ALMAS MORIBUNDAS
Trataste de flexionar tus piernas, pero sólo recibiste terribles heridas en la espinilla por parte de las cuchillas del velocirraptor.
-Pero... Pero... -Rada tomó aliento y retrocedió. La viste coger carrerilla y lanzarse de cabeza con un gran salto, como una nadadora olímpica al lanzarse a una piscina. En el aire, se transformó en bazoka y atravesó la espalda del saurio, de forma que la punta de la bayoneta le salió por el pecho y quedó a centímetros de tu corazón.
Como el velocirraptor estalló en un remolino verde y desapareció, el arma siguió cayendo... Rada se transformó en humana en la última fracción de segundo y acabó tendida sobre ti.
-Podría haberte matado, ¿sabes? -te preguntó, y miró a vuestro lado. Había una esfera roja flotando a vuestro lado... un huevo de Kishin.
-¿El dinosaurio ha dejado esto...? -preguntó Rada, incrédula. Estiró la mano para coger el huevo y se lo llevó a la boca. Sin embargo, oísteis una risa aguda y algo pasó volando a vuestro lado a toda velocidad: un hada de alas negras y pelo puntiagudo, del tamaño de una botella. Llevaba algo en sus pequeñas manos... ¡Había arrancado el huevo de las manos de Rada y ahora volaba escaleras arriba-. ¿Pero qué...?
El hada desaparecería de un momento a otro por el tejado. Podías tratar de seguirla corriendo o hacer que Rada se transformara y disparar desde donde estabas. Pero si fallabas este disparo, era probable que se alejara volando del edificio y la perdieras de vista.
LA MANSIÓN DE LOS RECUERDOS
Saltaste a la habitación de la cama, donde rebotaste y pudiste caer sobre el suelo. Poco después, las gemelas también cayeron sobre la cama, la una sobre la otra y rieron al botar.
-¡Qué sitio más lujoso! -dijo Igna, sorprendida, sentada sobre su hermana-. Tiene un... ... ... ... -la muchacha siguió moviendo los labios, pero no pudiste oír nada de lo que decía.
Algo extraño estaba sucediendo. Los muebles rotos y polvorientos parecían restaurarse y volver a la normalidad, el papel de las paredes se pegaba y brillaba como nuevo, la mugre desaparecía de la ventana y la luz del sol comenzaba a brillar sobre ella, la cama de matrimonio parecía otra vez mullida y bien hecha...
Y entonces viste a una mujer de pelo negro sentada frente al mueble del espejo. Al principio la confundiste con Izumi, pero enseguida te diste cuenta de que era mucho mayor y más alta. Además, llevaba un elegante vestido turquesa y tenía en brazos a un niño de unos ocho años. El niño tenía el pelo largo y blanco y una expresión preocupada.
-¿Por qué tienes que irte, mamá? -preguntó-. ¿Por qué tienes que volver a ese lugar?
-Ya te lo he explicado -dijo la mujer, en tono paciente. Estaba cepillando el pelo del niño-. Tu padre ha contraído muchas deudas y nuestras familias ya no pueden ayudarnos. Si vuelvo a trabajar en Shibusen, tendremos dinero suficiente para seguir adelante.
-Pero es muy peligroso para ti, ¿no? -el niño aferró los brazos de la mujer-. Pueden matarte.
-¡No te preocupes por mi! -le restó importancia la mujer-. Soy muy muy muy muy fuerte. Además, tu tío es mi compañero, cuando se transforma en arma y me protege somos invencibles. ¡Nos dedicamos a perseguir y castigar a los malvados!
-¿A los que son como yo? -preguntó el niño, abriendo mucho los ojos-. ¿El Shibusen también vendrá a por mi?
La mujer detuvo el cepillo y se quedó totalmente seria.
-¿Por qué dices eso? -preguntó con voz gélida.
-Por lo que hice en el sótano.
Oíste el sonido de algo al romperse y algo al salpicar. Te diste la vuelta y viste a una sirvienta que, al parecer, acababa de dejar caer al suelo una jofaina llena de agua que llevaba en una bandeja. La sirvienta estaba pálida y retrocedió asustada.
-¡Le ruego que me disculpe, mi señora Neri! -gimoteó-. ¡Lo limpiaré enseguida!
La mujer ignoraba a la sirvienta. Había abrazado al niño con fuerza estranguladora y lo apresaba entre sus fuertes brazos.
-¡No es verdad! -su voz sonó como un látigo-. ¡Tú no hiciste eso! ¡No sabemos lo que ocurrió, pero tú no hiciste nada malo! ¿Me oyes? ¡Yo lo sé mejor que nadie! ¡Yo sé que eres bueno!
El niño no respondió, pero en sus ojos veías una clara expresión de escepticismo. Entonces, sus ojos recorrieron la habitación y pareció que te miraba directamente... y desapareció. Todo volvió a la normalidad, la habitación volvió a oscurecerse (la única luz entraba por el agujero del techo) y los muebles volvieron a estar igual de desvencijados que antes.
Pero había una diferencia. La mujer con un raído vestido turquesa sentada de espaldas frente al tocador, en el mismo lugar que antes... Aunque ahora sus manos estaban grises y arrugadas y una punta metálica le salía de la espalda. Se levantó lentamente y se dio media vuelta. Su rostro estaba demacrado y le faltaban los ojos.
-¿¡Una zombi!? -gritó Igna.
La no-muerta cerró el puño en torno a la empuñadura del largo y enorme cuchillo de carnicero que le atravesaba el pecho justo por el centro, y lo extrajo lentamente. No brotó ni una gota de sangre. Una vez que la terrible arma, cubierta de óxido pero aun afilada, estuvo libre, la mujer cadáver lo hizo girar a toda velocidad entre sus dedos y acabó agachándose y colocando la mano izquierda sobre el suelo para apoyarse en las puntas de los dedos y con la derecha sobre la espalda, con el cuchillo agarrado en posición de apuñalar.
Te diste cuenta de que Igna y Suria también se habían transformado y estaban en tus manos, preparadas para defenderte.
-A juzgar por sus habilidades y lo que ha dicho antes, esta mujer debía ser una técnica de tres estrellas -advirtió Suria-. Por suerte no tiene un Arma, pero sin duda es el enemigo más poderoso que hemos visto hasta ahora. ¡Ten mucho cuidado, Trev!
DEVORADORA DE ALMAS
Disparaste a la gema roja con el gancho mientras caías y esta la atravesó. Sin embargo, el resto de tu estrategia no salió exactamente como la planeabas. Al tirar la cadena del ojo, sonó un "¡Plop!" y la piedra salió del barro, dejando un hueco. en su cara. La gema se transformó en un huevo de Kishin en el aire y tú caíste al suelo de espaldas, quedando momentáneamente indefenso.
Afortunadamente no importó mucho, porque el enemigo parecía estar deshaciéndose. El barro que le recubría se despegó de su cuerpo y su tamaño se redujo hasta alcanzar una estatura que bien habría podido ser simplemente la de una persona muy alta. Sus ojos rojos restantes se entrecerraron... y de pronto un montón de huesos afilados brotaron de su cara, rodeándolos y cubriéndolos por encima como unos extraños colmillos. El enemigo parecía haber comprendido cuál era su punto débil y lo estaba protegiendo. Retrocedió cautelosamente mientras otras dos cuchillas de huesos, largas como puñales, brotaban del extremo de los muñones de sus brazos.
EL FANTASMA DE LA ÓPERA
Tuviste que tirar de tu compañera durante casi un metro antes de que comprendiera que debía transformarse. Pero cuando lo hizo, el repentino cambio de peso te lanzó hacia adelante. Corriste junto a las gradas levantando tanto polvo y viento como lo habría hecho una motocicleta en marcha, y tuviste que derrapar para poder girar y lanzarte contra el enemigo, impidiendo en el último momento que saltara al escenario. Ahora ambos estabais bajo él, a la sombra, y la multitud seguía sin ser consciente de lo que ocurría. Un estruendo atronador os llegaba de encima.