[Fanfic] Pokémon - Damaged Info

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Malfuin
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[Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 27 Ago 2017, 12:32

¿En serio estoy haciendo esto? Me cuesta creerlo hasta a mí, y no apuesto mucho por la continuidad del asunto... Pero LightHelco no para de pasar ejemplos de tramas de Pokémon que van de serias y acaban siendo ridículas, y me ha retado a hacerlo mejor... Así que, ¿por qué no?

Bienvenidos a la región de Alvesta, al norte de Kanto y Johto. Breza es una joven que trata de convencer a todo el mundo de la crueldad que supone mantener a los Pokémon encerrados durante años en un sistema informático, pero no consigue que nadie le haga demasiado caso. Mientras busca la forma de ayudar a estos Pokémon, conocerá a alguien cuya existencia no podía ni sospechar

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ÍNDICE:

PARTE I - PUENTEVIEJO
PARTE II - GIMNASIO DE PUENTEVIEJO
PARTE III - PUENTEVIEJO / MONTEPINO
PARTE IV – GIMNASIO DE MONTEPINO
PARTE V – MONTEPINO / CAMPOLARGO
PARTE VI – GIMNASIO DE CAMPOLARGO
PARTE VII – CAMPOLARGO
PARTE VIII – GIMNASIO DE CERROALTO

PARTE I - PUENTEVIEJO
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Puenteviejo no era una ciudad muy grande. Situada en la ladera norte del Monte Moon, a ambos lados de uno de los ríos que descendían de la montaña, se consideraba más una zona de descanso que otra cosa.

La mayoría de casas eran de madera, aunque unos cuantos edificios modernos sobresalían entre los tejados. En el centro del río había una isla, y sobre ella se había construido el Centro Pokémon de la ciudad, de visita obligatoria para todos los entrenadores. Para llegar a aquella diminuta isla, tenías que cruzar el ancho puente de madera que daba nombre a la ciudad.
Muchos entrenadores procedentes de la región de Kanto solían atravesar el Monte Moon desde la entrada sur para alcanzar la región de Alvesta, a la que pertenecía Puenteviejo. También debían visitarla aquellos que querían reunir las ocho medallas que se requerían para participar en la Liga Alvesta y enfrentarse al Alto Mando.
En la puerta del Centro Pokémon de Puenteviejo, dos adolescentes repartían folletos. El chico, con la cabeza afeitada, se llamaba Jarro y no se esforzaba demasiado. Tendía un folleto a cada persona que pasaba, pero no parecía preocuparle mucho si lo cogían o no.

La chica, en cambio, se lo tomaba muy en serio. A cada entrenador que entraba o salía del Centro le obligaba a coger un folleto, y siempre les soltaba alguna frase vehemente, como:

—¡Olvidarse de los Pokémon en las cajas, es una crueldad!

O...

—¡No captures más Pokémon de los que vayas a necesitar! ¿Te gustaría vivir encerrado para siempre porque a alguien le da por coleccionar personas?

O...

—¡Tras un tiempo excesivo en la Caja, los datos de un Pokémon pueden corromperse! ¡Si no piensas seguir entrenándolos, déjalos en libertad!

O...

—¡El Sistema de Almacenamiento de Pokémon vulnera sus derechos más fundamentales! ¿Puedes dormir sabiendo que eres un maltratador de Pokémon?

—¡Eh!

Uno de los entrenadores pareció ofenderse por las palabras de la chica. Jarro estaba entregando un folleto a otra persona, pero dejó lo que estaba haciendo al percibir el tono del recién llegado.

Era un entrenador adolescente, de quizá quince años. Iba vestido de negro, con bandas que llevaban siluetas rojas de Pokémon en las rodillas y en los codos. Tenía el pelo castaño, bastante largo, y una mirada orgullosa.

—Eh, tú, ¿cómo te llamas? —preguntó el desconocido.

—Broza —respondió la chica de los panfletos, sosteniéndole la mirada.

—Muy bien, Broza —el desconocido se cruzó de brazos—. Soy entrenador Pokémon desde hace tres años. He recorrido Kanto y Johto, y por el camino he reunido alrededor de doscientos Pokémon. Muchos de ellos llevan en el PC todo este tiempo. ¿Me vuelve eso un maltratador?

—Bueno, sí —Broza se encogió de hombros—. Eso es lo que digo.

—Broza... —trató de intervenir Jarro.

—¡Pues yo no lo veo así! —gritó el entrenador—. ¿Para qué está el Sistema de Almacenamiento si no es para guardar Pokémon? ¡Un entrenador tiene que reunir todas las especies posibles! ¡Hazte con todos! ¿Nunca lo has oído?

—Pues claro que lo he oído —replicó Broza—. No es más que el lema que inventó el Profesor Oak para conseguir la colaboración de los entrenadores de Kanto hace veinte años, para poder registrar y estudiar a todos los Pokémon de la región. Pero Rojo ya lo consiguió. No hay ninguna necesidad de que gente como tú siga atrapando Rattata, Spearow, Oddish, Tentacool y Ponyta que no utilizará jamás y los condene a vivir en cajas. Nunca te has preguntado cómo es estar en una caja, ¿verdad? Se pierde la noción del tiempo enseguida. No hay demasiado espacio para moverse. No se tiene hambre ni ninguna otra necesidad, pero la mente sigue divagando. El Pokémon sigue con vida, y aunque el cuerpo deje de envejecer, sigue pudiendo moverse en ese entorno digital. Se han dado casos de Pokémon que han salido de las Cajas con señales de autolesión. En la primera versión creada por Bill, la caja no era más que un recipiente rectangular vacío, como la celda de una prisión. En versiones posteriores se han añadido algunas comodidades; las cajas se pueden decorar y ajustar sus condiciones sensoriales para que el Pokémon esté más cómodo. ¡Pero esto puede llevar a crueldades todavía mayores! Imagina a un Pokémon de hielo encerrado en una caja ajustada para Pokémon de fuego, pasando calor permanente. Y luego está la soledad. ¡Si hay varios Pokémon en una caja no es tan malo, pero se han dado casos de Pokémon que han pasado más de diez años solos en una caja, después de que sus entrenadores dejaran de serlo y se dedicaran a otra cosa!

A cada frase, Broza había ido avanzando, acorralando al entrenador contra una pared. De repente, el chico le dio un empujón para apartarla.

—Muy bien —dijo el desconocido—. Te reto a un combate. Si me ganas, soltaré a todos los Pokémon que tengo guardados en mis cajas y a los que seguramente no daré uso. Pero si pierdes, tendrás que admitir que el uso de las cajas no es maltrato.

—¿¡Qué!? ¡Pero yo no soy entrenadora! —exclamó Broza—. ¡Sólo tengo un Pokémon, para autodefensa! Que gane o pierda contra ti no cambiará las condiciones de esos pobres...

—¡Bah! No me hagas perder el tiempo —el entrenador comenzó a alejarse, airado—. Si ni siquiera eres entrenadora, no tienes ni idea de lo que estás diciendo. Tienes que capturar muchos Pokémon para entenderlo.
Broza se quedó allí de pie, sobre las escaleras de la entrada del Centro Pokémon, escuchando el murmullo del río y el ulular de los Hoothoot que comenzaban a despertarse.

—¡Elitista de mierda! —chilló Broza, cuando el entrenador estuvo lo bastante lejos. Lanzó sus panfletos contra una papelera cercana, aunque el viento los desparramó y quedaron tirado por todas partes. La propia Broza había redactado, diseñado e imprimido aquellos folletos.

—Oye, ¿lo dejamos por hoy...? —preguntó Jarro—. Se va a hacer de noche.

Broza le miró con desánimo.

—A ti todo esto también te parece una chorrada, ¿verdad?

—¿Qué? No —Jarro negó con la cabeza—. Es solo que cuesta ser consciente de ello. La gente no piensa mucho en cómo funcionan las Cajas y todo eso... Y además, tampoco creo que en una Caja se esté tan mal... ¿no? O sea, al menos no pasas hambre como en una prisión de verdad o...

—Déjalo, Jarro —suspiró Broza—. Está claro que tampoco te importa. Supongo que sólo me ayudas para ligar conmigo o algo.

Jarro entrecerró los ojos.

—¿Sabes qué, Broza? Soy el único que te apoya en esta campaña tuya, y que yo sepa no tienes pruebas concluyentes de que lo que dices es cierto. Quizá deberías tener más tacto con el único aliado de que dispones. Puede que no lo haga por “ligar contigo”, sino porque te considero una amiga y creo que las causas de los amigos hay que apoyarlas, aunque suponga pasarse todo el día de pie junto a una puerta mientras la gente te mira como a un loco. Pero eh, no te preocupes, no te ayudaré más —le estampó los panfletos a Broza contra el pecho y se marchó mascullando para sí mismo.
Broza se quedó mirando los rectángulos de cartulina que tenía en las manos. Sólo quería que los demás lo entendieran, necesitaba a alguien que comprendiera cómo la hacía sentir aquel asunto. Sabía que lo que había dicho a Jarro había estado mal, pero la frustraba que ni siquiera él...

Suspiró y se guardó los folletos en el bolso. Subió las escaleras y entró en el Centro Pokémon. En el área de descanso había montones de entrenadores sentados, comiendo, charlando y jugando con sus criaturas. La típica escena reconfortante que se podía ver cada noche en cualquiera de aquellos edificios.

Broza había oído hablar del Equipo Plasma que había surgido y desaparecido un tiempo atrás en otro continente, clamando por la liberación de los Pokémon. Ella no quería eso, ella sabía que los Pokémon podían ser muy felices viviendo junto a los humanos. Pero un Pokémon abandonado en una caja era algo muy distinto; sólo podía ser desgraciado.

Sacó un café de la máquina expendedora y se sentó frente a uno de los ordenadores libres. No tenía ganas de volver a casa. Miró los iconos y no pudo evitar fijarse en el del Sistema de Almacenamiento de Pokémon. Sin saber bien por qué, hizo doble clic sobre él.

El sistema se abrió. Para autenticarse, necesitaba que introdujera la tarjeta con su ID de entrenador, además de un nombre y una contraseña. Como cualquiera que poseyera un Pokémon, ella tenía una cuenta, pero nunca la había utilizado. La abrió, y contempló las cajas vacías. Hizo clic derecho y comenzó a cotillear el código fuente del programa. Broza tenía algunas nociones sobre informática, aunque estaba lejos de ser una experta.
Todo sería más fácil si pudiera hackear el Sistema de Almacenamiento de Pokémon y liberar a todos los que llevaran más de cinco años allí encerrados. Pero eso era imposible, claro. Si pudiese hacerse, alguna organización como el Team Rocket ya habría descubierto esa vulnerabilidad y la habría explotado para robar Pokémon fuertes. El sistema no tenía agujeros.

—No puedes liberarlos a todos, pero puedes liberarme a mí —dijo una voz.

Broza se incorporó dando un respingo y miró a su alrededor.

—¿Q-quién...? —la chica miró a su alrededor, pero no había nadie cerca.

—No te pongas nerviosa y no llames la atención —dijo la voz—. Escucha, comunicarme contigo me hace consumir una gran cantidad de energía, así que no me discutas. Yo sé por qué estás luchando, yo puedo ayudarte. Soy el único que puede. Así que sigue mis instrucciones. ¿Lo entiendes?

Broza no tenía ni idea de lo que estaba hablando la voz. ¿Se había vuelto loca? Pero, mientras no le pidiera nada imposible, quizá lo mejor fuera seguirle la corriente.

—Sí.

—Muy bien, saca tu ID de entrenadora del ordenador. Tu cuenta se cerrará instantáneamente —Broza hizo lo que le indicaban—. Ahora vuelve a abrir el programa, introduce SECUNDO como nombre y SALDEMICABEZA como contraseña. Pulsa iniciar sesión.

—Me da error —dijo Broza, tras hacer lo indicado—. Me pide la tarjeta de ID de entrenador.

—Por supuesto —dijo la voz que oía Broza—. Por eso, ahora tienes que pulsar en la opción “He perdido mi ID de entrenador”. Te saldrá un formulario en el que te pide una serie de datos. Fecha de nacimiento, dirección, pregunta secreta... Cuando lo rellenes, te mandará un correo electrónico de confirmación a una dirección con el mismo nombre y contraseña. Sigue todos los pasos y podrás acceder.

—Vale... —Broza fue haciendo todo lo que le decía—. Pero... ¿de quién es toda esta información, si se puede saber? —por la fecha de nacimiento, si es que era auténtica, debía pertenecer a un hombre de veinticinco años.

—A mi entrenador.

—A tu... ¿qué? —Broza se inclinó sobre la pantalla—. ¿¡Eres un Pokémon!?

—Sí, y tú no eres muy lista —respondió la voz—. Vamos, date prisa.

Minutos después, Broza consiguió acceso a la cuenta de aquel tal Secundo. Echó un vistazo a las Cajas. Sólo tenía una en uso, y dentro de ella sólo había un Pokémon. Pero no podía ver cuál era, pues en lugar del típico icono representativo, sólo había una serie de cuadrados de colores distribuidos al azar. Donde debería haber estado el nombre del Pokémon, sólo decía DATOS DAÑADOS.

—¡Por las Tres Aves! —soltó Broza, una exclamación muy típica de la zona—. ¿¡Ese eres tú!? ¿Cuánto tiempo has...?

—Once años, seis meses, veinte días y tres horas —la voz sonaba muy débil—. Y ahora, si me hicieras el favor de sacarme de aquí...

Broza se preguntaba si podría. Muchas veces, los Pokémon con la información dañada ya no se podían extraer del sistema, ya fuera por pérdidas en los datos necesarios para su recuperación o porque el tamaño de los archivos había aumentado y el sistema no toleraba transferencias tan pesadas.

Pero sólo había una forma de averiguarlo. Tocó el icono y seleccionó la opción de extraer el Pokémon. Al instante, hubo un destello y una Super Ball se materializó sobre la bandeja que había junto a la pantalla.
Rápidamente, Broza sacó al Pokémon atrapado en su interior.

Un Kadabra apareció frente a ella. Algunos entrenadores de la cafetería cercana se volvieron a verlo con admiración, ya que era una especie bastante apreciada. El Pokémon se estirazó cerrando los ojos y aspirando profundamente.

—¡Ah! ¡Por fin...!

Había algo extraño en él, pero Broza sólo percibió una diferencia obvia con los Kadabra que había visto en la televisión o en los libros del colegio: este no tenía una estrella sobre la frente, sino una almohadilla, como las que había al lado del 0 en los teléfonos antiguos.

—Te doy las gracias por liberarme, Broza —dijo Kadabra—. Mi entrenador me llamó Preem, y aunque no le guardo ningún cariño a ese tipo, estoy habituado a ese nombre.

—E-está bien —dijo Broza—. Preem entonces. Pero, ¿cómo sabes mi nombre?

—Estoy en tu cabeza. Sé mucho de ti con sólo mirarte a la cara —la cuchara de Preem comenzó a girar sobre sí misma, formando espirales, y a volver a su forma original una y otra vez—. Hablo directamente a tu cabeza, por eso nadie más oirá lo que digo. Sé que quieres salvar a los Pokémon atrapados en sus cajas, un destino casi peor de la muerte. Yo estuve allí dentro una cantidad intolerable de tiempo. Mi mente no dejaba de buscar otras, pero no las alcanzaba. Mi telepatía no dejaba de buscar un resquicio, un modo... y un día mis datos se dañaron por la cantidad de tiempo que llevaba atrapado. Pero ese daño, de algún modo, alteró mis facultades psíquicas. De repente era capaz de transmitir mi consciencia por la red, de escuchar a los Pokémon en otras cajas del servidor, y luego a los de otros servidores. Finalmente conseguí alinear mi frecuencia mental con las ondas Wi-Fi, y obtuve enormes cantidades de información de todo el mundo. Aprendí mucho, pero no podía liberarme a mí mismo. Y por fin te encontré: eras una de las escasas personas que pensaban en los Pokémon atrapados en las cajas, que deseaba liberarlo. Y eras la única que estaba tan cerca del Monte Moon, donde está la clave de la liberación.

—¿La clave de la liberación? ¿Qué quieres decir? —Broza estaba alucinada. La historia de aquel Pokémon era increíble. Ella no podía jactarse de haberle soltado, ya que sólo había hecho la parte fácil. Él se había ganado su libertad.

—Como dije, he aprendido mucho. Cuando te encontré, estabas pensando que no hay forma de hackear el Sistema de Almacenamiento de Pokémon. En realidad, existe una... Pero tenemos que ir al Monte Moon para conseguirla. Quédate mi Super Ball. Por el momento, serás mi entrenadora.

—Pero, ¿estás seguro de lo que dices, Preem? —Broza no le encontraba sentido—. He estado varias veces en el Monte Moon, con el colegio. Sólo hay Zubats, Paras y alguna Piedra Lunar aquí y allá. Creo que allí fue donde encontraron los fósiles de Kabuto y Omanyte hace unos cuantos años... Pero, ¿y qué? Nada de eso sirve para hackear un sistema informático.

—Confía en mí —dijo Preem el Kadabra—. Lo tengo todo planeado.




Aunque ya era de noche, Broza guió al Kadabra en dirección al Monte Moon, saliendo de la ciudad por el camino del sur y trepando por un empinado bosque. El sendero era sinuoso, pero no encontraron ningún Pokémon por el camino. Cuando por fin llegaron a la entrada de la gruta que atravesaba el Monte, Broza se detuvo y miró a Preem.

—¿Y ahora? —preguntó—. La cueva es el camino fácil, aunque habrá muchos Pokémon salvajes. Para subir esa ladera necesitaríamos equipo de escalada.
Preem se había llevado un dedo a la frente y parecía estar concentrándose profundamente. De repente abrió los ojos.

—Creo que lo he encontrado —dijo Kadabra—. El Pokémon al que buscamos está cerca de la cima, pero se encuentra bajo tierra. Atravesaremos la cueva para llegar hasta él.

—Muy bien —dijo Broza, y entró en la cueva con cautela. Por dentro era más espaciosa de lo que había esperado, aunque la altura del techo variaba enormemente de un punto a otro. El suelo también era muy irregular. La chica usó la linterna de su teléfono móvil para iluminar el camino...

...Y una de las rocas se abalanzó sobre ella.

—¡Un Geodude! —advirtió Preem.

—¡Por favor, Tangela! —Broza echó mano a la única Pokéball que llevaba en el bolso y llamó al Pokémon que había tenido desde pequeña—. ¡Ayúdame!

Tangela saltó y atrapó con sus tentáculos a Geodude, haciéndole retroceder. La roca agitó los puños enfadada y comenzó a arrojarles otras piedras más pequeñas. Broza se agachó, chillando.

A su lado, Kadabra detenía las piedras que se le acercaban con la mente. Miró a la humana con sarcasmo.

—Se supone que tienes que darle instrucciones a tu Pokémon, ¿sabes?

—Ah... ¡Sí! —Broza se inclinó sobre sí misma y se levantó de inmediato—. ¡Tangela, utiliza Megaagotar!

Los tentáculos de Tangela volvieron a atrapar a Geodude y brillaron. El Pokémon rocoso se desmayó instantáneamente. Tangela saltó de alegría y regresó junto a Broza, mirándola con cariño con los ojillos que relucían bajo la oscuridad de la maraña.

—¿Una Tangela? —comentó Kadabra—. No es un gran Pokémon, pero contra los Geodude es muy útil, supongo. Es el único que tienes, ¿verdad?

—Me lo regalaron —explicó Broza—. Nunca he querido ser entrenadora, pero lo llevo por precaución.

—Bueno, yo soy mucho más fuerte —dijo Kadabra—. Si veo que algún rival es demasiado para ella, intervendré. Para el camino de regreso podríamos usar Repelente... pero ahora mismo sería contraproducente, claro.

—¿Qué Pokémon estamos buscando? —preguntó Broza—. Sería más fácil si me lo dijeras.

—No te preocupes, lo estoy sintiendo con mi mente ahora mismo —Kadabra señaló con la cuchara al techo de la cueva—. Enseguida lo encontraremos.




Al final, dieron bastantes vueltas. Aunque Kadabra supiera en qué dirección iban, los entresijos del Monte Moon no les permitían avanzar en línea recta. Los Zubat atacaban periódicamente, pero caían inconscientes sólo con ver a Preem, y Tangela se ocupaba de los Geodude. Paras podría haber llegado a ser una amenaza para ellos por la ventaja de tipos, pero todos los ejemplares que vieron eran muy débiles y se ocultaron bajo las piedras en lugar de luchar.
Por fin, alcanzaron la cueva a la que se suponía que debían llegar. Parecía un callejón sin salida.

—¡Déjate ver, Clefairy! —exclamó la voz de Preem en la cabeza de Broza, y la chica supuso que cualquier criatura cercana también la oiría—. ¡No tienes nada que temer de esta humana, ni de mí! ¡Sé lo que te hicieron, lo que has sufrido, pero si nos acompañas podrías salvar a muchos Pokémon!

Nadie respondió durante un minuto. Finalmente, Broza se volvió para mirar a Preem.

—Oye, ¿para qué necesitamos un Cle...?

—¡Mira ahí! —Preem señaló con la cuchara.

Había aparecido un Pokémon bastante grande. Tenía un rizo sobre la frente, grandes alas de hada a la espalda y largas orejas que recordaban a las de Pikachu.

—¡Clefable! —exclamó Kadabra—. ¡Claro, debí asumir que tras tantos años habrías evolucionado! Pero no importa, lo que necesitamos es tu mente, y esta sigue ahí.

Clefable se acercó a ellos con gran timidez. Parecía particularmente asustado de Broza, aunque no entendía por qué.

—¿Qué le sucede? —exigió saber Broza—. ¿Y para qué nos va a servir? Me estoy cansando de tanto misterio.

—Está bien, te lo contaré —Preem se sentó en una roca—. Colócate frente a mí, Clefable, por favor. Verás, Broza... Este Pokémon perteneció una vez a Bill.

—¿Bill? —Broza ladeó la cabeza—. Espera, ¿quieres decir “ese” Bill? ¿El de...?

—Sí, el creador del Sistema de Almacenamiento de Pokémon —confirmó Preem—. Bill era un genio, pero también un lunático y un pervertido. En una ocasión, combinó su propio material genético con el de este Clefable, cuando todavía era un Clefairy. Para el pobre Pokémon fue una experiencia traumática, estar unido de ese modo a un cuerpo humano, y contra su voluntad... Afortunadamente, al parecer Rojo estaba por la zona y puso fin a aquella locura. Poco después, Clefairy huyó de Bill y regresó al Monte Moon, evitando siempre a los humanos desde entonces. Tú eres la primera persona a la que ha visto desde lo de Bill.

—Eso es horrible... no puedo creer que ese tío hiciera algo así.

—¿Del creador de las Cajas que encierran a miles de Pokémon y les apartan de la libertad para siempre? Yo me espero cualquier cosa. Él no piensa en las consecuencias de sus acciones, sólo le interesa experimentar.

—Aun así, no comprendo de qué nos sirve esto... —añadió Broza.

—¿No lo entiendes? Durante un momento, Clefairy y Bill fueron la misma persona. Este trauma está grabado en la memoria de Clefable, y en aquel momento Bill acababa de diseñar su sistema. Si hay algún agujero de seguridad o puerta trasera que podamos aprovechar para liberar a los Pokémon, Clefable lo sabrá, ya que él posee recuerdos de Bill.

—Pero él no puede decirnos...

—Y por eso es por lo que estoy examinando su mente —interrumpió Preem—. Ahora, deja que me concentre. Ya tengo casi toda la información que necesitaba.
Broza estaba impresionada. Kadabra debía haber dado muchas vueltas al asunto durante su encierro. A ella jamás se le habría ocurrido buscar un recuerdo humano en la memoria de un Pokémon. Si era cierto lo que Preem decía, si realmente podían aprovechar una puerta trasera para soltar a los Pokémon que llevaban demasiado tiempo en sus cajas...

—Hemos terminado, ¡lo tengo! —Kadabra se levantó y miró a Broza—. Pero va a ser más complicado de lo que pensaba. No basta con acceder a cualquier ordenador, debemos acceder personalmente a los Servidores... Pero aun así, es mucho más de lo que teníamos. Creo que podemos, hacerlo, ¡podemos destruir el sistema que Bill creó! —Preem se giró hacia Clefable y le miró a los ojos—. Gracias. Con la información que nos has dado podremos salvar a cientos de Pokémon, sacarlos de un auténtico infierno.

Clefable sonrió y emitió su sonido característico.

—Bueno, pues vámonos —Broza también sonrió—. Gracias por todo, Clefable. Siento lo que Bill te hizo... Pero espero que estés siendo muy feliz viviendo aquí. Y ahora, tenemos que irnos... Si somos capaces de encontrar el camino, claro. ¿Voy sacando el Repelente?
La chica echó a andar hacia la entrada de la gruta. De repente, Clefable se agarró con el brazo a la camiseta de Broza.

—¿Eh...? —la chica se volvió y vio a Clefable mirándola con seriedad—. ¿Qué te sucede?

—Espero que lleves alguna Pokéball de sobra —dijo Kadabra con sarcasmo—. Parece que quiere ir contigo.

—Pero... ¿por qué? —Broza acercó una mano al brazo de Clefable, pero él se alejó violentamente—. ¿Ves? No se atreve ni a tocarme. Tiene pánico a los humanos, y no le culpo. ¿Por qué iba a querer venir conmigo?

—Porque ha entendido lo que nos proponemos —dijo Preem, risueño—. Clefable guarda un enorme resentimiento. Si destruimos el Sistema de Almacenamiento de Pokémon, Bill se meterá en grandes problemas, y puede que se arruine. Eso hará feliz a Clefable... Cuantas más desgracias le ocurran a su antiguo entrenador, más feliz será él.

—Supongo que tiene sentido... —a Broza, Clefable no le parecía tan vengativo, aunque tuviera aspecto de haber pasado por cosas terribles. Pero no era ella la que leía las mentes—. Está bien... Bienvenido al equipo, supongo. A fin de cuentas, si queremos llegar hasta los servidores vamos a necesitar toda la ayuda posible.
No he tenido tiempo de revisarlo, así que ya me diréis las faltas y palabras repetidas que sin duda habrá.
Última edición por Malfuin el 05 Sep 2017, 10:26, editado 5 veces en total.

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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por LightHelco » 27 Ago 2017, 15:48

Leido, de primeras algunos errores:
Malfuin escribió:Tenía un folleto a cada persona que pasaba, pero no parecía preocuparle mucho si lo cogían o no.
Supongo que aquí será "Tendía"
Malfuin escribió:No hay ninguna necesidad de que gente como tú siga atrapando Rattatas, Spearows, Oddish, Tentacools y Ponytas que no utilizará jamás y los condene a vivir en cajas.
Rattata, Spearow, Oddish... se usa también el singular para referirse a los Pokémon en plural. Yo también cometo este error bastante a menudo, así que es más por mencionarlo que por "MIS HOGOS" xD
Malfuin escribió:—¡Elitista de mierda! —chilló Broza.
Esa lengua, Broza (?)
Malfuin escribió:La roca agitó los puños enfadada y comenzó a arrogarles otras piedras más pequeñas. Broza se agachó, chillando.
Arrojarles.
Malfuin escribió:Tangela saltó de alegría y regresó junto a Broza, mirándola con cariñño con los ojillos que relucían bajo la oscuridad de la maraña.
Te permitimos comerte una letra aquí.
Malfuin escribió:No es un gran Pokémon, pero contra los Geodudes es muy útil, supongo. Es el único que tienes, ¿verdad?

[...]

Los Zubats atacaban periódicamente, pero caían inconscientes sólo con ver a Preem, y Tangela se ocupaba de los Geodudes.
Nuevamente las S sobran.


Sobre la historia, ya habías mencionado el tema y si, realmente puede ser interesante. La habilidad de Preem me chirría un poco, quizás muy exagerada incluso para haber estado tanto tiempo en el PC, Kadabra siquiera es de los Pokémon Psíquicos más poderosos de la primera generación.

Lo de Bill también está un poco demonizado xD, quizás porque lo están diciendo varios Pokémon, pero la fusión con Clefairy fue un accidente en el que Bill estaba probando una maquina de teletransportación y acabó con los dos siendo combinados en uno, por lo que me interesa ver si vas a mantener esta versión o ir con la canónica, en si las dos van a dar para bastante con Clefable.

Por eso mis cajas siempre suelen tener los fondos de dibujicos monos, así nadie se siente mal (?)

Broza, hija, ¿siquiera sabes de que genero es tu Tangela que en un momento la tratas de masculino? Y luego dices del resto >:

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Crow
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Crow » 27 Ago 2017, 23:17

LightHelco escribió: Broza, hija, ¿siquiera sabes de que genero es tu Tangela que en un momento la tratas de masculino? Y luego dices del resto >:
Tu lo sabrías con solo mirarlo? O meterías la mano a comprobarlo?
Ora Ora Ora Ora Ora
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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 28 Ago 2017, 12:48

PARTE II – GIMNASIO DE PUENTEVIEJO
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A la mañana siguiente, tras desayunar, Broza salió de casa y fue a la arboleda que crecía justo detrás. Preem la estaba aguardando allí, sentado sobre un tronco caído.

—Podrías haber dormido en mi habitación, ¿sabes? —comentó Broza, sentándose junto a él—. No había ninguna necesidad de que pasaras la noche a la intemperie.

—Habría requerido dar demasiadas explicaciones a tu familia —replicó el Kadabra—. Les habría costado mucho creer que me hayas atrapado en estado salvaje, y no deben saber nada de lo que te propones hacer. También podría haber pasado fácilmente si me hubiera metido en la Super Ball, pero la verdad es que no quiero hacerlo salvo que no me quede otro remedio. Ya he pasado suficiente tiempo encerrado —Preem giró la cabeza—. Sin embargo, espero que me hayas traído algo de comer.

—Claro que sí —Broza sonrió y le tendió una fiambrera envuelta en un pañuelo verde. El Kadabra la abrió y se comió el arroz, el pescado empanado y la verdura cogiendo habilidosamente los palillos con la mano izquierda, a pesar de tener una cuchara en la derecha. La chica supuso que el cubierto no lo usaba para comer—. Bueno, ¿y cuál debería ser nuestro próximo movimiento?

—Dijiste que tenías un ordenador portátil, ¿lo has traído? —preguntó Kadabra. Dado que no usaba la boca para hablar, podía seguir explicándose tranquilamente mientras comía—. Muy bien. Si lo conectamos directamente a una sala de servidores, y con la información que Clefable ha proporcionado, podré liberar a todos los Pokémon atrapados en ese servidor. Cuando liberas a un Pokémon desde la Caja, la Pokéball se teletransporta al punto en el que el Pokémon fue capturado y se autodestruye, anulando la posesión del entrenador sobre la criatura. Así que no tendremos que preocuparnos de organizar una fuga compleja ni nada por el estilo.

—Pero no sabemos dónde están los servidores, ¿verdad? —Broza miró a Kadabra—. ¿Por dónde empezamos?

—Sospecho que debe haber una sala de servidores en cada ciudad —Preem cerró la fiambrera y se la devolvió—. Y no me extrañaría que estuvieran debajo de cada Centro Pokémon.

—¿Tú crees? —Broza le miró, no muy convencida. Dudaba que el Centro Pokémon de Puenteviejo pudiera tener un sótano muy espacioso, dada su ubicación en medio del río. Era complicado que hubieran podido realizar grandes excavaciones, pero ¿quién sabía?




Broza echó a caminar hacia el Centro Pokémon, con Kadabra siguiéndola. La ciudad no era muy grande, pero era un buen sitio para vivir, apacible y turístico. Se oía el constante rumor del río y se respiraba el aire de la montaña. Los críos jugaban por todas partes, persiguiéndose, algunos acompañados de Pokémon como Pichu, Nidoran o Bellsprout. Años atrás, Broza también había jugado con Tangela de esa manera. Pero cuando los chicos de su edad habían comenzado a empeñarse en combatir contra ella, había dejado de sacarla a la calle.
A aquella hora de la mañana, el Centro Pokémon estaba casi vacío. La enfermera de guardia tenía la cabeza apoyada contra un puño y ojeaba el móvil con aburrimiento. Era evidente que se moría de sueño.

—¿Sabes usar hipnosis? —murmuró Broza—. Creo que sólo le haría falta un empujoncito para quedar fuera de juego.

—Si quieres hipnotizar gente, mejor búscate un Drowzee —la chica no sabía si lo había imaginado, pero le pareció que la voz mental de Preem había sonado un poco irritada.

—Bueno, no te preocupes —la chica se fue a la zona de la cafetería, para salir del ángulo de visión de la enfermera, y se anudó el pañuelo verde que había usado para transportar la fiambrera en torno al cuello—. Tangela sí que sabe usar somnífero... Y si no funciona, quizá Clefable pueda cantar un poco.

En cuestión de minutos, la enfermera se desplomó sobre el mostrador y empezó a roncar. Habían usado una dosis muy pequeña; si entraba un entrenador con su Pokémon herido de urgencia, sería capaz de despertarla fácilmente.

—Ahora, supongo que deberíamos probar con la puerta que hay tras el mostrador —Kadabra miró hacia el techo—. En cuanto a las cámaras... —Preem entrecerró los ojos y levantó la cuchara. Hubo una especie de violento destello, que no duró ni medio segundo, y Broza sintió como si su corazón fuese un arriete que le golpeaba el pecho durante un segundo—. Ya está, no grabarán más que estática durante un rato.

—Increíble —Broza miró al Pokémon con admiración. Sus habilidades para interferir con la tecnología humana le volvían único; empezaba a hacerse una idea de lo extremadamente valiosas que eran—. Bueno, vamos.




Tras el mostrador había una habitación de descanso para las enfermeras y médicos, con cuarto de baño, vestidor, máquina de café que funcionaba sin monedas y otras comodidades. Más allá, encontraron las salas para tratamientos a largo plazo, que prácticamente nunca se utilizaban, porque la máquina de la recepción podía curar casi cualquier herida.
Pero de una posible sala de servidores no había ni rastro.

—No lo entiendo —dijo Kadabra—. Supongo que es posible que no haya sala de servidores en una ciudad tan pequeña como esta y esté todo centralizado en alguna gran urbe como Campolargo, Azulona o Trigal... Pero eso contradiría la información que he obtenido de Clefable.

—Pero, ¿no crees que un edificio que almacena digitalmente miles de Pokémon estaría mejor protegido que esto? —preguntó Broza—. Nos hemos colado usando somnífero, algo de lo que disponen muchos Pokémon de planta y bicho. Si realmente hubiera algo de valor aquí, no resultaría tan sencillo.

—Llevas razón... pero, ¿dónde más puede estar? —Kadabra se cruzó de brazos—. Un edificio oficial que suelas encontrar en todas o casi todas las ciudades y esté protegido por fuerzas de seguridad... o por entrenadores fuertes.
Preem y Broza se miraron.

—¡El Gimnasio Pokémon! —exclamaron al unísono.

—Vale, entonces tenemos que salir de aquí —dijo Broza—. Vamos sin hacer ruido. Espero que la enfermera no se haya despert...

—No te molestes —Kadabra la agarró del brazo y ella se sintió como si cayera por el hueco de un ascensor. Entonces el sol le dio de cara y trastabilló, pero Preem impidió que perdiera el equilibrio—. Ya está.

Estaban en la entrada del Centro Pokémon.

—Ah, claro, puedes teletransportarte —Broza parpadeó—. ¿Por qué no hemos hecho esto para entrar?

—El teletransporte tiene sus limitaciones —replicó Preem—. Cuando te teletransportas, te conviertes en pura energía mental. Y la energía mental es muy sugestionable... Si hay alguien por ahí que piensa “Esta es una zona sólo para personal autorizado”, eso se vuelve realidad para ti, y es como si un muro te empujara fuera de ese sitio. No es tan sencillo como parece.

—Ah... —Broza miró hacia el lado oeste de la ciudad. Desde allí veían el tejado del Gimnasio, que destacaba entre las casas de madera de la zona—. Bueno, ¿cómo entramos?

Preem se quedó pensativo durante un rato.

—Supongo que lo mejor que puedes hacer es entrar y retar al líder del gimnasio —dijo Kadabra—. Yo me ocuparé del resto.

—Eh... No me voy muy capacitada para... —Broza llevaba años sin enfrentarse a un entrenador.

—No te preocupes por eso —dijo el Kadabra—. Yo me ocuparé de todo.

Echaron a caminar hacia el Gimnasio. Nerviosa ante la idea de enfrentarse al líder, Broza sacó el teléfono móvil y comenzó a mirar información sobre Tangela, Clefable y Kadabra. Así se enteró de que Clefairy sólo podía evolucionar con una Piedra Lunar... Aunque como el Monte Moon era famoso por su abundancia en estas, no le parecía extraño que el Pokémon hubiera encontrado una durante los años que había vivido allí.

Y entonces se giró para mirar a Preem.

—Oye, ¿es verdad que puedes evolucionar si te intercambian? —preguntó Broza, mirando al Kadabra—. ¿No quieres convertirte en Alakazam? Conozco a un chico con el que podría intercambiarte dos veces y tenerte de vuelta enseguida. Tenemos pocas posibilidades de ganar, pero aumentando tu fuerza podrías...

Preem se detuvo en seco. Miró a Broza y suspiró.

—Mis datos están dañados, ¿recuerdas? Yo ya no soy exactamente un Kadabra. Soy... otra cosa. Nunca podré evolucionar, haga lo que haga. Tampoco tener descendencia. Mi material genético está hecho trizas.

—¿Qué? Pero... —Broza levantó una mano, pero la bajó sin atreverse a tocarla—. Lo siento.

—Percibo la compasión en tu mente, y te aseguro que es innecesaria —replicó Preem—. Puedo no ser tan poderoso como Alakazam, pero mi mutación me vuelve más fuerte que cualquier otro Kadabra. Y además dispongo de poderes únicos que ninguno de mi especie posee, que me servirán para liberar a los Pokémon atrapados. Yo tengo un propósito.

—De acuerdo... —Broza echó a caminar de nuevo, cabizbaja. Era cierto: sin aquel Kadabra, ella todavía estaría repartiendo panfletos en el Centro Pokémon, siendo blanco de mofas o simplemente ignorada. Gracias a Preem tenía la oportunidad de hacer un bien real. Pero no podía evitar sentirse furiosa con el entrenador que le había metido en una caja y se había olvidado de él para siempre.

—Y bien, ¿de qué tipo es el Gimnasio Pokémon de Puenteviejo? —preguntó Kadabra, como para distraerla de sus lúgubres pensamientos.

—¿No lo sabes? Alvesta es famosa por sus gimnasios multitipo —la chica levantó dos dedos—. Cada líder es libre de tener el equipo que quiera, con la condición de que tenga al menos un Pokémon de cada tipo del gimnasio... O uno que combine ambos tipos, si es que existe. Por supuesto, no puede usar Pokémon que no pertenezcan a ninguno de los dos tipos, salvo raras excepciones.

—¿Y los tipos del gimnasio de aquí son...?

—Bicho y siniestro —sonrió Broza con amargura.

Preem parpadeó.

—Si no tuviera poderes psíquicos, pensaría que estás de broma.




Kadabra se detuvo a la entrada del gimnasio. Se tocó la frente con un dedo.

—Sólo percibo a una persona dentro; quizá sea el líder del gimnasio. Si hubiese discípulos, tendríamos que encargarnos también de ellos, pero esto simplifica las cosas... Así que adelante.

No era la primera vez que Broza estaba allí, de vez en cuando había acompañado a Jarro o a algún otro chico para que retaran al líder; siempre habían perdido irremediablemente, por supuesto. Por desgracia, no recordaba qué equipo había usado el líder contra ellos... Lo único que recordaba con claridad era que tenía un Ninjask. ¿O era un Shedinja? No estaba segura...

Antes de cruzar la entrada, Preem levantó la cuchara y aquel destello repentino y la sensación de sobresalto se repitió. Broza se llevó una mano al pecho y suspiró. Supuso que el Kadabra había vuelto a anular las posibles cámaras de seguridad, pero habría deseado que la avisara antes de hacerlo.

El interior del gimnasio estaba decorado con un denso bosque de árboles negros, retorcidos y muertos. La iluminación se mantenía muy baja, salvo por algunas luces azules estratégicamente colocadas en el suelo. La chica sabía que los adeptos del gimnasio solían ocultarse entre aquellos árboles para emboscar a los aspirantes y retarles antes de que llegaran al líder. Según Preem, a aquella hora no había ninguno, lo que le parecía una suerte.
Aquello era casi como una casa del terror.

Atravesaron la arboleda y vislumbraron a un chico en el centro de un claro. Estaba sentado sobre un cojín, comía galletas y tenía un libro sobre las piernas. Pero en cuanto pisaron el claro, una música épica comenzó a sonar a través de unos altavoces y él se levantó y se volvió hacia ellos. Era un chico bajito, de piel morena, que iba descalzo a pesar de estar sobre un suelo de tierra y llevaba el pecho al descubierto. Para Broza era un vecino de toda la vida, claro, y sabía que no llevaba esas pintas cuando salía a la calle.

Debía estar muy oscuro, porque el líder entrecerró los ojos para distinguirla. Kadabra levantó la cuchara y apuntó con ella al chico. A ella le pareció ver una ondulación en el aire, pero como no sucedió nada, pensó que lo había imaginado.

Cuando se acercaron más, quedaron bañados por la potente luz azul que brillaba en el centro del claro.

—¿Nos conocemos...? —preguntó el líder, sin dejar de mirarla—. Me suena bastante que...

—Pues claro que nos conocemos, Tiamak —dijo Broza—. ¿No me recuerdas? Soy...

Kadabra le dio un codazo.

—Le he confundido para que no pueda recordar tu identidad más tarde —dijo en su mente—. No lo estropees.

Tiamak sacudió la cabeza.

—En fin, debo ceñirme al guión —el muchacho carraspeó—. ¡Soy Tiamak, el líder del Gimnasio Pokémon de Puenteviejo! ¡Los Pokémon bicho y los siniestros tienen algo en común: pueden inspirar terror incluso a los más valientes! ¡Cuando te enfrentes a mí, descubrirás que...!

Preem levantó una garra, la movió velozmente hacia Tiamak y el cuello del chico giró bruscamente, con un crujido. El líder del Gimnasio se desplomó.

—¡Tiamak! —chilló Broza, y corrió hacia él—. ¡Por las Tres Aves, Preem! ¡Lo has matado!

—En realidad no —dijo Preem, caminando lentamente y examinando los alrededores con calma—. Sabía que no aprobarías su muerte, así que sólo lo he dejado inconsciente. No deberían quedarle secuelas.

—Pero... pero... ¿por qué? —tras tomar el pulso a Tiamak, Broza le colocó el cojín bajo la cabeza y trató de colocarlo en una posición cómoda.

—Habríamos tenido que dejarle fuera de juego de todos modos, tras vencerle —dijo Kadabra—. Y estábamos en gran desventaja debido a los tipos, así que... ¿para qué arriesgarnos con ese trámite y quedar fuera de juego? Nuestra misión es otra.

—Lo sé, pero...

—Aprovecha y coge una de las medallas —añadió Preem—. Podría resultarnos útil, si no me equivoco.

Broza suspiró y sacó una caja de madera del bolsillo de Tiamak. Había una medalla con la forma de un espantoso insecto en el centro de una esfera negra. Se quedó mirándola.

—No me la he ganado —murmuró.

—¿Y desde cuándo te importan las reglas oficiales de la Liga Pokémon? —se preguntó Preem—. No paras de decir que no eres una entrenadora. Guarda esa medalla y ven aquí. He encontrado la entrada.

Había una trampilla oculta en el tronco de un enorme árbol falso detrás del claro. Kadabra la abrió y vieron que el interior era un túnel metálico, hueco, al que se podía descender a través de una escalera de mano. Chica y Pokémon se miraron un segundo y asintieron. Sin dejar espacio a la luda, comenzaron a descender.




—Bingo.

Allí estaba, una enorme habitación a la temperatura ideal y escasamente iluminada, llena de gigantescas torres de ordenador que zumbaban en silencio y cuyas luces se encendían y apagaban lentamente.

Broza se acercó al primero, tratando de encontrar algún orificio en el que conectar el cable de su portátil, pero no encontraba nada. Preem la miró y entendió lo que pretendía.

—No puedes conectarte directamente a los servidores, ni siquiera desde aquí —explicó—. Pero debe haber alguna clase de punto de acceso al que los técnicos que bajen aquí puedan conectar sus terminales —giró sobre sí mismo, escudriñando la oscuridad de la enorme sala—. Mira, ¡ahí está!

Había una mesa y una silla en una esquina, separada del resto por una pared de cristal y una cortina de plástico. Retiraron la cortina y Broza se sentó en la silla, sacando su portátil y conectándolo a la clavija que se veía en la pared.

—¿Irás dándome instrucciones? —preguntó Broza, mirando como en la pantalla del portátil se cargaba un sistema operativo desconocido para ella—. ¿O quieres hacerlo tú? Yo sé un poco de informática, pero eres tú quien tiene la información de Clefable.

—Me temo que mis dedos son muy poco adecuados para emplear un teclado humano —admitió Preem—. Si me lo permites, con mis poderes podría tomar prestadas tus manos un momento. Iríamos más rápido y no tendrías que hacer nada.

—Eh... De acuerdo, supongo —Broza se sintió nerviosa. Vio como Kadabra le acercaba la cuchara y le tocaba la frente con ella. Estaba muy fría. Se sintió como si un líquido helado le fuera recorriendo el cabello y la cara, y de repente sus dedos comenzaron a moverse solos.

Tecleaban a una velocidad pasmosa. Broza nunca había soñado que pudieran moverse tan rápido. Tras unos segundos mirándolos, se dio cuenta de que ni siquiera estaba mirando la pantalla; pero eso no importaba, porque Preem tenía la vista fija en el monitor. La chica echó un vistazo y vio montones de ventanas de comandos abriéndose y cerrándose a velocidad de vértigo. No le daba tiempo a leer lo que sus dedos escribían. Estaba segura de que jamás habría podido hacer aquello por sí misma.

De repente, sus dedos se quedaron inmóviles. La pantalla ahora mostraba un millón de cuadrados diminutos, y dentro de cada cuadrado había varios puntitos. Algunos cuadrados tenían más puntos que otros. Tardó un segundo en comprender que cada uno de aquellos diminutos puntos era un Pokémon.

—No vamos a liberar a los Pokémon recién capturados que se envían a las cajas, ni a los que entran y salen de ella con cierta frecuencia. Sólo serán liberados aquellos Pokémon que llevan una cantidad inhumana de tiempo encerrados, ¿te parece bien?

—Sí —sonrió Broza—. Es perfecto.

—Cuando entramos, mi intención era matar al líder de este Gimnasio —añadió Preem—. Pero me di cuenta de que esa idea te generaría rechazo. Sin embargo, muchos de estos Pokémon tendrán incluso menos escrúpulos que yo a la hora de matar, o se habrán vuelto completamente locos y atacarán a quien vean. Si presionas ENTER, devolverás la libertad a miles de Pokémon, pero estarás condenando a muerte a seres humanos. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Broza apartó los dedos del tejado.

—Una vida humana tiene un valor incalculable —susurró—. Salvaría antes a un humano que a un Pokémon de inteligencia baja como Pidgey o Weedle. Pero también hay Pokémon como tú, cuya inteligencia rivaliza o supera a la humana. Esas vidas no tienen más valor que las nuestras.

—Es una curiosa forma de verlo —puntualizó Kadabra.

—Además, desde el momento en que se creó este sistema, en que la gente comenzó a hacer mal uso de él, esto quedó decidido. La culpa no es de quién libera a los Pokémon, sino de quien los encierra y los cabrea —Broza tomó aliento—. He llegado hasta aquí. Lo único que puedo hacer ahora es ceñirme a mis principios. ¡Sois libres!

La chica tomó aliento y apretó el botón ENTER con el índice. Al instante, los puntitos de la pantalla comenzaron a desaparecer a velocidad pasmosa. Broza se habría quedado a observar el proceso completo, pero de repente una alarma comenzó a sonar con fuerza sobre sus cabezas. Antes de que pudiera reaccionar, Preem la agarró del brazo y los dos se desvanecieron.
Última edición por Malfuin el 30 Ago 2017, 10:28, editado 1 vez en total.

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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 29 Ago 2017, 14:24

PARTE III – PUENTEVIEJO / MONTEPINO
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—Broza, unos policías quieren hablar contigo —su madre la examinó con preocupación—. ¿Ha pasado algo?

—No, que yo sepa —replicó Broza, y se dirigió a la entrada. Ya sabía que venían, porque Preem la había advertido telepáticamente. Estaba mentalizada.

Cuando abrió la puerta, vio a un par de agentes (un hombre y una mujer) que iban acompañados por un Growlithe y un Houndour. Lógicamente, también llevaban pistolas.

—¿Eres Broza? —preguntó la mujer, sacando un cuaderno y un boli.

—Sí, soy yo —respondió ella.

—¿Dónde estabas ayer por la mañana? —quiso saber la agente.

—En el Monte Moon, entrenando un poco a mi Tangela —replicó Broza—. Además, conseguí capturar a un Clefable. Puedo enseñárselo, si quiere.

—Así que un Clefable —los agentes se miraron—. Nos han dicho que se te ha visto con un Kadabra últimamente. ¿También lo atrapaste allí?

—Qué va —Broza se encogió de hombros—. Una amiga de Alola atrapó un Abra, pero cuando evolucionó sus padres comenzaron a molestarse por el asunto de los poderes psíquicos y dijeron que ya no le dejaban tenerlo, así que se lo intercambié por un Paras.

La agente escribió algo en el cuaderno. Su compañero se inclinó sobre Broza.

—¿Has oído algo sobre los Pokémon liberados?

—Claro, está en todas las noticias —asintió Broza—. Un montón de Pokémon se han soltado de sus Cajas.

—Y todos ellos estaban almacenados en el servidor local de Puenteviejo —añadió el agente. Se metió una mano en el bolsillo y se sacó uno de los panfletos hechos por Broza—. Al parecer, has estado repartiendo esto últimamente. Libertad para los Pokémon que agonizan en las cajas, ¿eh? Debes estar contenta con lo sucedido ayer.

—En parte, sí —admitió Broza—. Pero no me gusta que lo haya tenido que hacer alguien a la fuerza, saltándose las leyes. Mi deseo era que los entrenadores se dieran cuenta por sí mismos del problema y lo solucionaran liberando a los Pokémon que no pensaran usar.

La agente se cruzó de brazos.

—Pero apruebas lo sucedido, ¿no?

—Mire, si quiere puede detenerme, pero no he sido yo —Broza se encogió de hombros—. No tengo ni idea de cómo hackear un servidor. No sabría ni por dónde empezar. Quizá alguien que entienda más de esos temas cogió alguno de mis panfletos, los leyó y decidió hacer justicia por su mano. Pero en ese caso no sería culpa mía, porque no era eso lo que estaba promoviendo.

—Esto no es un juicio, ni nosotros jueces —repuso el agente—. Limítate a responder a las preguntas. Pero no sospechamos de nadie en especial, y tampoco tenemos evidencias para detenerte. Relájate y se sincera.




Le hicieron varias preguntas más, y luego se marcharon. Broza cerró la puerta, se dirigió a su habitación y se sentó recostada contra una pared. Suspiró.

—¿Lo he hecho bien? —preguntó en voz baja.

—Bueno, es evidente que no les has dado razones para que te lleven prisionera —repuso la voz de Preem—. Sin embargo, no he captado ninguna impresión acerca de lo que piensan de ti, ni he podido influir en sus razonamientos. Parece ser que, a sabiendas de que tienes un Kadabra, han tomado algunas precauciones inusuales: sus pensamientos estaban protegidos por una poderosa barrera mentálica que he sido incapaz de atravesar. Supongo que algún Pokémon psíquico colabora con el cuerpo de policía. Podría haber tratado de destruir la barrera, pero entonces ese Pokémon lo habría advertido y las consecuencias habrían sido peores. Además, no ha hecho falta.

—Menos mal —suspiró Broza, y encendió la televisión de su habitación con el mando a distancia.

Había estado enganchada a las noticias desde el momento en que había liberado a los Pokémon del servidor. Durante las primeras horas, no había sucedido nada, pero pronto comenzaron a denunciarse casos. Personas que descubrían a sus Pokémon, a los que creían en sus cajas, arañando las puertas de sus casas. Había sido una reacción que Broza no había esperado, que volvieran con sus entrenadores voluntariamente después de lo que había pasado. En la tele no dejaban de salir imágenes de una mujer abrazando a su Ponyta, al que había olvidado que tenía, y llorando por la inmerecida lealtad que le había demostrado su Pokémon, y prometiendo llevársela de aventuras mientras hubiera vacaciones.

Pero los que regresaban con sus entrenadores eran raras excepciones. En general, al oír el asunto de los Pokémon fugados del servidor, la gente se conectaba para comprobar sus propias cajas, y montaban en cólera al constatar las desapariciones. Era evidente que aquellos Pokémon a los que no habían visto en años no les debían importar demasiado, pero oliéndose una jugosa compensación monetaria, denunciaban a la compañía del Sistema de Almacenamiento de Pokémon sin dudarlo. Otros, que no eran entrenadores pero usaban el Sistema de Almacenamiento de Objetos, se preguntaban si el fallo de seguridad existía en ambos sistemas y si sus posesiones almacenadas estaban a salvo.

No fue hasta la medianoche que empezaron a escuchar noticias más siniestras. Un extraño Ampharos con garras enormes y el cuerpo lleno de espirales había electrocutado hasta la muerte a todos los miembros de una granja en las afueras y se había dado a la fuga. Un Primeape enloquecido, con el pelaje dorado y el doble de tamaño de lo normal, había saltado a la autopista y había comenzado a enviar a los coches fuera de la carretera a puñetazos. Una mujer había sido hallada muerta, con toda su sangre drenada y unas mordeduras en el cuello que solamente podían ser de Golbat. Un Ursaring de pelaje negro con un ojo rojo enorme y funcional abierto en el pecho recorría las calles de Puenteviejo, comprobando el interior de todas las casas a través de las ventanas, sin atacar a nadie activamente pero matando sin dudarlo a cualquiera que se le acercara...

Y parecía ser que en el bosque rondaba algo mucho peor, algo que nadie sabía cómo describir, pero extremadamente peligroso.

—¿Te arrepientes? —preguntó Preem.

—No —Broza suspiró—. Lamento todas las muertes, claro. Pero esos Pokémon no estarían actuando así si los humanos no les hubieran encerrado para empezar. Los actos tienen consecuencias. Esta vez nos toca pagar a nosotros, eso es todo.

—Me pregunto si los familiares de las víctimas lo verán así... —Kadabra era un eco de sus pensamientos—. Entonces, ¿estás dispuesta a continuar con esto? ¿A liberar a los Pokémon del resto de servidores? Si nos demoramos demasiado, podrían llegar a corregir el fallo de seguridad que estoy aprovechando.

—Continuaremos —Broza cogió su teléfono móvil y abrió la aplicación de los mapas—. Creo que nuestro siguiente objetivo podría ser Montepino. Según esto, el gimnasio de allí es de planta y roca. Los entrenadores suelen caminar un día entero para llegar hasta allí, luchando entre ellos y con Pokémon salvajes... pero en realidad se puede llegar en una hora si vas en tren...

—¡Ultima hora! ¡Se ha vuelto a avistar el misterioso Pokémon del bosque! ¡Esta vez, en las inmediaciones de Puenteviejo! —la pantalla de la televisión mostró una grabación hecha con un teléfono móvil, en la que una especie de sombra devoraba un vehículo con un hombre dentro. No se veía de qué Pokémon se trataba, al parecer lo habían pixelado para no mostrar algo tan horrendo por la televisión.

De repente, Kadabra se teletransportó al lado de Broza, dándole un susto de muerte. Preem se inclinó sobre la televisión y comenzó a tocar la pantalla con la cuchara.

—No... No puede ser...

—¡Oye! —exclamó Broza, levantándose—. ¡Creía que no podías teletransportarte sin permiso a propiedades privadas!

—Técnicamente, ahora eres mi entrenadora, así que esta es mi casa —el pensamiento de Preem atravesó la cabeza de la chica con la velocidad de una flecha. Al parecer, le podía la impaciencia—. Esta criatura es algo peor que un Pokémon mutado como yo y los otros. Ha llegado a un punto de no retorno. Hay que matarlo, y creo que soy el único Pokémon en esta ciudad que puede hacerlo.

—¿¡Matarlo!? ¿Qué...? —Broza miró a Kadabra en busca de explicaciones, pero el Pokémon abrió su bolso, sacó la Super Ball y desapareció dentro de ella.

—Llévame hasta allí —fue su último pensamiento.




Broza no entendía por qué Preem había entrado en la Pokéball, pero salió de casa y corrió rumbo al norte, hacia el bosque que se extendía a las afueras de la ciudad. Se encontró con mucha gente que corría en dirección contraria, lo que la asustó. ¿Estaba cometiendo una locura? Kadabra había dicho que era el único que podía vencer al misterioso Pokémon. Pero, ¿y si no lo lograba? ¿Qué pasaría entonces?

De repente, una mano la agarró por la muñeca y tiró de ella. Broza chilló y luchó por liberarse.

—¡Broza! ¡Soy yo! ¡Broza!

—Jarro —la chica sintió que el corazón le volvía a latir.

—Entra en mi casa —dijo Jarro—. Es peligroso, ¡dicen que una criatura extraña viene en esa dirección! Varios entrenadores han tratado de detenerlo, pero... —negó con la cabeza—. Vamos, entra.

—No puedo —dijo Broza, soltándose y retrocediendo—. Tengo que ir.

—¿Pero qué...? —Jarro entrecerró los ojos—. Oye, hace un rato han venido los agentes a mi casa, a preguntarme por el asunto de los folletos. Pensé que no tenía nada que ver, pero... ¿no habrás provocado tú todo esto?

—Jarro, yo... Tengo que irme, en serio.

—¡Broza!

—¡Lo siento!

Broza corrió hacia el norte, dejando atrás las últimas casas y bajando por la cuesta llena de hierba que llevaba al bosque. Algunos Rattata se cruzaron con ella en dirección contraria, pero estaban demasiado asustados como para pararse a luchar.

Y entonces lo vio, saliendo entre los árboles. La televisión no lo había pixelado. Aquel era el aspecto de la criatura. Tenía una forma vagamente reconocible, podría haber sido Rhydon, o Kangaskan, o Nidoking... Pero también podría no haber sido ninguno de ellos. Su cuerpo estaba formado por cuadrados de diferentes tamaños que variaban de color y textura a velocidad de vértigo. Su cola se agitaba, dejando una estela de píxeles tras él.

Era enorme.

Broza frenó en seco y resbaló por la hierba, mientras echaba mano a la Super Ball y la lanzaba frente a ella.

—¡Preem! ¿Qué es esa maldita cosa?

El Kadabra levantó la cuchara y apuntó con ella al ser, que comenzaba a subir la larga cuesta hacia la ciudad.

—Antes de nada, compruébale con la Pokédex —dijo Kadabra—. Tienes la aplicación de Pokédex instalada en el teléfono, ¿verdad?

—S-sí —Broza orientó el teléfono hacia la figura y esperó que la pantalla mostrara algo—. ¿Qué demonios es esto...? ¿MissingNo?

—Número no encontrado —dijo Preem con tranquilidad—. Lo que me temía.

—¿¡Qué es eso de no encontrado!? —Broza retrocedió unos pasos, no podía quedarse allí de pie, tranquilamente, mientras esa maldita cosa se acercaba a ella.

—Mis datos se han corrompido —dijo Preem—. Ya no soy exactamente Kadabra. Pero si me apuntas con una Pokédex, me registrará como tal. Sin embargo, la corrupción de ese pobre Pokémon es mucho más pronunciada que la mía. Su material genético recompuesto ha dejado de tener sentido, es una abominación andante. Ya no se puede considerar un Pokémon. Por supuesto, la Pokédex es incapaz de registrarle y asignarle un número, así que... Número no encontrado. Todos los Pokémon acabarían así si los dejaras en la Caja el suficiente tiempo. ¡Reflejo!

Una especie de campo de energía apareció entre ellos y MissingNo. Broza se sintió un poco más segura, aunque sabía que aquello no lo detendría. El movimiento llamó la atención del enemigo, que soltó un rugido (o algo vagamente similar, sonaba como una cadena de televisión sin decodificar) y cargó de bruces contra Kadabra.

Sucedió algo desconcertante. El campo de energía brilló con intensidad, y por un instante Broza vio líneas de código escritas en el aire. Montones de líneas. Los píxeles de MissingNo cambiaron de color y forma como locos, y la enorme criatura salió despedida. Cayó sobre la hierba y rodó cuesta abajo entre gritos furiosos e incomprensibles.

—¿Pero qué...? —Broza se adelantó unos pasos, perpleja—. ¿Qué acaba de pasar?

—Te recuerdo que mis poderes ya no son simplemente psíquicos —la voz mental de Kadabra sonaba calmada—. He aderezado mi reflejo con un antivirus... No, más bien un firewall... escrito expresamente para detener a MissingNo. No estaba seguro de si funcionaría, porque los MissingNo del pasado eran mucho más débiles que este.

—¿Del pasado? —Broza miró con perplejidad a la criatura que se levantaba aturdida en la parte más baja de la cuesta—. ¿Qué...? ¿Esto ha pasado antes?

—Las versiones beta del Sistema de Almacenamiento de Pokémon eran inestables —dijo Preem—. Pero Bill necesitaba probarlas con muchos tipos de Pokémon diferentes... Por eso se instaló un servidor de pruebas en el Laboratorio de Isla Canela, empleando los mismos ordenadores que más tarde se utilizarían para programar a Porygon. Y por supuesto, como en todo sistema beta, se reportaron errores. Pokémon que entraban en las Cajas y desaparecían. Pokémon que no se podían sacar de las Cajas. Pokémon que salían del PC tan dañados que ya no se les podía considerar Pokémon. Estos seres escaparon del laboratorio y sobrevivieron un tiempo en las costas de Isla Canela, hasta que Rojo las localizó mientras llevaba a cabo su cometido de catalogar a todos los Pokémon. Descubrió que la Pokédex no podía registrarlos y se dirigió al Laboratorio en busca de respuestas. Cuando le contaron la verdad, optó por la solución más misericordiosa: destruyó a los MissingNo para acabar con su sufrimiento perpetuo. Criaturas así no sienten otra cosa que dolor.

El MissingNo al que se enfrentaban ahora no parecía estar disfrutando de la vida, desde luego. Volvía a la carga estúpidamente, directo hacia el reflejo de Kadabra, a pesar del daño que le había provocado. Broza se mareaba con solo mirar los cuadrados multicolor que se deslizaban sobre su piel, la forma en que su cuerpo cambiaba de forma en plena carrera, como si su estructura osea y muscular fuese algo moldeable.

—Por supuesto —continuó diciendo Preem—. Rojo nunca hizo público nada de esto, y la existencia de MissingNo jamás ha sido reconocida oficialmente. No era más que una absurda leyenda urbana de Isla Canela... ¡hasta ahora!

MissingNo volvió a estamparse contra el campo de fuerza, y fue repelido hacia atrás. Pero esta vez, Kadabra se las había arreglado para crear un segundo reflejo a sus espaldas, así que chocó de nuevo y, con un cegador chisporroteo, se fue de bruces contra el suelo. La hierba arrancada saltó por todas partes.

La criatura miró a su alrededor, y vio que a izquierda y derecha aparecían nuevos reflejos. Miró hacia el techo y flexionó las rodillas para saltar, pero en cuanto se separó del suelo, un último campo de fuerza apareció, haciendo de techo y completando el cubo. MissingNo se chocó de cabeza contra el cortafuegos y volvió a estamparse sobre la hierba.

—¡Sí! —Broza se adelantó, eufórica—. ¡Ya lo tienes!

—Voy a intentar comprimir el cubo hasta aplastarle —los brazos de Kadabra temblaban. El esfuerzo de concentración que estaba haciendo para mantener cinco reflejos a la vez era notable. La cuchara se doblaba en espiral sobre sí misma una y otra vez. Todo estaba bañado por una luz blanca y rosa...

Y de repente, el brazo de MissingNo atravesó una de las barreras con violencia. En el interior del cubo se oyó un inconfundible grito de dolor, a pesar de lo distorsionado que sonaba. Y el brazo atascado en el reflejo comenzó a atravesarlo hacia afuera. El morro del ser también emergió. Por todo el cubo, las diminutas líneas de texto se volvían rojos y la palabra ERROR aparecía por todas partes.

—No puedo creerlo —Preem sonó casi admirado—. ¡Está atravesando el cortafuegos! Yo no... No puedo hacer más. Estoy gastando todas mis energías para mantener la barrera, no puedo atacar. Van a tener que ser tus Pokémon quienes maten a MissingNo.

—¿Qué...? Pero...

—¡No hay tiempo! —la urgencia que bullía en la mente de Kadabra se trasladó a la de Broza al instante. La chica sacó sus Pokéball restantes y llamó a los dos únicos Pokémon que tenía.

—¡Tangela! ¡Clefable! ¡Por favor, tenéis que detenerle!

Tangela comenzó a atacarle con sus tentáculos, golpeando con tanta fuerza como podía. Cada vez que le alcanzaba el morro y el brazo, saltaban píxeles dañados en todas direcciones, pero no parecía que le hiciera demasiado daño. Clefable fue mucho más útil: levantó ambos brazos y creó una especie de esfera de energía blanca y rosada. La lanzó y estalló con fuerza al golpear a MissingNo. Le lanzó contra las paredes internas del cubo, que le causaron graves daños.

Por fin, Clefable saltó también al interior del cubo y le atacó con Golpe Cuerpo para terminar el trabajo. En ese instante, Preem se agotó por fin y los reflejos desaparecieron. Los píxeles que formaban a MissingNo parpadearon todos casi al unísono durante un momento y se lanzó contra el Pokémon psíquico, pero los tentáculos de Tangela lo ralentizaron y Clefable le placó con una fuerza terrible. MissingNo estalló en miles de cuadrados que se desperdigaron en todas direcciones como una nube de confeti y se desvanecieron al cabo de varios segundos.

Preem se dejó caer de espaldas y jadeó, exhausto. Clefable rodó sobre sí mismo y se examinó las heridas que se había provocado al placar al extraño ser. Tangela se dejó caer en el sitio, ocultando ojos y pies, convertida en una auténtica maraña de enredaderas.

—¿Ya está? —Broza sintió que se tambaleaba. Había quedado agotada por la carrera hasta allí y por el pánico—. ¿Lo hemos destruido?

—Sí, pero ahora tenemos más cosas de las que preocuparnos. Mira hacia arriba.

Broza se dio la vuelta. En las ventanas de las casas cercanas, arriba del todo de la cuesta llena de hierba, había un montón de gente. Algunos hasta habían trepado a los tejados. Escuchó algunos vítores y aplausos aislados, aunque la mayoría parecían demasiado ocupados grabándolo todo con sus teléfonos.

—Mierda —masculló Broza, y se dio la vuelta con rapidez para evitar que grabaran mucho su cara.

—Si nos quedamos por aquí, van a hacerte muchas preguntas respecto a MissingNo —observó Kadabra—. Y si te interrogan con ayuda de un Pokémon psíquico, no podrás engañarles. Incluso si trato de proteger tu mente, lo notarán. De todos modos, pensábamos salir de la ciudad, ¿no es cierto? Lo mejor será que cojamos ese tren cuanto antes.

—Pero... Mis padres...

—Puedes llamarles en cuanto se te ocurra una excusa convincente —replicó Kadabra, poniéndose en pie y sacudiendo la cabeza, todavía un poco mareado—. Diles que te vas a hacer entrenadora Pokémon —añadió, burlón—. Te diriges al gimnasio, a fin de cuentas.




La estación de tren estaba atestada de gente. Dado que Puenteviejo era el único lugar siendo asediado por los extraños Pokémon enloquecidos, de repente a todo el mundo le apetecía dejar la ciudad. Broza tuvo suerte de que casi todos los pasajeros se dirigieran a Campolargo, la capital de la región, porque eso le permitió comprar los dos últimos billetes.

El tren estaba atestado. Muchos iban de pie, pero Broza y Preem encontraron un asiento cerca del fondo. El vehículo abandonó la estación y se dirigió al oeste, atravesando primero un pequeño bosque y luego campos de cultivo. Un rato después, con la vista fija en el norte, la chica vislumbró una silueta conocida.

—Eh, Preem, ¿ves esa montaña? —Broza señaló hacia la inmensa mole, que cada vez estaba más cerca.

—Sería difícil no verla —replicó el Kadabra.

—Es el Monte Volcalinde, el pico más alto de la región —explicó Broza—. Si afinas mucho la vista, verás un edificio construido en la cima.

Preem se inclinó sobre la ventanilla.

—Sí, creo que lo veo —admitió.

—Es la Liga Pokémon —explicó Broza—. Ahí es donde reside el Alto Mando. Estamos viendo la falda sur, claro. Desde aquí no se puede subir. Para llegar hay que entrar por el norte.

—Hum... —Preem volvió a recostarse en el asiento—. Admito que mis conocimientos de esta región son limitados. Por el nombre, deduzco que la montaña es un volcán, ¿verdad?

—¡Sí, y uno en activo! —dijo Broza—. Si entrara en erupción, habría que evacuar Puenteviejo. Pero hay Pokémon en su interior que evitan que eso ocurra. En realidad, es bastante seguro...

—Oye —una mujer con un mechón teñido de color fucsia se paró frente a Broza y Preem—. ¿No ves que hay gente de pie? ¿Qué hace tu Kadabra ocupando un asiento?

Broza parpadeó.

—¿Perdona?

—Hay. Personas. Levantadas. —La desconocida señaló a Kadabra—. ¡Tu Pokémon tiene que dejar el asiento libre! Si no quiere ir de pie, mételo en la Pokéball.

—¿De qué hablas? Yo he pagado dos billetes —Broza se cruzó de brazos—. Y lo he hecho precisamente porque a mi Kadabra no le gusta ir en la Pokéball.

—Si tu Pokémon está malcriado, no es mi problema —la chica con el mechón fucsia se sacó su propio billete del bolsillo—. Todos hemos pagado un billete, y la normativa del tren lo deja muy claro: si hay asientos insuficientes, las personas tienen preferencia.

—¿Las personas? ¡Deja de hablar de mi Pokémon como si fuese un Magikarp o algo así! ¡Es más inteligente que tú y que yo! ¡Tiene derecho a...!

—Déjalo estar —Preem se levantó—. No merece la pena montar una escena por esto.

La desconocida sonrió con suficiencia.

—Es cierto, desde luego es más inteligente que tú.

Broza se puso en pie y golpeó a la desconocida con el hombro al pasar junto a ella. Acababa de ponerse de muy mal humor.

—Si él no puede ir sentado, yo tampoco —gruñó, y siguió a Prem.

Se detuvieron junto a las puertas de la parte trasera y se agarraron a las anillas que colgaban del techo. Preem la miró.

—Que tú también cedas tu asiento por empatía hacia mí es un acto ilógico —dijo Preem—. No va a remediar el hecho de que tengo que ir de pie, y sólo proporciona una mayor sensación de victoria a la chica que nos ha imprecado. Sin embargo... también es algo muy bonito, y me hace sentir mejor. Gracias.

—Es que no es justo —Broza torció la mirada—. Estás agotado por tu pelea con MissingNo y no hemos podido pasar por el Centro Pokémon. Al menos deberías poder descansar.

—No te preocupes por eso y responde a una pregunta —Preem señaló a través de la ventanilla—. ¿Qué ocurre aquí?

Estaban atravesando un enorme valle lleno de campos de cultivo, bosquecillos y cañaverales. Todo debería haber presentado un exuberante verdor, pero ese no era el caso. A pesar de que la temperatura no era muy alta, parecía haber nieve por todas partes. La escarcha se adhería a todas las plantas, dándoles un aire fantasmagórico. El agua se congelaba en los charcos. En la lejanía veían algunos grupos de campesinos acompañados por Pokémon de fuego, tratando de trabajar, pero no parecían tener demasiado éxito.

—Ah, esto —Broza asintió—. Me sorprende que no lo hayas oído. Es por culpa de una plaga. Hay miles de Vanillite por este valle.

—¿En serio? —Kadabra se concentró un momento—. Es cierto, creo que siento sus consciencias. Aunque entre tanto blanco deben camuflarse bastante bien, porque no veo ni uno. Pero esos Vanillite no pueden ser Pokémon liberados, ¿no? No tendría sentido que hubiera tantos de ellos en el servidor de Puenteviejo, y menos cuando son endémicos de Teselia.

—Ya no lo son —la muchacha perdió el equilibrio cuando el tren dio una sacudida, y tan solo estar agarrada a la anilla le permitió mantenerse en pie—. Veamos, hace unos cuantos años se abrió el GTS, que permite intercambiar Pokémon con amigos de otras regiones. ¡Por todo el mundo! Era una idea maravillosa, pero nadie se vio venir los problemas que provocaría. Los Pokémon intercambiados se reproducen, y sus hijos no siempre encuentran un nuevo dueño. Algunos van a parar a la naturaleza. Entran en un nuevo ecosistema, uno en el que no tienen enemigos naturales... —Broza señaló por la ventana—. Lo de Vanillite no es más que el último caso de muchos. Ningún Pokémon de esta zona tiene interés en atacar a Vanillite, así que se reproduce sin medida. Y dado que tiene el poder de alterar el clima, muchos Pokémon están de hecho huyendo del lugar, en busca de temperaturas más cálidas y comida. También es la ruina de las cosechas. Se está estudiando importar a algún Pokémon como Larvesta y Darumaka para que controle la población, pero... ¿quién sabe cómo encajarían ellos en el ecosistema de Alvesta? Podría ser peor el remedio que la enfermedad —Broza bufó—. Y sin embargo, el GTS sigue sin tener ninguna clase de restricción o limitación ideada para proteger el ecosistema, porque es un sistema muy rentable.

—Eso me suena —repuso Preem, sarcásticamente.

—Aunque ahora que lo pienso... —Broza sonrió, mirando al Pokémon que tenía enfrente—. Quizá deberían traer Kadabra para acabar con la plaga de Vanillite. Vuestra cuchara parece ideal para...

—Si terminas esa frase —interrumpió Preem, ofendido— me teletransportaré ahora mismo y jamás volverás a verme.

Broza se echó a reír.




Un rato después, llegaban a Montepino, una ciudad en la ladera de otra montaña de proporciones considerables. Era más grande que Puenteviejo, pero no demasiado, y había pinos por todas partes (como era de esperar). Broza se fijó en el teleférico que llevaba a la cima de la montaña, en el cercano castillo de piedra de estilo pagoda rodeado por un profundo foso y en el cercano Centro Pokémon.

Sin dudarlo, lo primero que hizo fue dirigirse a este último. Sus Pokémon merecían un buen descanso tras semejante ajetreo.
Última edición por Malfuin el 30 Ago 2017, 10:32, editado 1 vez en total.

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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Crow » 29 Ago 2017, 15:20

Que poquito has tardado en sacar a Missingno. En fin, de momento mola, y todo pinta interesante. A ver cuando empiezan a pasar cosas horribles y terribles (?)
Ora Ora Ora Ora Ora
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por LightHelco » 29 Ago 2017, 21:58

El Edgymetro se ha subido bastante en este ultimo capitulo con lo de las muertes xD Y si, esta claro que en un formato diferente al de los juegos este tipo cosas quedan algo mejor, pero ya digo, aunque sea una trama más madura, tampoco irse nunca a lo mas grotesco, eso es el error de Reborn y Uranium en menor medida xD (aparte de que sus tramas son horribles)

Aun así la cosa esta interesante y se ve que estas intentando usar otras cosas como la GTS en la historia, lo cual es un buen detalle. ¿Y en serio en la generación en la que todos los tipo hielo comunes son acuaticos no hay ningún depredador posible para Vanillite en tierra? Porque algo me dice que solo hay acuaticos es porque en tierra deben haber cosas muy chungas para ellos xD

Vamos a los fallos
Capitulo 2 escribió:
—Ah... —Broza miró hacia el lado oeste de la ciudad. Desde allí veían el tejado del Centro Pokémon, que destacaba entre las casas de madera de la zona—. Bueno, ¿cómo entramos?

[...]

Echaron a caminar hacia el Centro Pokémon.
Aqui se supone que estan en la entrada del Centro Pokemon y lo que buscan es el Gimnasio, asi que algo me dice que en estas dos lineas deberia poner Gimnasio.
Capitulo 2 escribió:Atravesaron la arboleda y vislumbraron a un chico en el centro de un claro. Estaba sentado sobre un cojín, comía galletas y tenía un libro sobre las piernas. Pero en cuanto pisaron el claro, una música épica comenzó a sonar a través de unos altavoces y él se levantó y se volvió hacia ellos. Era un chico bajito, de piel morena, que iba descalzo a pesar de estar sobre un suelo de tierra y llevaba el pecho al descubierto. Para Broza era un vecino de toda la vida, claro, y sabía que no llevaba esas pinzas cuando salía a la calle.
Debía estar muy oscuro, porque el líder entrecerró los ojos para distinguirla. Kadabra levantó la cuchara y apuntó con ella al chico. A ella le pareció ver una ondulación en el aire, pero como no sucedió nada, pensó que lo había imaginado.
Un Entercito por aqui.
Capitulo 2 escribió:—. ¡Soy Tiamak, el líder del Gimansio Pokémon de Puenteviejo!
¡Gimansio, el Gimnasio de los machos!
Capitulo 3 escribió:—Qué va —Broza se encogió de hombros—. Una amiga de Alola atrapó un Abra, pero cuando evolucionó sus padres comenzaron a molestarse por el asunto de los poderes psíquicos y dijeron que ya no le dejaban tenerlo, así que se lo intercambié por un Paras.
La agente escribió algo en el cuaderno. Su compañero se inclinó sobre Broza.
Enter.
Capitulo 3 escribió:Parece ser que, a sabiendas de que tienes un Kadabra, han tomado algunas precauciones inusuales: sus pensamientos estaban protegidos por una poderosa barrera mentálica que he sido incapaz de atravesar.
No tiene porque ser un fallo, pero la palabra es... rara, ¿barrera mental no quedaría bien en esta misma situación?
Capitulo 3 escribió:—¡No hay tiempo! —la urgencia que bullía en la mente de Kadabra se trasladó a la de Preem al instante.
A la de Broza mejor, que si no poco se traslada.
Capitulo 3 escribió:Estás agotado por tu pelea con Porygon y no hemos podido pasar por el Centro Pokémon. Al menos deberías poder descansar.
MissingNo.


Por fin, Clefable saltó también al interior del cubo y le atacó con Golpe Cuerpo para terminar el trabajo.
Vale, esta elección de ataque me ha resultado muy curiosa, tambien la de Fuerza Lunar debido a los niveles en los que los aprende Clefairy. Golpe Cuerpo llega al nivel 40 a partir de B2N2 (si, ese juego retoco MUCHISIMOS ataques de nivel de pokemon antiguos) generacion y Fuerza Lunar al 46 y solo para Clefairy, Clefable deja de aprender ataques en cuanto evoluciona. El Golpe Cuerpo además se puede aprender mediante MTs de la primera generación o el Tutor de Movimientos de Rojo Fuego y Verde Hoja que lo que intentaba era meter en tutores todos los ataques que fueron MTs en los originales. Sabiendo la historia de este Clefable lo de la MT podría ser cierta, pero entonces eso significaría que a Bill le importaba ALGO su Clefairy, porque esas MTs eran de un solo uso (y caras)... sigo pensando que Bill quiza no fue tan malo..

Ahora, Fuerza Lunar si es raro, ha estado como Clefairy hasta el 46? Si que se ha aburrido a matar Zubat todo este tiempo xDD

Pero bueno, que al final solo estoy mirando numeros y no importa, simplemente me ha resultado curioso.
—Hay. Personas. Levantadas. —La desconocida señaló a Kadabra—. ¡Tu Pokémon tiene que dejar el asiento libre! Si no quiere ir de pie, mételo en la Pokéball.
He aqui la Pesadus delasentori, una especie rara, pero no escasa, que merodea por los transportes publicos.
—Aunque ahora que lo pienso... —Broza sonrió, mirando al Pokémon que tenía enfrente—. Quizá deberían traer Kadabra para acabar con la plaga de Vanillite. Vuestra cuchara parece ideal para...

—Si terminas esa frase —interrumpió Preem, ofendido— me teletransportaré ahora mismo y jamás volverás a verme.

Broza se echó a reír.
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 30 Ago 2017, 15:33

PARTE IV – GIMNASIO DE MONTEPINO
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Montepino era una ciudad muy bonita. En cuanto salió del Centro Pokémon, Broza se dirigió al Gimnasio, pero no paraba de pasarse a observar las numerosas tiendas, baños termales, parques y edificios antiguos que tenía. Había turistas a montones, y muchos iban directos a tomar el teleférico para llegar a la cima de la montaña, en la que se veían algunas pistas de esquí.

Sin embargo, a medida que se acercaban al Gimnasio, las cosas iban teniendo cada vez peor aspecto.

El Gimnasio estaba en el imponente castillo de Montepino, que sobresalía en el centro de un foso y tenía el techo en forma de pagoda. Alrededor del foso había un parque, pero estaba lleno de botellas vacías, colillas y cristales rotos. Había algunos tipos con muy mal aspecto durmiendo en bancos. Bajo un árbol enorme, a bastante distancia del camino, unos chavales escuchaban música de escasa calidad mientras reían tontamente. Uno de ellos hizo un comentario soez al ver que Broza les miraba, y todos estallaron en carcajadas.

—Hay algo extraño en esos chicos —dijo Preem—. Algo que no había percibido antes.

—Ni les mires —dijo Broza con frialdad, y siguió aproximándose al gimnasio.

La única forma de llegar al edificio era cruzando un largo puente de madera, pintado de rojo, que salvaba el foso. Comenzaron a atravesarlo, y se dieron cuenta enseguida de que le hacía falta una buena mano de pintura. Además, algunas de las tablas estaban podridas, así que había que tener cuidado con dónde se pisaba.

Cuando estaban cerca del centro del puente, vieron salir a un chico del castillo. Llevaba el pelo de punta, teñido de azul claro, e iba vestido con una camiseta negra con copos de nieve dibujados (aunque había que afinar mucho la vista para apreciarlos). Sus pantalones vaqueros eran anchos y disponían de bolsillos enormes. Además, llevaba un Cubchoo en brazos.

—Me pregunto cuál será su tipo favorito —murmuró Broza con sarcasmo. Preem no contestó, pero ella sintió en su mente que el comentario le había hecho gracia.

Pero tenía que admitir que el chico era bastante guapo. Cuando se cruzaron, él se detuvo y se giró para hablar con ella.

—¿Eres entrenadora?

—Eh... Claro —mintió Broza.

—Este sitio es un desastre —señaló con el pulgar hacia el castillo a su espalda, sin volverse a mirarlo—. Me llamo Espino —el chico sacó su Pokédex (una Pokédex de verdad, no un teléfono), y la apuntó con ella—. Vas a por tu segunda medalla, ¿eh? Esta es la tercera que he conseguido yo. Los adeptos del gimnasio no te van a suponer ningún problema, son unos inútiles. Sin embargo, Marcone es un líder competente, ándate con ojo con él —miró a Kadabra—. Además, me temo que los Pokémon psíquicos resultan casi inútiles ahí dentro. Mi Xatu no ha servido de gran cosa... —suspiró—. El estado de este lugar es asqueroso, en serio. Quizá debería presentar una queja en algún sitio, aunque no sé quién regula los gimnasios —sonrió, como disculpándose—. Pero en fin, tampoco quiero desanimarte. ¡Buena suerte ahí dentro!

—¡Gracias! —Broza sonrió sin poder evitarlo—. Yo me llamo Broza, ¡lo haré lo mejor que pueda!

—Hasta otra, Broza —Espino se despidió levantando una mano y siguió su camino a través del puente. Broza recorrió el resto del puente dando saltitos.

—¿Sabes? Esto es muy serio —dijo Kadabra—. No es buen momento para obsesionarte con el primer chico guapo que te cruzas.

—No me obsesiono —dijo Broza, deteniéndose frente a la puerta del gimnasio—. Además, no está bien espiar los pensamientos de una señorita.

—Ya, pero yo llevo los dos últimos días espiando los pensamientos de una señorita —repuso Preem—. No veo razón para detenerme ahora. En cualquier caso... Me pregunto qué quería decir con eso de que los tipo psíquico son inútiles aquí. Si es un gimnasio de planta y roca, no debería ser así.

—¿No has podido leerle la mente para saber a qué se refería?

—No es tan sencillo —Kadabra hizo girar la cuchara entre sus tres dedos—. Él no estaba pensando en ello, y no tengo por costumbre asaltar mentes sin razón alguna. Habría sido mucho más sencillo si le hubieses preguntado al respecto.

—Hum... —Broza se dio la vuelta. Espino había salido ya del puente y cruzaba el parque, presumiblemente en dirección al Centro Pokémon—. Bueno, es un poco tarde para ir detrás de él. Supongo que averiguaremos a qué se refería en cuanto entremos.

—Supongo —Kadabra levantó su cuchara y se concentró, pero esta vez Broza no sintió que sucediera nada—. Extraño. Pretendía desactivar las cámaras de seguridad, pero ya están desactivadas.

—Mejor para nosotros, ¿no? —Broza abrió la puerta del gimnasio—. Adelante.




El interior del Gimnasio Pokémon de Montepino era un laberinto. Altos muros de piedra recubiertos de hiedra se elevaban a ambos lados. El líder del gimnasio estaba en el centro de una depresión, de manera que las partes exteriores del laberinto estaban más elevadas y desde ellas se podía vislumbrar la silueta que formaban los caminos entre los muros. Broza sacó el teléfono móvil e hizo una foto, pensando en utilizarla para orientarse cuando las paredes no le dejaran ver lo que había más adelante.

—Bien pensado —admiró Preem, cuando echaron a andar.

—Por cierto —Broza miró de reojo a Kadabra—. ¿Cómo sabía Espino que yo tenía una medalla?

—¿No lo sabes? —se sorprendió Preem—. Cada vez que tocas una medalla, esta se añade a tu ID de entrenador automáticamente. Cualquiera con una Pokédex puede averiguar cuántas medallas tienes; así alguien que sale de aventuras con su pueblo con su primer Rattata recién capturado no cometerá el error de retar a otro tipo que ya tiene ocho medallas y está listo para retar al Alto Mando.

—Ah, tiene sentido —Broza suspiró—. Eso significa que Marcone utilizará un equipo más fuerte contra mí... Aunque no importa, no es que vayamos a luchar contra él de todos modos.

Giraron a la izquierda, tratando de seguir la ruta más corta al centro del gimnasio.

—¿No lucharás contra él? —preguntó Preem—. ¿Dónde está tu espíritu de lucha, tu juventud, las ganas de probarte a ti misma?

—En ninguna parte —dijo Broza, irritada—. Te recuerdo que en realidad no soy entrenadora. No estamos aquí para eso.

—¡Menuda aburrida estás hecha! —Preem comenzó a darle golpecitos en la cabeza con la cuchara—. ¿Por qué tienes que ser tan sosa?

—¿Preem? —Broza se apartó de él bruscamente—. ¿Qué demonios...?

—¡Eh, tú! —de repente, de uno de los callejones sin salida del laberinto, salió un entrenador—. ¡Tendrás que vencerme a mí primero si pretendes desafiar a Marcone!

Broza gruñó. Había esperado que Preem la advirtiera si había algún adepto acechándola en el laberinto, pero no había sido así. Se apartó del entrenador y le observó. Era mayor que ella, pero no tenía muy claro si era un adulto o no. Estaba muy demacrado y tenía los ojos enrojecidos. Parecía bastante enfermo.

—Muy bien —dijo Broza—. Yo elijo a Kadabra.

—¡Allá vamos! —el entrenador desconocido metió una mano en su cartuchera—. Shroomish, adelante.

Sacó una esfera y la lanzó al suelo, frente a él. Pero no era una Pokéball, sino una bola de arroz que se deshizo al chocar el sendero de guijarros. Broza arqueó una ceja.

—¡Mierda, eso era mi almuerzo! —dijo el desconocido, y se quedó en silencio un segundo—. ¡Jajajajajaja!

Las carcajadas le hicieron doblarse sobre sí mismo durante un segundo, y cayó de espaldas. La joven le miró, pasmada.

—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! —Preem se unió a las carcajadas, y resonaron de forma muy molesta en la mente de Broza. Tanto su Pokémon como el entrenador desconocido parecían incapaces de dejar de reír, y ella no entendía lo que estaba sucediendo.

—¡Ya está bien! —Broza cogió a Kadabra del brazo y tiró de él—. ¡Vamos!

Prácticamente tuvo que arrastrarle a través de todo el gimnasio. Cuando se hubieron alejado un poco del adepto dejó de reír, pero entró en un silencio taciturno y se negó a decir nada por mucho que Broza le pidió explicaciones.

Por fin llegaron al centro del laberinto, en el que había un hermoso jardín por árboles, bañado por la luz del exterior gracias a unas enormes ventanas ingeniosamente colocadas en el techo. Marcone estaba en un círculo de roca en el centro del jardín. En cuanto Broza pisó el círculo, el tipo se levantó y se sacudió el polvo de los pantalones. Iba vestido con un traje caro y tenía los ojos de un intenso color verde.

—¡Soy Marcone, el líder del Gimnasio de Montepino! —exclamó, con voz contundente—. ¡Las plantas más poderosas son aquellas que crecen en la roca! ¡La piedra más dura es aquella que no logra atravesar las raíces! ¡Entrenar juntos a Pokémon de roca y planta los vuelve más versátiles y resistentes, y tú estás a punto de comprobarlo! —en el extremo del círculo se abrió un agujero, y una plataforma metálica con tres Pokéball se elevó para quedar al alcance del líder—. Este es mi equipo para entrenadores con una medalla —explicó—. ¡Adelante, Foongus!

Un Pokémon con forma de seta salió de una de las Pokéball.

—¿En serio vamos a hacer esto? —murmuró Broza—. En fin. ¡Cuento contigo, Preem!

Kadabra se adelantó y miró a Foongus. Se volvió para mirar a Broza.

—¿PUEDES CREERLO? ¡POR ENCIMA PARECE UNA POKÉBALL! ¡IMAGINA LA CARA DE LOS ENTRENADORES QUE SE LO ENCUENTREN EN EL CAMPO Y VAYAN A RECOGERLO! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

—¡Ya lo veo, Preem, maldita sea! —gritó Broza—. ¿Puedes centrarte de una vez? ¡Usa confusión!

—¡CONFUNDIDOS ES COMO SE SENTIRÁN CUANDO NO VEAN QUE ES UNA POKÉBALL! ¡JAJAJAJAJAJA!

Marcone sonrió.

—Foongus, usa Megaagotar —ordenó el líder del gimnasio.

El Pokémon enemigo se concentró, y unas luces verdes comenzaron a brotar del cuerpo de Kadabra para llegar hasta el Foongus. Pero Preem no parecía darse cuenta.

—¡Preem, déjate de tonterías! ¡Usa Psicorrayo!

—QUE SÍ, PESADA —Kadabra levantó la cuchara y apuntó cuidadosamente a Foongus. Un haz multicolor brotó del cubierto... En todas direcciones. Alcanzó a su objetivo, sí, pero también le golpeó a él y los árboles de alrededor. Marcone tuvo que arrojarse al suelo para evitar ser alcanzado.

—¡Preem! ¿¡Qué demonios haces!? —Broza sacudió la cabeza. ¿Era esto de lo que hablaba Espino? ¿Por qué actuaba así el calmado e inteligente Preem? No tenía ningún sentido.

—Tu Kadabra es fuerte, mucho para alguien con solo una medalla —dijo Marcone, levantándose y entrecerrando los ojos—. Imagino que lo obtuviste por intercambio. Si quieres que te obedezca a la perfección, primero tendrás que demostrarle tus dotes como entrenadora. Sin embargo, ha derrotado a Foongus —añadió, viendo que el Pokémon seta había quedado muy tocado por el Psicorrayo—. ¡Vuelve!

—HAHAHAHAHAHAHA —la voz de Preem llenaba la cabeza de Broza e impedía que pensara con claridad—. ¡HA METIDO UNA POKÉBALL EN OTRA POKÉBALL! ¡ESPERO QUE AHORA USE A VOLTORB!

—Ya he tenido suficiente —gruñó Broza, y se sacó la Super Ball del bolsillo—. ¡Regresa aquí, Preem!

Sin poder evitarlo, el Pokémon psíquico quedó atrapado dentro de la esfera. Broza odiaba hacerle aquello, pero ¿qué otra opción tenía?

—¡Adelante, Ferroseed! —Marcone eligió a su siguiente Pokémon con celeridad.

—¡Cuento contigo, Tangela! —exclamó Broza—. ¡Utiliza Somnífero!

Tangela obedeció rápidamente y cubrió a Ferroseed con una nube de polen, pero el Pokémon rival pasó a través de ella sin inmutarse. Marcone rió.

—Novata —se burló—. ¡Ferroseed, Pin misil!

El Pokémon de Marcone comenzó a lanzarle enormes espinas, que destrozaron las enredaderas de Tangela al alcanzarla. Logró esquivar algunas, pero parecía muy dolorida. Broza apuntó con su Pokéball al Pokémon.

—Tangela, vuelve aquí —metió la mano en su bolso y buscó su última Pokéball—. Maldita sea... —murmuró—. ¡Clefable, eres mi última esperanza!
Clefable apareció en el círculo de piedra, pero al ver a Marcone, retrocedió. Miró a Broza con expresión dubitativa.

—¡Por favor! —le pidió Broza—. Tangela y Preem están en las últimas.

Clefable asintió y miró a Ferroseed. Antes de que el Pokémon pudiera actuar, comenzó a cantar.

No era una canción con palabras, pero el sonido provocaba una somnolencia instantánea. Broza se descubrió tratando de evitar que se le cerraran los párpados, aunque el ataque no iba centrado contra ella. Ferroseed cayó dormido al instante.

Marcone levantó la Pokéball, pero dudaba sobre si cambiar otra vez de Pokémon o no hacerlo.

—¡Despierta! —exclamó—. ¡Rápido!

Pero estaba profundamente dormido. Clefable se acercó sobre él y lo despertó... con un bofetón tal que dobló el acero que le recubría y le mandó dando vueltas fuera del círculo de piedra.

—Ay —Marcone silbó—. Ferroseed, ¡vuelve!

A Clefable le sangraba la mano. Se había herido al golpear al Pokémon cubierto de espinas. Pero por lo demás, parecía estar perfectamente, así que sólo faltaba uno por derrotar.

—¡Muy bien, Clefable! ¡Ya casi estamos!

—Pero no llegaréis más lejos —respondió Marcone—. ¡Tu turno, Larvitar! ¡Usa Avalancha!

Un Pokémon que a Broza le recordó a un dragón en miniatura cayó sobre el círculo de rocas. Algunas saltaron y golpearon a Clefable, que retrocedió pero se mantuvo en pie.

—¡Vuelve a cantar, Clefable! —ordenó Broza. El Pokémon obedeció, y aunque Larvitar se empeñó tozudamente en mantener los ojos abiertos y contraatacar, terminó cayendo dormido—.¡Bien hecho, Clefable, vuelve! —lanzó otra Pokéball—. ¡Tangela, usa Megaagotar!

Tangela volvió a salir de la Pokéball, malherida como estaba, y envolvió con sus tentáculos a Larvitar. Comenzó a absorber su energía, lo que le permitió recuperarse mientras el enemigo seguía durmiendo. Quedó debilitado antes de llegar a despertarse, y las enredaderas dañadas de Tangela se regeneraron. Broza suspiró, aliviada. Le había roto el corazón ver a su Pokémon tan malherido.

—¡Muy bien! ¡Muy bien! —Marcone retiró a Larvitar del campo de batalla—. ¡Me has vencido! —Se sacó un estuche del bolsillo y caminó hacia Broza—. Aquí tienes, te hago entrega de la Medalla Petropino —le puso en la mano un pequeño pin, y se metió una mano en el bolsillo. Sacó lo que parecía ser un CD en un estuche de plástico—. También te daré la MT86. Contiene Hierba lazo, un movimiento particularmente efectivo contra enemigos de gran tamaño, pues vuelve su propio peso en su contra. Creo que tu Tangela podría encontrarlo de utilidad.

—Gracias —respondió Broza, sorprendida, aceptando la caja de plástico.

—Tus Pokémon son muy fuertes para alguien con tan solo dos medallas —añadió Marcone—. Aunque has ganado, no puedo decir que tu estrategia sea muy buena. Tendrás que esmerarte si pretendes ganar a los siguientes líderes de gimnasio.

—Eh... Lo intentaré —aseguró Broza—. ¡Gracias por todo!




Y salió del centro del laberinto. Ahora tenía dos medallas, y una de ellas incluso la había conseguido legalmente. Pero su auténtico objetivo, llegar a la sala de servidores oculta bajo el gimnasio, quedaba sin cumplir. Mientras vagaba por los pasillos del laberinto, no sabía qué hacer. ¿Debía buscar la entrada por su cuenta? Quería sacar a Preem de la Super Ball, pero temía que volviera a comportarse de forma extraña.

—¡Pss! ¡Eh, bonita! Te he estado observando. Llevas un rato vagando por aquí. ¿Estás buscando la tienda de souvenirs?

Se trataba de una chica mayor que ella, muy ligera de ropa y muy maquillada, con el pelo adornado con flores. Caminaba de forma exageradamente sensual, bamboleando las caderas de un modo que a Broza le parecía ridículo.

¿Tienda de souvenirs? ¿Había algo así en los Gimnasios Pokémon? Nunca había oído nada parecido, pero no había razón para no aprovechar la excusa.

—Eso es —asintió—. ¿Puedes llevarme hasta a ella?

—Claro, sígueme —la chica le guió a través del laberinto de roca y flores, dando tantos giros y vueltas que Broza sospechó que no sería capaz de salir sola de allí, por mucho que hubiese hecho una foto desde fuera. De vez en cuando encontraban grupos de gente sentados en el suelo, recostados contra la pared, durmiendo o riendo en voz baja. La guía no les prestaba la menor atención.

Finalmente, al final de un pasillo, encontraron unas escaleras de piedra que descendían en el suelo. Abajo había una vieja puerta corrediza, y la extraña chica la abrió.

Detrás estaba lo que parecía ser un almacén normal y corriente. Parecía bastante fuera de lugar, como si rompiera la ambientación. La desconocida se sentó en una caja y comenzó a coger cosas de los estantes. Broza se fijó en que había un tipo tumbado sobre uno de ellos, mirando al techo y sonriendo como un estúpido.

Aquello cada vez pintaba peor.

—Vale —dijo la chica con exceso de maquillaje—. Tenemos de todo, siempre que puedas pagarlo. Aquí tienes cristal, meta y Master Extasis —le mostró un puñado de pastillas con forma de Pokéball—. También puedo venderte Polvo Tipo Hada y, si te va ese rollo, hojas de Tropius. El papel de liar te lo regalamos.

Broza retrocedió un paso.

—Estás de coña —dijo, conteniendo una risa nerviosa. Se fijó en una puerta entreabierta al otro lado del almacén—. Espera, ¿las hacéis aquí?
—Mira, tía, crecía que sabías a lo que venías —la chica se levantó y soltó las drogas descuidadamente sobre un estante—. Si no quieres comprar no pasa nada, pero ya puedes olvidarte de...

Broza le lanzó una Pokéball a la cara.

—¡Tangela, Somnífero! —ordenó. Antes de caer al suelo, su Pokémon ya había esparcido su polen por todo el almacén. Broza contenía la respiración, ya que no había tenido tiempo de sacar el pañuelo.

La camello se tambaleó y dio un par de pasos hacia ella.

—Marcone va... A matarte... —aseguró, y se desplomó de bruces. Broza miró al tipo sobre la estantería, quien también se había quedado dormido. Atravesó el almacén rápidamente, abrió del todo la puerta del otro extremo, dejó pasar a Tangela y cerró detrás de ella.

Aspiró profundamente.

—No sé qué haría sin ti, pequeñaja —suspiró, mirando a su Pokémon—. Me has vuelto a salvar.

Tangela dio un alegre saltito y aplastó sus enredaderas contra ella, afectuosamente. Broza utilizó su teléfono para alumbrar y miró a su alrededor.
No había mucho que ver, salvo un par de puertas cerradas y un ascensor. Entró en este último y pulsó el único botón que había. Por dentro era enorme.

Cuando salió, encontró una enorme habitación blanca y vacía, iluminada por miles de haces de luz en el techo. Se respiraba un olor extraño. Había montones de enormes jaulas que contenían toda clase de Pokémon, la mayoría de tipo planta como Gloom, Bayleef o Roserade, pero también otros de tipos diferentes como Parasect o Comfey. Muchos estaban en terribles condiciones, mutilados, con sus hojas recortadas o conectados a goteros que drenaban sus glándulas. La mayoría parecían famélicos.

—No puede ser —murmuró Broza, y se le encogió el corazón al ver un Tangela casi idéntico a la suya entre los Pokémon atrapados allí—. No puede ser, no puede ser. Preem, mira —la chica sacó la Super Ball y la tiró al suelo con manos temblorosas.

El Pokémon psíquico se materializó a su lado.

—Ah... Qué dolor de cabeza —dijo la voz de Preem.

—Mira esto —insistió Broza—. Están sintetizando droga a partir de estos Pokémon.

—Sí —admitió Preem—. El laberinto de arriba está lleno de tíos que van colocados. No he podido evitar que su estado mental repercutiera en el mío. Normalmente no puedo evitar captar pensamientos ajenos. Estamos dos o tres plantas por debajo, así que desde aquí no me afecta tanto. Siento haber actuado de forma tan extraña...

—No te preocupes por eso —dijo Broza, con impaciencia—. ¿Cómo vamos a sacarles de aquí?

—Recuerda el objetivo principal —dijo Preem, con calma—. Tenemos que encontrar la sala de servidores. Estamos bajo el castillo, debería poder accederse desde aquí.

—¡Pero Preem! —Broza señaló hacia las jaulas.

—No te preocupes, volveremos a por ellos —dijo Kadabra—. Pero aquí no hay ni veinte Pokémon. En el servidor hay cientos. ¿A qué darías prioridad?
—¡Maldita sea! —Broza corrió y se detuvo frente a las jaulas—. ¡Os sacaremos de aquí!

Corrió hacia el extremo del laboratorio y abrió la puerta. Daba a un pasillo de piedra escasamente iluminado. Preem y ella fueron por allí.

El sótano del gimnasio era casi tan laberíntico como la planta principal. Cuando por fin encontraron la sala de servidores, Broza exhaló un suspiro de alivio. Sacó su portátil y lo conectó a la clavija. Dejó que Preem usara sus dedos para infiltrarse en el sistema operativo. Habían reforzado las capas exteriores de seguridad, pero no habían cubierto los agujeros de los que Preem se aprovechaba. En cuestión de unos minutos, los Pokémon atrapados en el servidor fueron liberados.

Entonces comenzó a sonar una estruendosa alarma y oyeron una trampilla abriéndose sobre sus cabezas.

—¡Creo que es Marcone! —advirtió Preem, agarrándola del brazo—. ¿Nos teletransportamos?

—¡No! —exclamó Broza—. ¡Hay que sacar a los Pokémon de laboratorio!

—Muertos no les serviremos de nada —la voz de Kadabra sonó como un susurro en su cabeza, pero el Pokémon se adelantó con su cuchara en alto en lugar de teletransportarse.

Del agujero en el techo cayó una Pokéball. Al instante, un Tyranitar de dimensiones considerables se materializó ante ellos.

—¡Hendricks, Terremoto! —ordeno la voz de Marcone, furiosa—. ¡Que no salgan de aquí con vida!

El suelo comenzó a vibrar y se agrietó bajo sus pies. Broza corrió hacia el pasillo como alma que lleva el diablo, y Kadabra se quedó un poco rezagado, cubriendo sus espaldas. La joven logró encontrar el camino de regreso al laboratorio, aunque tras ella oía como el techo se desplomaba. Tyranitar estaba arrasando con todo.

Broza sacó a Tangela y a Clefable.

—¡Romped las jaulas como podías! —exclamó—. Tenemos que sacarlos de aquí, rápido.

Ella misma agarró una silla de madera y la estampó con todas sus fuerzas contra el suelo. Usando una de las patas como palanca, trató de forzar una de las puertas, aunque la madera crujió antes. Por suerte, Clefable llegó para ayudar y reventó la cerradura de un manotazo.

Los Pokémon recién liberados parecían asustados y confundidos. Abandonaron sus jaulas con cierta reticencia. Escuchaban los sonidos procedentes del pasillo, donde Kadabra ganaba tiempo contra Tyranitar. No podía hacer otra cosa.

—Vale, ahora necesito que os deis la mano —los Pokémon liberados la observaron en silencio—. Ya sabéis, la pata, el tentáculo, la hoja, la cabeza, lo que queráis, pero quiero que estéis todos en contacto unos con otros.

Afortunadamente, obedecieron. Broza guardó a sus dos Pokémon y se volvió para mirar hacia la puerta, de la que brotaba una creciente polvareda.

—¡Preem, date prisa! —urgió Broza—. ¡Te necesitamos!

Se oyó una explosión y el Kadabra entró en la gran sala blanca dando vueltas. Tenía marcas de mordiscos en el brazo izquierdo, y el derecho se le había desencajado. Estaba cubierto de polvo y sangraba. Uno de sus ojos había quedado cerrado permanentemente. Tosió y se volvió a mirar a Broza.
—No sé si podré teletransportar a tantos —su voz mental sonaba muy débil.

—¡Tenemos que intentarlo! —gritó Broza—. ¡No podemos...!

Tyranitar entró por la puerta, derribando la hoja de madera al pasar. Marcone entró detrás de él, caminando tranquilamente. Se quedó mirando a Broza y al grupo de Pokémon liberados.

—Tienes agallas, chica —susurró, y sus ojos verdes relucieron—. Pero no eres más que un alfeñique. Me has ganado en la batalla reglada, pero no tienes nada que hacer contra mi auténtico equipo. Tyranitar puede matar a tus tres Pokémon —se sacó algo del bolsillo—. Además, tengo esto.
Apuntó a Broza con una pistola.

—Preem... —comenzó a decir Broza.

—Hendricks, usa Pulso umbrío contra Kadabra si se le ocurre moverse —dijo Marcone, con frialdad, y se acercó al Pokémon psíquico—. Te llamas Preem, ¿verdad? Sé que podrías teletransportarte, si quisieras. ¿Por qué no lo haces? Ya no puedes llegar hasta tu entrenadora. No vas a conseguir sacarla de aquí. Vete solo. En tu estado, un Pulso umbrío te mataría. Sé que eres inteligente. Sálvate.

—Llevas razón —dijo la voz de Preem, y levantó su cuchara—. Soy inteligente.

De repente, las luces se apagaron. Todo quedó completamente a oscuras, sin el más leve atisbo de luminosidad. Se oyeron los pasos de Preem, que corría en la oscuridad. Marcone maldijo y Tyranitar lanzó su Pulso umbrío, pero no sabía a dónde apuntar. Unos segundos después, Broza sintió la mano de Kadabra cerrarse en torno a su brazo. Agarró con fuerza la enredadera del Tangela al que había liberado y se sintió caer al vacío.

Se materializaron todos frente al Centro Pokémon. Kadabra, exhausto, metió la mano en el bolso de Broza y entró el mismo en la Pokéball. La chica miró al grupo de Pokémon maltratados, mutilados y famélicos. Tomando una decisión, se puso en pie.

Subió los escalones del Centro Pokémon pisando con fuerza y pasó a través de las puertas de cristal. Atravesó el recibidor en línea recta, golpeó con el hombro a alguien que iba en dirección contraria y apartó de un empujón a un cazabichos que esperaba su turno frente al mostrador. Lo golpeó con las palmas de las manos.

El enfermero de guardia levantó la vista, desconcertado.

—Ahí fuera hay dieciocho Pokémon en condiciones lamentables —dijo Broza—. La mayoría de tipo planta. Han sido maltratados y se les ha utilizado para sintetizar toda clase de drogas. El laboratorio en el que estaban encerrados se encuentra bajo el Gimnasio Pokémon de la ciudad, y Marcone estaba al tanto de estas actividades. Seguramente era el organizador. Quiero que se atienda a estos Pokémon de inmediato, y quiero que llaméis a la policía. Pero antes de nada —colocó su bolso sobre el mostrador y dejó que las tres Pokéball rodaran fuera— quiero que cures a mi equipo. Son ellos quienes les han salvado.
Última edición por Malfuin el 01 Sep 2017, 12:34, editado 1 vez en total.

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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 31 Ago 2017, 16:20

PARTE V – MONTEPINO / CAMPOLARGO
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Marcone caminaba de un lado a otro, nervioso. Sabía que la policía no tardaría en llegar, que el ataque a los servidores que era su responsabilidad proteger no era algo que pudieran pasar por alto. Pero había demasiadas cosas que no podía explicar. Aunque eliminara los restos del laboratorio, había tantas evidencias por el gimnasio que no podría ocultarlas todas. El acuerdo con la policía, que les mantenía lejos de allí, no significaba nada a la vista de aquel desastre.

Quizá era el momento de salir por patas, olvidarse de todo aquel asunto y comenzar una nueva vida en otra región. No sería la primera vez que hacía algo así, y tampoco llevaba tanto tiempo en Alvesta como para haberse encariñado realmente del lugar. Echaría de menos sus privilegios como líder de gimnasio, pero...

—Espero que no estés pensando en escurrir el bulto.

Una voz femenina le sobresaltó. Se dio la vuelta y reconoció a Nymph. Era una chica que no aparentaba más de diecisiete años, aunque nadie sabía cuántos tendría realmente. Su belleza era extraordinaria. Incluso Marcone, que siempre había tenido todas las mujeres que había querido, se sentía intimidado por ella. Era alta, grácil y su cara estaba iluminada por una permanente sonrisa. Aunque su pelo era negro, un mechón rosa le caía sobre la cara. Iba vestida con una sencilla camisa blanca y una larga falda negra.

Detrás de ella, un Pokémon de gran tamaño la seguía. A Marcone le pareció que era un Golem, aunque nunca había visto que uno llevara bigote.

—Nymph —Marcone sonrió—. Tienes buen aspecto, como siempre.

—Ojalá pudiera decir lo mismo —Nymph miró a su alrededor—. ¿Sabes la cantidad de sobornos que tenía que pagar para mantener este sitio en funcionamiento? Dinero tirado a la basura —se lamentó, sin dejar de sonreír—. Espero que tengas una buena explicación.

—Fue una chica —dijo Marcone inmediatamente—. Su objetivo eran los servidores, pero se llevó toda la plantación al descubrirla.

—Así que una niña llegó aquí, hackeó los servidores, se llevó mi producción y no encontró oposición alguna.

—Yo creía que sólo venía a por una medalla, como todos los entrenadores que entran. No pensé...

—Supongo que esto es lo que obtienes cuando contratas a un ex-Rocket —la sonrisa de Nymph se hizo más pronunciada—. Los niños entrometidos son su punto débil.

—¡No se trata de eso! —exclamó Marcone, irritado—. Además, lo de Rojo fue un caso especial. Él era un genio, no es que cualquier crío pudiera...

—Claro, claro —Nymph bostezó—. Y me vas a decir que esta niña era también una estratega brillante, supongo.

—¡Qué va! —Marcone soltó una risa nerviosa—. Pero su Kadabra... Tenía... Poderes especiales. Apagó las luces sin que hubiera un conmutador cerca, no sé cómo...

—Así que un Kadabra con poderes especiales. Sorprendente —Nymph alzó las cejas.

—¡No hablo de poderes psíquicos! —protestó Marcone—. Era... Otra cosa... Era muy raro, ¿vale? Como más alto de lo normal, menos achaparrado. Y tenía un hashtag en la frente, en vez de una estrella.

Nymph soltó una risita.

—¿Quieres decir una almohadilla? —preguntó, divertida.

—Como sea —Marcone frunció el ceño—. Quizá sea como esos Pokémon que están en la tele, los que salen de los servidores con símbolos raros por el cuerpo. Yo creo que eso ya es suficiente para identificarlo. Además, recuerdo la identidad de la chica. Escaneé su ID de entrenadora. Es Broza de Puenteviejo.

—Sí, esperaba que al menos supieras de quién se trataba —Nymph se hizo a un lado con una especie de pasito de baile—. Charlie, Puño trueno.

Marcone no se lo vio venir, a pesar de haberlo oído. De repente, tenía encima la enorme mole rocosa. Un enorme puño de roca sólida le hundió el pecho, rompiendo todas sus costillas. La electricidad recorrió su cuerpo, llegando a cada dedo, a cada pelo. Sintió que brotaba humo de su piel y supo que no sobreviviría.

—¿Por... qué...? —la voz de Marcone sonó rasposa e inhumana.

Nymph se acercó a él y levantó un pie.

—Nosotros no somos unos blandengues como el Team Rocket —repuso—. Giovanni debió matarte cuando le fallaste, y eso es lo que yo hago. Además, resultaría terriblemente inconveniente que la policía te interrogara. Disponen de poderes psíquicos, no podrías mentirles... y tú eres el único aquí que podría revelarles mi existencia. Date por despedido.

Lo último que vio Marcone fue el contorno de la larga y pálida pierna de Nymph debajo de su falda. Luego, la enorme bota que llevaba le aplastó la cara y supo nada más.




—Tenemos que irnos de la ciudad, antes de que llegue la policía —dijo Preem, mirando a Broza con preocupación.

—Lo sé, pero... —la chica observaba cómo iban atendiendo uno por uno a los Pokémon rescatados y llevándoselos en camilla. La máquina del mostrador no curaría los largos meses o años de continuado maltrato, iban a necesitar una rehabilitación larga.

—Estarán bien —Kadabra tiró de su brazo—. Vámonos.

Se dirigieron a la cercana estación de tren. No habían hablado al respecto, pero su siguiente parada debía ser Campolargo. Desde allí podrían ir casi a cualquier ciudad de la región, y además la otra opción era regresar a Puenteviejo. Esperaban poder tomar el tren nocturno.

La estación volvía estar atestada de gente. La noticia llegaba rápidamente a todas partes: más Pokémon de los olvidados en las cajas habían sido liberados. Esta vez, la mayoría aparecían en las inmediaciones de Montepino. A Broza le preocupaba que hubiera aparecido algún otro MissingNo, porque en ese caso Preem y ella tendrían que volver a hacerle frente, y realmente no tenían tiempo para eso.

Entraron en el elegante edificio de la estación y se la encontraron extrañamente vacía, en comparación a la multitud que había en las calles.

—Les informamos de que todas las salidas programadas para el día de hoy han sido canceladas —una voz retumbaba en la estación, procedente de los altavoces del techo—. Un Pokémon salvaje ha provocado daños en las vías. Les rogamos que disculpen las molestias...

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Broza, volviéndose para mirar a Preem—. ¿Probamos a ir en autobús?

Kadabra no respondió. Se había quedado mirando a la persona que había detrás de ella. La chica frunció el ceño y se dio la vuelta.

—Así que estabas aquí, Broza —Jarro sonrió alegremente y la saludó con la mano.

—¿Jarro? —Broza corrió y se detuvo junto a él—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?

—Bueno, necesitaba hablar contigo —el chico agachó la cabeza.

—Podrías haber llamado...

—Mira, sé que todo esto de los Pokémon liberados es cosa tuya —dijo Jarro—. He visto los vídeos, sé cómo luchaste contra aquella cosa que iba a atacar Puenteviejo. Hay mucha gente interesada en ir a por ti y tu Kadabra —miró a Preem—. Por eso he venido a ayudarte. No puedes hacer esto tú sola. A fin de cuentas, estamos juntos desde el principio, ¿no? —se sacó un panfleto arrugado del bolsillo.

—¡Jarro! —Broza sonrió sin poder evitarlo—. Gracias. Aunque no sé si podrás ayudarnos, necesitamos...

De repente Preem la agarró del codo. De un momento a otro, aparecieron nuevamente junto al Centro Pokémon. Había una multitud allí, y se apartaron sobresaltados al verles materializarse.

—¿Qué...? —Broza miró a su alrededor, confundida—. ¡Preem! ¿Qué demonios...?

—¡Esto está lleno de policías! —Kadabra tiró de ella, apartándola del Centro Pokémon—. Hablaremos luego. ¡Vámonos de aquí!

Confundida, Broza siguió a su Pokémon hasta un parque cercano. Se sentaron en un banco y miraron a su alrededor. Estaban solos.

—¡Preem, ¿qué significa todo esto?! —preguntó Broza—. ¡Estaba hablando con Jarro! Voy a llamarle para decirle dónde estamos, quizá todavía pueda...

—¡No! —Kadabra sonó alarmado—. No vuelvas a confiar en él. Era una trampa.

—¿Una trampa?

—Había una poderosa barrera mentálica protegiendo sus pensamientos —explicó Kadabra—. A menos que de la casualidad de que tiene un fuerte Pokémon psíquico de toda la vida, sospecho que alguien estaba utilizándole para llegar hasta ti. La policía, seguramente. La barrera era para que no notaras que estaba actuando, aunque debían saber que yo la advertiría —se quedó un momento en silencio—. En realidad, yo también he sido muy torpe. Si lo hubieran organizado bien, podrían haber tenido una emboscada esperándonos en la entrada del Centro Pokémon, que es el lugar al que resulta más sencillo teletransportarse. Si la trampa hubiese sido perfecta, habríamos caído en ella de cabeza.

—No puedo creerlo —Broza subió los pies al banco y se abrazó las piernas—. Sabía que liberar a los Pokémon tendría consecuencias, claro, pero no esperaba que todo sucediera tan rápido. Estamos en un callejón sin salida. Si tienen mi nombre y descripción, no podré usar el transporte público, y mucho menos conseguir entrar en un gimnasio. Las siguiente sala de servidores está fuera de mi alcance.

—Así es —admitió Preem—. Es hora de que cambies de identidad.

Broza le miró con escepticismo.

—¿Y cómo hago eso?

—Hazte pasar por un chico —Preem se concentró en su cuchara, dio forma con la mente al metal y la convirtió en un tenedor—. Con un buen corte de pelo, unos vaqueros y un chaleco, podrías parecer uno. Añade al conjunto una gorra o un sombrero de cazabichos y nadie te prestará atención, serás uno más de los cientos de chavales que se arrastran por las rutas midiéndose las Pokéballs.

—Así que me tomarán por un chico, ¿eh? —replicó Broza, poco convencida—. ¿Y qué hay de mi pecho?

—Bueno, tendrás que ponerte algo ajustado debajo —dijo Kadabra—. Aunque no se fijará nadie; tienes tan poco que ni siquiera ahora se fijan.

Broza se quedó mirando a Preem en silencio, con los ojos entrecerrados.

—¿Sabes? Una esperaría que, siendo telépata, fueras capaz de evitar meter así la pata cuando hablas con una chica.

—Esperaba que apreciaras mi honestidad —respondió Preem—. De todos modos, yo complementaré tu disfraz. La gente generalmente ve lo que espera ver, no se fija demasiado. Yo retocaré sutilmente las mentes de todo el que te cruces, aumentaré su predisposición a dar por válido lo que están viendo. No será más que un empujón inofensivo a una tendencia mental preexistente.

Broza pensó en ello.

—Siendo así, de acuerdo —asintió la chica—. Pero se te olvida algo. Cualquiera que escanee mi ID de entrenador sabrá que soy una chica disfrazada.

—Ah, pero esa es la parte fácil —Kadabra estiró la mano y la tarjeta salió flotando del bolso de Broza—. Mi poder me permite alterar los datos de esta tarjeta. Te daré un nuevo número de ID y un nuevo nombre. Veamos... Podríamos utilizar un anagrama de Broza como nombre, ¿qué te parece Zarbo?

—No digas tonterías —bufó Broza—. Si voy a cambiar de nombre, al menos quiero uno decente. Seré Alex.

—Muy bien, Alex —la tarjeta quedó en blanco un momento, y luego la información se sobreescribió con datos diferentes, aunque las dos medallas obtenidas seguían figurando allí—. Ahora sólo necesitas encontrar una peluquería y una tienda de ropa... en las que no hagan demasiadas preguntas. Pero primero, necesitas dormir. El Centro Pokémon está descartado, busquemos algún albergue o algo por el estilo.

—Me parece bien —asintió Broza, y se puso en pie. Ahora era una fugitiva. La policía andaba tras ella, y quién sabía qué más. Pero la inteligencia de Preem la mantendría a salvo. Estaba segura de eso.




A la mañana siguiente, bajo un sol cegador, llevando un chaleco de color verde y una gorra blanca y negra, la nueva y aparentemente masculina Broza echaba a andar por un camino de tierra. Preem caminaba detrás de ella, sin aparente esfuerzo, con un pañuelo verde decorado con espirales atado a la frente, para ocultar su característica almohadilla. No era raro que los Pokémon llevaran aquella clase de adornos, así que quizá no llamaría mucho la atención.

—Oye, Preem —dijo Broza, mirando con anhelo la autopista y la vía de tren que se elevaban sobre enormes pilares, muy por encima del sendero que utilizaban ellos—. ¿En serio vamos a ir andando hasta Campolargo? Está lejísimos. ¿Por qué no usamos el autobús?

—Vas disfrazada de entrenador, y los entrenadores van a pie, para fortalecerse —replicó Preem—. Lo estuve pensando tras el asunto de las drogas. Hay muchas de dejarme fuera de juego, y a veces tendrás que arreglártelas sin mí. Tienes que aprender a luchar, volverte una entrenadora decente.

—Yo no... —comenzó a decir Broza, pero Kadabra no la dejó seguir hablando.

—Da igual lo que quieras —respondió—. O te vuelves buena con los Pokémon, o aprendes a usar una pistola, pero tienes que ser capaz de defenderte. Estoy seguro de que tienes potencial, te las arreglaste para conseguir la medalla de Marcone. Lo que necesitas es experiencia práctica. Lucha contra los entrenadores que te crucen y tengan una, dos o tres medallas. Derrota o haz huir a los Pokémon salvajes que te ataquen. Así es como siempre se ha hecho. Además, también es hora de que atrapes un Pokémon por ti misma. Déjame ver —el teléfono móvil de Broza salió flotando de su bolsillo, y fue a parar a la mano libre de Preem—. Veamos... Sí, en esta ruta deberías encontrar a Makuhita. Él cubriría un par de debilidades de tu equipo. Antes de que lleguemos a Campolargo, espero que hayas atrapado alguno.

—Mi objetivo es liberar Pokémon, no atraparlos —Broza le miró con hosquedad y le quitó el teléfono de un tirón.

—Tampoco es que le vayas a meter en una caja, ¿no?




Para Broza fue un viaje largo y fatigoso. El sendero era bastante llano, con ocasionales cuestas aquí y allá, aunque daba algunos extraños giros de vez en cuando, y a veces pasaba por debajo de la autopista. Al principio, la joven miraba con constante nerviosismo la hierba alta que crecía a ambos lados, pero se comenzó a relajar en cuanto hizo huir a unos cuantos Hoothoot y Rattata que le salieron al encuentro.

Cuando encontró el primer entrenador, un chico de más o menos su edad que viajaba en dirección contraria, se sintió repentinamente tímida y se alejó para evitar tener que hablar. Pero Preem insistió tanto en su cabeza que terminó por retarle a un combate. Se sintió gratamente sorprendida cuando consiguió ganarle sin problemas. También ganó a la siguiente una chica enérgica que se especializaba en Pokémon de tipo lucha, pero luego perdió contra una mujer adulta que tenía tres medallas y un equipo de seis Pokémon (dos de ellos de tipo siniestro).

Cuando su último Pokémon, Tangela, cayó derrotado, Broza lo devolvió a la Pokéball y miró a su alrededor sin saber qué hacer. Miró a la entrenadora con cierto desmayo, y comenzó a respirar aceleradamente. Miró hacia atrás, al sendero por el que había venido, pero Montepino ya estaba muy lejos y sabía que no era prudente regresar allí. Además, ¿y si le atacaba algún Pokémon salvaje con todo su equipo debilitado? Suponía que podía llegar a librarse a patadas de un Rattata, pero si aparecía algo peor...

Se quedó mirando a la desconocida. ¿Quizá dejaría que la acompañara un trecho, hasta el siguiente Centro Pokémon? De ese modo, quizá estaría a salvo de...

—No me digas que es la primera vez que pierdes —dijo la mujer, sonriendo amablemente. Broza asintió, cabizbaja—. Pues no te preocupes, porque hay un refugio para entrenadores tras esa arboleda —señaló un grupo de árboles que había junto al camino. El sendero desaparecía tras la arboleda, formando un recodo—. La verdad es que has tenido suerte, no tendrás que volver todo el camino hasta el último Centro Pokémon; en el refugio tienen una de esas máquinas que los curan al instante.

Broza la miró, esperanzada.

—¡Muchas gracias! —exclamó, de corazón, y echó a caminar hacia la arboleda. De repente, se detuvo—. ¡Ah! El dinero que habíamos apostado... —se metió la mano en el bolsillo, en busca de su monedero.

—Olvídalo —la mujer rió alegremente—. La verdad es que no quiero cobrar a un entrenador tan pequeñito y tan mono. Ha sido un buen combate, ¡sigue así!

Contra toda lógica, Broza se puso roja al escuchar aquello. Se inclinó en señal de agradecimiento, se dio la vuelta y echó a correr hacia el refugio. Lo vio en cuanto dejó la arboleda atrás: un edificio alto de madera, a medio camino entre un hostal y un Centro Pokémon. Delante de él, sobre la hierba, había bancos de madera y mesas para comer. Las ventanas relucían y estaban tan limpias que se veía el interior con claridad. Deseando curar a sus Pokémon, Broza entró en el edificio y se dirigió rápidamente al mostrador. No había ningún enfermero allí, ni nadie que pareciera estar a cargo, así que ella misma colocó sus tres Pokéball en los huecos de la bandeja y pulsó el botón verde con forma de cruz. Las Pokéball brillaron, parpadeando, y al cabo de un instante relucieron como nuevas.

Broza escogió la de Preem y la lanzó al suelo. Al instante, el Kadabra estuvo junto a ella.

—Lo siento —dijo la chica, rápidamente—. Debería haberte cambiado en cuanto sacó al segundo siniestro. Creí que...

—No te preocupes —Kadabra levantó la mano izquierda, como para calmarla—. Esto es parte de lo que debes aprender. Tendrías que haberme cambiado antes, sí, pero probablemente habrías perdido de todos modos. A veces hay combates que, hagas lo que hagas, no puedes ganar. Lo importante es procurar que eso sólo te ocurra cuando combates amistosamente.

—Ains —Broza se sentó en un taburete junto al mostrador—. No sabes lo mal que lo he pasado. Por un momento, no supe qué hacer. Menos mal que la mujer me ayudó y me indicó este sitio.

—¿No podrías haber buscado el refugio más cercano con alguna aplicación de tu teléfono? —preguntó Preem, ladeando la cabeza.

—Yo... Bueno —Broza volvió a enrojecer y se maldijo por ello. ¡Menudo día llevaba!—. Me olvidé completamente... —se levantó, se acercó a una máquina expendedora y sacó un refresco para ella y otro (amargo) para Kadabra—. Por cierto, dijiste que veríamos algún Makuhita en esta ruta, pero por el momento brillan por su ausencia.

Preem se encogió de hombros.

—En fin, quizá no haya suerte. Con estas cosas nunca se sabe. De todos modos, ahora me preocupa más enterarme de lo que está ocurriendo ahí.

Broza miró en la dirección que señalaba Kadabra. De una de las salas del refugio brotaba un barullo. La joven se aproximó para averiguar la causa, y se encontró con un montón de entrenadores de ambos sexos de pie, mirando un enorme televisor que colgaba del techo. Se mostraban imágenes tomadas con un helicóptero, de un bosque en el que de repente los árboles empezaban a caer uno tras otro. Si algo los estaba derribando, tenía que ser muy grande... o muy fuerte.

La gente hablaba tan alto que no se oía lo que decía el locutor de la noticia, y Broza sólo captaba retazos muy vagos de las conversaciones, así que se acercó a una niña pequeña que observaba el televisor desde un rincón y le tocó el codo. La muchacha le devolvió la mirada, era una cazabichos con un enorme sombrero de paja y un cazamariposas al hombro.

—Perdona, ¿sabes lo que está pasando ahí? —preguntó Broza.

—Hay un Pokémon muy peligroso al norte de aquí —explicó la chica—. Al parecer apareció al norte, mucho más al oeste, pero se ha ido acercando... y se las ha arreglado para trepar a la autopista y lanzar un camión fuera de ella. Luego ha vuelto a bajar, ha matado a una entrenadora y ha escapado al bosque.

—¿Ha matado a una entrenadora? —repitió Broza, con voz desmayada.

—Sí —la cazabichos bajó la voz—. Es tan fuerte y agresivo que probablemente se trate de un Pokémon en Forma Glitch.

—¿Forma Glitch?

—Sí —la carita de la cazabichos expresó gravedad—. ¿Has oído que los Pokémon están escapando de sus cajas, y que algunos salen con marcas extrañas y habilidades misteriosas, verdad? La gente está empezando a decir que son Pokémon en Forma Glitch, dañados tras pasar tanto tiempo en el Sistema de Almacenamiento.

—¿Así que este Pokémon es uno de los que se liberaron de la caja? —preguntó Broza.
—Seguro que sí —la niña miró la televisión, pensativa—. Me pregunto si habrá por ahí algún Caterpie Forma Glitch. No me importaría capturarlo...

—Gracias —le dijo Broza, y salió de la habitación. Abandonó el refugio, salió al exterior y miró hacia el cielo. En la lejanía se percibía un brillo metálico, seguramente del helicóptero que estaba retransmitiendo. Mientras estaba allí sentada, pasaron un par de vehículos todoterreno, sin duda un equipo de choque que se dirigía a tratar de contener la amenaza.

—Así que ahora soy Kadabra, Forma Glitch —dijo la voz de Preem en su cabeza—. No suena muy halagador, pero supongo que es acertado.

—No vengas con tonterías —repuso Broza—. Te prefiero a cualquier otro Kadabra del mundo. Ya lo dijiste tú mismo: la habilidad que has conseguido en la caja es lo único que puede salvar a los Pokémon.

—Así es —Kadabra se rascó el pañuelo de la frente, bajo el que se encontraba el símbolo que le distinguía del resto de su especie—. Pero no puedo evitar sentirme extraño...

—Voy a ir a encargarme del Pokémon que está causando problemas —anunció Broza de repente—. Yo lo liberé.

—No es el primer Pokémon liberado que comete atrocidades —le recordó Kadabra—. Y no sentiste la necesidad de encargarte de los otros.

—Es verdad —admitió Broza—. No pretendo ser lógica. Sencillamente haré lo que siento que debo hacer en cada momento. Y ahora siento que debo hacer esto. ¿Te parece mal?

—Al contrario —replicó Preem—. Creo que ambos podríamos aprender algo de todo esto. Pero si decido que estás en peligro, te teletransportaré de vuelta a este refugio... con o sin tu consentimiento. Tenlo en cuenta.

—Hum —Broza no dijo nada. Se incorporó, sacó su teléfono móvil y se puso en marcha hacia el norte.




Bastó con seguir las huellas de neumáticos, la estela de árboles caídos y el sonido de disparos para encontrar al Pokémon que buscaban. Se encontraba en el centro de un pequeño incendio, provocado por los dos vehículos todoterreno que había destrozado. Mientras Broza se acercaba corriendo, la criatura todavía indeterminada arrancó un árbol con sus propias manos y lo lanzó al cielo.

El enorme tronco se desplazó a toda velocidad por el aire, girando como un bumerán, y acabó por golpear al helicóptero que filmaba desde las alturas. El vehículo chisporroteó y cayó dando vueltas a bastante distancia. El Pokémon se movió con rapidez, como dispuesto a ir a comprobar el lugar del impacto, pero Broza intervino.

—¡Eh, tú! —chilló—. ¡Atrévete conmigo!

El ser se detuvo a media zancada, dio media vuelta y se encaró con Broza. Era Hariyama. Pero al mismo tiempo, no lo era: parecía más grande de lo normal, y su falda se había vuelto de color morado. Sus ojos también tenían un brillo purpúreo, y en las palmas de sus manos había grabados dos enormes círculos rojos. Tenía varios agujeros de bala sangrantes en el pecho y en los enormes dedos: era evidente que había recibido disparos.

Hariyama Forma Glitch lanzó una especie de rugido y se lanzó hacia adelante, dispuesto a aplastar a Broza.

—¡Tangela, Hierba lazo! —exclamó Broza.

Tangela, que había estado oculta detrás de un árbol cercano, soltó un ruidito, y de repente unas férreas enredaderas brotaron del suelo y se enroscaron en torno a las piernas de Hariyama. El enorme Pokémon tropezó y se golpeó la cabeza contra un árbol. Se revolvió en el suelo, levantando una espesa capa de polvo y se levantó apoyándose en las enormes manos y dejando huellas en el suelo que parecían de dinosaurio.

—¡Preem, Psicorrayo! —ordenó Broza, y de otro rincón entre los árboles surgió un chorro de luz multicolor que alcanzó al Pokémon y lo hizo chillar y tambalearse. Trató de lanzarse contra Kadabra, pero la Hierba lazo de Tangela volvió a hacerle trastabillar.

Entonces, Hariyama se detuvo y dio una fuerte palmada. Los círculos rojos de sus manos se iluminaron, y todo el bosque pareció quedar bañado por una luz rojiza, como la de un láser. De repente, Broza sintió náuseas y le pareció percibir unas imágenes, como fogonazos, tan rápidas que no logró discernir nada de ellas.

—¡Preem, otra vez! —chilló la joven, sintiéndose cada vez más aturdida.

—¡No puedo! —la voz de Kadabra le llegó distorsionada. El Pokémon psíquico había caído a cuatro patas y sacudía la cabeza como si tratara de espabilarse a sí mismo. Hariyama se liberó de la Hierba lazo, aunque hiriéndose los pies, y saltó frente a Kadabra. Levantó una manaza.

Broza chilló. Si Hariyama le golpeaba, Preem acabaría convertido en papilla. Tenía que hacer algo, e hizo lo único que se le ocurrió: sacó una Pokéball de la mochila y se la arrojó. La esfera, diminuta en comparación al monstruoso Pokémon, le golpeó y le absorbió.

La luz roja se desvaneció, y Kadabra aprovechó para incorporarse. La esfera cayó al suelo y comenzó a sacudirse. Una vez... dos veces... tres veces... Cuando Broza se convenció de que ya no se movería más, se acercó a recoger la esfera. No podía creerlo. Le había capturado.

—Has tenido suerte —dijo Kadabra, sacudiéndose el polvo—. Pero, ¿qué vas a hacer con él ahora? En cuanto salga de la Pokéball, te va matar. Dudo que le preocupe el hecho de que seas su entrenadora.

—¿Has visto su mente, Preem? —preguntó Broza—. ¿Alguna idea de por qué se comporta así?

Preem pareció incómodo.

—Sí, he atacado su mente y he visto mucho de él. Creo que ahora le comprendo. Parece ser que, durante los años que este Hariyama pasó en la Caja, comenzó a tener alucinaciones... Visiones que siempre comenzaban de forma agradable, pero terminaban horriblemente mal. La única forma de escapar de estas alucinaciones era matar a todo el mundo; haciendo eso, volvía a la realidad enseguida. La cuestión es que está convencido de que esto también es una alucinación. Hariyama cree que sigue en la Caja.

—Vaya... —Broza miró la Pokéball, pensativa. Un momento después, la lanzó al centro del claro que el Pokémon había abierto a golpes—. ¡Hariyama, sal!

—¿¡Pero qué haces!? —exclamó Preem, poniéndose en guardia.

—De todos modos está casi debilitado —dijo Broza, sin darle importancia—. Y necesito decidir qué haré con él. ¡Hariyama, ya no estás en la caja! ¡Soy la persona que te ha liberado!

El Pokémon parecía muy confundido. Se dio la vuelta en el suelo, sin levantarse, y la miró con ira.

—¿Me entiende?

—Te entiende —confirmó Preem—. Pero no te cree.

—¿Puedes mostrárselo?

—Si es lo que quieres... —Kadabra levantó la cuchara y apuntó a la cabeza de Hariyama. Un segundo después, los ojos del Pokémon se abrieron como platos y retrocedió, espantado. Broza le siguió.

—¡Esto es real, Hariyama! ¡No es ninguna alucinación! ¡Si intentas agredirnos, moriremos realmente!

Hariyama se detuvo junto a una gigantesca piedra. Se aferró a ella con ambas manos y comenzó a golpearla con la cabeza. Con mucha fuerza. Salían esquirlas de roca de todas direcciones y el sonido era terrible. Un reguero de sangre le corría por la frente.

—¿¡Qué está haciendo!?

—Acaba de comprender que ha matado a esas personas de verdad —explicó Kadabra—. No parece que sea capaz de soportar la culpa. En realidad, es un Pokémon de carácter amable. Sencillamente está como una regadera, y lo sabe.

—¡Maldita sea! —Broza corrió hasta la roca que Hariyama estaba machacando con su propio cráneo, trepó por la parte de detrás y se quedó de pie sobre ella, sobre el charco de sangre que se había formado. La cabeza del Pokémon estuvo cerca de aplastarla, pero se detuvo a tiempo. Los ojos quedaron a escasos centímetros de los suyos—. ¡Deja de hacer eso! —ordenó—. ¡No se te puede culpar por lo que has hecho! Ahora soy tu entrenadora y no voy a dejar que te hieras a ti mismo, ¿te has enterado?

Hariyama dio un manotazo en el suelo, frustrado. Una cortina de polvo se levantó.

—¡No, eso se acabó! —gritó Broza—. Yo soy quien te ha liberado y quien ha vuelto a capturarte, y me dirijo a liberar a otros Pokémon como tú. Si quieres, puedo soltarte, olvidarme de ti y dejar que vuelvas a la naturaleza para matarte a ti mismo. O si quieres —le apuntó con la Pokéball— puedes venir conmigo y ayudarme. ¿Entiendes lo que te digo?

Hariyama soltó una especie de gruñido melancólico. Palmeó el suelo con las manos, pero sin demasiada fuerza, y miró a Kadabra un momento. Parecía considerarlo. Después, por fin, volvió a entrar en la Pokéball por su propia voluntad y desapareció de la vista.

La adrenalina abandonó a Broza, que se sintió repentinamente mareada y cayó hacia adelante. Su gorra cayó al suelo, pero ella no, porque las enredaderas de Tangela la atraparon justo a tiempo y la sostuvieron con suavidad, atrayéndola. Aliviada, Broza se abrazó a Tangela y soltó un hondo suspiro. Levantó la Pokéball que contenía a Hariyama y se la mostró a Preem.

—La verdad es que sólo tenía esa Pokéball —dijo Broza con voz débil—. Así que no creo que pueda conseguir ningún Makuhita. ¿Te vale con el que acabo de atrapar?

Preem se agachó, recogió la gorra y volvió a colocársela a Broza en la cabeza. Asintió.

—Sí —dijo en su cabeza—. Es perfecto.

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Crow
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Registrado: 21 Jul 2011, 13:34

Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Crow » 01 Sep 2017, 01:05

Malfuin escribió:—Bueno, tendrás que ponerte algo ajustado debajo —dijo Kadabra—. Aunque no se fijará nadie; tienes tan poco que ni siquiera ahora se fijan.
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