth esos buitres han aprovechado la entrada a su tienda como si se tratase de su propio escenario. Brrr… En el fondo no puedo quejarme, hacen que se llene la plaza más a menudo y de vez en cuando entra alguien aquí, pero… ¡Ah! Perdón, que me hago pesado.
Pocos clientes que tiene no era cuestión de entretenerles, pensó.
· Godin & Aria
El hombre detrás de la barra sonrió, satisfecho de que llegasen nuevos clientes. Se encogió de hombros y preparó la bebida que Godin exigía.
—Me alegro de que hablemos la misma lengua, enano. ¿Y qué hay de ti, jovencita?
—Ponle un vaso de coñac, Digby, y otro para mí —irrumpió el pescador, guiñándole un ojo a Aria, seguido de un ataque de tos.
—No, págame las dos pintas que te has bebido ya y entonces hablaremos.
El hombre suspiró decepcionado y apoyo la cabeza en la barra de nuevo, mientras el enano que tenía sentado al lado le lanzaba una mueca de asco.
—Para el carro, amigo —respondió el tabernero a Godin— . Aquí os puedo dar comida y bebida, sobre todo lo último, pero el techo es otro tema, y mucho menos para tanta gente. Si queréis pasar la noche subid a la plaza del pueblo, allí hay una posada de un amigo mío, ¿verdad?
Digby se quedó mirando al enano de la gorra que se sentaba en la barra, esperando una respuesta. Lo único que consiguió fue que este bajase la cabeza, se sacase unas monedas de su bolsillo, las pusiese encima de la barra y se fuese sin mediar palabra. Salió del local dejando al pobre tabernero con un gesto de disgusto en la cara. Por un momento, lo único que se escuchaba era el ruido que hacía el orco sentado en una mesa, que seguía engullendo su plato, ajeno a la escena que acababa de pasar.
—…
—Has metido la pata —salió el pescador.
—… En fin. ¿Queréis algo de comer ya que estáis aquí?
· Vituallas
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- · Arroz con marisco: 22 O
Plato cotidiano de Calcherth. El secreto de su sabor reside en la calidad del marisco.
· Sopa de setas: 20 O
Gazpacho cremoso de setas y un poco de verduras para darle sabor. Muy espesa.
· Guiso de carne con zanahorias: 20 O
Sopa nutritiva con porciones de carne asada y trozos de zanahorias.
· Salmón con salsa: 22 O
Salmón frito de piel crujiente, bañado en salsa picante.
· Sopa de pescado: 21 O
Sopa hecha con trozos de pez y marisco.
· Barrilete asado: 28 O
Un plato generoso de pescado revolcado en sal antes de ser asado.
· Cerveza: 10 O – El vaso
· Ron: 12 O – El vaso
· Coñac: 15 O – El vaso
· Whisky: 13 O – El vaso