[Fanfic] Pokémon - Damaged Info

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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 02 Sep 2017, 11:39

PARTE VI – GIMNASIO DE CAMPOLARGO
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Campolargo era la capital de Alvesta, y eso se notaba. A mucha distancia de la ciudad, Broza y Preem veían la silueta de los altos edificios que sobresalían más allá de las colinas. También se apreciaba por la cantidad de entrenadores que había a las afueras, buscando Pokémon y luchando entre ellos. Varios desafiaron a Broza, pero bajo la excusa de tener que curar a su equipo, ella pasaba de largo.

Cuando estuvo entre los primeros edificios y tiendas, la joven se sintió calmada al fin. El combate con Hariyama la había alterado notablemente. Había estado a punto de morir, y había actuado como si no le importara, sabiendo sus impulsos. Era un milagro que el Pokémon dañado no la hubiera hecho pedazos.

Pero había llegado a un entendimiento con Hariyama. Suponía que el riesgo había valido la pena. Se dirigió directamente hacia el Centro Pokémon, pero alguien la llamó desde un parquecillo que había justo antes de llegar.

—¡Eh, Broza! ¡Aquí!

La joven se giró, reaccionando con naturalidad y buscando a quien había dicho su nombre. Entonces se quedó de piedra, al recordar que iba disfrazada, que sólo debía responder al apodo Alex. Pero ya era tarde, no podía hacerse la loca. La habían localizado.

Entonces vio a Espino sentado en un banco de madera, con Cubchoo junto a él. Se acercó rápidamente.

—Menudo cambio de look —dijo Espino, alegremente—. Casi pareces un chico.

—¡Se suponía que debía parecer un chico! —musitó Broza—. Y no levantes la voz.

—Entonces, ¿es cierto? —Espino sonrió—. ¿Sintetizaban drogas en el Gimnasio Pokémon? ¿Y tú salvaste a los Pokémon tipo planta? Me dejas helado —dijo, en tono jocoso—. Perdón por el chiste malo.

—¿Qué haces aquí? —Broza se sentó junto a él en el banco. Preem se quedó de pie, a cierta distancia—. Creí que ya tenías la medalla de Campolargo.

—Sí, y también he obtenido la de Puenteviejo —sonrió alegremente—. Ya ves que tampoco pierdo el tiempo. Ahora planeo seguir la costa hacia el norte y conseguir las cuatro que me faltan, pero ya que pasaba por aquí de todos modos, he preferido esperarte.

—¿Y eso por qué? —preguntó Broza, suspicaz.

—Sé lo que estás haciendo —dijo Espino, bajando la voz—. No sólo lo de acabar con las drogas, sino ese asunto de los servidores. Estoy seguro de que has sido tú... Y quiero que sepas que, aunque no estoy de acuerdo del todo con lo que haces, entiendo tus razones. Yo ya he liberado a los Pokémon que tenía en las cajas por puro coleccionismo. No sé por qué lo hacía... simplemente es lo que hace todo el mundo —se metió la mano en el bolsillo y se sacó un papel doblado y arrugado—. Aquí tienes mi número. Si te metes en líos, llámame. No prometo nada, pero intentaré ayudarte —se puso en pie—. Y ahora tengo que ponerme en marcha. Te retaría a un combate, pero creo que todavía tienes que pasar por el Centro Pokémon... —sonrió—. El pelo corto te sienta muy bien, por cierto. ¿Nos vemos en la Calle Victoria?

—Eh... claro —dijo Broza, aturdida—. Gracias...

—¡Pues hasta la próxima! —Espino cogió en brazos a Cubchoo y se marchó andando deprisa. Broza observó de reojo cómo se alejaba.

—¡Espino utilizó Atracción! —dijo Preem, divertido, sentándose a su lado—. ¡Es muy eficaz!

Broza se giró hacia él, enfadada.

—¿Por qué no ha funcionado el disfraz? —exigió saber—. ¡Pensé que usabas tu poder psíquico para que la gente no se percatara de quién soy!

—No es eso lo que dije, dije que aumentaría la predisposición de las personas para ver lo que esperan ver —explicó Kadabra—. Pero parece que Espino realmente esperaba verte a ti. Por eso no ha funcionado. Era sincero en lo que ha dicho, por cierto. Te ayudará si se lo pides.

—Oh... —Broza contuvo una sonrisa—. Bueno, no sé qué hacemos aquí sentados. Vamos al Centro Pokémon.




Una vez que sus Pokémon estuvieron recuperados, Broza se dirigió al gimnasio.

—¿Ves ese enorme estadio de allí? —preguntó la chica a Kadabra, señalando un gigantesco edificio ovalado—. Hace muchos años, hubo un Mundial de Pokéathlon en Campolargo. El recinto se construyó expresamente. Fue un gran honor para la región —sonrió melancólicamente—. Últimamente parece que sólo Kanto importa. Supongo que por culpa de Rojo.

—Rojo es un gran hombre —dijo Preem, muy serio—. Nadie ha hecho tanto por los Pokémon en tan poco tiempo, y además es un genio. Mientras estaba atrapado en la Caja, cuando obtuve mi poder y pude ver a través de las redes de datos, conocí al Porygon de Rojo. Yo puedo navegar con la mente, pero él se sumerge físicamente en la red. Me enseñó mucho, sobre la historia de Rojo y sobre otros asuntos...

—¿Así fue como descubriste el origen de MissingNo? —preguntó Broza, en voz muy baja.
—Exacto, Porygon me lo contó todo. También escribió el programa base que utilicé para detenerle. Como nacieron en el mismo sistema, se siente responsable.

—Ahora lo entiendo un poco mejor —asintió Broza.

—Sin las cosas que me enseñó Porygon, tal vez nunca habría dado contigo... —Preem se interrumpió—. Pero perdona, me estabas hablanfdo del estadio.

—No hay mucho más que contar —repuso Broza—. El Mundial acabó. El edificio está muy viejo y no hay planes de restaurarlo. Hoy en día se usa principalmente para combates de exhibición y para el equipo local de Pokéathlon. El gimnasio está detrás, en un palacete que no pega nada con las estructuras que lo rodean.

No tardaron en verlo. Un imponente edificio recubierto de losas negras y relucientes, con contraventanas y rejas blancas, y lazos rosados en las ventanas. Parecía cualquier cosa menos un Gimnasio Pokémon.

—¿Qué tipos se utilizan aquí? —preguntó Kadabra, práctico.

—Zalasta, el líder del gimnasio, es un experto en los Pokémon de tipo normal y hada —explicó Broza, y suspiró—. Esperas que me enfrente a él, ¿verdad?

—Si le noqueamos, tu identidad como Alex quedará comprometida y tendríamos que fabricarte otra —explicó Kadabra—. Veamos si somos capaces de llegar a la sala de servidores sin ser descubiertos... Por el momento, voy a entrar en mi Super Ball. Seguramente estarán buscando a una chica con un Kadabra inusual. No les ayudemos a atar cabos.




En la entrada del Gimnasio Pokémon había unos hombres trajeados y con gafas de sol. Uno de ellos se sacó un aparato del bolsillo y apuntó con él a Broza en cuanto se acercó.

—Así que eres Alex de Ciudad Plateada... —dijo uno de ellos—. Está bien, puedes pasar. Suerte ahí dentro.

—Gracias —dijo Broza, tratando de evitar que se le notara la voz de chica.

Las puertas se abrieron y se encontró con una especie de inmenso salón de baile. La habitación estaba sostenida por columnas, adornadas de nuevo por lazos rosas, y el suelo era dorado. Sonaba música clásica, y algunas personas bailaban aquí y allá. Aquello era muy raro.

Broza dio la vuelta a la habitación lentamente y se fijó en un ascensor que había en el lateral. ¿Llevaría a la sala de servidores? Se acercó despacio, procurando que nadie se fijara en él, y extendió los dedos para pulsar el botón discretamente.

La puerta se abrió antes de que llegara a tocarlo y Broza retrocedió, sobresaltada.

—¡Ah, aquí estás, chico! —el hombre que salió del ascensor tenía un aire extraño. Parecía bastante enérgico, e iba vestido con una túnica blanca y poco más. Debía rondar los cuarenta años—. Me informaron de que tenía un aspirante —el desconocido sonrió—. Bien, bien, yo soy Zalasta. ¿Alguien te dijo que estaba arriba? Será mejor que no subas. No pareces lo bastante mayor para eso —soltó una risotada—. Los combates los realizamos aquí abajo. Sígueme.

Sin otra opción que seguirle el juego, Broza le siguió hasta una habitación adjunta de menor tamaño, pero que también parecía una sala de baile. En cuanto entraron, la música oficial de los combates contra líderes comenzó a sonar en el techo. Zalasta cruzó rápidamente la sala, retiró un panel oculto en la pared del otro extremo y sacó un estuche con tres Pokéball. Se giró teatralmente.

—¡Soy Zalasta, líder del Gimnasio de Campo Largo! —exclamó—. ¡El tipo hada y el tipo normal tienen muchas cosas en común! ¡En el pasado, muchos Pokémon de tipo hada fueron catalogados como normales erróneamente! ¡Eso demuestra que la magia y lo cotidiano pueden entrelazarse perfectamente! ¡Eso es lo que debes aprender en este gimnasio! ¡Marill, adelante!

Un pequeño ratón de agua con orejas redondeadas apareció delante de él. Broza sonrió: aquello sabía manejarlo.

—¡Tangela, confío en ti! —dijo, lanzando la Pokéball—. ¡Utiliza Megaaagotar!

Las enredaderas atraparon a Marill y lo debilitaron rápidamente. Zalasta hizo volver a su Pokémon y silbó.

—Veamos si puedo contrarrestar eso... —tenía una Pokéball en cada mano y parecía pensativo. De repente, lanzó una—. ¡A por él, Mawile! ¡Cabeza de hierro!

Mawile apareció en el centro de la sala de baile, girando sobre sí misma, y golpeó duramente a Tangela con su cabeza dentada. Tangela fue derribada y rodó por el suelo, con sus tentáculos muy dañados. Hizo el intento de volver a incorporarse, pero finalmente cayó al suelo y se quedó allí, con las enredaderas retorciéndose levemente.

—¡Lo has hecho bien, Tangela! ¡Vuelve! —Broza entrecerró los ojos. No estaba familiarizada con Mawile, pero por el nombre del ataque, debía ser tipo acero, ¿verdad? Sin embargo, si lo estaba usando Zalasta, también seria tipo hada... Iba a resistir casi cualquier ataque de Preem y Clefable. Tragó saliva. Sólo le quedaba una opción, pero no le gustaba—. ¡Hariyama, procura contenerte!

Lanzó la Pokéball y Hariyama se materializó. Dentro de un edificio parecía todavía más inmenso.

—¿Q-qué demonios...? —Zalasta retrocedió—. ¿Eso es un Hariyama?

—Hariyama, Forma Glitch —Broza trató de poner una sonrisa inocente—. Lo capturé de camino hacia aquí. Las Formas Glitch no están prohibidas, ¿verdad?

—Supongo que no... —Zalasta se encogió de hombros—. Un Pokémon es un Pokémon. ¡Mawile, Carantoña!

El Mawile de Zalasta se lanzó valientemente contra el enorme Hariyama y comenzó a golpearle, saltando encima de él y pegándole por todos lados; parecía estar pasándoselo en grande.
—¡Hariyama, eh...! —Broza recordó que no se había acordado de aprenderse los movimientos de su nuevo Pokémon—. ¡Mierda! ¡Quítatelo de encima!

Hariyama golpeó con la palma de la mano a Mawile y lo mandó rodando por el suelo. El Pokémon enemigo se intentó levantar, pero Hariyama volvió a empujarle, sin hacerle demasiado daño pero enviándole lejos. Le siguió golpeando hasta acorralarle contra una de las columnas.

—¡Mawile, no te dejes avasallar! ¡Viento feérico! —exclamó Zalasta. El Pokémon saltó a un lado y volvió a girar sobre sí mismo, como si bailara. Un torbellino se formó en la habitación, y el aire estuvo a punto de mandar por los aires la gorra de Broza.

Los golpes de viento hacían retroceder a Hariyama, para sorpresa de su entrenadora. Cerró un ojo, agarrando la gorra por la visera, y descubrió que le costaba concentrarse. Había un olor extraño en aquel viento, le costaba ver a través de él... Como si se marease...

—¡Un golpecito más! —exclamó Broza a Hariyama—. ¡Noquéalo! ¡Tú puedes!

Hariyama saltó al torbellino y lanzó un golpe en horizontal con una de sus manazas. Mawile perdió el equilibrio, giró en el aire grácilmente y se estampó de cara contra el suelo. Comenzó a llorar y corrió rápidamente tras Zalasta.

—Está bien, está bien —Zalasta lo devolvió a la Pokéball—. Este es mi último Pokémon, pero no creas que te lo voy a poner fácil. ¡Wigglytuff, Voz cautivadora!

Una especie de enorme conejo de peluche apareció en el centro de la pista. Antes de que Hariyama pudiera reaccionar, comenzó a cantar y el enorme Pokémon no pudo hacer más que tratar de llevarse las manos a la cabeza. Era como si aquel sonido destruyese su espíritu combativo. Finalmente, el Pokémon de tipo lucha cayó de espaldas, incapaz de seguir moviéndose.

—Vale... —Broza sonrió—. No imaginaba que los bichos monos fueran tu punto débil, Hariyama. Pero lo has hecho muy bien, ¡vuelve!

El enorme Pokémon regresó al bolsillo de Broza, que miró las dos Pokéball que le quedaban, sopesando opciones.

—¡Preem, cuidado con este! —advirtió la chica, y el Kadabra apareció frente a Wigglytuff. Levantó su cuchara en actitud defensiva.

—¡Wigglytuff, Canto! —comandó Zalasta.

La canción de Wigglytuff era un poco distinta a la de Clefable, pero Broza creyó reconocer notas similares. Sacudió la cabeza con fuerza, tratando de mantenerse espabilada. Kadabra no pudo hacer lo mismo: se tambaleó contra su voluntad y acabó cayendo de espaldas, roncando.

En el mismo momento en que Kadabra se dormía, Wigglytuff también se desplomó, frotándose los ojos, y comenzó a respirar despacio.

—¿Qué...? —Zalasta miró a uno y a otro—. ¡Ah, malditos trucos mentales!

—No sé muy bien lo que has hecho, Preem, pero de acuerdo —Broza le devolvió a la Pokéball—. ¡Clefable, Espabila a ese peluche!

Clefable saltó sobre Wigglytuff y le soltó un buen mamporro.

—¡Aaaah, un ejemplar espléndido! —Zalasta miró al Clefable de Broza con ojos brillantes y caminó hacia él—. ¿Está en venta? ¿Querrías intercambiarlo? ¡Es magnífico!

Clefable se olvidó de Wigglytuff y miró aterrorizado a aquel humano que se le acercaba con expresión codiciosa. Quizá sintiendo celos, o simplemente aprovechando la ocasión, el Wigglytuff se lanzó hacia él y comenzó a darle bofetones.

Clefable tardó un momento en reaccionar, pero cuando lo hizo, pegó bien fuerte. Los dos adorables Pokémon se golpeaban sin piedad el uno al otro, sin dar tiempo a sus respectivos entrenadores a intervenir, dejándose la cara primero roja y luego morada a base de bofetones.

Y entonces, ambos Pokémon se quedaron inmóviles, se sonrieron y se desplomaron simultáneamente.

—Vaya... —Zalasta echó a reír—. ¡Eso ha sido intenso! Pero aquí tienes, la Medalla Feericotidiana —se sacó una especie de pin de un estuche y se lo entregó a Broza.

—Pero... ¡Si se han desplomado a la vez! —exclamó ella.

—Sí, pero tu Kadabra sólo está dormido —explicó Zalasta—. Sería cuestión de tiempo que despertara y siguiera luchando, así que has ganado. Permíteme entregarte también la MT20, que contiene Velo sagrado. Este movimiento protegerá a tu Pokémon de efectos secundarios como la parálisis, el veneno o el sueño. Ojalá lo hubiera utilizado yo —rió, y dio unos golpes a Broza en el hombro—. Ha sido un buen combate, Alex. Y ahora, si me disculpas... estoy un poco ocupado.

Zalasta se marchó por donde había venido. Habiéndose quedado a solas en la habitación, Broza volvió a sacar a Preem de la Super Ball y lo zarandeó, sosteniéndolo por los hombros.

—Preem... Despierta... ¡Despierta!

—¿Qué...? —Kadabra abrió los ojos—. ¿Qué ha...? Oh, ¿has ganado? Enhorabuena.

—He ganado, sí —Broza le soltó—. ¿Ves alguna entrada por aquí a la sala de servidores?

Preem miró a su alrededor.

—No... No parece que haya nada.

—¿Verdad? Antes he visto un ascensor en la sala de baile. Vamos a probar por ahí —la chica hizo una señal con la mano—. Espero que nadie se fije en nosotros. ¡Vamos!

Cruzaron el salón de baile, que estaba bastante más vacío que antes, y se detuvieron junto al ascensor. En cuanto pulsaron el botón, la puerta se abrió. Entraron y buscaron el panel con el que indicar la planta, pero no lo había. En su lugar, el ascensor se cerró automáticamente y comenzó a subir sin que ellos hicieran nada.

—¡Preem! —exclamó Broza, asustándose.

—Calma —aconsejó él—. Veamos a donde nos lleva.

La puerta se abrió y se encontraron en lo que parecía la recepción de un lujoso hotel. Pero había algo raro: la luz era demasiado tenue y lo bañaba todo con un brillo rosáceo. Olía raro.
De detrás del mostrador, un hombre gordo y con bigote se acercó rápidamente.

—¡Oh, bienvenido, señor! —exclamó—. ¡Le estábamos esperando! Sígame, le hemos reservado una habitación privada...

—¿Señor? —preguntó Broza, perpleja, pero Kadabra le pellizcó—. Eeeeh... ¡sí, claro!

Echó a caminar por el pasillo detrás del señor con bigote. El sitio era muy elegante, pero había algo que le perturbaba. La música que sonaba, suave y repetitiva, la hacía sentir nerviosa. Casi se detuvo en seco cuando le pareció oír gritos en la lejanía. En el anterior Gimnasio había descubierto un laboratorio de drogas. ¿Qué iba a encontrar aquí, una sala de torturas?

—Me está costando bastante mantener tranquilo a este tío, así que no hagas nada sospechoso —dijo Kadabra—. Él esperaba a un hombre adulto, no a un niño, y eso es lo que está viendo... Pero en cualquier momento podría descubrirte. Mantente alerta.

Broza asintió.

—¿Es su primera visita a nuestro local, señor? —preguntó el hombre.

—Eh... Sí —admitió Broza.

—Bien, en ese caso, déjeme explicarle el funcionamiento —el hombre se giró hacia ella y sonrió—. Nuestros servicios son muy distintos a los de la competencia, enseguida lo descubrirá.

Broza se fijó en que había varios Pokémon gelatinosos tirados por el suelo. ¿Ditto? Se sorprendió todavía más cuando el guía recogió uno, como si fuera una bolsa, y abrió la puerta de una habitación.

Era totalmente como la de un hotel. Una enorme cama doble ocupaba el centro de la habitación, y también había una mesa y un mueble bar. No tenía ventanas.

—Verá, será Ditto quien le haga compañía esta noche —el hombre del bigote sonrió y lanzó a Ditto sobre la cama—. Veamos... ¿qué le apetecería probar? Podría disfrutar de una placentera sesión con Camila, es una opción muy popular.

El Ditto se transformó al instante en una mujer alta y rubia, completamente desnuda, que sonrió sugerentemente y se acarició el pecho.

Broza retrocedió, horrorizada. Acababa de comprender de golpe en qué clase de local estaba.

—¿No le interesa? —el hombre gordo pareció sorprendido—. Oh, puede que sus gustos vayan por otro lado. ¿Qué tal le parecería pasar una velada en brazos de Azul? Suele satisfacer mucho a la gente de sus preferencias —Camila se convirtió en un hombre alto con el cabello de punta, que seguía sin llevar ni un ápice de ropa. Broza no pudo evitarlo, se puso como un tomate al verla—. ¡Veo que hemos acertado! —exclamó el hombre gordo, complacido, y poniéndole la mano en la espalda la empujó hacia la cama.

—¡No! —chilló Broza, parándose en seco.

—Vaya, ¿no es esto lo que buscaba? —el hombre gordo entrecerró los ojos—. Oh, ya sé. Señor, haberlo dicho desde el principio, usted ha venido a por una clase de disfrute... diferente. ¿Qué tal Gardevoir?

Azul se convirtió en un Pokémon elegante y comenzó a levantarse aquella especie de vestido que llevaba.

—¿¡Qué!? —Broza se alejó rápidamente de la cama—. ¿¡Está mal de la cabeza!?

—Broza —advirtió Kadabra—. Estás haciendo saltar todas sus alarmas. Si no estuviera usando Confusión contra él, ya te habría...

—Bueno, bueno, tenemos un público exigente —sonrió el hombre del bigote—. ¿Qué le parece si le ofrezco una experiencia completamente única? ¿Ha imaginado alguna vez cómo sería tener sexo... con usted mismo? —hizo un gesto a Ditto, y el Pokémon se desvaneció.

Gardevoir desapareció de encima de la cama, reemplazada por una versión de Broza completamente desnuda. Por mucho que tuviera el pelo corto, no quedaba la menor duda de que era una chica.

El tipo del bigote miró a Ditto, miró a Broza y volvió a fijar la vista en Ditto.

—¿Pero qué dem...? —se oyó un crujido y el cuello del tipo se retorció hasta lo imposible. Broza le observó desplomarse pesadamente. Ditto, todavía con un cuerpo idéntico al suyo, lanzó un pequeño chillido de horror.

—¿Está muerto? —preguntó la chica con frialdad.

—Sí —admitió Preem.

—Bien —Broza se volvió hacia la cama—. En cuanto a ti... Vuelve a ser Ditto, ahora mismo. Si alguna vez decides convertirte en mí de nuevo, volveré y te echaré en la licuadora. ¿Lo has entendido?

El Pokémon con la apariencia de Broza asintió, asustado, y volvió a convertirse en una especie de gelatina. La chica se sentó al borde de la cama y se miró las manos. Le temblaban.

—Broza...

—¡Maldita sea, Preem! —exclamó ella—. ¡Zalasta parecía un buen tipo! ¡Creía que lo era! ¿¡Cómo puede haber convertido su gimnasio en esta asquerosidad!? ¡Ya estamos como la otra vez! Ahora no sólo tengo que entrar en los servidores, también tengo que sacar de aquí a un montón de Ditto.

—No, Broza —Preem negó con la cabeza—. No vas a sacarlos de aquí. Esta vez no.

—Pero... ¡Pero si los están prostituyendo! —chilló Broza—. ¡Ya lo has visto! ¡Esto es mucho peor que cualquier clase de maltrato! ¡Además de estar violando la intimidad de las personas en las que se transforman! ¡Y no hablemos del tema de la Pokéfilia! Es lo más repugnante que...

—Escucha, yo leo las mentes —Preem trataba de sonar sosegado—. Estoy de acuerdo en que este lugar es un horror, pero al menos esta vez los Ditto no están sufriendo. Aunque pueden reproducirse con los Pokémon a los que imitan, son básicamente asexuales. Cuando alguien mantiene relaciones sexuales con ellos, en realidad no sienten nada en absoluto, salvo cierto aburrimiento. Además, sus mentes son tremendamente simples. Estos Ditto son felices, lo serán mientras les den de comer.

—¿Entonces te parece bien que este sitio esté abierto? —Broza le miró con incredulidad.

—¡Por supuesto que no! Es indignante, pero no es tan urgente como lo del Gimnasio de Montepino, y nos arriesgaremos demasiado si intentamos salvarlos a todos. Hay otros clientes en las habitaciones. También un cadáver. Es demasiado peligroso. Tienes que dejarlo estar y llegar hasta los servidores. Es tu auténtico objetivo —Kadabra suspiró—. Recuerda que la policía vendrá a investigar de todos modos, en cuanto liberes a los Pokémon del servidor. Haz algunas fotos con el móvil de cómo funciona este sitio, de como Ditto se transforma, y súbelas a la red. Eso hará que los inspectores investiguen con más ganas.




Broza acabó haciendo justo eso. Tomó algunas fotos bastante pornográficas en las habitaciones que estaban siendo utilizadas y también se aseguró de que se notara que estaba dentro del edificio del Gimnasio. Mientras tanto, Kadabra buscaba un modo de llegar a la sala de servidores. Finalmente lo encontró.

—El ascensor está programado para controlarse con una aplicación del móvil. Sólo te llevará al sótano o a la segunda planta si utilizas el móvil para indicárselo... Pero por suerte, yo puedo ordenárselo con la mente. Va a ser más fácil de lo que pensaba.

—Pues salgamos de aquí de una vez —Broza miró con disgusto el pasillo lleno de Ditto sonrientes—. Este lugar me da arcadas.

Bajaron en el ascensor. Aquella sala de servidores era cuatro veces más grande que las otras que Broza había visto, pero su distribución era muy parecida. Sacó el ordenador portátil de la mochila, lo conectó a la clavija de la pared y se giró para mirar a Kadabra.

—Todo listo —dijo él, en su mente—. Hora de trabajar.
Última edición por Malfuin el 02 Sep 2017, 20:17, editado 1 vez en total.

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Crow
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Crow » 02 Sep 2017, 15:14

Uh
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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 02 Sep 2017, 23:49

PARTE VII - CAMPOLARGO
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La celda era estrecha, aséptica, con una estrecha cama y paredes blancas. La puerta era de metal y tenía una pequeña ventana enrejada por la que se veía el pasillo iluminado. Zalasta esperaba pacientemente, sentado en el suelo, escuchando el sonido de unos ligeros pasos que se acercaban. Cuando se oyó girar una llave y la puerta se abrió, casi sonrió.

Al otro lado, una joven con una falda larga y negra y una camisa blanca le observaba. Se apartó el mechón rosáceo de la cara.

—Sabía que vendrías —dijo Zalasta—. He oído que encontraron el cuerpo de Marcone. Supongo que fuiste tú. ¿Me espera lo mismo?

La chica le miró en silencio un momento.

—¿Qué has contado a la policía, papá? —preguntó.

—Nada, Nymph —replicó Zalasta—. No han tenido tiempo de interrogarme. En el servidor bajo el Gimnasio se alojaban infinidad de Pokémon... y esos Glitch están apareciendo por todas partes y sembrando el caos en las afueras. Les mantiene muy ocupados, sin duda. Supongo que eso te ha facilitado llegar hasta aquí.

—No puedo sacarte de la celda —se disculpó Nymph—. Y no puedo permitir que te saquen información sobre mí. Lo siento, papá.

—No esperaba otra cosa, Nymph —el líder de gimnasio agachó la cabeza—. He fastidiado tu negocio más lucrativo y te he puesto en peligro. Merezco lo que me hagas.

Nymph suspiró.

—¿Apareció alguien en el Gimnasio que resultara inusual? ¿Una chica con un Kadabra Modo Glitch?

—¿Una chica? No —Zalasta frunció el ceño—. Pero sí que luché contra un chico con un Kadabra... Llevaba un pañuelo en la cabeza. También tenía un Pokémon que sí estaba en Modo Glitch, un Hariyama. Sus otros Pokémon eran Tangela y Clefable. El chico se llamaba Alex, de Ciudad Plateada, creo.

—Era ella —Nymph dio un pisotón—. Se está entrometiendo demasiado. Los Gimnasios Pokémon son la tapadera ideal, un líder siempre tiene bastante libertad de movimiento y la policía tiende a dejarle en paz... Como ya demostró Giovanni en su día. Pero ella lo está estropeando todo.

—¿Ella? —Zalasta miró a su hija a los ojos—. ¿Cómo se llama en realidad? ¿Cuál es el nombre de la muchacha que ha provocado mi muerte?

—Broza, de Puenteviejo —Nymph se sacó una Pokéball del bolsillo.

—Qué vulgar —se burló Zalasta.

—Así es. Adiós, papá —Nymph soltó la Pokéball y un Chandelure se materializó en la celda, que quedó bañada en luz azul—. Echo, Giro fuego.

Unas llamas azules envolvieron el cuerpo de Zalasta, que soltó un aullido terrorífico. Unos momentos después, el torbellino de fuego desapareció y la estrecha habitación volvió a quedar a oscuras. El cuerpo del líder estaba intacto, pero su alma había sido consumida.

Nymph abandonó la celda, cerrando la puerta tras ella. Al menos, ya había eliminado otro obstáculo.




Broza dormía en una de las camas del Centro Pokémon, pero no descansaba. Tenía pesadillas, sueños terribles sobre montones de Ditto que se convertían en gente desnuda con expresiones horribles y la perseguían. Luego la gente se convertía en monstruos de formas desconocidas. Y luego se convertían en la propia Broza, en versiones de ella con horribles extremidades y cuerpos envueltos en llamas.

—Cálmate —dijo la voz de Preem. Broza se giró y vio a Kadabra mirando a su alrededor, con aburrimiento—. Estás perturbando mi sueño.

—¿Preem? —Broza le miró con severidad—. ¿Esto es... un sueño? ¿Entonces por qué estás aquí? ¿Estás usando tu telepatía? ¿No deberías estar durmiendo?

—A veces uso la telepatía incluso estando dormido —explicó Preem—. De forma involuntaria, claro. Un viejo hábito de cuando era un Abra. Y ahora, veamos...

Extendió una mano y todos los horrorosos monstruos y clones de Broza desaparecieron de un plumazo. Hizo otro gesto y se encontraron en un prado soleado. Giró su cuchara y comenzaron a caer del cielo Pokémon adorables, como Pikachu, Clefairy, Eevee, Vulpix, Pachirisu, Ralts, Teddiursa y Petilil. Todos comenzaron a acercarse, andando torpemente o rodando hacia Broza.

—¿Qué has hecho? —la chica miró a su alrededor, sorprendida.
—Te he conseguido un sueño un poco más relajante. Todavía falta un rato hasta que tengamos que despertar. Disfruta mientras puedas —Kadabra se desvaneció.

Despertó antes de tiempo, sobresaltada, y olvidó todo lo que había estado soñando. Broza se incorporó rápidamente y se puso en pie; a su alrededor, los otros entrenadores que dormían en el Centro Pokémon hacían lo mismo. Se oían sirenas y gritos, y el resplandor de un incendio se filtraba por una de las ventanas.

La puerta se abrió y entró una enfermera. Llevaba una venda en la frente, anudada apresuradamente, pero eso no impedía que la sangre le resbalara hasta el ojo y corriera por su mejilla.

—¡Uno de los Pokémon liberados se ha abierto paso hasta aquí! —exclamó—. ¡Están evacuando la zona! La policía necesita toda la ayuda posible, ¡si hay alguien dispuesto a usar sus Pokémon para luchar contra esa cosa, que se preste voluntario!

—¿En serio estamos haciendo esto otra vez, Broza? —preguntó Preem, cuando ella dio un paso al frente.

—Ya te lo dije —replicó ella, susurrando—. Haré lo que sienta que debo hacer.




Una docena de entrenadores siguió al policía que les esperaba en la puerta del Centro Pokémon. La mayoría llevaba uno o dos Pokémon fuera de la Pokéball, igual que Broza con Preem. Una joven montada en un Rapidash abría la marcha.

—¡Escuchad! —dijo el policía—. ¡No estamos autorizados a entregaros armas de fuego, así que permaneced en segunda línea en todo momento! No intentéis estrategias complicadas, usad los ataques más sencillos y potentes que tengáis contra el Pokémon al que nos enfrentamos.

—¿Contra qué luchamos, señor? —preguntó un entrenador con el cabello cubierto por un gorro blanco.

—Todavía no está identificado —el policía suspiró—. Se mueve demasiado rápido, a pesar de que es enorme. Mata a todo lo que se mueve. Por ahora, está contenido en esta calle.

Faltaban horas para que saliera el sol, así que la iluminación eléctrica todavía estaba encendida. Bajo la luz de las farolas, vieron una larga calle flanqueada por altos edificios de oficinas. Había helicópteros sobrevolándola, y un montón de policías parapetándose detrás de coches y disparando. Su objetivo era un Pokémon que se movía a toda velocidad por la pared de un edificio, con tanta fluidez como si corriera por el suelo.

De repente hubo un fogonazo y un Trueno alcanzó uno de los coches de policía, que estalló. Los policías que se escudaban detrás murieron al instante.

—¡Es de tipo eléctrico! —exclamó uno de los entrenadores—. ¡Dugtrio, Terremoto!

—¡Ni siquiera está en el suelo, idiota! —intervino una chica—. ¡Maractus, Rayo solar!

Un rayo de luz cegador brotó de un Pokémon cercano y recorrió la superficie del edificio como un cañón láser, trazando una línea irregular mientras perseguía la silueta del enemigo. Pero no logró alcanzarlo. El enorme Pokémon al que se enfrentaban cayó al suelo frente a ellos, levantó un camión con sus brazos y lo lanzó contra el grupo de entrenadores.

Varios chicos y sus Pokémon fueron golpeados por la inmensa mole giratoria. Los humanos murieron instantáneamente, mientras que sus compañeros quedaron malheridos a su lado, llorando con voces extrañas y quejumbrosas. Broza vio de reojo como las llamas del Rapidash se apagaban lentamente. Maldijo y volvió la vista al frente.

Era alto, muy alto y delgado. Su cuerpo era morado, pero tenía líneas rojas recubriéndolo, y parecía bañado en una especie de luz anaranjada. Sus ojos se habían vuelto blanco, su boca estaba entreabierta y chorreaba sangre, tal vez humana. Su cola era ridículamente larga y se agitaba como un látigo. La policía le estaba disparando, pero apenas parecía advertirlo. Tenía la vista fija en ellos.
Broza tardó unos segundos en reconocerlo. Aquel era Nidoking, en Forma Glitch.

—¡Preem, Psicorrayo! —exclamó. Kadabra obedeció al instante y lanzó un rayo de luz multicolor, pero este rebotó en la piel morada de Nidoking y pareció perderse en la noche—. ¿Pero por qué? ¡Es débil a Psíquico!

—Parece que su naturaleza ha cambiado demasiado en la Caja —dijo Preem en su cabeza—. Ya no posee las mismas debilidades que un Nidoking normal.

Nidoking agitó la cola y partió con ella en dos un coche de policía. Luego saltó hacia los entrenadores, agarró a una chica con su enorme mano y la espachurró entre sus dedos. A su alrededor, los demás chillaron y salieron corriendo, salvo la dueña del Maractus, que había sacado a todos sus Pokémon e insistió en atacar.

—¡Maractus, Protección! ¡Absol, Tajo umbrío! ¡Slaking, Hiperrayo! ¡Altaria, Pulso dragón! ¡Magmotar, Llamarada! ¡Bronzong, Velo sagrado!

Nidoking chocó contra la barrera levantada por Maractus y recibió de lleno los ataques de varios tipos centrados contra él. Hubo una explosión y el Pokémon enemigo apareció a unos diez metros de distancia. Sus pies habían dejado dos esferas ardientes en el asfalto. Abrió la boca y una luz roja brotó de ella. Un rugido gutural reventó las pocas ventanas que quedaban por romper en las cercanías. Uno de los helicópteros le disparó un misil, pero él saltó y lo atrapó con la boca. Al morderlo, hubo una nueva explosión, de la que salió indemne.

Aterrizó sobre el asfalto chamuscado y echó a correr hacia las entrenadoras. La dueña del Maractus maldijo.

—¡Bronzong, Día soleado! ¡Maractus, rayo solar de nuevo! ¡Los demás, repetid si podéis!
Broza se adelantó y lanzó las tres Pokéball que llevaba en el bolsillo.

—¡Preem, ¿no puedes hacer algo como lo que usaste con Hariyama?! —preguntó—. ¿Llegar a su mente?

—No hay mente a la que llegar —replicó Kadabra, con la vista fija en la mole en la que se le venía encima—. Dentro de su cabeza sólo existe rabia y ansia de sangre. Está tan deteriorado que a duras penas se le puede considerar un Pokémon.

—Vale, entonces usa Reflejo, el mismo que contra MissingNo —ordenó Broza—. Si está tan dañado como dices, quizá le haga el mismo efecto. ¡Clefable, Fuerza lunar! ¡Tangela, sé que estamos en plena calle, pero intenta usar Hierba lazo! Un Dugtrio ha usado antes terremoto, quizá las grietas que han aparecido te basten para hacerlo funcionar. ¡Hariyama, no sé lo que sucede cuando golpeas los círculos de tus manos, pero sea lo que sea... Intenta usarlo contra él!

El Rayo solar de Maractus alcanzó de lleno a Nidoking, que sin embargo saltó hacia su origen como si no fuera más que un inofensivo foco. Por el camino recibió también la esfera de energía lanzada por Clefable, cuya luz se extendió por su piel, quizá debilitándola.

Estuvo a punto de atrapar a ambas entrenadoras con sus garras, pero el Reflejo de Kadabra cubierto de líneas de código le detuvo en el aire durante un momento. Furioso, Nidoking comenzó a golpear la pared invisible que le detenía, provocando estallidos de luz a cada porrazo y debilitándola rápidamente.

Y entonces Hariyama entrechocó sus manos. Una luz roja lo llenó todo.

Nidoking retrocedió, llevándose las manos a la cabeza y gritando. Unas raíces se enredaron en sus pies y le hicieron caer de espaldas, aplastando su propia cola y partiéndola. Absol saltó sobre él, giró en el aire y le cortó un brazo. Kadabra le retorció el otro con el poder de la mente.

Magmotar saltó sobre el pecho de Nidoking y le metió un brazo en la boca. A través del cañón, soltó un rayo de luz concentrado que le hizo explotar la cabeza. La sangre salpicó los coches de policía cercanos. Broza se giró con rapidez y se cubrió los ojos con las manos.




Diez minutos después, Broza y la chica del Maractus estaban sentadas en la parte de atrás de una ambulancia, cubiertas con mantas y bebiendo café de vasos de plástico. No estaban heridas, ni siquiera tenían un rasguño, pero sus mentes estaban al límite. Habían visto demasiado.

—¿Cómo te llamas, chico? —preguntó la otra entrenadora.

—Alex —respondió Broza.

—Yo soy Zephyr. Hemos arriesgado la vida juntos, así que me pareció que debíamos presentarnos, al menos.

—Sí...

No había tenido oportunidad de fijarse en ella, pero Zephyr era una chica vestida con falda corta y chaqueta vaquera. Se ataba el pelo con un pañuelo, aunque en aquel momento lo tenía hecho un desastre y se le escapaba por todos lados.

—Es una locura, todo esto —dijo Zephyr—. Anoche mismo estaba charlando con algunos de los entrenadores que han muerto. Y así sin más... —sacudió la cabeza—. ¿Y sabes qué es lo peor? En algún lugar hay un hijo de puta riéndose de todo esto. Un tío que sabe que las cajas están llenas de Pokémon deformes y enloquecidos, y que los libera de todos modos, para que siembren el pánico.

—No creo que lo haga por... —comenzó a decir Broza.

—Pero todas estas muertes no pueden quedar sin castigo. Voy a vengarme, voy a cargarme a ese tipo —continuó Zephyr. Luego se fijó en Broza y agachó la cabeza—. Bah, no me hagas caso. No habrá forma de encontrar a un tipo así. Seguramente lo está haciendo todo con un ordenador desde Alola. Nunca daría con él, aunque quisiera —suspiró—. Eres bastante bueno, por cierto. Me salvaste la vida ahí atrás, a mí y a mis Pokémon. Gracias.

—Yo no... —Broza suspiró y se encogió de hombros—. Nos salvamos el uno al otro. Gracias a ti. Y ahora, si no te importa, me adelanto al Centro Pokémon. Preem, Teletransporte.
Preem le puso la mano en el hombro y ambos se materializaron en la puerta del Centro Pokémon, lejos de la dura mirada de Zephyr.

—Broza —dijo Kadabra, soltándola—. No tienes que...

—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! —chilló ella, y girando sobre sí misma, se fijó en una lata abandonada en las escaleras y corrió a patearla. Le dio tal puntapié que la mandó volando contra la fachada del edifico y rebotó. Cayó a los pies de Broza, que comenzó a pisotearla con ira—. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —gritaba, con cada pisotón.

—Broza...

—¿¡Qué cojones estamos haciendo, Preem!? —la chica se quitó la gorra y trató de patearla también. El impulso la hizo caer de espaldas—. ¿A cuánta gente nos hemos cargado?

—Estamos liberando a los Pokémon que agonizan en el Sistema de Almacenamiento —dijo Preem, con calma—. Es tu causa, tus sueño, lo que más te importa hacer.

—¡Sí, y de casi estamos provocando muertes indiscriminadas por toda la región!

—Pero desde el principio, tú sabías...

—¡CREÍA QUE LO SABÍA! —chilló Broza—. Es sencillo oír hablar de muertes en la tele. Pero al verlo... No pensé que... Creí que estaba justificado, pero... ¡Soy una estúpida! ¡Una estúpida, joder! —se agarró el corto cabello y tiró de él, apretando los dientes y chillando.

Preocupado, Preem se adelantó. Acercó la cuchara a la frente de Broza y se arrodilló junto a ella.

—Estás sometida a emociones demasiado intensas —dijo Kadabra—. Voy a apaciguar un poco tu mente, y entonces...

—¡NO! —bramó Broza, y se alejó de él—. No te atrevas a aligerar este sufrimiento ni un ápice. ¡Lo merezco! No lo hagas parecer más fácil, para conseguir que me mueva según tus deseos, como una marione...

El mundo pareció dar una sacudida. Broza miró a Preem, y pudo ver que estaba envuelto en una llama de energía multicolor. Sus ojos eran la viva imagen de la ira.

—No hagas esa acusación, Broza. Podría haber manipulado tu mente en miles de ocasiones, desde que te encontré, pero no lo he hecho. Ni una sola. No hagas parecer lo contrario, o toda relación entre nosotros habrá terminado.
Broza jadeó.

—Lo siento, Preem —la chica sacudió la cabeza—. Sé que eres leal. Lo sé, pero... Ya no creo que estemos obrando bien. Debe existir otra manera, una sin muertes. Tenemos que parar.

—¿Parar? —Kadabra retrocedió, y su poder pareció abandonarle—. Si paramos ahora, todas las muertes habrán sido en vano; ¿es eso lo que quieres? Si paramos, centenares de Pokémon seguirán deteriorándose en sus Cajas, pareciéndose más y más a MissingNo con cada día que pase. Y algún día todos esos Pokémon serán liberados, con o sin ti. No sólo haces esto por salvar a los Pokémon, estás evitando un genocidio a cambio de unas pocas muertes. No puedes reprocharte nada.

—No lo sé... —la chica sacudió la cabeza y se incorporó—. No sé qué hacer ahora. Ni siquiera sé si puedo volver a casa; podrían interrogarme. No sé si...

—Ayúdame a atacar el siguiente gimnasio —suplicó Kadabra—. Después de eso, me las arreglaré yo mismo, si es lo que deseas. Pero ayúdame con esta última misión. Por favor. Es demasiado pronto para volver a perder un entrenador.

Broza lo consideró en silencio.

—Muy bien —musitó— Un vez más... Y en una ciudad poco poblada. Será más sencilla de proteger si la cosa vuelve a descontrolarse.

—Gracias, Broza —dijo Kadabra, poniéndole las manos en los hombros—. Y no te preocupes. Si te sirve de consuelo, yo no creo que hayas hecho nunca nada malo.

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Malfuin
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Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info

Mensaje por Malfuin » 05 Sep 2017, 10:15

Bueno, voy a tener que hacer una pausa en la historia por varios motivos, y no sé cuándo la continuaré. Pero de todos modos, estamos en la mitad, y este capítulo es muy clave en la historia, así que en cierto modo me parece un punto ideal para hacer un alto. Ya veréis a qué me refiero.


PARTE VIII – GIMNASIO DE CERROALTO
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Tomaron un tren a Cerroalto.

Después de todo lo sucedido, ni Broza ni Preem se sentían con ánimos para caminar hasta la siguiente ciudad, al noroeste de allí. Además, la ruta que solían seguir los entrenadores obligaba a utilizar un Pokémon que conociera Surf, y Broza no disponía de ninguno. Tampoco le apetecía ponerse a capturarlo. En realidad, estaba deseando terminar con aquello cuanto antes.

El viaje en tren fue corto. Observaron como los campos cultivados daban lugar a parajes más agrestes, y luego de golpe vislumbraron la silueta de la playa y el horizonte del mar. Las vías les llevaron mar adentro, por encima de un largo puente construido para conectar más rápidamente la península de Cerroalto con la ruta principal.

Vista de lejos, Cerroalto parecía erigirse sobre imponentes rocas. Los edificios sobresalían entre ellas, modernos y antiguos, y lo que más destacaba era un enorme templo en cuyo techo se erigía una gigantesca estatua de Meditite. Debía medir casi siete metros, pese a su postura sentada. Preem rompió el tenso silencio que había entre él y Broza.

—¿Es ese el Gimnasio Pokémon?

Broza le observó, se sacó el móvil del bolsillo y comprobó la información.

—Sí, es un gimnasio de tipo psíquico y lucha, así que supongo que es apropiada esa estatua —replicó ella—. El edificio lleva muchos siglos siendo un templo, por lo visto, aunque su reconversión en gimnasio es reciente. El líder del Gimnasio, Segundus, parece ser el responsable de la reconver... ¿qué, qué sucede?

De repente, Broza notaba un pánico visceral procedente de la mente de Kadabra. De algún modo supo que el Pokémon estaba a punto de teletransportarse sin ella, así que le agarró del brazo.

—¡Quieto ahí! —exclamó Broza—. Eres tú el que me ha convencido de venir hasta aquí. ¿Qué te pasa ahora?

—¿No lo ves? —el Kadabra parecía hacer grandes esfuerzos por no teletransportarse—. ¿Un entrenador de tipo psíquico llamado Segundus? ¡Seguro que es Secundo, mi antiguo dueño!

—Ah... —Broza frunció el ceño. Sí, aquel era el nombre del usuario que tenía a Preem encerrado en una Caja—. Bueno, mejor así, tendremos la oportunidad de vengarnos por lo que te sucedió.

—No lo entiendes —Preem sacudió la cabeza—. No tengo ninguna posibilidad contra él. No debo acercarme a su presencia. Si lo hago...

—¡Venga ya! ¿Desde cuándo eres un cobarde? —Broza le miró muy seria—. Tú me has convencido de que viniera hasta aquí para hacer esto —volvió a recordarle—. No me dejes tirada ahora. Eres mucho más fuerte de lo que ese Segundus o como se llame imagina. Has pasado por mucho desde que te metió en la Caja. Demuéstrale que cometió un grave error.

Preem bajó la mirada, pero asintió.

—Llevas razón. Ya no soy el mismo. Ahora tú eres mi entrenadora ahora. Quizá... quizá baste con eso.

La estación de tren era pequeña y estaba algo alejada de la pequeña ciudad. Tuvieron que caminar por la carretera durante unos diez minutos, azotados por el viento con olor a mar y escuchando los quejidos de los Wingull. Afortunadamente, el templo con la estatua de Meditite era el primer edificio al que se llegaba por la carretera. Estaba rodeado por un jardín de piedra con varios árboles muy altos y grandes faroles, apagados a aquella hora. En cuanto pasaron bajo el torii de color rojo, un hombre vestido de monje salió del edificio. A pesar de la vestimenta, llevaba el pelo largo y gafas de sol. Además, en su muñeca brillaba un reloj de oro y su cinturón era bastante ostentoso.

Al ver a Broza y a Preem, soltó una risotada y corrió hacia ellos.

—¡Ja! ¡Sabía que la mente no me jugaba una mala pasada! —gritó, acercándose—. ¡Eres tú!
Preem retrocedió cuando el desconocido se acercó. La voz que Broza oyó en su mente era un mero susurro.

—Secundo... Así que ahora eres un líder de Alvesta —murmuró Preem—. Supongo que te has vuelto importante. Me alegro por ti.

—¡Bah! —Segundus le señaló—. A mí no me pareces alegre en absoluto. Pero... ¿qué creías? ¿Que me iba a quedar siendo lacayo de Sabrina toda la vida? Esa bruja me las pagará un día de estos. No iba a seguir siendo su perrito faldero.

—Si no recuerdo mal, fue ella quien te expulsó del gimnasio —dijo Preem.

—Cuidado con lo que dices —Segundus enseñó los dientes—. Sigo siendo tu entrenador.

—En realidad, yo soy su entrenadora ahora —intervino Broza—. ¡Preem, noquéalo!

Kadabra levantó la cuchara, pero no llegó a hacer nada contra Segundus. De repente, el cubierto se dobló en su mano como una hoja mustia y el Pokémon retrocedió, sujetándose la cabeza, como si una terrible jaqueca le asaltara.

—Kadabra, impide a la chica que alcance sus otras Pokéball —ordenó Segundus.

Preem enseñó los dientes y su brazo tembló, resistiéndose, pero hizo un gesto con el brazo y la mochila salió volando por los aires. Quedó suspendida, levitando a tres metros del suelo. Broza saltó tratando de alcanzarla, pero le resultaba imposible.

—Espero que no vinieras a conseguir mi medalla —se burló el líder—. No tengo ninguna intención de luchar contigo. Pero gracias por traerme a Kadabra. Por lo que leo en su mente, ahora es un Modo Glitch con la habilidad de la tecnokinesis. Suena extremadamente útil... Y lucrativo. Me pregunto si podría transferir dinero a mis cuentas sin dejar rastro o conseguir información privada de cargos públicos para poder hacer sobornos. Apuesto a que sí.

—¡Preem! —Broza dejó de saltar y se giró al Pokémon—. ¿Por qué? ¡No le obedezcas!

—No es... Lo que yo quiero... —protestó la voz mental de Kadabra.

Segundus echó a reír.

—No tienes poderes psíquicos, ¿verdad, niña? Sólo alguien con facultades mentales especiales puede convertirse en un buen entrenador de Pokémon psíquico. Sí, cualquiera puede tener suerte lanzando una Pokéball a un Abra, pero... ¿el verdadero vínculo mental entre la mente del entrenador y la de la criatura? Sólo está al alcance de unos pocos —sonrió, levantó una mano y la Super Ball que Broza guardaba en la mochila salió y levitó hasta quedar a su alcance—. Y el objeto vuelve a manos de su legítimo propietario —rió.

—¿Tienes... poderes psíquicos? —Broza le miró, incrédula.

—No es tan raro entre los que entrenamos a este tipo de Pokémon —repuso Segundus—. Allá en el gimnasio de Sabrina, todos los demás eran médiums como yo. Esa fue una de las razones por las que me fui: es imposible guardar secretos cuando hay telépatas por todas partes. Pero ahora que tengo a Kadabra conmigo, quizá pueda girar algunas ruedas para...

—¡Deja de llamarle Kadabra! —gritó Broza, indignada, tratando de liberarse—. ¡Tú mismo le diste un nombre, es Preem!

—A decir verdad, yo nunca di nombre a este Pokémon —replicó Segundus—. Y desde luego, no es Preem. No es el auténtico Preem... Él está en mi bolsillo, ¿quieres verlo?

Segundus se sacó una Super Ball del bolsillo y la lanzó ante ellos. Al instante, un Pokémon parecido a Kadabra pero algo más grande y con una cuchara en cada mano apareció ante ellos. Un Alakazam.

—¡No puedo creerlo! —gritó Preem, haciendo que los propios pensamientos de Broza se diluyeran y dejando solo espacio para el temor y la incredulidad—. ¡Él... es yo! ¡No lo comprendo! ¿Cómo es posible...? ¿¡Cómo es posible encontrar mi propia mente fuera de mi cabeza!? Esto no puede ser un Ditto... Además, yo nunca he evolucionado de esa forma.

—Supongo que puedo permitirme contaros la historia —Segundus sonrió y se sentó en el aire, imitando la postura del Meditite gigante tras él—. Aunque no hay mucho que contar. Hace veinte años, Sabrina me expulsó de su Gimnasio Pokémon porque conspiré para ayudar a que el Team Rocket ocupara la ciudad. Me vi en la calle, arruinado, y los Rocket a los que había acudido no tardaron en ser desmantelados, por lo que ni siquiera pude trabajar para ellos. Por suerte, escuché un jugoso rumor mientras espiaba las mentes de la gente: descubrí que, por culpa del estúpido Bill, había aparecido un bug muy interesante en la última versión del Sistema de Almacenamiento de Pokémon. Al mover un Pokémon de una Caja a otra, durante una fracción de segundo el Pokémon existía por duplicado. Si apagabas el ordenador en el momento exacto, acababas teniendo dos versiones del mismo Pokémon en Cajas diferentes.

—Secundo, ¿qué estás diciendo...? —Kadabra parecía dividido entre la necesidad de huir y el interés que tenía en la historia que estaba oyendo.

—El problema del bug es que, si no se apaga el ordenador en la fracción de segundo exacta, el Pokémon que estás clonando muere. Desaparecido, como si no hubiera existido. Es lo mismo que matarlos uno mismo... muchos han muerto así, la mayoría a manos de niños que trataban de clonar los objetos que les equipaban, por eso se apresuraron a corregir el problema en las versiones posteriores —Segundus sonrió—. Pero es que realmente necesitaba el dinero. Encontré varios compradores, e iba clonando a los Kadabra según demanda. Al final dejaron de comprármelos, y aunque creí que los había vendido todos, al parecer me equivoqué...
—¿¡Te arriesgaste a que Preem muriera sólo para clonarlo y ganar dinero!? ¡Eres un malnacido! —Broza cogió carrerilla y trató de alcanzar su mochila de un salto, pero estaba demasiado alta—. ¡Preem! ¡Destroza a ese cabrón, no merece tu lealtad! ¡Me da igual la conexión de médium que haya entre vuestras cabezas, tienes que poder ver que es un capullo!

—Estás dramatizando —Segundus hizo un gesto con el dedo y el pañuelo de Preem se desató, mostrando la almohadilla de su frente—. Oh, interesante. Así que esta es la marca que apareció por la Forma Glitch.

—¡PREEM! —chilló Broza—. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea...!

—Está bien, está bien, señorita —Segundus levantó ambas manos—. Hagamos una cosa. Veamos si el clon es capaz de superar al guerrero original. Preem, Kadabra: ¡Luchad hasta que uno de los dos se debilite!

Segundus se sacó una piedra del bolsillo, que parecía una extraña canica amarillenta. Se la pasó a Alakazam, quien de repente emitió un destello cegador. Un instante después, había cambiado por completo. Estaba sentado en el aire, en la misma posición que Segundus y la estatua de Meditite, y varias cucharas levitaban sobre su cabeza. Tenía una larga barba y una especie de gema en la frente. Sin embargo, parecía un poco atribulado, como si la idea de enfrentarse a sí mismo no le hiciera demasiada gracia.

—¡Preem, no te lo pienses, usa Psicorrayo! —gritó Broza.

Simultáneamente, ambos Pokémon parecieron obedecer la orden. Kadabra lanzó un rayo multicolor a través de su cuchara, pero Mega Alakazam respondió con un potente rayo psíquico concentrado a partir de todas las suyas. Ambos ataques chocaron en el aire, pero el de Kadabra era mucho más débil y no pudo frenar la energía de su rival.

Kadabra cayó de espaldas, aturdido.

—¡Preem! —Broza corrió hacia él.

—No te preocupes —dijo Kadabra—. Mi propia mente no puede hacerme gran cosa...

Trataba de sonar despreocupado, pero ella notaba ecos de sus otros pensamientos. Sabía que el Kadabra todavía estaba abrumado por el descubrimiento de que era un clon en realidad, que dudaba de sí mismo, que estaba convencido de ser incapaz de vencer a su versión evolucionada.

—Es cierto, los ataques psíquicos de una mente casi idéntica a la tuya no serán muy efectivos —observó Segundus, alegremente—. Probemos otra cosa. ¡Preem, Bola sombra!

Alakazam formó con las manos una esfera de oscuridad y se la arrojó a Preem, que todavía estaba incorporándose. El ataque le derribó, y pareció que la oscuridad llameaba sobre su cuerpo durante unos segundos. Su mente chillaba de terror, Broza lo percibía.

—¡Preem, Reflejo! —gritó Broza, desesperada. Una vez más, ambos Pokémon le obedecieron, y dos paredes brillantes se materializaron entre ellos. Era extraño, como si Segundus hubiese ordenado a Mega Alakazam que también obedeciese las órdenes de la chica.

Segundus echó a reír.

—¿Reflejo? ¿Para parar movimientos especiales? ¿Pero qué clase de entrenadora eres? ¡Preem, Bola sombra! —exhortó.

Una segunda bola de oscuridad atravesó el aire y atravesó los reflejos como si no existieran. Volvió a golpear a Kadabra, que cayó desplomado y dejó de moverse.

—¡Preem! —Broza volvió a saltar, tratando de llegar a su mochila, que seguía en el aire. Era imposible—. ¡Te vas a enterar, malnacido!

Olvidándose de Pokéballs y Pokémon, la chica corrió a toda velocidad hacia el hombre sentado en el aire y levantó el puño. Saltó hacia él, con el brazo por delante, dispuesto a derribarlo por mucho poder psíquico que tuviera...

Y en el aire quedó Broza, totalmente inmovilizada, cuando Segundus levantó una mano. El hombre cerró un puño y todo el aire escapó de los pulmones de la chica.

—Así que cuando demuestras tu debilidad como entrenadora, pasas a las manos, ¿eh? —el hombre se quitó las gafas de sol. Sus ojos eran negros, asombrosamente negros, como dos pozos abiertos al vacío del espacio. Había algo hipnótico en ellos—. Veamos, el Kadabra Forma Glitch resultará de más utilidad si soy el único que sabe que existe. Nadie sospechará de mí. No me complace asesinar a una niña de esta manera, pero... Así son las cosas —sonrió apesadumbrado.

Broza sentía que se asfixiaba. Trataba de respirar, pero sus músculos no la obedecían. Sentía una horrible opresión en la cabeza y su vista comenzaba a nublarse. Era increíble que alguien pudiera matar de aquella forma, con una serena sonrisa, con solo un gesto de su mano...

Y de repente, la chica se estampó contra el suelo y volvió a respirar, llenando sus pulmones al máximo con desesperación. Trató de incorporarse, pero estaba demasiado mareada, así que se conformó con mirar desde el suelo.

Kadabra estaba de pie, tambaleándose. Su cuerpo estaba lleno de heridas y sus brazos temblaban como locos. Pero había algo en sus ojos que Broza nunca había visto antes. Una fuera determinación.

—Quizá me arrebates mi voluntad y mi vida, pero a ella no la tocarás —dijo su voz metal.
Como si hubiese olvidado que disponía de poderes psíquicos, Kadabra flexionó las rodillas y dio un salto impresionante hacia Mega Alakazam. Por el camino agarró el asa de la mochila, que había comenzado a caer al suelo, y se la lanzó a Broza. La chica fue golpeada por el peso y la asió torpemente.

Kadabra agarró una de las cucharas que flotaban sobre Mega Alakazam y giró inexplicablemente en el aire. Comenzó a descender y cayó al suelo como un peso muerto. Rodó hasta quedar junto a Broza.

—¡Preem...! —jadeó la chica—. ¿Qué... Demonios...?

Segundus ya no levitaba, tenía los ojos cerrados y estaba de pie en el suelo, con ambos brazos extendidos hacia Kadabra, como si tratara de frenar algo terriblemente pesado.

—No hay tiempo... —la voz mental de Preem sonaba muy débil—. Va a someterme a sus pensamientos. Mi mente no será más que un apéndice de la suya.

Colocó la cuchara que había robado a Mega Alakazam contra la frente de Broza. Estaba helada.

—¿Qué estás...?

—Te estoy transmitiendo toda la información que obtuve de Clefable. No va a ser agradable para ti.

Fue tan agradable como si le dispararan a la cara. Broza sintió como si algo extraño y pesado atravesara sus pensamientos, cortándolos sin dirección, aturdiéndola totalmente. Era una gran cantidad de información que no enlazaba con nada de lo que ella sabía, no tenía ni idea de cómo procesarla. Notó que comenzaba a sangrarle la nariz.

—Ah... —jadeó—. Ah...

—Lo siento —se disculpó Preem—. Pero con tiempo podrás asimilarla. Y ahora, voy a sacarte de aquí. Sigue liberándolos, Broza. Secundo destruirá mi mente, pero no podrá extinguir mi voluntad si eres tú quien la ejecuta. Sigue deteniendo a los tipos como él, a quienes creen que somos desechables. Quizá no hagas siempre lo correcto, pero a diferencia de todos ellos, tú tienes principios. ¡Y ahora, fuera!

Kadabra soltó la cuchara, que se teletransportó, arrastrando a Broza con ella. Oyó el grito indignado de Segundus, que la acompañó antes de desaparecer.




Cayó en el centro de un bosque lleno de árboles inmensos. Varios Pidgey la observaron desde las ramas, sin demasiada curiosidad. El canto de los Pokémon de tipo bicho se percibía en las cercanías.

Su nariz seguía sangrando. Detuvo la hemorragia con una manga, pero no se molesto en incorporarse. Pronto notó que había algo más en su cara aparte de sangre. ¿Lágrimas?

—Maldita sea, Preem —murmuró Broza—. ¿Por qué no te teletransportaste tú? Yo doy igual. Tú habrías podido continuar con la misión, pero yo sin ti soy una completa inútil.

Se abrazó a la mochila y se echó a llorar. Oyó un chillido amenazante, debía haber algún Pokémon feroz en las cercanías.

No tenía ni idea de dónde estaba. ¿Por qué no había parecido junto a un Centro Pokémon? Quizá Preem no había podido ser específico, quizá la habría teletransportado al azar. Miró la cuchara de Mega Alakazam, que había caído al suelo junto a ella, y vio cómo se desvanecía con un resplandor.

Metió una mano temblorosa en la mochila y sacó la Pokéball de Tangela, haciéndola aparecer. Al instante, las enredaderas la envolvieron en un extraño abrazo. La chica lloró con más fuerza. Notó que en algún momento había perdido la gorra. ¿Quizá al atacar a Segundus? No importaba. Ya no tenía sentido disfrazarse.

—No puedo hacer esto sin ti, Preem —susurró—. Es imposible. Yo... no he hecho nada por mí misma desde que salí de casa. Soy una farsante. Durante todo el tiempo esta fue tú misión... Tu cometido... ¿Cómo esperas que sea capaz de reemplazarte? ¡Idiota! ¡Idiota, idiota, idiota!

Comenzó a patalear y a golpear el suelo con los puños. Tangela pareció alarmada, incapaz de decidir qué hacer, cómo ocuparse de una entrenadora que parecía necesitar que la cuidaran. Entonces, tras un momento de indecisión, el aire se llenó de polvo y Broza percibió el conocido aroma del Somnífero. Sintió que su respiración se volvía más lenta sin que pudiera remediarlo y que sus párpados le pesaban.

—Maldita... sea... —masculló, y se quedó dormida.

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